sábado, 23 de noviembre de 2024

Lección 329 “He elegido ya lo que Tu Voluntad dispone”

 






1. Padre, pensé que me había apartado de Tu Voluntad, que la había desafiado, que había violado sus leyes y que había interpuesto una segunda voluntad más poderosa que la Tuya. 2 En realidad, no obstante, no soy otra cosa que Tu Voluntad, extendida y extendiéndose. 3 Eso es lo que soy, y eso nunca habrá de cambiar. 4 Así como Tú eres Uno, así yo soy uno Contigo. 5 Eso fue lo que elegí en mi creación, en la que mi voluntad se hizo eternamente una con la Tuya. 6 Esa decisión se tomó para siempre. 7 No puede cambiar ni oponerse a sí misma. 8 Padre, mi voluntad es la Tuya. 9 Estoy a salvo, tranquilo y sereno, y gozo de una dicha interminable porque así lo dispone Tu Voluntad.

2. Hoy aceptaremos la unión que existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente. 2 No tenemos otra voluntad que la Suya y todos somos uno porque todos compartimos Su Voluntad. 3 Por medio de Ella reconocemos que somos uno solo. 4 Por medio de Ella encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.




Comentario:

Para nosotros es difícil darnos cuenta de que ya hemos elegido la Voluntad de Dios. Elegir Su Voluntad es el único modo de encontrar nuestra verdadera libertad (lección de ayer), y ya hemos hecho esa elección. Podemos pensar que nos hemos alejado de la Voluntad de Dios, que la hemos desobedecido, y que hemos violado Sus leyes (1:1), pero no lo hemos hecho. No podemos. Porque somos “una extensión de Su Voluntad que se extiende continuamente” (1:2- 3).

¿Cuándo tomamos esta decisión de la que parece que no somos conscientes? En el mismo instante de nuestra creación (1:5). Dios nos creó extendiendo Su Voluntad, cuando fuimos creados éramos la extensión de Su Voluntad. Nuestra decisión ya se tomó, y “se tomó para siempre” (1:6). No podemos cambiarla. Podemos inventar una ilusión en la que parece que tenemos una voluntad separada de la de Dios, pero no podemos hacerla real. Si lo que hacemos contradice la Voluntad de Dios, todo lo que podemos hacer es ilusorio.

Este hecho es nuestra seguridad. También es nuestra salvación, pues significa que no hemos hecho lo que hemos pensado que hemos hecho, no hemos desafiado la Voluntad de Dios, únicamente nos lo hemos imaginado, únicamente lo hemos soñado. La unidad de Dios y de Su creación sigue en perfecto estado, y es esto lo que celebramos hoy.




¿Qué es la creación? (Parte 9)

L.pII.11.5:1

“Nuestro Padre nos llama”. (5:1)

“Padre” es igual a “Creador”, Quien nos dio el Ser. Quizá, después de este tiempo pensando en lo que es la creación, la palabra “Padre” tiene un poco más de significado para nosotros. Nuestro Padre es Quien nos pensó y nos dio existencia. “Sólo el Amor crea” (1:2), y por eso nuestro Padre es el Amor Mismo, Que nos ha creado como Él Mismo. Él deseó añadir Amor a través de Su extensión, y así de este deseo fuimos creados, para permanecer para siempre en Su santa Voluntad.

¡Ese deseo inmortal de Dios todavía continúa! Con todo ese deseo infinito de Su Voluntad, Él nos llama para que seamos lo que Él creó que fuésemos: la extensión de Su Amor, creando tal como Él lo hace: extendiendo amor, siempre uno con Su santa Voluntad, compartiéndola, glorificándola, irradiándola por cada poro de nuestro ser. El Amor de Dios permanece con nosotros. Nuestra mente Le recuerda, recuerda nuestra función. Desde dentro de nuestra mente Él nos llama, acercándonos con Su Amor a ser el mismo Amor que nos acerca.

Él es nuestro Padre, nuestro Creador. No podemos escapar del hecho de lo que somos. “Soy tal como Dios me creó” (L.110). Él nos llama continuamente, constantemente, con paciencia, sin cesar, y hasta que dejemos nuestro loco intento de ser “algo más”, algo distinto al Amor, y respondamos a Su llamada, sólo podemos retrasar nuestra felicidad y nuestra dicha.

