miércoles, 26 de junio de 2024

Lección 167 Sólo hay una vida y ésa es la vida que comparto con Dios.

 






1. No existen diferentes clases de vida, pues la vida es como la verdad. 2No admite grados. 3Es la única condición que todo lo que Dios creó comparte. 4Y al igual que todos Sus Pensamientos, no tiene opuesto. 5La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. 6La muerte no existe porque Dios no tiene opuesto. 7La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno.

2. En este mundo parece haber un estado que es lo opuesto a la vida. 2Tú lo llamas muerte. 3Sin embargo, hemos aprendido que la idea de la muerte adopta muchas formas. 4Es la idea subyacente a todos los sentimientos que no son de suprema felicidad. 5Es la alarma a la que respondes cuando reaccionas de cualquier forma que no sea con perfecta alegría. 6Todo pesar, sensación de
pérdida, ansiedad, sufrimiento y dolor, e incluso el más leve suspiro de cansancio, cualquier ligera incomodidad o fruncimiento de ceño, dan testimonio de la muerte. 7Por lo tanto, niegan que vives.

3. Tú crees que la muerte es algo que sólo tiene que ver con el cuerpo. 2Sin embargo, es sólo una idea, y no tiene nada que ver con lo que se considera físico. 3Los pensamientos se encuentran en la mente. 4Éstos pueden entonces aplicarse según lo dicte la mente. 5Y es en su punto de origen donde debe efectuarse el cambio si es que éste ha de tener lugar. 6Las ideas no abandonan su fuente. 7El énfasis que este curso ha puesto en esta idea se debe al papel central que ocupa en nuestros intentos de que cambies de parecer con respecto a ti mismo. 8Es la razón de que puedas curar. 9Es la causa de la curación. 10Es la razón de que no puedas morir. 11Su veracidad te estableció como uno con Dios.

4. La muerte es el pensamiento de que estás separado de tu Creador. 2Es la creencia de que las condiciones cambian y de que las emociones varían debido a causas que no están bajo tu control, que no son obra tuya y que tú jamás puedes cambiar. 3Es la creencia fija de que las ideas pueden abandonar su fuente y adquirir cualidades que ésta no posee, convirtiéndose así en algo diferente de su origen, aparte de éste en lo relativo a su naturaleza, así como en lo relativo al tiempo, a la distancia y a la forma.

5. La muerte no puede proceder de la vida. 2Las ideas permanecen unidas a su fuente. 3Pueden extender todo lo que su fuente contiene. 4En este sentido, pueden ir mucho más allá de sí mismas. 5Pero no pueden dar origen a lo que jamás se les dio. 6Tal como fueron concebidas, así será como ellas a su vez conciban. 7Tal como nacieron, así es como darán a luz. 8Y de allí de donde provinieron, allí mismo regresarán.

6. La mente puede pensar que duerme, pero eso es todo. 2No puede cambiar su estado de vigilia. 3No puede hacer un cuerpo, ni tampoco habitar en un cuerpo. 4Lo que es ajeno a la mente no existe porque no tiene una fuente. 5La mente crea todas las cosas que existen, pero no puede otorgarles los atributos que no posee, ni tampoco cambiar su propio estado eterno de plena conciencia. 6No puede dar lugar a lo físico. 7Lo que parece morir no es sino la señal de que la mente está dormida.

7. Lo opuesto a la vida tan sólo puede ser otra forma de vida. 2Como tal, se puede reconciliar con lo que la creó porque no es realmente un opuesto. 3Su forma puede cambiar, así como aparentar ser lo que no es. 4Mas la mente es mente, tanto si está despierta como dormida. 5No es lo opuesto a nada que ella misma haya creado, ni a lo que parece hacer mientras cree estar dormida.

8. Dios sólo crea mentes despiertas. 2Él no duerme, y Sus creaciones no pueden poseer algo que Él no les confiera, ni dar lugar a condiciones que Él no comparte con ellas. 3El pensamiento de muerte no es lo opuesto a los pensamientos de vida. 4Libres para siempre de toda oposición, los Pensamientos de Dios son eternamente inmutables, y tienen el poder de extenderse inmutable-mente para siempre, aunque dentro de sí mismos, pues son omnipresentes.

9. Lo que parece ser lo opuesto a la vida es meramente un sueño. 2Cuando la mente elige ser lo que no es y asumir un poder que le es ajeno y que no posee, un estado foráneo al que no puede adaptarse o una condición falsa que no forma parte de su Fuente, simplemente parece que se va a dormir por un rato. 3Y sueña al tiempo: un intervalo en el que lo que parece acontecer en realidad nunca ha sucedido, los cambios ocurridos carecen de fundamento y los acontecimientos que parecen tener lugar no están en ninguna parte. 4Cuando la mente despierta, sencillamente continúa siendo como siempre fue.

10. Seamos hoy criaturas de la verdad, y no neguemos nuestro santo patrimonio. 2Nuestra vida no es como nos la imaginamos. 3¿Quién podría cambiar la vida sólo porque cierre los ojos, o porque haga de sí mismo lo que no es al estar dormido y ver en sueños algo opuesto a lo que él es? 4 Hoy no pediremos la muerte en ninguna de sus formas. 5Tampoco dejaremos que ni siquiera por un instante cosas imaginarias que aparentemente se oponen a la vida moren allí donde Dios Mismo estableció el Pensamiento de vida eterna.

11. Hoy procuraremos mantener su santo hogar tal como Él lo estableció y como Su Voluntad dispone que sea eternamente. 2Él es Dueño y Señor de lo que hoy pensamos. 3Y en Sus Pensamientos, que no tienen opuesto, entenderemos que sólo hay una vida, y ésa es la vida que compartimos con Él, con toda la creación, así como con sus pensamientos, los cuales Él creó como una unidad de vida que no puede separarse con la muerte ni abandonar la Fuente de vida de donde provino.

12. Compartimos una sola vida porque tenemos una sola Fuente desde la que nos llega la perfección, la cual permanece por siempre en las santas mentes que Él creó perfectas. 2Somos ahora tal como siempre hemos sido y como seremos siempre. 3La mente que duerme no puede sino despertar, según ve su propia perfección reflejando al Señor de la Vida tan perfectamente que se funde con lo que allí se ve reflejado. 4Y ahora ya no es un simple reflejo, 5sino que se convierte en aquello que refleja y en la luz que hace que el reflejo sea posible. 6La visión deja ahora de ser necesaria. 7Pues una mente despierta es aquella que conoce su Fuente, su Ser y su Santidad.




Propósito: 
Aceptar que la vida que Dios nos ha dado no tiene opuesto, no puede cambiar, no puede morir, y ni siquiera puede dormir. Esforzarnos por mantener nuestra mente como Él la creó, dejar que Él sea el Señor de nuestros pensamientos hoy. Ésta es una lección que acompaña a la Lección 163: “La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre”.

Respuesta a la tentación: 
(Sugerencia) cada vez que te sientas tentado a reconocer la muerte en cualquier forma, como: sufrimiento, ansiedad, cansancio, incomodidad. Repite la idea de inmediato. Date cuenta de que tu emoción negativa es una negación de la vida, y utiliza la idea para recordarte a ti mismo que la vida es la única realidad.

Comentario:
Aquí hay una repetición, o quizá una afirmación que anticipé cuando al escribir sobre la Lección
163, dije: “La creencia en la muerte es sólo otra forma de la “diminuta y alocada idea de la que el
Hijo de Dios olvidó reírse” (T.27.VIII.6:2). Esta lección dice que la muerte “es sólo una idea, y no
tiene nada que ver con lo que se considera físico” (3:2). Más adelante dice: “La muerte es el
pensamiento de que estás separado de tu Creador” (4:1). Ésa es la esencia de la idea de la muerte: la
separación de la vida.

Ésta es la razón por la que podemos decir: “La muerte no existe. Es simplemente imposible: Dios es
Vida, y lo que Él crea tiene que estar vivo. Dejar de vivir sería separarse de Dios, para convertirse en
Su opuesto. Puesto que Dios no tiene opuestos, la muerte no existe.

“La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. La muerte no existe
porque Dios no tiene opuesto. La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno”.
(1:5-7)

“Las ideas no abandonan su fuente” (3:6). Esta idea es muy importante para el Curso. Las ideas
existen sólo en la mente del que las piensa. Las ideas no se pierden de la mente, ni tienen una existencia independiente, ni se mantienen a sí mismas, tampoco son capaces de oponerse a la mente
que las creó. Simplemente no hacen eso.

Yo soy una idea en la Mente de Dios. Yo soy el pensamiento de “mí”. No puedo separarme de la
Mente de Dios, ni vivir independientemente de Él, ni depender únicamente de mí, ni puedo tener una
voluntad que se oponga a la de Dios. Sencillamente no puedo hacerlo. Únicamente puedo imaginar
que lo estoy haciendo.

