jueves, 25 de julio de 2024

Lección 200 No hay más paz que la paz de Dios.







1.Deja de buscar. 2No hallarás otra paz que la paz de Dios. 3Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos desengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. 4Deja de buscar. 5No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

2. Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felicidad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. 2No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. 3Pues no estarás sino pidiendo la derrota.

3. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felicidad y vida eterna en una paz que no tiene fin. 2Pide esto, y sólo puedes ganar. 3Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. 4Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 5Perdónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 6Pues, ¿Qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida?

4. Regresa a casa. 2Jamás encontraste felicidad en lugares extraños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún significado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. 3No te corresponde estar en este mundo. 4Aquí eres un extraño. 5Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie.

5. Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. 2Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Permanecerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar bendito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. 4Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. 5Y al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es.

6. ¿Qué función tiene el perdón? 2En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, 3pues es desconocido en el Cielo. 4Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 5¿No es acaso un propósito loable ayudar al bienamado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aunque son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? 6¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo?

7. No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Voluntad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 2¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? 3Este no puede ser real, ya que nunca fue creado. 4¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? 5¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? 6Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios.

8. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 2Pero se empieza a tener paz en él cuando se le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 3La paz es la respuesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. 4Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios.

9. No volvamos a perder el rumbo hoy. 2Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. 3Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 4Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. 5Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. 6El Padre llama; el Hijo le oirá. 7Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo separado de Dios, en el que los cuerpos son reales.

10. Ahora reina el silencio. 2Deja de buscar. 3Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. 4Ahora se encuentran bajo tus pies. 5Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. 6Por fin la paz ha sido reconocida, y tú pue-des sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor.

11. Hoy no buscamos ídolos. 2La paz no se puede encontrar en ellos. 3La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 4¡Que la paz sea con nosotros hoy! 5Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad; y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañerismo. 6Pues la paz es unión, si procede de Dios. 7Hemos abandonado toda búsqueda. 8Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos:

9No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.








Propósito: 
No volver a buscar la paz en ídolos, sino en Dios. No volver a extraviarnos de nuestro camino sino seguir el camino directo a Dios.
Siempre que te sientas tentado a buscar la paz en cualquier cosa de este mundo, repite de inmediato: “No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea”.

Comentario:
El mensaje básico de esta lección es que cada medio que usamos para intentar encontrar la paz por medio del mundo o desde el mundo, fracasará; únicamente es real y eterna la paz que procede de Dios, una paz que ya tenemos como parte del Ser que Él creó. (Algunas buenas secciones para leer en relación con la lección de hoy están en el Capítulo 11 del Manual: “¿Es Posible la Paz en este Mundo?”, y en el Texto, Capítulo 31, Sección IV: “La Verdadera Alternativa”).

Todo en este mundo termina con la muerte. Este mundo es el infierno, porque no importa qué dirección tomemos, no importa cuánto nos esforcemos, terminamos perdiéndolo todo al final. ¡Qué juego más deprimente, cuando el único resultado es perder! Ésta es la fuente de “la agonía de sufrir aún más amargos desengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda”. Si jugamos al juego del mundo, buscando “felicidad allí donde no la hay”, sólo podemos hacernos daño. Estamos “pidiendo la derrota”.

Es posible que no nos demos cuenta de esta desesperación, sin embargo está sumergida dentro de todo lo que hacemos. El libro de Ernest Becker “La Negación de la Muerte” trata de los modos en los que ansiosamente y con firmeza alejamos de nuestra mente la consciencia de la muerte, enterrándola por debajo de las trivialidades de la vida, esforzándonos por encontrar significado en algo a lo que poder agarrarnos y alcanzar la inmortalidad de algún modo. Becker llega a la misma conclusión que el Curso en algunos aspectos: que todos estamos locos, cegados por la negación y la proyección. La única diferencia entre nosotros y los que llamamos “locos” es que nuestra forma de negación tiene mejor resultado que la de ellos. Sin embargo, los “locos” son más honestos que nosotros. Ellos han aceptado que el mundo no significa nada y han elegido fabricar su propio mundo de fantasía para reemplazarlo, o llenos de desesperación se han suicidado. El resto de nosotros todavía seguimos dando tumbos con la cándida esperanza de que el mundo todavía puede ofrecernos satisfacción.

La lección nos pide que abandonemos la inútil búsqueda de felicidad mediante el cuerpo y el mundo, y que descansemos en la paz de Dios. Si podemos aceptar el hecho de que no encontraremos la felicidad o la paz en ningún otro sitio, podemos ahorrarnos muchos sufrimientos. Cuando miro a mi propia vida, los momentos más desgraciados han sido aquellos en los que alguien o algo en lo que había puesto mi esperanza de felicidad, me ha fallado: un matrimonio, una iglesia, un trabajo, un propósito noble, una esperanza de una relación romántica. La lección dice que éstos no son acontecimientos aislados. Representan todo. Es imposible encontrar paz aparte de la paz de Dios, y cuanto antes nos demos cuenta, antes encontraremos la verdadera felicidad.

“No te corresponde estar en este mundo. Aquí eres un extraño”. Así que renuncia a él. Déjalo ir. Deja de esperar que te haga feliz, nunca lo hará. “Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie”. ¡Hay una escapatoria! “Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo”.

El Texto dice lo mismo:

“Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que tanto este mundo como el tiempo y todas las apariencias lleven a cabo, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo. Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte”. (T.24.VI.4:3-4)

“Para cambiar todo esto, y abrir un camino de esperanza y liberación en lo que aparenta ser un círculo interminable de desesperación, necesitas tan sólo aceptar que no sabes cuál es el propósito del mundo. Le adjudicas objetivos que no tiene, y de esta forma, decides cuál es su propósito. Procuras ver en él un lugar de ídolos que se encuentran fuera de ti, capaces de completar lo que está adentro dividiendo lo que eres entre lo que está afuera y lo que está adentro. Tú eliges los sueños que tienes, pues son la representación de tus deseos, aunque se ven como si viniesen de afuera. Tus ídolos hacen lo que tú quieres, y tienen el poder que les adjudicas. Y los persigues fútilmente en el sueño porque deseas adueñarte de su poder”. (T.29.VII.8)

Si podemos aceptar que no sabemos cuál es el propósito del mundo, seremos libres para aceptar el propósito que el Espíritu Santo ve en él. Hasta que abandonemos nuestros imaginarios propósitos, Su propósito nos parecerá borroso y difícil de comprender. Abandonar el propósito que creemos que tiene el mundo es lo que permite que nos demos cuenta de su verdadero propósito. Ese propósito es el perdón o, como dice la frase del Capítulo 24 del Texto, “la curación del Hijo”. El perdón se necesita en el infierno y, por lo tanto, este mundo debe ser el infierno. El perdón me ofrece a mí y a todos “escapar de los sueños de maldad, que… él cree que son reales”. Podemos decir que para lo que sirve el mundo es para “aprender a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios”.

Si el mundo es un lugar tan terrible y deprimente, lógicamente podríamos decir que encontrar la paz es abandonar el mundo. Morir. Salir de este cuerpo. Pero no es eso lo que dice esta lección. Se nos dice que “se empieza a tener paz en él cuando se le ve de otra manera”. Fíjate en que: la paz empieza dentro del mundo. Empieza con una nueva percepción del mundo, no como una prisión sino como un aula de aprendizaje. A partir de aquí, el camino a la paz nos conducirá a “las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas”. Pero tiene que empezar aquí.