Padre, que hoy oiga Tu Voz llamándome y que conteste.























martes, 19 de noviembre de 2024

Lección 324 No quiero ser guía. Quiero ser simplemente un seguidor.

 




1. Padre, Tú eres Quien me dio el plan para mi salvación. 2 Eres asimismo Quien determinó el camino que debo recorrer, el papel que debo desempeñar, así como cada paso en el sendero señalado. 3 No puedo perderme. 4 Tan sólo puedo elegir desviarme por un tiempo, y luego volver. 5 Tu amorosa Voz siempre me exhortará a regresar y me llevará por el buen camino. 6 Mis hermanos pueden seguir el camino por el que les dirijo. 7 Mas yo simplemente recorreré el camino que conduce a Ti, tal como me indiques y quieras que yo haga.

2. Sigamos, por lo tanto, a Uno que conoce el camino. 2 No tenemos por qué rezagarnos ni podemos soltarnos de Su amorosa Mano por más de un instante. 3 Caminamos juntos, pues Le seguimos. 4 Y es Él Quien hace que el final sea seguro y Quien garantiza que llegaremos a salvo a nuestro hogar.



Comentario:

Aprender a seguir la orientación interior es una gran parte de hacer el Curso. Esa orientación es la Voz que habla por Dios, el Espíritu Santo. Es parte de mí y parte de Dios. Al fin y al cabo todo es Uno, pero mientras piense que estoy separado, sentiré esa Voz como una voz separada, llamándome a volver al hogar: “Tu amorosa Voz siempre me exhortará a regresar, y me llevará por el buen camino” (1:5).

Padre, necesito aprender que no estoy solo y que Algo o Alguien ha planeado “el camino que debo recorrer, el papel que debo desempeñar, así como cada paso en el sendero señalado” (1:2). Como me recordaba la Lección 321: “No entendía lo que me podía hacer libre, ni lo que era mi libertad o adónde ir a buscarla”. De hecho, Tú has establecido el camino, y el Espíritu Santo es la Voz que habla por Ti. Así que voy a seguir a “Uno que conoce el camino” (2:1). ¡Qué alivio tener a Éste Uno en Quien confiar! Caminando por una selva oscura de caminos retorcidos y confusos, ¡qué consuelo saber que tengo un Guía Que conoce cada detalle del camino! Debido a Él, “no puedo perderme” (1:3).

Que hoy recuerde que Tú has establecido cada paso de mi camino. Cuando miro hacia atrás Contigo, sé que es cierto: todo lo que he hecho ha sido para mi bien, todo ha funcionado perfectamente para traerme exactamente donde estoy ahora. Incluso mis correrías estaban perfectamente planeadas para enseñarme la falsedad de las ilusiones. Yo era un seguidor. Lo que pensaba que eran desviaciones que me alejaban de Ti, eran realmente lecciones que me acercaban al Hogar, y estoy agradecido por todos ellos. Que ahora mire al futuro con la confianza que me da ese conocimiento: no puedo perderme. Cada persona, cada acontecimiento y cada circunstancia de mi vida, vistas con la visión, hoy pueden ser un paso hacia el Hogar, un medio de encontrar mi camino de regreso a Ti.

Si hoy me desvío, Padre, tráeme de regreso. Te doy las gracias por el bendito alivio de saber que yo no tengo que resolver nada. Ha sido resuelto para mí. Puedo dejar que el día se desenvuelva como venga, confiando en que todo ha sido perfectamente planeado por Ti para traerme tu recuerdo a mi mente lo más rápidamente posible.

“No quiero ser guía” (el pensamiento de hoy). No quiero que se me conozca como guía de otros. No sé el camino para mí, ¿Cómo puedo saber el camino para otros? Algunos de mis hermanos pueden seguirme; de hecho los traeré a mí con ese propósito. Pero todo lo que hago es seguir Tu Voz; si alguien me sigue en este camino, no me están siguiendo a mí sino a Ti. Que siempre les recuerde eso y nunca haga que nadie dependa de mí.