(La muerte) “Es la creencia fija de que las ideas pueden abandonar su fuente y adquirir
cualidades que ésta no posee, convirtiéndose así en algo diferente de su origen, aparte
de éste en lo relativo a su naturaleza, así como en lo relativo al tiempo, a la distancia y
a la forma”. (4-3)

Yo no puedo hacer eso, no puedo abandonar mi Fuente ni adquirir cualidades que no están en esa
Fuente. Por lo tanto, no puedo morir.

Necesitamos ver que, como dijo la Lección 163 (párrafo 1), la muerte toma muchas formas. La
“atracción de la muerte”, de la que se habla en la sección “Los Obstáculos a la Paz” (T.19.IV),
refleja todas esas formas. Esta lección añade unas pocas más:

“Sin embargo, hemos aprendido que la idea de la muerte adopta muchas formas. Es la
idea subyacente a todos los sentimientos que no son de suprema felicidad. Es la alarma
a la que respondes cuando reaccionas de cualquier forma que no sea con perfecta
alegría. Todo pesar, sensación de pérdida, ansiedad, sufrimiento y dolor, e incluso el
más leve suspiro de cansancio, cualquier ligera incomodidad o fruncimiento de ceño,
dan testimonio de la muerte. Por lo tanto, niegan que vives”. (2:3-7)

¿Qué es la muerte? Cualquier sentimiento que no sea de suprema felicidad. Cualquier respuesta a
algo en nuestra vida que no sea perfecta alegría. ¿Podemos ver que cualquier cosa menor que la
suprema felicidad y alegría perfecta es una negación de la vida y una afirmación de la muerte? Ser
menos que perfectamente dichoso es afirmar que hay algo distinto a Dios, distinto a la Vida, distinto
al Amor, “otra cosa” que disminuye el radiante Ser de Dios.

No estoy defendiendo convertirnos en un feliz idiota, que camina negando el dolor y el sufrimiento
en nuestra vida y en las vidas de los que nos rodean, afirmando frenéticamente: “Todo es perfecto.
Nada de esto es real. Es una ilusión, no le hago caso. Únicamente existe Dios”

Más bien a lo que animo es a lo contrario. Estoy sugiriendo que necesitamos empezar a darnos
cuenta simplemente de cuánta influencia tiene sobre nosotros la idea de la muerte. Necesitamos
darnos cuenta de esos ligeros suspiros de cansancio, esas punzadas de ansiedad, y reconocer que la
idea de la muerte está detrás de todas ellas, la idea de que la separación de Dios es real, que existe
algo distinto a Dios, que se opone y anula Su resplandor. Necesitamos darnos cuenta de que creemos
que somos ese “algo distinto”, o al menos parte de ello. Darnos cuenta, y decirle a Dios: “Ya estoy
otra vez creyendo en la muerte. Me estoy sintiendo separado de Ti. Y sé, por lo tanto, que este
sentimiento no significa nada, porque sólo hay una vida, y la comparto Contigo”.

Únicamente cuando reconoces que tú eres responsable de esos pensamientos de muerte, es cuando
puedes entender verdaderamente que no tienen realidad, excepto en tu propia mente. Afirmar que no
tienen realidad sin primero hacerte responsable de ellos es una negación enfermiza. Los deja sin una
fuente, y tienen que tener una fuente. Así que tu mente atribuye una fuente imaginaria a Dios o a
algún otro sitio fuera de ti, y ya estás de vuelta al pensamiento de separación otra vez, porque no
existe nada fuera de Dios o fuera de ti. Al gritar: “¡Es una ilusión!” sin saber que tú eres el
ilusionista, haces de la idea de la muerte algo real, algo contra lo que luchar y reprimir.

Reconocer los pensamientos de muerte como ilusorios no precisa que ejerzas violencia contra tu
mente. Ver más allá de la ilusión es la cosa más natural del mundo cuando sucede de manera natural,
como resultado de hacerte responsable de la ilusión. Ver el mundo como una ilusión no necesita
esfuerzos coordinados y continuos. No es algo que puedes intentar hacer. Si lo intentas, lo estás
haciendo al revés.

El mismo principio sirve cuando la gente dice: “Estoy intentando ver el Cristo en él”. No puedes
intentar ver el Cristo en una persona, simplemente lo ves o no. Cuando tienes los ojos abiertos y
nada se interpone, ¡no tienes que intentar verle! Simplemente Le ves.

La visión espiritual es lo mismo. Cristo está ahí, en cada persona, y puedes verle ahí. El problema es,
si has levantado muchas barreras defensivas, muchas pantallas, que tapan tu vista. Estás viendo el
reflejo de tus propias ideas en lugar de ver quién es la persona, que es Cristo.

Por lo tanto, el camino a la visión espiritual, el modo de ver a Cristo en un hermano, es darse cuenta
de todas las pantallas que estás levantando, todas las ilusiones que estás proyectando desde tu propia
mente, y que impiden la visión. Por raro que parezca, no ves al Cristo en un hermano con mirarle,
entrecerrando los ojos y fingiendo que es un ser amoroso; ves al Cristo en él mirando a tu propia
mente, tus propios pensamientos, que son el obstáculo a la visión.

Quizá de algún modo tienes miedo de la persona. Te parece una amenaza en algún modo, quizá
dispuesto a atacarte físicamente, o a robarte tu dinero. En lugar de intentar verle a través de esa
imagen de él como una mala persona, mira a la imagen en sí y pregunta de dónde vino. Con la ayuda
del Espíritu Santo, verás que se formó completamente en tu propia mente. Es la suma de tus propios
juicios solidificados en una opinión. Es la manera en que te has enseñado a ti mismo a ver a tu
hermano. Y eso es todo.

Sabes, o deberías saber, que no puedes juzgar. No puedes tener toda la información. Así que, puedes
volverte al Espíritu Santo y decir: “Reconozco que mi opinión de este hermano es mi propia
invención. Está basada en la idea de la muerte, de algo separado de Dios y distinto a Él. Como tal,
sé que es sólo un mal sueño. No significa nada. Mi hermano no es lo que yo pienso que es, y yo no
soy una mala persona por tener este pensamiento, únicamente estoy cometiendo un error. Quiero
abandonarlo, y puesto que yo soy la fuente, puedo abandonarlo”.

Puedes seguir sintiendo miedo. La diferencia no está en si el miedo desaparece, a veces
desaparecerá. La diferencia está en que, si el miedo (o cualquier sentimiento o juicio del que se trate)
está presente, eres consciente de que tú lo estás inventando y que no es real. Esto abre la puerta a que
surja en ti un tipo diferente de visión. Si lo que has estado viendo es una ilusión, tiene que haber
algo más, otra manera de ver que es real.

La visión de Cristo, que es como el Curso llama esta manera de ver, puede que no entre de repente
en tu vista después de una sola aplicación de este proceso mental. Probablemente no lo hará.
Tenemos montones y montones de barreras levantadas contra esa visión, y puede que hayas
reconocido una de las muchas cosas que te impiden ver al Cristo en tu hermano. Eso es normal. Has
entendido que esta barrera concreta es una ilusión, y afirmado que hay otra manera de ver a tu
hermano. Eso es todo lo que tienes que hacer. ¡No tienes que intentar buscar la otra manera! Cuando
estés listo, cuando las barreras se hayan reconocido como algo que tú te inventas, la visión
sencillamente estará ahí.

Sencillamente “estará ahí” porque ya está ahí. El Cristo en ti se reconoce a Sí Mismo en tu hermano.
El proceso es parecido a dejar de escuchar la interferencia en una radio que tiene filtros electrónicos.
Hay una señal de radio que quieres oír, pero las interferencias y mucho ruido te impiden escucharla.
Identificas la interferencia, la aíslas, electrónicamente “das instrucciones” a tu equipo para que no las
escuche, y finalmente te llega la señal clara.

Lo que haces en el proceso que el Curso recomienda (mirar al ego y sus pensamientos de muerte,
identificarlos, y decidir no hacerles caso porque vienen de una fuente que no es de fiar) es dejar de
escuchar la interferencia. Continúa haciendo eso, y la señal clara de la visión de Cristo te llegará.
Está ahí, en ti, justo en este momento. Sólo que no puedes “escucharla” por todo el ruido que el ego
está haciendo.























martes, 25 de junio de 2024

Lección 166 Se me han confiado los dones de Dios.

 






1. Se te ha dado todo. 2La confianza que Dios tiene en ti es infinita. 3Él conoce a Su Hijo. 4Él da sin hacer excepciones y sin reservarse nada que pudiera contribuir a tu felicidad. 5Sin embargo, a menos que tu voluntad sea una con la Suya, no podrás recibir Sus dones. 6Mas ¿Qué podría hacerte pensar que hay otra voluntad aparte de la Suya?

2. He aquí la paradoja que sirve de fundamento a la fabricación de este mundo. 2Este mundo no es la Voluntad de Dios, por lo tanto, no es real. 3No obstante, aquellos que creen que lo es no pueden sino creer que hay otra voluntad, la cual produce efectos opuestos a los que Él dispone. 4Esto es claramente imposible, mas la mente de aquel que contempla el mundo y lo juzga como real, sólido, digno de confianza y verdadero cree en dos creadores, o mejor dicho en uno: él mismo. 5Mas nunca en un solo Dios.