Con conmovedoras imágenes de un camino “alfombrado con las hojas de los falsos deseos” podemos vernos a nosotros mismos elevando nuestros ojos de “los árboles de la desesperanza” a las puertas del Cielo. Queremos la paz de Dios, y nada más que la paz de Dios. En los instantes santos de que disfrutamos en nuestra práctica de hoy, reconocemos la paz que hemos estado buscando, y “sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor”.

Las frases finales, que se nos dan para la práctica, resumen toda la lección. La mayoría de nosotros, enfrentados con el pensamiento de que no hay más paz que la paz de Dios, todavía no respondemos con alegría y agradecimiento. El mensaje de que “no hay ninguna esperanza de encontrar respuesta alguna en el mundo” (T.31.IV.4:3), parece una píldora dura y amarga de tragar. En lugar de alegría, sentimos tristeza y algo de resentimiento. Con añoranza nos aferramos a nuestras vanas esperanzas de que los ídolos de este mundo todavía nos darán satisfacción de alguna manera. Queremos que lo hagan. Únicamente cuando hayamos aprendido a renunciar a ellos con alegría y agradecimiento, estaremos libres finalmente de su dominio sobre nosotros.

Que en mis prácticas de hoy busque encontrar esa alegría y agradecimiento dentro de mí mismo. El
Cristo en mí quiere “regresar a casa”. Hay una parte de mí que da un suspiro de alivio cuando
empiezo a comprender que el mundo no puede satisfacerme y que me susurra: “¡Por fin! Por fin
estás empezando a abandonar la fuente de tu dolor. ¡Gracias!” Que entre en contacto con esa parte
de mi mente que pertenece al Cielo y que sabe que no pertenece a este mundo, es la única parte que
en realidad existe. Cuanto más entre en contacto con ella, antes conoceré la paz que es mi herencia
natural.


































































Lección 199 No soy un cuerpo. Soy libre.

 









1. No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo. 2El cuerpo es un límite. 3El que busca su libertad en un cuerpo la busca donde ésta no se puede hallar. 4La mente puede ser liberada cuando deja de verse a sí misma como que está dentro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su presencia. 5Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable.

2. La mente que está al servicio del Espíritu Santo es ilimitada para siempre y desde cualquier punto de vista, transciende las leyes del tiempo y del espacio; está libre de ideas preconcebidas y dispone de la fortaleza y del poder necesarios para hacer cualquier cosa que se le pida. 2Los pensamientos de ataque no pueden entrar en una mente así, toda vez que ha sido entregada a la Fuente del amor, y el miedo no puede infiltrarse en una mente que se ha unido al amor. 3Dicha mente descansa en Dios. 4¿Y quién que viva en la Inocencia sin hacer otra cosa que amar podría tener miedo?

3. Es esencial para tu progreso en este curso que aceptes la idea de hoy y que la tengas en gran estima. 2No te preocupes si al ego le parece completamente descabellada. 3El ego tiene en gran estima al cuerpo porque mora en él, y no puede sino vivir unido al hogar que ha construido. 4Es una de las partes de la ilusión que ha ayudado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio.

4. Ahí se esconde y ahí se le puede ver como lo que es. 2Declara tu inocencia y te liberas. 3El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. 4A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. 5De este modo se convierte en un vehículo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios.

5. Ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día. 2Haz que pase a formar parte de cada sesión de práctica que lleves a cabo. 3No hay pensamiento cuyo poder de ayudar no aumente con esta idea, ni ninguno que de esta manera no adquiera regalos adicionales para ti. 4Con esta idea hacemos resonar la llamada a la liberación por todo el mundo. 5¿Y estarías acaso tú excluido de los regalos que haces?

6. El Espíritu Santo es el hogar de las mentes que buscan la libertad. 2En Él han encontrado lo que buscaban. 3El propósito del cuerpo deja de ser ahora ambiguo. 4Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta. 5Y en respuesta libre de conflicto e inequívoca a la mente que sólo tiene como objetivo el pensamiento de libertad, el cuerpo sirve su propósito y lo sirve perfectamente. 6Al no poder esclavizar, se vuelve un digno servidor de la libertad que la mente que mora en el Espíritu Santo persigue.

7. Sé libre hoy. 2Y da el regalo de libertad a todos aquellos que creen estar esclavizados en el interior de un cuerpo. 3Sé libre, de modo que el Espíritu Santo se pueda valer de tu liberación de la esclavitud y poner en libertad a los muchos que se perciben a sí mismos encadenados, indefensos y atemorizados. 4Permite que el amor reemplace sus miedos a través de ti. 5Acepta la salvación ahora, y entrégale tu mente a Aquel que te exhorta a que le hagas este regalo. 6Pues Él quiere darte perfecta libertad, perfecta dicha, así como una esperanza que alcanza su plena realización en Dios.

8. Tú eres el Hijo de Dios. 2Vives en la inmortalidad para siempre. 3¿No te gustaría retornar tu mente a esto? 4Practica entonces debidamente el pensamiento que el Espíritu Santo te da para el día de hoy. 5En él tus hermanos y tú os alzáis liberados; el mundo es bendecido junto contigo; el Hijo de Dios no volverá a llorar y el Cielo te da las gracias por el aumento de gozo que tu práctica le proporciona incluso a él. 6Dios Mismo extiende Su amor y felicidad cada vez que dices:
7No soy un cuerpo. 8Soy libre. 9Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece.









Propósito: 
Abandonar tu identificación con el cuerpo y así sentir la libertad de no estar atado a él. Liberar a tu mente y dársela al Espíritu Santo para que la utilice de modo que puedas llevar libertad a aquellos que piensan que están aprisionados en el cuerpo.
Siempre que sientas la tentación de albergar pensamientos que refuerzan una identidad con el cuerpo, di: 
“No soy un cuerpo. Soy libre. Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece”.

Comentario:
Para el ego, la idea de hoy es “completamente descabellada”. Sin embargo, es uno de los principios básicos que el Curso utiliza para liberarnos de nuestra esclavitud. La lección le da muchísima importancia a esta idea, más que a la mayoría de las ideas que el Curso presenta. Se nos dice “ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día”. Y, por supuesto, Jesús espera que la idea “No soy un cuerpo” pase a formar parte de cada sesión de práctica ¡de ahora en adelante!.

Reconozcámoslo: Antes de encontrar el Curso, el cuerpo era algo que dábamos por sentado. Pensábamos que si algo sabíamos, de lo que estábamos seguros es que éramos un cuerpo. Nuestro cuerpo ocupaba en nuestra vida un lugar muy diferente al de otros objetos físicos. Si alguien pisara un CD que nos pertenece, podríamos decirle: “¡Eh! Estás rompiendo mi CD”. Pero si nos pisaran un dedo del pie (parte del cuerpo), le diríamos: “¡Eh! Me estás pisando”. Es parte de nuestra consciencia. “Yo” estoy donde mi cuerpo está. Decimos: “Estoy comiendo. Yo estaba dormido. Estoy en el coche. Estoy enfermo”. Y todos esos “Yo” se refieren al cuerpo. Aunque hayamos sido estudiantes del Curso durante diez o quince años, probablemente todavía decimos esas mismas cosas, y por costumbre todavía pensamos en el cuerpo como nuestro propio ser.

El ego ha gastado miles de años de esfuerzos en programar mentalmente la identidad del “yo” y del cuerpo en la mente. No es algo que la mente vaya a abandonar fácilmente, es un hábito de pensamiento que necesitará muchísima programación en contra para desaprenderlo. Por eso se nos ruega que hagamos de ello una parte de nuestra práctica diaria. Nuestra propia identidad como un cuerpo no desaparecerá con unas pocas repeticiones. Todos creemos en ello todavía. Como dijo Ken Wapnick: “Si dudas si todavía sigues creyendo en la identidad del cuerpo con el ser, intenta simplemente contener el aliento durante diez minutos”.