“No tenemos por qué rezagarnos, ni podemos soltarnos de Su amorosa Mano por más de un instante” (2:2). Para Jesús, seis billones de años es “un instante” que no es nada en comparación con la eternidad, tan pequeño que “no se perdió ni una sola nota del himno celestial” (T.26.V.3:5; 5:1,4). A nosotros nos parece que nos rezagamos mucho más que un instante.

La eternidad es infinita y, comparada con ella, todo el tiempo no es literalmente nada. No se pueden comparar. El tiempo que pasamos retrasándonos, que a nosotros nos parece tan largo, no es nada más que un instante, una parte infinitamente pequeña de nada, un trozo de un sueño. Todos hemos tenido la experiencia de sueños que parecían durar horas o días, sin embargo sucedió en unos pocos segundos de tiempo “real” .Y eso es todo lo que el tiempo es:

“El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. El guion ya está escrito”. (L.158.4:1)

Hay un plan detrás de las apariencias, y en eso es en lo que puedo confiar hoy. Siguiendo al Espíritu Santo, sé que el final es seguro. Él “garantiza que llegaremos a salvo a nuestro hogar” (2:4). Me puedo sentir destrozado y confundido, pero ¡no puedo estropear nada! Tengo un Guía perfecto, y Él va a permanecer conmigo hasta que llegue al final y de nuevo caiga en los brazos de mi Padre.

“No quiero ser guía. Quiero ser simplemente un seguidor”.




¿Qué es la creación? (Parte 4)

L.pII.11.2:4

“Lo que Dios ha dispuesto que sea uno eternamente, lo seguirá siendo cuando el tiempo se acabe, y no cambiará a través del tiempo, sino que seguirá siendo tal como era antes de que surgiera la idea del tiempo”. (2:4)

Dios ha dispuesto que toda la creación sea una , por lo tanto, es una. El tiempo no puede cambiar nada de lo que Dios creó. El tiempo y el cambio parecen estar estrechamente relacionados: cambio es lo que produce el paso del tiempo, y parece imposible que pase el tiempo sin que haya cambios. Es imposible que la creación de Dios pueda cambiar. La creación de Dios está completamente fuera del tiempo, y el tiempo es sólo una ilusión, un sueño en el que el cambio es posible.

Lo que somos juntos, como el Hijo de Dios, existía antes de que surgiera la idea del tiempo, todavía existe durante el aparente paso del tiempo, y seguirá existiendo como uno cuando se acabe el tiempo. El Hijo de Dios no se ve afectado por lo que parece ocurrir en el tiempo, tal como el sol no se ve afectado porque yo pase algunos de sus rayos a través de una lupa y los desvíe de su camino, o como el océano no se ve afectado por un niño que arroja un palo al agua. En otras palabras, nada le afecta. Ése es el poder de la Creación. Nada puede cambiarla, es inmutable. Por lo tanto, soy inmutable cuando reconozco a mi Creador.

“Tu Ser se alza radiante en este santo júbilo, inalterado e inalterable por siempre jamás”. (L.190.6:5)



















lunes, 18 de noviembre de 2024

Lección 323 Gustosamente “sacrifico” el miedo.

 



1. He aquí el único “sacrificio” que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. 2 Tal es el “sacrificio” que me pides y que yo gustosamente me impongo; el único “costo” que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la salvación del mundo.

2. Y al saldar la deuda que tenemos con la verdad—una deuda que consiste sencillamente en abandonar los autoengaños y las imágenes que venerábamos falsamente—la verdad regresa íntegra y llena de júbilo a nosotros. 2 Ya no nos engañamos. 3 El amor ha regresado a nuestra conciencia. 4 Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es amor.




Comentario:

La lección de ayer terminaba con el pensamiento: “¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo…?” Y la lección de hoy aprovecha esa idea. Así que voy a perder, pero ¿todo lo que voy a perder es el miedo? ¡Puedo vivir sin él! Perder el miedo no es un sacrificio. Voy a perder mi miedo gustosamente.

Puede parecer que se me pide que renuncie a cosas valiosas y placenteras. Todo lo que se me pide es “que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda” (1:1). El apego a cosas de este mundo (cosas que son frágiles y que no durarán) siempre trae sufrimiento, pérdida y ansiedad. Puede que yo no me dé cuenta de ello pero la atracción secreta del ego hacia esas cosas no es el placer que me dan, sino el dolor. Cuando reconozca esa motivación del ego, seguramente abandonaré mi apego sabiamente.