3. Todo aquel que alberga creencias tan extrañas como éstas no puede aceptar los dones de Dios, 2pues se ve obligado a creer que aceptarlos, por muy evidentes que se vuelvan, por muy grande que sea la urgencia con la que se le exhorta a reclamarlos como propios, es verse presionado a traicionarse a sí mismo. 3Por lo tanto, tiene que negar la existencia de dichos dones, contradecir la verdad y sufrir para preservar el mundo que él mismo construyó.

4. He aquí el único hogar que cree conocer. 2He aquí la única seguridad que cree poder encontrar. 3Sin ese mundo que él mismo construyó se siente como un paria, sin hogar y preso del miedo. 4No se da cuenta de que en ese mundo es donde en verdad es presa del miedo y donde no tiene un hogar; donde es un paria que en su vagar se ha alejado tanto de su hogar, y por tanto tiempo, que no se da cuenta de que se ha olvidado de dónde vino, adónde va, e incluso de quién es en realidad.

5. No obstante, los dones de Dios lo acompañan en su solitario e insensato vagar, aunque él no se dé cuenta. 2No puede perderlos. 3Pero no ve lo que se le ha dado. 4Continúa errante, consciente de la futilidad que le rodea por todas partes, viendo cómo lo poco que tiene no hace sino menguar, conforme él sigue adelante sin ir a ninguna parte. 5Pero aun así, continúa deambulando en la miseria y en la pobreza, solo, aunque Dios está con él, y en posesión de un tesoro tan grande que, ante su magnitud, todo lo que el mundo ofrece no tiene ningún valor.

6. Su aspecto da lástima, está cansado y rendido, viene harapiento, y los pies están ensangrentados por los abrojos del camino que ha venido recorriendo. 2No hay nadie que no se haya identificado con él, pues todo el que viene aquí ha seguido la misma senda que él recorre, y se ha sentido derrotado y desesperanzado tal como él se siente ahora. 3Mas, ¿es su situación realmente trágica, si te percatas de que está recorriendo el camino que él mismo eligió, y que no tiene más que darse cuenta de Quién camina a su lado y abrir sus tesoros para ser libre?

7. Este es el ser que has elegido, el que forjaste para reemplazar a la realidad. 2Éste es el ser que defiendes ferozmente contra toda muestra de razón, toda prueba, así como contra todos los testigos que te pueden demostrar que eso no es lo que tú eres. 3No les haces caso. 4Sigues el camino que te has trazado, cabizbajo, no vaya a ser que captes un atisbo de la verdad, te libres del autoengaño y quedes en libertad.

8. Te retraes temerosamente no vaya a ser que sientas el toque de Cristo sobre tu hombro y percibas Su amorosa mano apuntando hacia tus dones. 2¿Cómo podrías decir entonces que la pobreza te acompaña en el exilio? 3Él te haría reír de semejante percepción de ti mismo. 4¿Cómo podrías entonces seguir teniendo lástima de ti mismo? 5¿Y qué pasaría entonces con toda la tragedia que procuraste para aquel que Dios dispuso que gozase únicamente de dicha?

9. Tu miedo ancestral te ha salido al encuentro ahora, y por fin la justicia ha dado contigo. 2Cristo ha puesto Su mano sobre tu hombro, y ya no te sientes solo. 3Piensas incluso que el miserable yo
que creíste ser tal vez no sea tu verdadera Identidad. 4Tal vez la Palabra de Dios sea más cierta que la tuya. 5Tal vez los dones que Él te ha dado son reales. 6Tal vez tu plan de mantener a Su Hijo sepultado en el olvido y de seguir por el camino que elegiste recorrer separado de tu Ser no lo ha engañado del todo.

10. La Voluntad de Dios no se opone a nada. 2Simplemente es. 3No es a Dios a Quien has aprisionado con tu plan de querer perder tu Ser. 4Él no sabe nada de un plan tan ajeno a Su Voluntad. 5Hubo una necesidad que Él no entendió, y Él simplemente dio una Respuesta. 6Eso es todo. 7Y tú, a quien se le ha dado esa Respuesta, no tienes necesidad de nada más.

11. Ahora vivimos, pues ahora no podemos morir. 2El deseo de morir ha recibido respuesta, y la vista mediante la cual se contemplaba a la muerte ha sido sustituida por una visión que percibe que tú no eres lo que pretendes ser. 3Uno que marcha a tu lado le ofrece a cada uno de tus temores esta piadosa respuesta: "Eso no es cierto". 4Cada vez que el pensamiento de pobreza te oprime, Él te recuerda todos los dones que posees, y cuando te percibes solo y atemorizado, te recuerda que Él siempre está a tu lado.

12. Y te recuerda también algo más que tú habías olvidado. 2Pues al tocarte ha hecho que seas igual que Él. 3Los dones que posees no son sólo para ti. 4Ahora tienes que aprender a dar lo que Él vino a ofrecerte. 5Esta es la lección que está implícita en lo que Él da, pues Él te ha salvado de la soledad que quisiste forjar para ocultarte de Dios. 6Él te ha recordado todos los dones con los que Dios te bendijo. 7Te habla asimismo de aquello en lo que se ha de convertir tu voluntad cuando los aceptes y reconozcas que son tuyos.

13. Los dones de Dios te pertenecen, y se te han confiado para que se los des a todos aquellos que eligen recorrer el solitario camino del que tú te has escapado. 2Ellos no entienden que lo único que están haciendo es ir en pos de sus deseos. 3Ahora eres tú quien les tiene que enseñar. 4Pues has aprendido de Cristo que hay otro camino que pueden recorrer. 5Les puedes enseñar esto demostrándoles la felicidad que colma a aquellos que sienten el toque de Cristo y que reconocen los dones de Dios. 6No permitas que tus pesares te tienten a no ser fiel a tu cometido.

14. Tus suspiros no harían ahora sino truncar las esperanzas de aquellos que cuentan contigo para su liberación. 2Tus lágrimas son las suyas. 3Si enfermas, no haces sino impedir su curación. 4Tus temores no hacen sino enseñarles que los suyos están justificados. 5Tu mano se convierte en la que otorga el toque de Cristo; tu cambio de mentalidad se convierte en la prueba de que quien acepta los dones de Dios jamás puede sufrir por nada. 6Se te ha encomendado liberar al mundo de su dolor.

15. No lo defraudes. 2Conviértete en la prueba viviente de lo que el toque de Cristo puede ofrecerle a todo el mundo. 3Dios te ha confiado Sus dones. 4¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la mente que elige aceptarlos y sentir el toque de Cristo! 5Ésa es tu misión ahora. 6Pues Dios les ha encomendado a todos los que reciben Sus dones que a su vez los den. 7Él ha compartido Su gozo contigo. 8Áhora tú vas a compartirlo con el mundo.






Propósito: 
Dar los regalos de Dios a aquellos que todavía recorren el camino solitario del que tú te has escapado. Demostrar con tu felicidad lo que significa recibir los regalos de Dios.

Pasa un rato sintiendo el toque de Cristo. Has inventado un falso ser que es como una persona sin hogar y mentalmente enferma. Como resultado, andas sin rumbo sintiéndote solo y empobrecido. En tu meditación, deja que Cristo te dé un toque en el hombro y te ofrezca la consciencia de que no estás solo y que no eres pobre. Siente la alegría de sentir Su toque. Esto te preparará para un día en el que “tu mano se convierte en la que otorga el toque de Cristo”, en el que te vuelves el recordatorio para las personas “sin hogar” a tu alrededor de que no están solas y que no son pobres. Haces esto principalmente al demostrar la alegría que has recibido de Cristo. “¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la mente que elige aceptarlos y sentir el toque de Cristo!”

Respuesta a la tentación:
 Cada vez que te sientas tentado de sentirte triste, temeroso, afligido, o enfermo.
Mi sugerencia: Repite la idea para expulsar esos sentimientos, pues traicionan tu deber sagrado, tu misión. Siempre que tengas miedo, escucha a Cristo responderte: “Eso no es cierto”. Cuando te sientas pobre, déjale que te señale Sus regalos para ti. Cuando te sientas solo, déjale hablarte de Su compañía.

Comentario:
Esta lección continúa con el tono general de la anterior, intentando convencernos para continuar moviéndonos adelante, dejando atrás la ilusión acerca de nosotros mismos con la que hemos estado contentos. Empieza con la idea de que Dios confía tanto en nosotros que Él nos lo ha dado todo. Todo. Él conoce a Su Hijo, y debido a que conoce a Su Hijo, nos da todo sin excepción. Su confianza en nosotros no tiene límites. Dudamos de nuestra propia seguridad, pero podemos depender de Dios.

Confío en la confianza que Dios tiene en mí.

De lo que tenemos miedo es de que esa confianza en Dios es “traicionarnos” a nosotros mismos. Estamos apegados a este mundo que hemos inventado.