¿Qué tenemos que hacer al darnos cuenta de que todavía conservamos esta falsa creencia acerca de nosotros mismos? La lección nos dice: “No te preocupes". Como el corredor que intenta romper el récord de correr la milla en cuatro minutos, es preciso que no nos preocupemos por no haberlo logrado todavía. Sólo necesitamos continuar practicando, haciendo lo que sea necesario para lograr ese propósito. Nuestra meta es darnos cuenta de que somos una “mente… (que) deja de verse a sí misma como que está dentro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su presencia”. Ése es el estado mental en el que se encuentra la libertad total. Cuando hayamos entrado en ese estado mental, estaremos en nuestra mente recta y en el mundo real. Ahora nuestro único interés es movernos en esa dirección.

El instante santo nos ofrece un anticipo de ese estado mental. El cuerpo desaparece de nuestra consciencia en el instante santo, y de lo que somos conscientes es de la Unidad, algo tan extenso que ningún cuerpo o conjunto de cuerpos podría contener jamás. Cuando sentimos este estado cada vez más, llegará a predominar en nuestra consciencia. Todavía tenemos un cuerpo, pero nos damos cuenta de que no estamos limitados a él. Se convierte simplemente en:

“… una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. De este modo se convierte en un vehículo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo-abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios”.

Sorprendentemente, cuanto más separamos la mente del cuerpo, más perfecto se vuelve el cuerpo. “Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta”. Si nuestro propósito es perfeccionar el cuerpo, nunca lo lograremos; el cuerpo encontrará la plenitud sólo cuando nuestra meta se unifica con el Espíritu Santo para buscar el perdón a todos y a todas las cosas, lo que pone al cuerpo en el lugar que le corresponde. Intentar conservar el cuerpo lo destruye, abandonar ese propósito le devuelve la salud.

El cuerpo no es el hogar de la mente, El Espíritu Santo sí lo es. Nuestro propósito en las prácticas, en cada instante santo que tomamos, es liberar a la mente de su relación con el cuerpo, y darle nuestra mente al Espíritu Santo para Sus propósitos. Nuestra energía entonces no está dirigida a adquirir comida o ropa, o alojamiento, o bienestar físico, sino a traer el perdón al mundo. Si hacemos esto, el Espíritu Santo promete que Él se hará cargo del resto. Como Jesús dice en la Biblia: “Buscad primero el Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mateo 6:33).

O como dice el Curso: “Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte” (T.20.IV.8:4).














































Lección 198 Sólo mi propia condenación me hace daño.

 









1. El daño es imposible. 2Y, sin embargo, las ilusiones forjan más ilusiones. 3Si puedes condenar, se te puede hacer daño. 4Pues habrás creído que puedes hacer daño, y el derecho que te prescribes puede ahora usarse contra ti, hasta que renuncies a él por ser algo sin valor, indeseable e irreal. 5La ilusión dejará entonces de tener efectos,. y aquellos que parecía tener quedarán anulados. 6Entonces serás libre, pues la libertad es tu regalo, y ahora puedes recibir el regalo que has dado.

2. Condena y te vuelves un prisionero. 2Perdona y te liberas. 3Ésta es la ley que rige a la percepción. 4No es una ley que el conocimiento entienda, pues la libertad es parte del conocimiento. 5Por lo tanto, condenar es en realidad imposible. 6Lo que parece ser su influencia y sus efectos jamás tuvieron lugar en absoluto. 7No obstante, tenemos que lidiar con ellos por un tiempo como si en realidad hubiesen tenido lugar. 8Las ilusiones forjan más ilusiones. 9Excepto una: 10Pues el perdón es la ilusión que constituye la respuesta a todas las demás ilusiones.

3. El perdón desvanece todos los demás sueños, y aunque en sí es un sueño, no da lugar a más sueños. 2Todas las ilusiones, salvo ésta, no pueden sino multiplicarse de mil en mil. 3Pero con ésta, a todas las demás les llega su fin. 4El perdón representa el fin de todos los sueños, ya que es el sueño del despertar. 5No es en sí la verdad. 6No obstante, apunta hacia donde ésta se encuentra, y provee dirección con la certeza de Dios Mismo. 7Es un sueño en el que el Hijo de Dios despierta a su Ser y a su Padre, sabiendo que Ambos son uno.

4. El perdón es el único camino que te conduce más allá del desastre, del sufrimiento y, finalmente, de la muerte. 2¿Cómo podría haber otro camino cuando éste es el plan de Dios? 3¿Y por qué combatirlo, oponerse a él, hallarle mil faltas y buscar mil otras alternativas?

5. ¿No sería más sabio alegrarte de tener en tus manos la respuesta a tus problemas? 2¿No sería más inteligente darle gracias a Aquel que te ofrece la salvación y aceptar Su regalo con gratitud? 3¿Y no sería muestra de bondad para contigo mismo oír Su Voz y aprender las sencillas lecciones que Él desea enseñarte en lugar de tratar de ignorar Sus palabras y sustituirlas por las tuyas?

6. Sus palabras darán resultado. 2Sus palabras salvarán. 3En Sus palabras yace toda la esperanza, bendición y dicha que jamás se pueda encontrar en esta tierra. 4Sus palabras proceden de Dios, y te llegan con el amor del Cielo impreso en ellas. 5Los que oyen Sus palabras han oído el himno del Cielo. 6Pues éstas son las palabras en las que todas las demás por fin se funden en una sola. 7Y al desaparecer ésta, la Palabra de Dios viene a ocupar su lugar, pues entonces será recordada y amada.

7. En este mundo parece haber diversos escondrijos donde la piedad no tiene sentido y, el ataque parece estar justificado. 2Mas todos son uno: un lugar donde la muerte es la ofrenda que se le hace al Hijo de Dios así como a su Padre. 3Tal vez pienses que Ellos la han aceptado. 4Mas si miras de nuevo allí donde antes contemplaste Su sangre, percibirás en su lugar un milagro. 5¡Qué absurdo creer que Ellos podían morir! 6¡Qué absurdo creer que podías atacar! 7¡Qué locura pensar que podías ser condenado y que el santo Hijo de Dios podía morir!

8. La quietud de tu Ser permanece impasible y no se ve afectada por semejantes pensamientos ni se percata de ninguna condenación que pudiera requerir perdón. 2Pues los sueños, sea cual fuere su clase, son algo ajeno y extraño a la verdad. 3¿Y qué otra cosa, sino la verdad, podría contener un Pensamiento que edifica un puente hasta ella misma para transportar las ilusiones al otro lado?

9. Nuestras prácticas de hoy consisten en dejar que la libertad venga a establecer su morada en ti. 2La verdad deposita estas palabras en tu mente, para que puedas encontrar la llave de la luz y permitir que a la oscuridad le llegue su fin:

3Sólo mi propia condenación me hace daño. 4Sólo mi propio perdón me puede liberar.

5No olvides hoy que toda forma de sufrimiento oculta algún pensamiento que niega el perdón. 6Y que el perdón puede sanar toda forma de dolor.

10. Acepta la única ilusión que proclama que en el Hijo de Dios no hay condenación, y el Cielo será recordado instantáneamente, el mundo quedará olvidado y todas sus absurdas creencias queda-rán olvidadas junto con él, conforme la faz de Cristo aparezca por fin sin velo alguno en este sueño de perdón. 2Éste es el regalo que el Espíritu Santo te ofrece de parte de Dios tu Padre. 3Deja que el día de hoy sea celebrado tanto en la tierra como en tu santo hogar. 4Sé benévolo con ambos, al perdonar las ofensas de las que pensaste que eran culpables, y ve tu inocencia irradiando sobre ti desde la faz de Cristo.