Y cuando lo abandone, el Amor de Dios entrará “a raudales a mi conciencia” (1:1). ¿Quiero eso hoy? ¿Qué el Amor de Dios entrará a raudales a mi conciencia? ¿Anhelo esa experiencia quizá esta mañana? Entonces voy a sacrificar gustosamente el miedo. Voy a abandonarlo. Que reconozca que al aferrarme a algo distinto a la meta de Dios me estoy aferrando al miedo, y que lo abandone. Sí, Padre mío, hoy estoy dispuesto a hacer este “sacrificio”. Hoy voy a dejar de tener miedo al Amor.

Siento que necesito recordarme a mí mismo que al renunciar a estas cosas no estoy renunciando a nada real. Realmente no es renunciar. Estoy teniendo la ilusión de renunciar a algo, pero nunca lo he tenido. Todo lo que estoy haciendo es “abandonar los auto-engaños y las imágenes que venerábamos falsamente” (2:1). Esto es sólo “la deuda que tenemos con la verdad” (2:1). ¡Sólo es ser honesto! Y cuando acepto la verdad, “la verdad regresa íntegra y llena de júbilo a nosotros” (2:1). El engaño ha terminado y el Amor regresa a mi consciencia. La plenitud del regalo que es eternamente mío, el amor, surge en mi memoria. Tiene sentido que cuando pago mi deuda con la verdad, la verdad regresa a mí.

Cuando “el miedo ha desaparecido… lo único que queda es el amor” (2:4).

“Gustosamente "sacrifico" el miedo”




¿Qué es la creación? (Parte 3)

L.pII.11.2:1-3

Los “Pensamientos de Dios” se refieren a nosotros, los Pensamientos de Dios. La creación es “la suma de todos los Pensamientos de Dios” (1:1), la suma total de todos los seres del tiempo.

El Curso hace una afirmación sorprendente aquí: “Los Pensamientos de Dios poseen todo el poder de su Creador” (2:1). En la Biblia se cuenta que Jesús lo dijo hacia el final de su vida: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). El Curso dice que todo poder se nos da a nosotros como la Filiación, no sólo a Jesús. Lo que esto quiere decir es que lo que Dios puede hacer, nosotros podemos hacerlo. Somos Sus extensiones. Por lo tanto, tal como Él crea, nosotros creamos también.

La razón por la que Dios comparte Su poder con nosotros es que “Él quiere incrementar el Amor extendiéndolo” (2:2). En otras palabras, tenemos el poder de extender amor. Una definición corta de “creación” podría ser la “extensión de amor”. Pero la forma del amor que compartimos en este mundo no es la realidad del Amor, es sólo un reflejo del Amor del Cielo. Nuestra experiencia del amor aquí en la tierra es siempre el intercambio de amor entre seres separados, en el Cielo es la consciencia de la perfecta unidad. Sólo podemos imaginar lo que es ese amor. Podemos tener atisbos de él en el instante santo, cuando las barreras entre las mentes parecen desaparecer. En ese instante, hay una consciencia de que la otra persona eres tú y de que tú eres la otra persona. Tú eres el amor en “ti” extendiéndose a ellos, tú eres el amor en “la otra persona” extendiéndose a “ti”, y tú eres el amor en ti amándote a ti mismo. Puede ser una experiencia que desorienta porque literalmente empiezas a perder la pista de quien eres como individuo, y al mismo tiempo te vuelves consciente de algo mucho mayor y que lo abarca todo, y eso es lo que eres.

Esas experiencias son maravillosas, y el Curso nos anima a que se pidan. Pero lo más importante que hay que entender aquí es que la Creación, tal como el Curso habla de ella, no es una experiencia terrenal sino una experiencia del Cielo. Es algo que está sucediendo todo el tiempo, y nuestro sueño de separación no ha interrumpido la creación en absoluto. Nuestra ilusión de separación no ha estropeado o perdido nada. Por eso el Curso puede decirnos como en el tema de la última semana (El Juicio Final), que el Juicio Final de este mundo es:

“sin propósito alguno. Y al no tener causa ni función ante los ojos de Cristo, simplemente se disuelve en la nada”. (L.pII.10.2:2-3)

Si la Creación en el Cielo significa la extensión de Amor, ¿Cuál es su semejante en nuestra experiencia en la tierra? El Curso dice que el reflejo del Amor en la tierra es el perdón. Pienso que el perdón es reconocer a la creación, en lugar de crear realmente.



