Admitir que no es real es traicionarme a mí mismo. Si he llegado a creer que yo puedo crear como Dios, que puedo hacer un mundo que de algún modo es perfecto, al menos puedo aferrarme a la idea de que puedo deshacer lo que Dios creó, que puedo destruir el mundo y destrozar su perfección. Que se me diga que mis acciones, mis pecados, mis negaciones, mis dudas, y todas las cosas por el estilo no tienen ningún efecto, es humillante para mi ego. Por eso contradigo la verdad del Cielo, para mantener lo que yo he inventado.

Hay una parte de nosotros que quiere ser “una figura trágica”, como un héroe o una heroína en una ópera. Queremos poder decir: “Mira lo noblemente que soporto las adversidades de una suerte atroz”. Pensamos, sin darnos cuenta de ello, que sin la “suerte atroz” perderíamos nuestra nobleza.

Cuando escucho a mi ego, así es como quiero verme a mí mismo. ¡Una figura tan trágica! Pobrecito, tan cansado y agotado. ¡Mira a su vestimenta gastada! ¡Cuánto tiene que haber pasado! Y sus pies… están sangrando. ¡Oh! ¡Pobrecito!

Todos podemos identificarnos con esta figura. “No hay nadie que no se haya identificado con él, pues todo el que viene aquí ha seguido la misma senda que él recorre, y se ha sentido derrotado y desesperanzado tal como él se siente ahora”. Sabes de qué está hablando esto. Has estado ahí, quizá estás ahí ahora. Sabes lo que significa la “derrota y desesperación”, también las has sentido.

“Mas, ¿es su situación realmente trágica, si te percatas de que está recorriendo el camino que él mismo eligió, y que no tiene más que darse cuenta de Quién camina a su lado y abrir sus tesoros para ser libre?”

¿Es “él”, el héroe trágico (tú y yo), realmente trágico? ¿O es sólo un tonto? ¿Está únicamente cometiendo un error tonto? Cuando ves que está eligiendo su camino y podría elegir de otro modo, ¿puedes considerar trágico su sufrimiento?

“Éste es el ser que has elegido, el que forjaste para reemplazar a la realidad”. Esto, amigos, es el ego que hemos elegido ser. Es la manera en que nos hemos visto a nosotros mismos. Éste es el ser que estamos defendiendo. Ésta es la persona en la que nos hemos convertido, y negamos todas las pruebas y testigos que demuestran que esto no es nosotros.

Jesús nos pide que abandonemos el papel de víctimas y que reconozcamos: “No soy víctima del mundo que veo” (L.31, encabezamiento), y que reconozcamos:

“Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí”. (T.21.II.2:3-5)

Te ves a ti mismo como esta figura trágica, pero la respuesta de Jesús es: “Él (Cristo) te haría reír de
semejante percepción de ti mismo”.

Me gustaría pensar en eso por un rato. ¡Jesús quiere hacerme reír! Jesús es un humorista frustrado. Bueno, quizá frustrado no; mira lo que consigue a través de Marianne Williamson. ¡Él quiere que nos riamos de nuestro ego! Quiere que vea el humor de mi situación, defendiendo la tragedia cuando yo he elegido a propósito lo que soy.

“¿Cómo podrías entonces seguir teniendo lástima de ti mismo? ¿Y qué pasaría entonces con toda la tragedia que procuraste para aquel que Dios dispuso que gozase únicamente de dicha?”

La lástima de sí mismo y la tragedia simplemente desaparecen, eso es lo que sucede. Cuando te ríes de la “lamentable imagen” del ego, la tragedia desaparece.

El párrafo siguiente describe muy bien dónde algunos de nosotros estamos en este mismo momento, justo empezando a darnos cuenta de que no somos el ego. Esta lección está escrita en muchos niveles; en primer lugar como hemos visto, dirigiéndose a la persona que se esconde en la ilusión del ego de tragedia; luego en las siguientes frases, la persona que ha empezado a darse cuenta de que el miserable ego no es su verdadera Identidad; y finalmente, en el párrafo 11, la persona que ha visto claramente y ha aceptado que “tú no eres lo que pretendes ser”.

En el párrafo 9, vemos a la persona que está a medio camino: sintiéndose hundida, asustada, casi bajo el ataque de Dios, a Quien normalmente ha evitado durante toda su vida. Escuchemos nuestras respuestas cuando Jesús intenta hacernos reír, y ver en todo ello la divertida verdad.

Primero, sentimos la Presencia de Dios, de Quien nos hemos estado escondiendo: “Tu miedo ancestral te ha salido al encuentro ahora, y por fin la justicia ha dado contigo”.

Nuestra reacción: ¡Caray! ¡Es Dios! ¡Me la he cargado!

Jesús: Es ridículo tener miedo de Dios, es absurdo pensar que Él es tu Enemigo y que quiere hacerte daño. ¡Qué idea más tonta, tener miedo de Dios!

La lección: “Cristo ha puesto Su mano sobre tu hombro”

Nuestra reacción: ¿Qué ha sido esa sensación extraña? Oh, Cristo, ¿ha sido Cristo? ¿Esa Voz en mi mente es la Suya? Debo estar volviéndome loco.

Jesús: Es tu hermano, y quiere llevarte de vuelta al hogar. ¡Qué locura tener miedo de Él!

La lección: “…y ya no te sientes solo”.

Nuestra reacción: No estoy seguro de que me guste la idea de tener a alguien siempre conmigo, vigilándome

Jesús: ¡Qué reacción más divertida! Yo soy tu Consuelo y tu Maestro, no tu juez. Es ridículo pensar que prefieres estar solo.

La lección: “Piensas incluso que el miserable yo que creíste ser tal vez no sea tu verdadera Identidad.
Tal vez la Palabra de Dios sea más cierta que la tuya”.

Nuestra reacción: ¡No puedo creer que haya empezado a dudar de estas cosas en las que he creído toda mi vida! ¡Debo estar loco!

Jesús: Por otra parte, ¿Quién es más probable que tenga razón: tú o Dios? ¡Sé honesto!

La lección: “Tal vez los dones que Él te ha dado son reales”.

Nuestra reacción: ¡Sí, y quizá son sólo imaginaciones mías!

Jesús: Pero ¿y si estos regalos son de verdad reales? ¿No es una locura no investigarlo?

La lección: “Tal vez tu plan de mantener a Su Hijo sepultado en el olvido y de seguir por el camino que elegiste recorrer separado de tu Ser no Le ha engañado del todo”.

Nuestra reacción: Sí, quizá Le ha engañado. Quizá lo he fastidiado tanto que ni siquiera Dios puede arreglarlo.

Jesús: ¡Ahora si que tiene eso gracia! ¿Tú, burlándote de Dios? Sí, seguro, ése es un modo de pensar brillante. Dios decide que Él quiere algo, ¿y tú vas a impedir que suceda?

Nuestra reacción: Pero si no me burlé de Él, entonces todavía debo ser lo que Él dispuso que yo fuera. No estoy seguro de querer dejar de creer en lo que yo siempre he pensado que soy. Me siento amenazado.

Jesús: En ese caso, no pasa nada. Sigue con la imagen de ti que siempre has tenido; estoy seguro de que verdaderamente has disfrutado ser de ese modo. ¿Verdad? Dios no se pelea con ello.

La lección: “La Voluntad de Dios no se opone a nada. Simplemente es”.

No estás luchando contra Dios, y Dios no está luchando contra ti. Él no lucha, Él no se opone. Él simplemente es. Estás luchando contra la realidad misma. Pensar que estás separado de Dios es tan inteligente como una gota de agua que decide que ya no forma parte del océano. Es como un león que decide que quiere ser un ratón. Estás intentando ser lo que no eres, eso es lo que te produce tanta tensión, cuando sólo da risa. La lucha es únicamente por tu parte, contra un enemigo imaginario. Tú eres la Respuesta a todas tus preguntas. No hay nada aquí de lo que tener miedo. La verdad acerca de ti es maravillosa, no temible.

En el resto de la lección, Jesús habla de tres cosas que necesitamos saber. Primero, todos los regalos que Dios nos ha dado, es decir, el Ser real que somos, completo, sano y que lo tiene todo. Segundo, Su Presencia con nosotros, nuestro Compañero de viaje. Y tercero, que los regalos que tenemos son para darlos y compartirlos; tenemos un propósito aquí, dar estos regalos a “todos aquellos que eligen recorrer el solitario camino del que tú te has escapado”.

En cierto sentido ésas son las tres fuerzas principales de Un Curso de Milagros. Primero, aprender la verdadera naturaleza del Ser, la santidad y alegría de nuestro propio Ser. Segundo, e igualmente importante hasta que dejemos este mundo, es el conocimiento seguro de Su Compañía en el camino, la ayuda que necesitamos para lograrlo. Y finalmente, que la naturaleza de la que nos hemos dado cuenta es la de Dador y Amante; para saber que tenemos el regalo, debemos darlo. Tenemos que enseñar al mundo mostrándole “la felicidad que colma a aquellos que sienten el toque de Cristo”.

Nuestra misión es simplemente: ser felices. “Tu cambio de mentalidad se convierte en la prueba de que quien acepta los dones de Dios jamás puede sufrir por nada”.