11. Ahora el silencio se extiende por todo el mundo. 2Ahora hay quietud allí donde antes había una frenética avalancha de pensamientos sin sentido. 3Ahora hay una serena luz sobre la faz de la tierra, que reposa tranquila en un dormir desprovisto de sueños. 4Y ahora lo único que queda en ella es la Palabra de Dios. 5Sólo eso puede percibirse por un instante más. 6Luego, los símbolos pasarán al olvido, y todo lo que jamás creíste haber hecho desaparecerá por completo de la mente que Dios reconoce para siempre como Su único Hijo.

12. En él no hay condenación. 2Es perfecto en su santidad. 3No necesita pensamientos de misericordia. 4¿Qué regalos se le pueden hacer cuando todo es suyo? 5¿A quién podría ocurrírsele ofrecer perdón al Hijo de la Impecabilidad Misma, tan semejante a Aquel de Quien es Hijo, que contemplar al Hijo significa dejar de percibir y únicamente conocer al Padre? 6En esta visión del Hijo, tan fugaz que ni siquiera un instante media entre este singular panorama y la intemporalidad misma, contemplas la visión de ti mismo, y luego desapareces para siempre en Dios.

13. Hoy nos aproximamos todavía más al final de todo lo que aún pretende interponerse entre esta visión y nuestra vista. 2Nos sentimos dichosos de haber llegado tan lejos, y reconocemos que Aquel que nos trajo hasta aquí no nos abandonará ahora. 3Pues nos quiere dar hoy el regalo que Dios nos ha dado a través de Él. 4Éste es el momento de tu liberación. 5Ha llegado el momento. 6Ha llegado hoy.







Propósito: 
Usar el perdón para abandonar tu condena y sentir la libertad que hay dentro de ti. Acercarte más al final de todos los obstáculos, a la visión final. Sentirte feliz, pues hoy ha llegado tu liberación.
Siempre que sientas la tentación de creer en cualquier sufrimiento o daño, date cuenta de que oculta un pensamiento de condena, y di: “Sólo mi propia condenación me hace daño. Sólo mi propio perdón me puede liberar”.

Comentario:
Cuando condeno a otro, me hago daño a mí mismo. ¿Cómo puede ser eso?

Cuando condeno a alguien, le deseo daño, alguna forma de castigo por su “injusticia”. Como mínimo, mi condena afirma que esa persona se merece menos amor. Por lo tanto, creo que puedo hacer daño, incluso que yo tendría justificación por hacerle daño o retirarle mi amor. Sin embargo, la norma que he establecido con esta creencia puede volverse contra mí. Yo puedo recibir daño también. Si mido mi amor a otros según el modo en que los veo, estoy afirmando que es así como funciona el amor. Por lo tanto, estoy afirmando que Dios mide Su Amor a mí basándose en mi apariencia o en el desarrollo del estado de mi carácter ahora. ¿De verdad quiero esto?

En realidad, “El daño es imposible”. Ni Dios, ni mi verdadero Ser como creación Suya, pueden ser dañados en modo alguno. Ni han sido dañados. Pero “las ilusiones forjan más ilusiones”, y la ilusión de la condena forja una ilusión de daño. Por lo tanto, continuaremos sintiendo daño hasta que abandonemos la condena como una herramienta “indeseable e irreal”.

Hay una regla que está bajo la superficie de esta lección que realmente es muy importante para comprender el Curso. El daño es imposible, también es imposible condenar. “Lo que parece ser su influencia y sus efectos jamás tuvieron lugar en absoluto”. Así, tal como dice el Curso en muchos sitios, la separación nunca ocurrió, la muerte no existe, la enfermedad es una ilusión, e incluso nuestro cuerpo y el mundo no existen. “¡El mundo no existe!” (L.132.6:2). Realmente no estamos aquí donde creemos que estamos; estamos dormidos en el Cielo, soñando en el exilio. El aparente problema ya se ha resuelto y, ciertamente ¡nunca sucedió! Ésta es la verdad en el nivel que el Curso llama conocimiento del Cielo.

Y sin embargo… ¿qué? Pues hay un “y sin embargo” a las enseñanzas del Curso. No afirma la verdad última y se acaba, tiene algo que decir acerca de la aparente ilusión. Afirma con un cuidado meticuloso la irrealidad de la ilusión, ¡y sin embargo lidia con ella!

“Lo que parece ser su influencia y sus efectos jamás tuvieron lugar en absoluto. No obstante, tenemos que lidiar con ellos por un tiempo como si en realidad hubiesen tenido lugar”.

¿Cuáles son la influencia y los efectos de la condena? Cada forma de “daño” imaginable. Los aparentes efectos de nuestra condena a nosotros mismos incluyen la invención del mundo y de los cuerpos también. Entonces, éstas son las cosas con las que por un tiempo tenemos que lidiar como si realmente hubieran ocurrido. El tiempo mismo es una ilusión, sin embargo el Curso habla bastante de ahorrar tiempo, y nos ruega que usemos el tiempo sabiamente, concretamente en las instrucciones para las prácticas que son parte de estas lecciones. Sabe que el tiempo es ilusorio, y sin embargo lidia con él como si fuera algo real, usando la misma ilusión para sacarnos de la ilusión, usando el tiempo para llevarnos de regreso a la eternidad.

Nos enfrentamos a la ilusión con la ilusión misma, nos enfrentamos a los efectos de la condena con el perdón. En realidad no hay nada que perdonar porque no ha ocurrido nada. Pero para deshacer la ilusión de que sucedió y así hacernos conscientes de la realidad que nunca cambia, necesitamos la ilusión del perdón.

El Curso afirma que este mundo es una ilusión; y sin embargo, durante un tiempo nos enseña a lidiar con él como si no fuera una ilusión, como si realmente hubiera sucedido. La única manera para así lidiar con la ilusión es perdonarlo, proclamarle al mundo que “en el Hijo de Dios no hay condenación”. El perdón es el puente que lleva la ilusión ante la verdad, que proporciona la escapatoria de la ilusión completamente.






















































miércoles, 24 de julio de 2024

Lección 197 No puede ser sino mi propia gratitud la que me gano.

 










1. He aquí el segundo paso que damos en el proceso de liberar a tu mente de la creencia en una fuerza externa enfrentada a la tuya. 2Tratas de ser amable y de perdonar. 3Pero si no recibes muestras de gratitud procedentes del exterior y las debidas gracias, tus intenciones se convierten de nuevo en ataques. 4Aquel que recibe tus regalos los tiene que recibir con honor; o de lo contrario, se los quitas. 5Y así, consideras que los dones de Dios son, en el mejor de los casos, préstamos; y en el peor, engaños que te roban tus defensas para garantizar que cuando Él dé Su golpe de gracia, éste sea mortal.

2. ¡Cuán fácilmente confunden a Dios con la culpabilidad los que no saben lo que sus pensamientos pueden hacer! 2Niega tu fortaleza, y la debilidad se vuelve la salvación para ti. 3Considérate cautivo, y los barrotes se vuelven tu hogar. 4Y no abandonarás la prisión, ni reivindicarás tu fortaleza mientras creas que la culpabilidad y la salvación son la misma cosa, y no percibas que la libertad y la salvación son una, con la fortaleza a su lado, para que las busques y las reivindiques, y para que sean halladas y reconocidas plenamente.