Lección 322 Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.

 



1. Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. 2 Y a medida que éstas desaparecen, descubro los dones que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. 3 En cada don Suyo que acepto yace Su recuerdo. 4 Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí.

2. Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. 2 Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. 3 Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. 4 Lo que Tú no has dado es irreal. 5 ¿Qué pérdida puedo anticipar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?



Comentario:

No puedo renunciar a nada real: “Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado” (2:3). La idea de sacrificio no está en la Mente de Dios ni en el sistema de pensamiento del Curso. ¡Oh, se nos pide que renunciemos a cosas! El Curso incluso nos pide que renunciemos al mundo entero, pero “no con una actitud de sacrificio” (T.30.V.9:4-5). La cuestión de esta lección es muy simple. Es que nada a lo que yo puedo renunciar es real. “Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más” (1:1).

Recuerdo una ocasión en una relación en que yo quería casarme, y la señora en cuestión no quería, me sentí como si estuviese perdiendo y sacrificando algo al renunciar a mi sueño. Luego me di cuenta de que estaba renunciando a algo que nunca había tenido. Me trajo a la mente la conocida frase que dice: “Si amas algo, déjalo ir. Si te vuelve es que era tuyo. Si no te vuelve, es que nunca lo fue”. En aquella ocasión, pude renunciar a la ilusión, y al hacerlo, quedarme con la realidad de una relación profundamente amorosa que no estaba destinada a acabar en matrimonio, una relación que duró durante años y que me trajo más satisfacción que cualquier relación matrimonial que yo haya visto entre mis amigos.

Las ilusiones que tratamos de conservar nos están ocultando los verdaderos regalos de Dios. Por ejemplo, la idea de que podemos encontrar nuestra felicidad en una relación romántica es uno de los sustitutos del ego de la realidad de nuestra relación con Dios y con todos los seres vivos. Una relación íntima, amorosa, es algo maravilloso, pero puede ser un obstáculo para nuestra paz si hacemos de ella un ídolo, esperando que nos dé todo, o empeñándonos en que sabemos cómo tiene que ser para que nos agrade.

“Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios” (1:2). No sólo no perdemos nada al renunciar a las ilusiones, realmente ganamos la realidad de lo que las ilusiones estaban sustituyendo. ¡Ésta es una situación en la que sólo puedes ganar!

El miedo al sacrificio y a la pérdida es uno de los mayores obstáculos para nuestro progreso espiritual. Y mientras pensemos que podemos perder algo real, no podemos avanzar.

“Si se interpreta esto como una renuncia a lo que es deseable, se generará un enorme conflicto. Son pocos los maestros de Dios que se escapan completamente de esta zozobra”. (M.4.I(A).5:2-3)

La idea de sacrificio nos hace imposible juzgar sensatamente lo que queremos y lo que no queremos. Por eso es tan importante que consultemos todas nuestras decisiones al Espíritu Santo. Y cuando lo hacemos, a veces nos parecerá que nos está pidiendo que sacrifiquemos algo que valoramos. De lo que no nos damos cuenta es de que el Espíritu Santo sólo nos está enseñando que realmente no queremos lo que pensamos que queremos, Él sólo está aclarando las intenciones de nuestra mente recta, que ya sabe que no tiene valor eso que intentamos conservar.

“Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios…” (1:4). El regalo detrás de cada sueño es el recuerdo de Quién realmente soy. El apego a los “regalos” del ego sólo sirve para disminuir mi consciencia de ese Ser. No estoy pidiendo demasiado, al contrario, estoy pidiendo demasiado poco. Estos regalos no son dignos de mi Ser. Lo que Dios no da, no es real (2:4). Así pues, abandonemos hoy todo pensamiento que espera alguna clase de pérdida y reconozcamos que, como Hijos de Dios, no podemos perder. “¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?” (2:5)





¿Qué es la creación? (Parte 2)

L.pII.11.1:3-5

“Jamás hubo tiempo alguno en el que todo lo que creó no existiese. Ni jamás habrá tiempo alguno en que nada que haya creado sufra merma alguna”. (1:3-4)

Es muy difícil, o imposible, que nuestra mente entienda algo que está fuera del tiempo. Podemos imaginarnos la idea, pero sentirla está más allá de nuestra mente que piensa únicamente en cosas relacionadas con el tiempo. Las creaciones del Amor están más allá del tiempo, siempre lo han estado, y siempre lo estarán. No hay un antes y un después del Amor y de Sus creaciones, es un eterno ahora.