“Conviértete en la prueba viviente de lo que el toque de Cristo puede ofrecerle a todo el mundo… ¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la mente que elige aceptarlos y sentir el toque de Cristo! Ésa es tu misión ahora”.

Reconoce Sus regalos. Siente Su toque. Y comparte Sus regalos con el mundo a través de tu felicidad. Ésas son las tres etapas de avanzar hacia adelante.

Otra manera de decirlo: Abandona el papel de víctima y toma la responsabilidad como la fuente de tu vida. Elige el Cielo en lugar del infierno, pídele a tu Compañero Su ayuda. Y sé la prueba viviente de la realidad del Cielo con tu alegría radiante y tu negativa a sufrir por nada.















































lunes, 24 de junio de 2024

Lección 165 Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.







1. ¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él? 2¿Qué otra cosa sino tus pensamientos de aflicción y de muerte ensombrecen la perfecta felicidad y vida eterna que la Voluntad de tu Padre dispone para ti? 3¿Y qué otra cosa sino las ilusiones podrían ocultar lo que no puede ser ocultado? 4¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí?

2. El Pensamiento de Dios te creó. 2Y no te ha abandonado, ni tú has estado nunca separado de él ni siquiera por un instante. 3Te pertenece. 4Gracias a él vives. 5Es tu Fuente de vida, pues te man-tiene unido a él, y todo es uno contigo porque él jamás te abandonó. 6El Pensamiento de Dios te protege, cuida de ti, hace que tu lecho sea mullido y allana tu camino, al iluminar tu mente con gozo y amor. 7Tanto la eternidad como la vida eterna refulgen en tu mente porque el Pensamiento de Dios no te ha abandonado y todavía se encuentra en ti.

3. ¿Quién negaría su seguridad, su paz, su alegría, su curación y tranquilidad de espíritu, así como su sereno descanso y apacible despertar, si reconociese dónde se encuentran? 2¿No se prepararía de inmediato para salir a su encuentro, abandonando todo lo demás como algo sin valor en comparación? 3Y una vez que los hubiera encontrado, ¿no se aseguraría de que permanecieran con él y él con ellos?

4. No niegues el Cielo. 2Hoy se te concede sólo con que lo pidas. 3No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue. 4Pídelo y se te concederá. 5La convicción radica en él. 6Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. 7Mas Dios es justo. 8No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar.

5. Pide con fervor. 2No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. 3Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. 4¿Por qué otra cosa ibas a querer intercambiarlo? 5¿Qué podría inducirte ahora a dejarlo desaparecer de tu extática visión? 6Pues verlo te demuestra que has cambiado tu ceguera por los ojos videntes de Cristo, y que tu mente ha decidido abandonar la negación y aceptar el Pensamiento de Dios como tu herencia.

6. Y ahora las dudas son cosa del pasado, el final de la jornada es indudable y se te ha concedido la salvación. 2Ahora el poder de Cristo mora en tu mente, para que puedas curar tal como fuiste curado. 3Pues ahora te cuentas entre los salvadores del mundo. 4Ése es tu único destino. 5¿Consentiría Dios acaso que Su Hijo permaneciese eternamente hambriento por haberse negado a sí mismo el sustento que le es menester para poder vivir? 6La abundancia mora en él, y la privación no puede separarlo del Amor vivificante de Dios, ni de su hogar.

7. Practica hoy lleno de esperanza. 2Pues tener esperanzas está ciertamente justificado. 3Tus dudas no tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza. 4Y el Pensamiento de Él nunca está ausente. 5La certeza no puede sino morar en ti que eres Su anfitrión. 6Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él.

8. Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza. 2Y en Su Nombre practicamos tal como Su Palabra nos indica que hagamos. 3Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas. 4Su Amor, tras cada uno de nuestros temores. 5El Pensamiento de Él todavía se encuentra en nuestras mentes más allá de todo sueño, tal como Su Voluntad dispone.




Propósito: 
Dejar de negar el Pensamiento de Dios, sentirlo y luego abandonar todas las demás comparaciones sin ningún valor.

Practica tal como te indique el Espíritu Santo, pero la esencia debe ser deshacer tu negación del Pensamiento que te creó y que te apoya, y pedir conocer ese Pensamiento. De este modo, debe haber un enfoque negativo de abandonar tu negación y tu resistencia, y un enfoque positivo de pedir la experiencia del Pensamiento de Dios, la experiencia del Cielo. “Pide con fervor” y “lleno de esperanza”. Es normal que tengas dudas acerca de cuánto lo deseas. La seguridad vendrá únicamente a través de la experiencia de lo que estás pidiendo. Esto te llevará más allá de todas tus dudas a donde sabes que esta experiencia es ciertamente lo único que quieres.

Comentario:
La lección de hoy, la de mañana, y las de antes y después, son un aliento inmenso para seguir adelante. En estos días, el Curso está intentando llevarnos más allá de la duda a un compromiso firme.

“¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él?... ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí?”

Ken Wilber, autor de muchos libros de psicología transpersonal y crecimiento espiritual, señala que considerado como evolución, el crecimiento espiritual avanza hasta el punto de que deseamos morir al nivel inferior de vida para ir más allá y recordar el nivel superior. El hecho de que nuestra experiencia está a nivel del ego no es porque el nivel más alto no esté ya aquí, es porque hemos elegido el inferior como un sustituto del superior, y lo elegimos en cada instante. Cuando el nivel inferior se ha vivido a tope, se ha probado al máximo en cierto sentido, y se ha descubierto que no satisface, entonces hay motivación para ir al superior.

Necesitamos sentirnos desilusionados del ego hasta tal punto que empezamos a ver a través de sus ilusiones. El grado en que el ego nos parece real es la medida de nuestra negación de “la verdad que se encuentra más allá de él”. No podemos ver el mundo real porque no queremos verlo. Estamos negándolo activamente. La realidad del mundo real, si se ve y se acepta, significa el final de la realidad tal como la conocemos ahora. El Cielo nos parece una amenaza a nuestro imaginado nivel de comodidad en el nivel del ego.

Jesús nos pide:
“No niegues el Cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas. No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue. Pídelo y se te concederá. La convicción radica en él. Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. Mas Dios es justo. No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar”.

No tienes que estar seguro antes de pedir el Cielo. “No tienes que tener certeza”. De hecho, no puedes estar seguro ni tener certeza antes de pedirlo porque “la convicción radica en él”; es decir, no encuentras la convicción, la seguridad, la certeza hasta que tienes el Cielo, y no puedes saber que lo tienes hasta que lo pides.

Mientras vivimos pensando que somos ego, planteándonos ir hacia adelante, planteándonos abandonar al ego, el ego lucha por su propia existencia. Nos dice: “No sabes en lo que te estás metiendo. ¿Cómo puedes estar seguro de que te gustará? Mejor es asegurarte antes de dar un paso”.

La certeza, la seguridad y la convicción vienen de la experiencia. Cuando hayas sentido el mundo real, aunque sea un poco, sabrás que eso es lo que quieres y que es lo que has buscado equivocadamente en el mundo de las ilusiones del ego. Así que, pide el Cielo.

Otro consuelo es que no necesitamos entender todo lo que es el Cielo, o el mundo real, antes de pedirlo. No necesitas tener una idea clara de lo que estás pidiendo, de “cuánto habrá cambiado tu mente”. Ese cambio de la mente no viene antes de la decisión de pedir, sino que viene después. Es el deseo lo que permite que venga.

¡Ni siquiera tienes que estar seguro de que el Cielo es lo único que quieres! “No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste”.


Es normal entrar en esto a medias, con pensamientos como: “Quizá puedo tener el mundo real y también aferrarme a mis relaciones especiales. O quizá puedo tener paz interior y disfrutar también de mis pequeños placeres”. Todo esto desaparecerá una vez que hayas saboreado lo que es real. Una semejanza pobre, pero que lo aclara: “¿Cómo puedes retenerlos en la granja después de haber visto Paris?” Una vez que pruebas “el tesoro que siempre has buscado”, ¿por qué ibas a regresar a cosas más pequeñas?

Ya tenemos la seguridad dentro de nosotros, en la realidad. Eso es parte de lo que hemos ocultado con las ilusiones de nuestro ego. Cuando encontramos el Ser, lo encontramos con seguridad total. El proceso del Curso de “despejar los obstáculos que impiden sentirla presencia del amor” (T.In.1:7), se reafirma aquí en forma de esa seguridad interior: “Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él".

El proceso consiste en hacernos conscientes de nuestras dudas, de que las tenemos, reconocerlas, y luego no tomarlas en serio. Éste es exactamente el mismo proceso que seguimos con otros obstáculos, tales como la ira, la tristeza y el dolor. Contémplalos con claridad para que puedas ver que las dudas son parte de la ilusión también. “No tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza”. “Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas”.