3. El mundo no puede sino darte las gracias cuando lo liberas de tus ilusiones. 2Mas tú debes darte las gracias a ti mismo también, pues la liberación del mundo es sólo el reflejo de la tuya propia. 3Tu gratitud es todo lo que requieren tus regalos para que se conviertan en la ofrenda duradera de un corazón agradecido, liberado del infierno para siempre. 4¿Es esto lo que quieres impedir cuando decides reclamar los regalos que diste porque no fueron honrados? 5Eres tú quien debe honrarlos y dar las debidas gracias, pues eres tú quien ha recibido los regalos.

4. ¿Qué importa si otro piensa que tus regalos no tienen ningún valor? 2Hay una parte en su mente que se une a la tuya para darte las gracias. 3¿Qué importa si tus regalos parecen haber sido un desperdicio y no haber servido de nada? 4Se reciben allí donde se dan. 5Mediante tu agradecimiento se aceptan universalmente, y el Propio Corazón de Dios los reconoce con gratitud. 6¿Se los quitarías cuando Él los ha aceptado con tanto agradecimiento?

5. Dios bendice cada regalo que le haces, y todo regalo se le hace a Él porque sólo te los puedes hacer a ti mismo. 2Y lo que le pertenece a Dios no puede sino ser Suyo. 3Pero mientras perdones sólo para volver a atacar, jamás te darás cuenta de que Sus regalos son seguros, eternos, inalterables e ilimitados; de que dan perpetuamente, de que extienden amor y de que incrementan tu interminable júbilo.

6. Retira los regalos que has hecho y pensarás que lo que se te ha dado a ti se te ha quitado. 2Mas si aprendes a dejar que el perdón desvanezca los pecados que crees ver fuera de ti, jamás podrás pensar que los regalos de Dios son sólo préstamos a corto plazo que Él te arrebatará de nuevo a la hora de tu muerte. 3Pues la muerte no tendrá entonces ningún significado para ti.

7. Y con el fin de esta creencia, el miedo se acaba también para siempre. 2Dale gracias a tu Ser por esto, pues Él sólo le está agradecido a Dios, y se da las gracias a Sí Mismo por ti. 3Cristo aún habrá de venir a todo aquel que vive, pues no hay nadie que no viva y que no se mueva en Él. 4Su Ser descansa seguro en Su Padre porque la Voluntad de Ambos es una. 5La gratitud que Ambos sienten por todo lo que han creado es infinita, pues la gratitud sigue siendo parte del amor.

8. Gracias te sean dadas a ti, el santo Hijo de Dios. 2Pues tal como fuiste creado, albergas dentro de tu Ser todas las cosas. 3Y aún eres tal como Dios te creó. 4No puedes atenuar la luz de tu per-fección. 5En tu corazón se encuentra el Corazón de Dios Mismo. 6Él te aprecia porque tú eres Él. 7Eres digno de toda gratitud por razón de lo que eres.

9. Da gracias según las recibes. 2No abrigues ningún sentimiento de ingratitud hacia nadie que complete tu Ser. 3Y nadie está excluido de ese Ser. 4Da gracias por los incontables canales que extienden ese Ser. 5Todo lo que haces se le da a Él. 6Lo único que piensas son Sus Pensamientos, ya que compartes con Él los santos Pensamientos de Dios. 7Gánate ahora la gratitud que te negaste al olvidar la función que Dios te dio. 8Pero nunca pienses que Él ha dejado de darte las gracias a ti.








Comentario:
Esta lección se identifica a sí misma como “el segundo paso” para liberar a tu mente de la creencia en fuerzas externas enfrentadas a nosotros. La lección de ayer fue el primer paso (L.196.2:1-2). Nos enseñó que nuestros ataques siempre están dirigidos a nosotros mismos, y que los pensamientos que creíamos que venían de fuera de nosotros, en realidad procedían de nuestra propia mente. En otras palabras, “nada, salvo tus propios pensamientos, te puede hacer daño” (L.196.8:3). La lección de hoy le da la vuelta a la moneda: el agradecimiento. Éste es ciertamente un paso más allá de la lección de ayer. Podemos entender que nuestro ataque procede de nosotros mismos y, sin embargo, no darnos cuenta de que cualquier agradecimiento que recibimos también procede de nosotros mismos y no de fuerzas externas.

Recuerdo que asistí con un amigo a un taller de Ken Wapnick, en el que Ken estaba hablando de cómo responder a la crítica e incluso a un fuerte ataque de personas cercanas. El consejo de Ken era recordar que tales ataques son simplemente el ego de la otra persona reaccionando a su percepción de nuestro ego: “¡No te lo tomes personalmente!”, nos aconsejó Ken. Al día siguiente mi amigo fue a Ken con un tema personal. Él había empezado a dirigir grupos acerca de técnicas de sanación, y había recibido muchos halagos elogiosos. Él estaba preocupado de que toda la alabanza (gratitud) se le subiese a la cabeza. El consejo de Ken fue inolvidable, siguiendo los pasos del consejo anterior: “¡No te lo tomes personalmente!”

A algunos de nosotros nos cuesta recibir muestras de agradecimiento, pero todavía nos cuesta más no recibirlas. Cada estudiante del Curso pasa por la experiencia de dar amor, amabilidad y perdón a alguien y ver que se lo rechazan y se lo tiran a la cara. Esta lección afronta directamente el modo en que reaccionamos a esa situación. Lo que se nos pide que hagamos es que expresemos esa amabilidad y amor, que “demos nuestros regalos”, sin que nos importe la respuesta de la otra persona. La lección dice que ¡toda la gratitud que se necesita es nuestra propia gratitud por la oportunidad de dar y perdonar! (3:3). La gratitud no viene de fuera, tal como el ataque tampoco viene de fuera.

Si no entendemos esto, cuando alguien no reconozca nuestros regalos, nuestra reacción típica será retirárselos. “Bueno, he intentado perdonarte y pasar por alto tu error, pero si es así como me tratas, ¡vete al infierno!” ¡Y nuestros intentos de amabilidad se han convertido en ataque!

La lección lo dice muy claramente: “¿Qué importa si otro piensa que tus regalos no tienen ningún valor?”. En otras palabras, cuando demos, no nos preocupemos para nada de la respuesta de la persona a quien le damos, ni de si nos manifiesta su agradecimiento o no. La oportunidad de dar es suficiente regalo para nosotros, y nuestra gratitud por el regalo que hemos dado es todo lo que necesitamos. Si retiramos los regalos que damos cuando no son recibidos con “muestras de gratitud procedentes del exterior y las debidas gracias” (1:3), entonces supondremos que tampoco podemos contar con los regalos de Dios. Si quitamos nuestros regalos, nos los estamos quitando a nosotros mismos. Soy yo quien necesita estar agradecido por el regalo, pues ¡soy yo quien lo ha recibido!

Para ayudarnos a entender por qué la gratitud externa no es necesaria, Jesús explica que una parte de la mente de la otra persona está agradecida, aunque no lo manifieste externamente . La “mente recta” de la otra persona te está muy agradecida por el regalo, y lo recibe con agradecimiento. El regalo permanecerá, esperando a que la otra persona esté lista para recibirlo de manera consciente. Como dice el Manual:

“Ningún maestro de Dios debe sentirse decepcionado si, habiendo ofrecido una curación, parece como si ésta no se hubiese recibido. No es su función juzgar cuándo debe aceptarse su regalo. Que tenga por seguro que ha sido recibido, y que no ponga en duda que será aceptado cuando se reconozca que es una bendición y no una maldición”.