Pensamos en la creación como traer a la existencia algo que antes no existía. Pero la idea del Curso acerca de la creación es algo que siempre está completo y que siempre existe ahora. Toda la creación siempre ha estado ahí, y siempre lo estará, y sin embargo la creación es continua. La creación es un aumento constante de Ser, nunca menos, nunca más, nunca viejo y siempre renovado. “Los Pensamientos de Dios han de ser por siempre y para siempre exactamente como siempre han sido y como son: inalterables con el paso del tiempo, así como después de que éste haya cesado” (1:5). Está diciendo, en otras palabras: “Soy tal como Dios me creó” (L.94, L.110, L.162). Tú y yo somos esas creaciones “inalterables con el paso del tiempo, así como después de que éste haya cesado”. No somos seres en construcción, con nuestra realidad en el futuro todavía; tampoco somos seres de corrupción con nuestra pureza desaparecida. Lo que somos ya es ahora, lo era antes del tiempo, y lo será cuando se acabe el tiempo. Lo que cambia no forma parte de mí. Vernos a nosotros mismos como creaciones de Dios es liberarnos a nosotros mismos de la tiranía del tiempo.

Tú y yo somos esas creaciones de Dios “inalterables con el paso del tiempo, así como después de que éste haya cesado”

“Padre, busco la paz que Tú me diste al crearme. Lo que se me dio entonces tiene que encontrarse aquí ahora, pues mi creación fue algo aparte del tiempo y aún sigue siendo inmune a todo cambio. La paz en la que Tu Hijo nació en Tu Mente aún resplandece allí sin haber cambiado. Soy tal como Tú me creaste”. (L.230.2:1-4)











sábado, 16 de noviembre de 2024

Lección 321 Padre, mi libertad reside únicamente en Ti. 11. ¿QUÉ ES LA CREACIÓN?

 



11. ¿Qué es la Creación?

1. La Creación es la suma de todos los Pensamientos de Dios, en número infinito y sin límite alguno en ninguna parte. 2 Sólo el Amor crea y únicamente a Su Semejanza. 3 Jamás hubo tiempo alguno en el que todo lo que creó no existiese. 4 Ni jamás habrá tiempo alguno en que nada que haya creado sufra merma alguna. 5 Los Pensamientos de Dios han de ser por siempre y para siempre exactamente como siempre han sido y como son: inalterables con el paso del tiempo, así como después de que éste haya cesado.

2. Los Pensamientos de Dios poseen todo el poder de su Creador. 2 Pues Él quiere incrementar el Amor extendiéndolo. 3 Y así, Su Hijo participa en la Creación y, por lo tanto, no puede sino compartir con su Padre el poder de crear. 4 Lo que Dios ha dispuesto que sea Uno eternamente, lo seguirá siendo cuando el tiempo se acabe, y no cambiará a lo largo del tiempo, sino que seguirá siendo tal como era antes de que surgiera la idea del tiempo.

3. La Creación es lo opuesto a todas las ilusiones porque es la verdad. 2 La Creación es el santo Hijo de Dios, pues en la Creación Su Voluntad es plena con respecto a todo, al hacer que cada parte contenga la Totalidad. 3 La inviolabilidad de su unicidad está garantizada para siempre, perennemente a salvo dentro de Su santa Voluntad y más allá de cualquier posibilidad de daño, separación, imperfección o de nada que pudiera mancillar en modo alguno su impecabilidad.

4. Nosotros, los Hijos de Dios, somos la Creación. 2 Parecemos estar separados y no ser conscientes de nuestra eterna unidad con Él. 3 Sin embargo, tras todas nuestras dudas y más allá de todos nuestros temores, todavía hay certeza, 4 pues el Amor jamás abandona Sus Pensamientos y ellos comparten Su Certeza. 5 El recuerdo de Dios se encuentra en nuestras mentes santas, que son conscientes de su unicidad y de su unión con su Creador.