La seguridad no es algo que nosotros podemos producir por nuestra cuenta. “Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza”. Pero para que eso suceda, tenemos que querer avanzar hacia adelante, querer “morir” al nivel inferior de vida que conocemos ahora y pedir algo más, una manera de ver diferente, un tipo diferente de visión. Necesitamos estar dispuestos a pedir que “el Pensamiento de Dios” entre en nuestra mente y expulse el sistema de pensamiento equivocado que hemos estado albergando. Necesitamos “seguir las instrucciones”, por así decir, que se dan en el Curso; si lo hacemos, la seguridad vendrá a nosotros.
































Lección 164 Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente

 







1. ¿En qué otro momento sino ahora mismo puede reconocerse la verdad?. 2El presente es el único tiempo que hay. 3Y así, hoy, en este mismo instante, ahora mismo, podemos contemplar lo que se encuentra ahí eternamente, no ante nuestra vista, sino ante los Ojos de Cristo. 4Él mira más allá del tiempo y ve la eternidad representada allí. 5Él oye los sonidos que engendra el insensato y ajetreado mundo, aunque muy levemente. 6Pues más allá de ellos, Él oye el himno del Cielo y la Voz que habla por Dios con más claridad, con más sentido y más de cerca.

2. El mundo desaparece fácilmente ante Su vista. 2Sus sonidos se vuelven más tenues. 3Una melodía procedente de mucho más allá del mundo se vuelve cada vez más clara: una Llamada ancestral a la que Cristo da una respuesta ancestral. 4Tú reconocerán tanto una como otra, pues no son sino tu propia respuesta a la Llamada que te hace tu Padre. 5Cristo responde por ti, haciéndose eco de tu Ser, usando tu voz para dar Su jubiloso consentimiento y aceptando tu liberación por ti.

3. ¡Cuán santas son tus prácticas hoy, al darte Cristo Su Visión, al oír por ti y al contestar en tu nombre la Llamada que Él oye!. 2¡Cuán serenos son los momentos que pasas con Él, más allá del mundo!. 3¡Cuán fácilmente te olvidas de todos tus aparentes pecados, y dejas de recordar todos tus pesares!. 4En este día se dejan de lado las aflicciones, pues a ti, que hoy aceptas los dones que Él te da, te resultan claros los sonidos y las vistas procedentes de aquello que está más cerca de ti que el mundo.

4. Hay un silencio que el mundo no puede perturbar. 2Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. 3Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado. 4Hoy recordarás todo esto. 5La fe con la que practiques hoy te aportará recompensas tan grandes y tan radicalmente diferentes de todas las cosas que antes perseguías, que sabrás que ahí está tu tesoro y tu descanso.

5. Éste es el día en que todas las vanas imaginaciones se descorren como si de una cortina se tratase, para revelar lo que se encuentra tras ellas. 2Ahora se hace visible lo que realmente está ahí, mientras que todas las sombras que parecían ocultarlo simplemente se sumergen en la nada. 3Ahora se recupera el equilibrio, y la balanza del juicio se deja en manos de Aquel que juzga correctamente. 4Y mediante Su juicio, se desplegará ante tus ojos un mundo de perfecta inocencia. 5Ahora lo contemplarás con los ojos de Cristo. 6Ahora su transformación te resultará evidente.

6. Hermano, éste es un día sagrado para el mundo. 2La visión que se te ha concedido, la cual procede de mucho más allá de todas las cosas del mundo, las contempla ahora bajo una nueva. luz. 3Y lo que ves se convierte en la curación y salvación del mundo. 4Tanto lo valioso como lo insignificante se percibe y se reconoce tal como es. 5Y lo que es digno de tu amor recibe tu amor, y no queda nada que puedas temer.

7. Hoy no juzgaremos. 2No recibiremos sino aquello que nos llega procedente de un juicio que se emitió desde más allá del mundo. 3Nuestras prácticas de hoy se convierten en un regalo de gratitud por nuestra liberación de la ceguera y de la aflicción. 4Todo cuanto veamos no hará sino aumentar nuestra dicha, pues su santidad refleja la muestra. 5Nos alzamos perdonados ante los ojos de Cristo, tal como el mundo se alza perdonado ante los nuestros. 6Bendecimos al mundo al contemplarlo en la luz en la que nuestro Salvador nos contempla a nosotros, y le ofrecemos la libertad que se nos ha dado a través de Su visión redentora, no a través de la nuestra.

8. Descorre la cortina durante tus prácticas renunciando simplemente a todo lo que crees desear. 2Guarda tus frívolos tesoros, y deja un espacio limpio y despejado en tu mente donde Cristo pueda venir a ofrecerte el tesoro de la salvación. 3Él necesita tu santísima mente para salvar al mundo. 4¿Acaso no es este propósito digno de ser tu objetivo? 5¿No es la visión de Cristo algo digno de procurarse en lugar de todos los objetivos mundanos que no producen ninguna satisfacción?

9. No dejes que este día transcurra sin que los regalos que tiene reservados para ti reciban tu aprobación y aceptación. 2Si los reconoces, podemos cambiar el mundo 3Tal vez no puedas ver el valor que tu aceptación de ellos le ofrece al mundo. 4Pero sin duda quieres esto: poder cambiar todo sufrimiento por dicha hoy mismo. 5Practica con fervor y ése será tu regalo. 6¿Iba Dios a engañarte? 7¿Podría dejar Él de cumplir Su promesa? 8¿Le negarías lo poco que te pide cuando Sus Manos le ofrecen a Su Hijo la salvación en su totalidad?





Promesas inmensas vienen con la práctica de la lección de hoy, si la hacemos con fe, si practicamos “con fervor”. Así que traigamos cada pizca de buena voluntad a esta práctica de hoy.
Empieza llevando a cabo un proceso de renunciar “a todas las cosas que crees desear. Haz una lista de todas las cosas a las que tu ego se aferra, y con cada una durante este periodo de práctica, estate dispuesto a considerar que no tiene valor real. Puedes imaginarte que estás dentro de la habitación de tu mente, una habitación abarrotada con todos los “frívolos tesoros” a los que estás aferrado. Uno a uno, elimina esos “tesoros” sin valor de esta habitación.
Ahora tienes una habitación limpia y abierta, preparada para recibir el tesoro real de Cristo, “el tesoro de la salvación” . Deja que esta habitación se llene con “una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido”. Deja que se inunde de “una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado”. Escucha a tu Padre llamándote, y luego escucha al Cristo en ti responderle por ti. Pero sobre todo, intenta dejar que venga la visión de Cristo. Abre las cortinas de esta habitación, deja que entre la luz. A través de estas ventanas abiertas, ahora puedes “ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno de esperanza” (L.189.1:7).
Ahora la habitación de tu mente se ha convertido en Su almacén de tesoros, llena del oro y la plata de Sus milagros. Ahora, mires donde mires, tus ojos reparten estos milagros, mientras bendices lo que ves con tu amorosa mirada. Sal a tus actividades del día sabiendo que éste es tu trabajo, sanar a todo el mundo que ves mirándoles con “Su visión redentora”.

Comentario:
A cualquiera que ha hecho las lecciones del Libro de Ejercicios hasta este punto, está claro que las últimas lecciones están alcanzando un nuevo nivel. Se le da una importancia constante a lo que el Curso llama el instante santo, aunque muchas de las lecciones no usan estas palabras. Pero cuando una lección, como ésta, habla de “en este mismo instante, ahora mismo” como el momento en el que “contemplar lo que se encuentra ahí eternamente”, o del tiempo que dedicamos a pasar en quietud “con Él, más allá del mundo”, está claramente indicando los momentos en que entramos en el instante santo, un momento de eternidad dentro del tiempo.

La práctica que se nos pide (desde la Lección 153), día tras día, es reservar momentos de no menos de cinco minutos, y hasta media hora o más, por la mañana y por la noche, a trabajar nuestra visión y escucha espirituales. Se nos pide escuchar “el himno del Cielo” que está sonando continuamente más allá de los sonidos de este mundo. Esta “melodía procedente de mucho más allá del mundo” es la canción del amor, la llamada de nuestros corazones a Él, y la Suya a nosotros.

Estos momentos son periodos en los que nos olvidamos de todos nuestros aparentes pecados y dejamos de recordar todos nuestros pesares, y recordamos los regalos que Él nos da. Practicamos dejar a un lado las vistas y los sonidos del mundo que son testigos constantes para nosotros del mensaje de miedo del ego, y escuchamos la canción del Cielo. Nos aquietamos, acallamos nuestra mente, e intentamos ponernos en contacto con “un silencio que el mundo no puede perturbar”, la “paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido”, y la “sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado”. Todo esto, como dice el primer párrafo: “se encuentra ahí eternamente, no ante nuestra vista sino ante los ojos de Cristo”. No lo estamos creando, no estamos haciendo que suceda, sino que estamos apartando todo lo que hay en nuestra mente que lo oculta de nuestra vista. “Ahora se hace visible lo que realmente está ahí, mientras que todas las sombras que parecían ocultarlo simplemente se sumergen en la nada”.