El Manual continúa de manera muy parecida haciéndose eco del pensamiento de que hemos estado hablando:

“La función de los maestros de Dios no es evaluar el resultado de sus regalos. Su función es simplemente darlos”. (M.6.3:1-2)

El capítulo entero del Manual, y el siguiente, es interesante leerlo con la comprensión de la lección de hoy.

Si no entendemos este segundo paso, que la gratitud así como el ataque proceden únicamente de dentro de nosotros, nunca tendremos seguridad en los regalos de Dios (5:3).
















































Lección 196 Es únicamente a mí mismo a quien crucifico.

 











1. Cuando realmente hayas entendido esto, y lo mantengas firmemente en tu conciencia, ya no intentarás hacerte daño ni hacer de tu cuerpo un esclavo de la venganza. 2No te atacarás a ti mismo, y te darás cuenta de que atacar a otro es atacarte a ti mismo. 3Te liberarás de la demente creencia de que atacando a tu hermano te salvas tú. 4Y comprenderás que su seguridad es la tuya, y que al sanar él, tú quedas sanado.

2. Tal vez no entiendas en un principio cómo es posible que la misericordia, que es ilimitada y envuelve todas las cosas en su segura protección, pueda hallarse en la idea que hoy practicamos. 2De hecho, esta idea puede parecerte como una señal de que es imposible eludir el castigo, ya que el ego, ante lo que considera una amenaza, no vacila en citar la verdad para salvaguardar sus mentiras. 3Es incapaz, no obstante, de entender la verdad que usa de tal manera. 4Mas tú puedes aprender a detectar estas necias maniobras y negar el significado que parecen tener.

3. De esta manera le enseñas también a tu mente que no eres un ego. 2Pues las formas con las que el ego procura distorsionar la verdad ya no te seguirán engañando. 3No creerás que eres un cuerpo que tiene que ser crucificado. 4Y verás en la idea de hoy la luz de la resurrección, refulgiendo más allá de todos los pensamientos de crucifixión y muerte hasta los de liberación y vida.

4. La idea de hoy es un paso que nos conduce desde el cautiverio al estado de perfecta libertad. 2Demos este paso hoy, para poder recorrer rápidamente el camino que nos muestra la salvación, dando cada paso en la secuencia señalada, a medida que la mente se va desprendiendo de sus lastres uno por uno. 3No necesitamos tiempo para esto, 4sino únicamente estar dispuestos. 5Pues lo que parece requerir cientos de años puede lograrse fácilmente -por la gracia de Dios- en un solo instante.

5. El pensamiento desesperante y deprimente de que puedes atacar a otros sin que ello te afecte te ha clavado a la cruz. 2Tal vez pensaste que era tu salvación. 3Mas sólo representaba la creencia de que el temor a Dios era real. 4¿Y qué es esto sino el infierno? 5¿Quién que en su corazón no tuviese miedo del infierno podría creer que su Padre es su enemigo mortal, que se encuentra separado de él y a la espera de destruir su vida y obliterarlo del universo?

6. Tal es la forma de locura en la que crees, si aceptas el temible pensamiento de que puedes atacar a otro y quedar tú libre. 2Hasta que esta forma de locura no cambie, no habrá esperanzas. 3Hasta que no te des cuenta de que, al menos esto, tiene que ser completamente imposible, ¿Cómo podría haber escapatoria? 4El temor a Dios es real para todo aquel que piensa que ese pensamiento es verdad. 5Y no percibirá su insensatez, y ni siquiera se dará cuenta de que lo abriga, lo cual le permitiría cuestionarlo.

7. Pero incluso para cuestionarlo, su forma tiene primero que cambiar lo suficiente como para que el miedo a las represalias disminuya y la responsabilidad vuelva en cierta medida a recaer sobre ti. 2Desde ahí podrás cuando menos considerar si quieres o no seguir adelante por ese doloroso sendero, mientras este cambio no tenga lugar, no podrás percibir que son únicamente tus pensamientos los que te hacen caer, presa del miedo, y que tu liberación depende de ti.

8. Si das este paso hoy, los que siguen te resultarán más fáciles. 2A partir de aquí avanzaremos rápidamente, 3pues una vez que entiendas que nada, salvo tus propios pensamientos, te puede hacer daño, el temor a Dios no podrá sino desaparecer. 4No podrás seguir creyendo entonces que la causa del miedo se encuentra fuera de ti. 5Y a Dios, a Quien habías pensado desterrar, se le podrá acoger de nuevo en la santa mente que Él nunca abandonó.

9. El himno de la salvación puede ciertamente oírse en la idea que hoy practicamos. 2Si es únicamente a ti mismo a quien crucificas, no le has hecho nada al mundo y no tienes que temer su venganza ni su persecución. 3Tampoco es necesario que te escondas lleno de terror del miedo mortal a Dios que la proyección oculta tras de sí. 4Lo que más pavor te da es la salvación. 5Eres fuerte, y es fortaleza lo que deseas. 6Eres libre, y te regocijas de ello. 7Has procurado ser débil y estar cautivo porque tenías miedo de tu fortaleza y de tu libertad. 8Sin embargo, tu salvación radica en ellas.

10. Hay un instante en que el terror parece apoderarse de tu mente de tal manera que no parece haber la más mínima esperanza de escape. 2Cuando te das cuenta, de una vez por todas, de que es a ti mismo a quien temes, la mente se percibe a sí misma dividida. 3Esto se había mantenido oculto mientras creías que el ataque podía lanzarse fuera de ti y que éste podía devolvérsete desde afuera. 4Parecía ser un enemigo externo al que tenías que temer. 5Y de esta manera, un dios externo a ti se convirtió en tu enemigo mortal y en la fuente del miedo.
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11. Y ahora, por un instante, percibes dentro de ti a un asesino que ansía tu muerte y que está comprometido a maquinar castigos contra ti hasta el momento en que por fin pueda acabar contigo. 2No obstante, en ese mismo instante es el momento en que llega la salvación. 3Pues el temor a Dios ha desaparecido. 4Y puedes apelar a Él para que te salve de las ilusiones por medio de Su Amor, llamándolo Padre y, a ti mismo, Su Hijo. 5Reza para que este instante llegue pronto, hoy mismo. 6Aléjate del miedo y dirígete al amor.

12. No hay un solo Pensamiento de Dios que no vaya contigo para ayudarte a alcanzar ese instante e ir más allá de él prontamente, con certeza y para siempre. 2Cuando el temor a Dios desaparece, no queda obstáculo alguno entre la santa paz de Dios y tú. 3¡Cuán benévola y misericordiosa es la idea que hoy practicamos! 4Acógela gustosamente, como debieras, pues es tu liberación. 5Es a ti a quien tu mente trata de crucificar. 6Mas tu redención también procederá de ti.










Propósito: 
Dar este paso en el camino de la salvación, para que de aquí en adelante puedas avanzar rápidamente y con facilidad. Abandonar la creencia de que hay un enemigo afuera al que temer. Esto te liberará de tu miedo a Dios y podrás darle la bienvenida en tu mente.
Repite la idea siempre que te sientas tentado a creer que puedes atacar a otro y así escaparte tú del ataque.

Comentario:
Ésta es una reafirmación de una de las lecciones fundamentales del Curso, el primer paso del perdón
en otra forma: tomar el problema de fuera de nosotros, retirar la proyección, y ver que “soy yo quien
me estoy haciendo esto a mí mismo”.