6 Que nuestra función sea únicamente permitir el retorno de este recuerdo para que Su Voluntad se haga en la tierra, para que se nos restituya nuestra cordura y para ser solamente tal como Dios nos creó. 5. Nuestro Padre nos llama. 2 Oímos Su Voz y perdonamos a la Creación en Nombre de su Creador, la Santidad Misma, Cuya Santidad Su Creación comparte con Él; Cuya Santidad sigue siendo todavía parte de nosotros.



Padre, mi libertad reside únicamente en Ti.

1. No entendía lo que me podía hacer libre ni lo que era mi libertad o adónde ir a buscarla. 2 Y así, Padre, busqué en vano hasta que oí Tu Voz dirigiéndome. 3 Ahora no deseo seguir siendo mi propio guía. 4 Pues la manera de encontrar mi libertad no es algo que yo haya ideado o que comprenda. 5 Pero confío en Ti. 6 Y me mantendré consciente de Ti que me concediste mi libertad por ser Tu santo Hijo. 7 Tu Voz me dirige y veo que el camino que conduce hasta Ti por fin está libre y despejado. 8 Padre, mi libertad reside únicamente en Ti. 9 Padre, mi voluntad es regresar.

2. Hoy respondemos por el mundo, el cual será liberado junto con nosotros. 2 ¡Qué alegría encontrar nuestra libertad por el inequívoco camino que nuestro Padre ha señalado! 3 ¡Y cuán segura es la salvación de todo el mundo cuando nos damos cuenta de que sólo en Dios podemos encontrar nuestra libertad!




Comentario:

Esta lección, como muchas en esta última parte del Libro de Ejercicios, está escrita desde la perspectiva de una persona que está entrando en las últimas etapas del viaje al hogar. Ésta es la canción de alguien cuyas dudas han terminado, cuya decisión a favor del Reino de Dios es firme y clara. En palabras del “Desarrollo de la Confianza” del Manual para el Maestro:

“El maestro de Dios ha llegado a un punto en su progreso desde el que puede ver que en dicho aprendizaje radica su escape. "Renuncia a lo que no quieres y quédate con lo que sí quieres"”. (M.4(A).6:5-6)

Éstas son las palabras de alguien que se ha dado cuenta de que la paz de Dios es todo lo que quiere.

“No entendía lo que me podía hacer libre, ni lo que era mi libertad o adónde ir a buscarla” (1:1). Nuestra libertad está únicamente en Dios. Al principio creíamos lo contrario. Ser libre parece ser independiente. ¿Cómo puede encontrarse la libertad en aceptar la Voluntad de Dios? ¿No es eso esclavitud? Únicamente cuando nos damos cuenta de que nuestra voluntad es la Voluntad de Dios, que nuestra voluntad y la Suya son una y la misma, podemos darnos cuenta de que hacer la Voluntad de Dios es la libertad perfecta porque es lo que verdaderamente queremos, y para lo que fuimos creados. “Padre, mi voluntad es regresar” (1:9).

No sabiendo lo que es la libertad, la hemos buscado donde no se puede encontrar: usando nuestra voluntad independiente en este mundo. Hasta que oímos la Voz de Dios guiándonos y respondemos, no podemos encontrar la libertad. “Ahora ya no deseo seguir siendo mi propio guía” (1:3). Nuestra libertad está en aceptar un nuevo Guía. Está en renunciar a ser nuestro propio maestro (T.12.V.8:3) y en aceptar otro Maestro. Está en abandonar nuestras metas independientes y aceptar la única meta que todos juntos compartimos.

Libertad es la libertad de ser todo lo que yo soy. Libertad es la libertad de expresar mi naturaleza sin obstáculos. Mi naturaleza es amor, mi naturaleza es la santidad de Dios Mismo. Mi única libertad está en ser lo que yo soy porque Dios me creó. Intentar ser algo diferente es esclavizarme a mí mismo, estrechar mi alma a una forma que no tiene. Libertad es enseñar y ser únicamente amor porque eso es lo que soy.