Esta práctica pone a nuestra mente en un estado en el que sentimos puro gozo. Gozo es la palabra que me viene a la mente para describir “lo que se siente” en el instante santo. Hay una sensación de satisfacción, una seguridad de que todo está bien, a pesar de toda la evidencia en contra. Hay una relajación pacífica dentro de la mente de Dios. De modo natural nuestra mente se extiende hacia fuera con amor a todo el mundo, desde este santo lugar, bendiciendo en lugar de juzgar.

Puede ser difícil para nosotros desde este momento entender completamente cómo esta práctica de quietud, algo que sucede completamente dentro de nuestra propia mente, puede “curar y salvar al mundo”. La lección afirma sin posibilidad de dudas que, por medio de esta práctica “podemos cambiar el mundo”. ¿Cómo puede ser así? Eso es así porque todas las mentes están unidas, y aunque podemos entender la idea, nuestra sensación de su realidad es muy débil. Eso es normal, el efecto sobre el mundo tiene lugar, nos demos cuenta de ello o no. Por el momento, podemos centrarnos en el beneficio personal: “Pero sin duda quieres esto: poder cambiar todo sufrimiento por dicha hoy mismo”.

Si te pareces a mí, la realidad e importancia de esta práctica aumenta lentamente. Hay muchos días que “dejamos pasar” sin tomarnos el tiempo de hacer el trabajo sobre nuestra mente que el Libro de Ejercicios pide. Los detalles de la vida, la presión de los negocios, las crisis diarias piden nuestra atención a gritos, alejándonos del trabajo interno, que es lo que pretenden. Se necesita una firme decisión de poner lo primero este “momento de quietud” con Dios, por encima de todas las demás cosas. Pero cuando lo hacemos, sucede algo sorprendente. Como dice la Lección 286: “Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! ¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio!” (L.286.1:1-2). Recuerdo, hace mucho, que leí lo que Martin Luther escribió una vez: “Tengo tantas cosas que hacer, que tengo que pasar tres horas en oración para prepararme a mí mismo para ello”. Había un hombre que entendía, dentro de su propia situación, que preparar su mente con Dios era lo más importante, y cuanta mayor presión por parte del mundo, más necesitaba ese momento de quietud en la Presencia de Dios.






































domingo, 23 de junio de 2024

Lección 163 La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre.

 







1. La muerte es un pensamiento que adopta muchas formas, las cuales a menudo no se reconocen. 2La muerte puede manifestarse en forma de tristeza, miedo, ansiedad o duda; en forma de ira, falta de fe y desconfianza; preocupación por el cuerpo, envidia, así como en todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres pueda venir a tentarte. 3Todos ésos pensamientos no son sino reflejos de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y portadora de la liberación.

2. En cuanto que encarnación del miedo, anfitrión del pecado, dios de los culpables y señor de toda ilusión y engaño, el pensamiento de la muerte parece ser muy poderoso. 2Pues parece encerrar a todas las cosas vivientes en sus marchitas manos y a todos los deseos y esperanzas en su puño funesto, así como percibir toda meta únicamente a través de sus ojos invidentes. 3Los débiles, los indefensos, así como los enfermos se postran ante su imagen, al pensar que sólo ella es real, inescapable y digna de su confianza. 4Pues la muerte es lo único que inevitablemente llegará.

3. Todas las cosas excepto la muerte parecen ser inciertas y perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas, Ninguna de ellas parece ofrecernos seguridad con respecto a lo que nos ha de brindar, y son propensas a defraudar las esperanzas que una vez nos hicieron abrigar y a dejar tras sí un mal sabor de boca, en lugar de aspiraciones y sueños. 2Pero con la muerte se puede contar. 3Pues vendrá con pasos firmes cuando haya llegado su hora: 4Jamás cesará de tomar todo lo que tiene vida como rehén.

4. ¿Te postrarías ante ídolos como éste? 2Aquí la fortaleza y el poderío de Dios Mismo se perciben dentro de un ídolo hecho de barro. 3Aquí se proclama que lo opuesto a Dios es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida, o que la infinitud del amor y la perfecta e inmutable constancia del Cielo. 4Aquí por fin se derrota la Voluntad del Padre y del Hijo; y se entierra bajo la lápida que la muerte ha colocado sobre el cuerpo del santo Hijo de Dios.

5. Impío ahora debido a la derrota, el Hijo de Dios se ha convertido en lo que la muerte quiere hacer de él. 2En su epitafio, que la propia muerte ha escrito, no se menciona su nombre, pues ha pasado a ser polvo. 3En él sólo se menciona lo siguiente: “Aquí yace un testigo de que Dios ha muerto”. 4Y esto es lo que la muerte escribe una y otra vez, mientras sus veneradores asienten, y, postrándose con sus frentes en el suelo, susurran llenas de miedo que así es.

6. Es posible venerar a la muerte en cualquiera de las formas que adopta, y al mismo tiempo seleccionar unas cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto. 2Pues la muerte es total. 3Bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. 4En esto no hay términos medios. 5Pues aquí nos encontramos de nuevo ante algo que es obvio y que debemos aceptar si queremos gozar de cordura: lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado la falsedad de su opuesto.

7. La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo. 2Pues implica que Dios estuvo vivo una vez y que de alguna manera murió, aparentemente asesinado por aquellos que no querían que sobreviviese. 3Al ser la voluntad de éstos más fuerte, pudo vencer a la Suya, y, de esta manera, la vida eterna sucumbió ante la muerte. 4Y al morir el Padre, murió también el Hijo.

8. Puede que los que veneran la muerte tengan miedo. 2Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos?. 3Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. 4Éstos es lo que tú les vas a mostrar hoy. 5La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de ellos, así como por la nuestra. 6Dios no creó la muerte. 7Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. 8Ésta es la postura que hoy adoptamos. 9Y se nos concede poder mirar allende la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá.

9. Padre nuestro, bendice hoy nuestros ojos. 2Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el glorioso reflejo de Tu Amor que refulge en todas las cosas. 3Vivimos y nos movemos únicamente en Ti. 4No estamos separados de Tu Vida Eterna. 5La muerte no existe, pues la muerte no es Tu Voluntad. 6Y moramos allí donde Tú nos ubicaste, en la vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú y parte de Ti para siempre. 7Aceptamos Tus Pensamientos como nuestros, y nuestra voluntad es Una con la Tuya eternamente. 8Amén.







Propósito: 
Adoptar una postura en contra de todas las formas de muerte; darnos cuenta de que, a menos que Dios esté muerto, la muerte misma debe ser irreal. Mirar más allá de la apariencia externa de la muerte (que nos rodea por todas partes), y ver la verdadera vida que brilla en todas las cosas. Así liberamos a todos los que adoran a la muerte.

Respuesta a la tentación: 
Cada vez que te sientas tentado a creer en alguna forma de muerte. Las formas de muerte incluyen cualquier cosa en la que la vida (en el más amplio sentido de la palabra) parezca estar perdiendo la batalla. Esto incluye la tristeza, el miedo, la ansiedad, la duda, la ira, la envidia; resumiendo: cualquier emoción negativa (ver 1:2), así como la enfermedad y la muerte física. Ante todas ellas, repite inmediatamente la idea del día. Date cuenta de que significa que la vida y la muerte no pueden las dos ser reales, ya que una contradice a la otra. Y puesto que la vida es de Dios y Dios no puede ser asesinado, la única realidad que puede existir es la vida sin fin.

Comentario:
Cuando el Curso dice: “La muerte no existe”, no está hablando de la muerte del cuerpo. De hecho, en otro lugar afirma que el cuerpo no muere, por la sencilla razón de que nunca ha existido (T.28.VI.2:4; T.6.V(A).1:4). Es una insensatez hablar de la inmortalidad física y basarla en Un Curso de Milagros. ¿Cómo puede vivir eternamente lo que nunca ha existido?

La lección dice: “La muerte es un pensamiento”. No un acontecimiento en el mundo físico, sino un pensamiento. En su forma más simple es el pensamiento “la vida termina”. Es de este pensamiento básico del que brotan muchas formas diferentes. La tristeza es un pensamiento de muerte. El miedo es un pensamiento de muerte. La ansiedad es un pensamiento de muerte. La falta de confianza es un pensamiento de muerte. La preocupación por el cuerpo es un pensamiento de muerte. Incluso “todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres” son en realidad variaciones del pensamiento de muerte. Mi preocupación por el cuerpo y querer perder peso es una forma oculta del pensamiento de muerte. Parte de la motivación para evitar estar demasiado gordo es para “vivir más”. Pero si el cuerpo no está vivo en absoluto, ¿de qué estamos hablando?

Incluso el pensamiento aparentemente espiritual de desear dejar el cuerpo detrás y estar libre de él es un modo de ver la muerte física como una especie de salvación. “Mi cuerpo es algo completamente neutro” (L.294, encabezamiento).

No es una cosa santa, destinada a vivir eternamente si soy lo bastante espiritual, ni es una trampa, ni una prisión, ni una limitación real para el espíritu. Estar en un cuerpo no me impide ser completamente espiritual. Estar en un cuerpo no me hace un ego. Más bien, ¡es ser un ego lo que inventa al cuerpo!