Al ego le gusta utilizar mal esta idea para castigarnos. El ego nos hace creer que por naturaleza somos auto-destructivos (que nos atacamos a nosotros mismos). La verdad es que, hacemos cosas que nos perjudican pero tenemos elección en ello. No tenemos que hacerlas, y en verdad no es nuestra voluntad hacerlas. No somos demonios, somos el santo Hijo de Dios.

El obstáculo a la consciencia de nuestro Ser al que esta lección va dirigido es nuestra creencia de que hemos dañado o “crucificado” al mundo. Es la creencia de que nos hemos convertido a nosotros mismos en monstruos que no merecen confianza, listos para atacar sin provocación, para herir y matar.

El Curso llama a la aceptación de la idea de hoy (que sea cual sea la forma en que crucificamos a otro, es a nosotros mismos a quien crucificamos) “un paso que nos conduce desde el cautiverio al estado de perfecta libertad”. Nos ruega que demos “cada paso en la secuencia señalada”, es decir, que no nos saltemos ningún paso. La idea de hoy es un paso que consiste en diferenciar el Ser, del cuerpo, y del ego:

“De esta manera le enseñas también a tu mente que no eres un ego… No creerás que eres un cuerpo que tiene que ser crucificado”.

Debido a que creemos que nos convertimos a nosotros en un ego, creemos que somos culpables. Puesto que creemos en la culpa, hicimos al cuerpo para que sufra el castigo. Reconocer que somos los que nos estamos imponiendo el castigo a nosotros mismos, es el primer paso para liberarnos de todo el lío. Para reconocer que somos los que nos estamos imponiendo el castigo, tenemos que dejar a un lado el cuerpo y el ego, y hacernos conscientes de una parte mucho mayor de nosotros mismos. De este modo nos damos cuenta de que el Ser es algo distinto del cuerpo o del ego, algo mucho más grande que ellos. Este algo más grande incluye también a mis hermanos. Todos somos parte de ese Ser. Los “otros” a los que creía herir son realmente parte de mi Ser.

La lección dice que si creo que puedo “atacar a otro y quedar tú libre”, estoy actuando desde un miedo escondido a Dios, desde la creencia de que Dios es otra cosa, un enemigo que espera para destruirme. Mi relación con los que me rodean siempre refleja la creencia inconsciente que yo tengo acerca de mi relación con Dios, la relación final de la Unidad y la Plenitud. “El temor a Dios es real para todo aquel que piensa que ese pensamiento (que yo puedo atacar a otro y quedar libre) es verdad”. Si yo puedo atacar a otro y quedar libre, también lo puede hacer Dios. Por lo tanto, hay que temer a Dios.

El párrafo 7 es muy importante para mí. Dice que el pensamiento de que yo puedo atacar a otro y quedar libre tiene que cambiar de forma, antes de que yo pueda poner en duda esa idea, al menos hasta el punto en el que yo pueda dejar de tener miedo de la venganza y empezar a hacerme responsable, empezar a darme cuenta de que “son únicamente tus pensamientos los que te hacen caer, presa del miedo, y que tu liberación depende de ti”. Si empiezo a darme cuenta de que no estoy atacando a otros sino atacándome a mí mismo, puedo dejar de temer la venganza de esos “otros” a los que pensaba que estaba atacando. Antes de que este pensamiento cambie, tengo miedo de los otros; después de que cambia, me doy cuenta de que mi miedo procede de mis propios pensamientos. Si esto es verdad, tengo el poder de cambiar esos pensamientos.

Según la lección, me parece que el punto decisivo, el punto en el que el miedo empieza a terminarse
se encuentra en : “Si es únicamente a ti mismo a quien crucificas, no le has hecho nada al mundo
y no tienes que temer su venganza ni su persecución”. Liberarse del miedo a la venganza del mundo
es el comienzo de liberarse del miedo a Dios, que es cuando “a Dios… se le podrá acoger de nuevo
en la santa mente que Él nunca abandonó”.

¡Tenía miedo de mi propia fuerza y libertad porque creía que yo era peligroso! Creía que era una amenaza para el mundo, creía que le había hecho daño. No es de extrañar que no quiera ser fuerte y libre. Si lo fuera, podría destruir el universo. Pensaba que podía atacar y dañar las cosas hasta el punto en que el universo se volvería con furia y me barrería de la faz de la tierra. De hecho, durante todo el tiempo, he creído que esto describe las cosas tal como están, y por esa razón he tenido miedo tanto del mundo como de Dios.

El Curso parece decir aquí que nuestro miedo inconsciente de nosotros mismos, escondido porque
proyectamos la causa sobre cosas externas, tiene que hacerse consciente, al menos por un corto pero
aterrador momento. “Cuando te das cuenta, de una vez por todas, de que es a ti mismo a quien
temes, la mente se ve a sí misma dividida”. “Y ahora, por un instante, ves dentro de ti a un
asesino que ansía tu muerte y que está comprometido a maquinar castigos contra ti hasta el momento
en que por fin pueda acabar contigo”.

Esto parece un momento terrible, ¿por qué vamos a buscarlo voluntariamente? “No obstante, en ese
mismo instante es el momento en que llega la salvación”. Ahora, viendo el enemigo dentro de
nuestra mente en lugar de fuera, ya no tenemos motivos para temer a Dios. El reconocimiento de
nuestra propia terrible responsabilidad nos hace darnos cuenta de que no ha sido Dios Quien nos ha
estado castigando, hemos sido nosotros mismos. Dejamos de proyectar nuestros propios sueños de
venganza sobre Dios. “Y puedes apelar a Él para que te salve de las ilusiones por medio de Su
Amor, llamándolo Padre y, a ti mismo, Su Hijo”.

































Lección 195 El amor es el camino que recorro con gratitud.

 













1. Para aquellos que contemplan el mundo desde una perspectiva errónea, la gratitud es una lección muy difícil de aprender. 2Lo más que pueden hacer es considerar que su situación es mejor que la de los demás. 3Y tratan de contentarse porque hay otros que aparentemente sufren más que ellos. 4¡Cuán tristes y lamentables son semejantes pensamientos! 5Pues, ¿Quién puede tener motivos para sentirse agradecido si otros no los tienen? 6¿Y quién iba a sufrir menos porque ve que otro sufre más? 7Debes estarle agradecido únicamente a Aquel que hizo desaparecer todo motivo de sufrimiento del mundo.

2. Es absurdo dar gracias por el sufrimiento. 2Mas es igualmente absurdo no estarle agradecido a Uno que te ofrece los medios por los cuales todo dolor se cura y todo sufrimiento queda reemplazado por la risa y la felicidad. 3Ni siquiera los que están parcialmente cuerdos podrían negarse a dar los pasos que Él indica, ni dejar de seguir el camino que Él les señala a fin de escapar de una prisión que creían que no tenía salida a la libertad que ahora perciben.

3. Tu hermano es tu "enemigo" porque lo ves como el rival de tu paz: el saqueador que te roba tu dicha y no te deja nada salvo una negra desesperación, tan amarga e implacable que acaba con toda esperanza. 2Lo único que puedes desear ahora es la venganza. 3Lo único que puedes hacer ahora es tratar de arrastrarlo a la muerte junto contigo, para que sea tan impotente como tú, y para que en sus ambiciosas manos quede tan poco como en las tuyas.

4. No le das gracias a Dios porque tu hermano esté más esclavizado que tú, ni tampoco podrías, en tu sano juicio, enfadarte si él parece ser más libre. 2El amor no hace comparaciones. 3Y la gratitud sólo puede ser sincera si va acompañada de amor. 4Le damos gracias a Dios nuestro Padre porque todas las cosas encontrarán su libertad en nosotros. 5Es imposible que algunas puedan liberarse mientras otras permanecen cautivas. 6Pues, ¿Quién puede regatear en nombre del amor?

5. Da gracias, por lo tanto, pero con sinceridad. 2Y deja que en tu gratitud haya cabida para todos los que se han de escapar contigo: los enfermos, los débiles, los necesitados y los temerosos, así como los que se lamentan de lo que parece ser una pérdida, los que sienten un aparente dolor y los que pasan frío o hambre y caminan por el camino del odio y la senda de la muerte. 3Todos ellos te acompañan. 4No nos comparemos con ellos, pues al hacer eso los separamos en nuestra conciencia de la unidad que compartimos con ellos y que ellos no pueden sino compartir con nosotros también.

6. Le damos las gracias a nuestro Padre sólo por una cosa: que no estamos separados de ninguna cosa viviente, y, por lo tanto, somos uno con Él. 2Y nos regocijamos de que jamás puedan hacerse excepciones que menoscaben nuestra plenitud o inhiban o alteren en modo alguno nuestra función de completar a Aquel que es en Sí Mismo la compleción. 3Damos gracias por toda cosa viviente, pues, de otra manera, no estaríamos dando gracias por nada, y estaríamos dejando de reconocer los dones que Dios nos ha dado.

7. Permitamos, entonces, que nuestros hermanos reclinen su fatigada cabeza sobre nuestros hombros y que descansen por un rato. 2Damos gracias por ellos. 3Pues si podemos dirigirlos a la paz que nosotros mismos queremos encontrar, el camino quedará por fin libre y franco para nosotros. 4Una puerta ancestral vuelve a girar libremente; una Palabra -hace tiempo olvidada- resuena de nuevo en nuestra memoria y cobra mayor claridad al estar nosotros dispuestos a escuchar una vez más.

8. Recorre, pues, con gratitud el camino del amor. 2Pues olvidamos el odio cuando dejamos a un lado las comparaciones. 3¿Qué podría ser entonces un obstáculo para la paz? 4El temor a Dios por fin es obliterado, y perdonamos sin hacer comparaciones. 5Y así, no podemos elegir pasar por alto sólo ciertas cosas, mientras retenemos bajo llave otras que consideramos "pecados". 6Cuando tu perdón sea total tu gratitud lo será también, pues te darás cuenta de que todas las cosas son acreedoras al derecho a ser amadas por ser amorosas, incluyendo tu propio ser.

9. Hoy aprendemos a pensar en la gratitud en vez de en la ira, la malicia y la venganza: 2Se nos ha dado todo. 3Si nos negamos a reconocer esto, ello no nos da derecho a sentirnos amargados o a percibirnos como que estamos en un lugar donde se nos persigue despiadadamente y se nos hostiga sin cesar, o donde se nos atropella sin la menor consideración por nosotros o por nuestro futuro. 4La gratitud se convierte en el único pensamiento conque sustituimos estas percepciones descabelladas. 5Dios ha cuidado de nosotros y nos llama Su Hijo. 6¿Puede haber algo más grande que eso?

10. Nuestra gratitud allanará el camino que nos conduce a Él y acortará la duración de nuestro aprendizaje mucho más de lo que jamás podrías haber soñado. 2La gratitud y el amor van de la mano, y allí donde uno de ellos se encuentra, el otro no puede sino estar. 3Pues la gratitud no es sino un aspecto del Amor, que es la Fuente de toda la creación. 4Dios te da las gracias a ti, Su Hijo, por ser lo que eres: Su Propia compleción y la Fuente del amor junto con El. 5Tu gratitud hacia Él es la misma que la Suya hacia ti. 6Pues el amor no puede recorrer ningún camino que no sea el de la gratitud, y ése es el camino que recorremos los que nos encaminamos hacia Dios.








Propósito: 
Abandonar tu falta de gratitud, tu envidia y gratitud falsa, y sentir la libertad y la paz dentro de ti. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.
Cuando te sientas tentado a la ira, maldad, o venganza, o a verte a ti mismo empujado sin misericordia por el mundo, sustituye estos pensamientos con la idea de hoy.

Comentario:
La gratitud se ve en esta lección tanto desde un lado oscuro como desde un lado de luz. Primero la lección considera que muy a menudo, cuando nuestra manera de pensar está dirigida por el ego, nuestra gratitud es realmente una especie de ataque a los demás. Luego, habla de la verdadera gratitud, que sólo tiene lugar cuando va unida al amor.

El lado oscuro de la gratitud procede del ego. Ésta es la gratitud que ora: “Gracias a Dios que no soy como los demás, gracias a Dios yo estoy mejor”. Es el tipo de gratitud basado firmemente en las comparaciones. Es el agradecimiento que sentimos cuando tenemos una casa mayor que los demás, un coche mejor, una esposa más atractiva. Es un tipo de agradecimiento que depende de que otros tengan menos, que sufran más que nosotros. Procede de la idea que considera a nuestro hermano como el rival de nuestra paz, y se alegra cuando él sufre. Este tipo de “gratitud” no es más que una forma de venganza. Y si nos examinamos a nosotros mismos con honestidad, descubriremos que caemos en ese tipo de falso agradecimiento más a menudo de lo que nos damos cuenta.

La verdadera gratitud es algo muy diferente. “Le damos las gracias a nuestro Padre sólo por una cosa: que no estamos separados de ninguna cosa viviente, y, por lo tanto, somos uno con Él”. “Le damos gracias a Dios nuestro Padre porque todas las cosas encontrarán su libertad en nosotros. Es imposible que algunas puedan liberarse mientras otras permanecen cautivas”. Este agradecimiento da “gracias por toda cosa viviente, pues, de otra manera, no estaríamos dando gracias por nada”.

Hoy me siento feliz de que los regalos que he recibido les pertenezcan a todos. Me siento agradecido por cada cosa viviente, por cada persona con la que me encuentro. Me alegro de que todos vayan conmigo, de que ninguno se quede afuera. Estoy agradecido de que cada uno de los que leéis esto sea parte de mí, de que ninguno de vosotros puede perder vuestra herencia y con ello perderla yo. Reconozco que si alguien pierde, yo pierdo; y doy gracias a Dios porque “todas las cosas son acreedoras al derecho a ser amadas por ser amorosas”, pues todas son parte de mi propio Ser.

Hoy, si siento que el mundo me da la lata, o que me atropella sin miramientos o sin ninguna consideración, elegiré reemplazar esos pensamientos absurdos con gratitud. “Dios ha cuidado de nosotros y nos llama Su Hijo. ¿Puede haber algo más grande que eso?”.

Otra palabra para la gratitud es el “aprecio”. Os ofrezco estos pensamientos del Curso acerca del aprecio:

“El único regalo idéntico que se les puede ofrecer a los Hijos idénticos de Dios, es apreciarlos completamente”. (T.6.V(A).4:7)

“Honrar a tus hermanos es el único regalo apropiado para quienes Dios Mismo creó dignos de honor, y a quienes honra. Muéstrales el aprecio que Dios siempre les concede, pues son Sus Hijos amados en quienes Él se complace”. (T.7.VII.6:1-2)

“En el Reino no hay idólatras, sino un gran aprecio por todo lo que Dios creó, debido al sereno conocimiento de que cada ser forma parte de Él”. (T.10.III.6:1)

“Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo, y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo”. (T.11.IV.7:2)

“La única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las ves correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia”. (T.12.I.6:1-2)

“En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. Y, por lo tanto, le amamos”. (T.15.VI.2:5-6)




























































Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...