Según la manera de pensar del mundo, la muerte es de lo único que se puede estar seguro. Todo lo demás parece “perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas”. Como el predicador del Eclesiastés grita: “¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad, inútil y atrapar vientos” (Eccl 1:2, 14). La riqueza, el lujo, la familia, los amigos, nada satisface, y nada dura para siempre. La muerte se los lleva todos al final. La muerte nunca deja de triunfar sobre la vida.

El Curso dice que aceptar este sistema de pensamiento (lo cual todos hacemos en mayor o menor grado, y mucho más ampliamente de lo que cualquiera de nosotros reconoce) es proclamar que “lo opuesto a Dios (la muerte) es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida”. Cada aparente triunfo de la muerte es un testigo de que Dios ha muerto. Aquel Cuya Voluntad es la vida no puede poner fin a esta muerte, así que Él tiene que haber muerto. Y cuando contemplamos el drama de la muerte, susurramos “llenas de miedo que así es”.

Podemos responder diciendo que no queremos creerlo. No queremos adorar a la muerte, no queremos morir; queremos creer en Dios y creer en la vida. De hecho, sin embargo, queremos creer en la muerte, al menos en ciertas formas de ella. Ya hemos señalado que la ira es un pensamiento de muerte. Desde la ira, queremos que alguien “se muera” o “no exista”, que en esencia significa que queremos que mueran. Realmente nos aferramos a la culpa porque pensamos que la culpa es útil; tenemos miedo de que sin culpa todo sería caos. La culpa o la condena es un juicio de que algunos aspectos de las cosas no merecen existir. Es un deseo de muerte, muerte de una parte de nosotros o de otro. Y ciertamente nos aferramos tercamente al “deseo de ser como no eres”.

Tratamos de llegar a un acuerdo. Queremos aferrarnos a ciertos pensamientos de muerte mientras abandonamos otros. La lección dice que esto es imposible. No puedes “seleccionar unas cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto”. ¿Por qué? Porque “la muerte es total. O bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. En esto no hay términos medios”.

Si existe la muerte, contradice totalmente a la vida. Es el opuesto a la vida, seguramente eso está claro. La lección dice: “lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado la falsedad de su opuesto”. En palabras concretas, podemos decir lo mismo de este modo: la muerte contradice a la vida completamente, y no puede ser verdad a menos que se haya demostrado la falsedad de la vida. Lo contrario es también verdad: la vida contradice a la muerte completamente, y no puede ser verdad a menos que se haya demostrado la falsedad de la muerte.

Si Dios es la Voluntad por la vida, ¿Cómo puede existir la muerte? Algo debe haber ahí contradiciendo Su Voluntad, algo más poderoso que Dios. Cualquier cosa más poderosa que lo que llamamos Dios debe ser realmente Dios, el Dios real. Así que si estamos diciendo que la muerte es real en cualquier forma (muerte física, o ira, o envidia, o miedo) estamos diciendo que la muerte es Dios, y que el Dios de la vida está muerto.

Aquí de nuevo encontramos un eco de las profundas palabras de la Introducción al Texto: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe” (T.In.2:2-3). La vida no puede ser amenazada. La muerte no existe.

“La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo”. ¡Es ridículo creer que Dios ha muerto! Sin embargo, lo que el Curso está señalando aquí es que eso es lo que creemos, si creemos en cualquier forma de muerte.

“Puede que los que veneran la muerte tengan miedo”. Está hablando de nosotros, de ti y de mí. Tenemos miedo de la muerte, seamos honestos acerca de esto.

“Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos? Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato”.

En otras palabras, ¿puede ser temible el pensamiento de que Dios ha muerto? Es visiblemente absurdo, completamente ridículo, absolutamente falso. Si viéramos que es esto lo que estamos creyendo, al creer en cualquiera de sus muchas formas, nos liberaríamos al instante. ¡Nos reiríamos de nosotros mismos!

La creencia en la muerte es sólo otra forma de la “diminuta y alocada idea de la que el Hijo de Dios olvidó reírse” (T.27.VIII.6:2). Si verdaderamente viéramos que la preocupación por la muerte física, la tristeza, la ira, la envidia, la ansiedad, el miedo, la duda, la desconfianza, la preocupación por el cuerpo, y el deseo de cambio, todas ellas son formas de la idea “Dios ha muerto”, ¡nos reiríamos de ellas! Veríamos que todo esto no es gran cosa, todo ello es sólo una idea tonta que es total y absolutamente imposible y por lo tanto nada de lo que preocuparse.

Y por eso:

“La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de ellos, así como por la nuestra. Dios no creó la muerte. Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. Ésta es la postura que hoy adoptamos. Y se nos concede mirar más allá de la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá”.

Nadie dice que esto sea fácil. En la ilusión del tiempo, no sucede de repente. En la práctica, se necesitan muchas repeticiones, una vigilancia constante de la mente, hasta que aprendamos a arrancar de raíz y negar todas las formas de la negación de la verdad que hay en nuestra mente. Nuestra función aquí es “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Es reconocer los pensamientos basados en la muerte y ver que sencillamente son tontos y sin significado.

Cuando me doy cuenta de que estoy preocupado, ansioso o triste, puedo preguntarme a mí mismo:
“¿Ha muerto Dios?” Encuentro que de algún modo me ayuda a ver lo absurdo de todo ello. Levanto una bolsa de comestibles y se rompe la parte de abajo, derramándose los alimentos por el suelo, y me pongo rojo de ira y profunda tristeza, sintiendo pena por mí mismo. Supón que en ese momento me pregunto: “¿Ha muerto Dios?” Pues eso es lo que mi ira y tristeza están proclamando: que Dios ha muerto. De repente me parece tan absurdo pasar de mis comestibles derramados a la muerte de Dios, tan absurdo que puedo reírme. Y recojo los comestibles.

Con cosas más serias, quizá siento “una gran pérdida”. Mi amado muere, o quizá paso por un divorcio desgarrador. El sufrimiento parece no tener fin, y me siento como si la vida se hubiese acabado. “¿Ha muerto Dios?” En contraste con la dimensión de Dios, mi pérdida personal (e ilusoria) es como si no fuera nada. ¿Creo realmente que lo que sucede en mi pequeña vida puede destruir la realidad de Dios? Por supuesto que no. Especialmente si lo que pienso que ha sucedido ni siquiera es real.

Naturalmente en circunstancias tan perturbadoras no me recupero tan rápidamente como en el caso de los comestibles derramados. Sin embargo, los mismos pensamientos que sugiere la lección pueden ser un inmenso consuelo. Nada muere. Nada real puede ser amenazado. Sea cual sea la forma que tome la muerte, debe ser una ilusión. Cuando un cuerpo “muere”, no muere nada realmente. Cuando un divorcio aparta de mi existencia un cuerpo amado, no se ha perdido nada realmente. He estado aprisionado a una ilusión, pero Dios sigue todavía vivo.

El dolor y la agonía de la pérdida por una muerte o un divorcio pueden continuar durante meses. Negar lo que siento no es sano, y no quiero decir ni sugerir que deberíamos tapar nuestro sufrimiento con afirmaciones idealistas de “La muerte no es real” y “No se ha perdido nada”. En lugar de eso, como el Curso sugiere, puedo mirar a lo que estoy pensando y sintiendo, y reconocer que por muy real que lo sienta, está basado en la negación de la verdad. Puedo recordarme a mí mismo: “Estoy creyendo que la muerte es real, y que la pérdida es real. Estoy creyendo que Dios está muerto, y ésa es sólo una idea ridícula. Este dolor, que estoy sintiendo, no es por lo tanto real y no es nada por lo que preocuparme. Estoy bien, y Dios sigue vivo.”

Podrías llamarlo vida lúcida, parecido a sueño lúcido. Aunque la experiencia por la que estás atravesando parece terriblemente real, y el sufrimiento y la tristeza son reales en la misma medida de tu creencia en la realidad de la pérdida, todavía hay una parte de ti que es consciente de que estás soñando, que te estás dejando engañar por una ilusión. Te estás dejando engañar por la ilusión, sufres el dolor y la tristeza, pero parte de ti sabe que no es real verdaderamente.

Eso es todo lo que el Curso nos pide que hagamos. No nos pide que nos deshagamos rápidamente de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos equivocados. Todo lo que el Curso pide es que reconozcamos que están basados en una mentira, que están afirmando que Dios ha muerto, y eso sencillamente no es verdad. Si hacemos eso, el Espíritu Santo hará el resto. Poco a poco, (así nos parece) la sombra de la ilusión empezará a desaparecer de nuestra mente. Empezará a tomar forma en nuestra mente la forma de “vida más allá” de la muerte que vemos, y la ilusión será cada vez menor. Nuestra creencia en las muchas formas de muerte se debilitará, y nuestra creencia en la vida se fortalecerá. Los acontecimientos de la ilusión nos afectarán cada vez menos, y sentiremos la segunda frase del título de la lección: “El Hijo de Dios es libre”. Sabremos que estamos vivos eternamente, que siempre lo hemos estado, y que no hay nada que temer.





























Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...