Que hoy abandone gustosamente mis opiniones acerca de lo que soy, y que acepte lo que Dios me dice que soy. Que abandone la falsa e ilusoria libertad que me he enseñado a buscar, y que acepte la única libertad que es real, en alegre rendición a mi propia naturaleza. A lo único que me rindo es a mi Ser. El único sacrificio posible es el de las ilusiones. Cuando llegue al momento de estar dispuesto a oír sólo la Voz que habla por Dios, podré decir:

“El camino que conduce hasta Ti por fin está libre y despejado”. (1:7) 




¿Qué es la creación? (Parte 1)

L.pII.11.1:1-2

Ésta pregunta es una que a menudo se hacen los alumnos del Curso. El Curso habla a menudo de “tus creaciones”, y sin embargo parece que nunca dice exactamente y claramente lo que son esas creaciones. Nos dice que nuestro proceso de creación continúa intacto a pesar de que no somos conscientes de nuestras creaciones, y que todas ellas las guarda a salvo el Espíritu Santo. Hay una descripción de nosotros entrando al Cielo y recibiendo la bienvenida de nuestras creaciones, como si fueran seres vivos.

Tenemos una idea fundamental equivocada que nos hace difícil entender lo que son las creaciones. Por ejemplo, creemos que Dios creó este mundo. Por lo tanto, cuando pensamos en la creación, pensamos en algo físico y material. Pensamos que nuestras creaciones son algo de este mundo. Sin embargo, el Curso nos dice claramente que todo este mundo es una ilusión, una creación falsa de nuestra mente. ¿Cómo podrían estar aquí nuestras creaciones?

Entonces, mis creaciones no pueden ser algo como un libro que escribo, una relación que establezco, una familia o un negocio. Mis creaciones no son objetos que se pueden tocar. Tienen que ser pensamientos.

“La creación es la suma de todos los Pensamientos de Dios, en número infinito y sin límite alguno en ninguna parte”. (1:1)

“Pensamientos” está en mayúscula, así que sabemos que se refieren al Hijo de Dios. El Cristo. De nuevo, no estamos acostumbrados a considerar iguales a los pensamientos y a los seres vivos. No pensamos en los pensamientos como seres que están vivos, no pensamos en los seres vivos como “sólo” pensamientos. El Curso nos enseña que somos únicamente pensamientos en la Mente de Dios. Inmediatamente suponemos algún tipo de existencia material cuando pensamos en un ser vivo. A lo largo de todo el Curso se nos está intentando enseñar que los seres vivos son ciertamente pensamientos, espíritu, nada relacionado con lo material. “No eres un cuerpo” (L.91.5:2) significa más que una simple advertencia de no estar limitados por el cuerpo, significa que somos algo completamente diferente a lo material. La parte esencial de nosotros no es materia en absoluto. Somos espíritu. Somos pensamiento.

“Sólo el Amor crea, y únicamente a Su semejanza”. (1:2)

De todo esto debería estar claro que “creaciones” son “pensamientos de amor”. Si sólo el Amor crea, las creaciones deben ser los efectos del Amor. Si las creaciones son pensamientos, entonces tienen que ser pensamientos de amor.

“Sólo el Amor crea, y únicamente a Su semejanza. El Amor siempre crea más amor. Me parece que la creación es algo circular, como un campo de energía que se mantiene a sí mismo, cada parte apoyando a la otra, un ciclo de creación sin fin.

El Curso nos enseña que Dios, al ser Amor, no tiene otra necesidad que la de extenderse a Sí Mismo. Puesto que somos extensiones de Su Ser, tenemos la misma necesidad única: “Puesto que el amor se encuentra en ti, no tienes otra necesidad que extenderlo” (T.15.V.11:3)

Al igual que tu Padre, tú eres una idea. Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. (T.15.VI.4:5-6)

Esto es lo que aprendemos en la experiencia del instante santo. Somos pensamientos de Amor, sin otra necesidad que la de extender amor. En nuestras relaciones, estamos aprendiendo a abandonar nuestras necesidades “personales” imaginarias, y a dedicar nuestras relaciones a “la única necesidad que los Hijos de Dios comparten por igual”: la extensión del amor. A través de este reflejo del amor en la tierra, aprendemos a ocupar de nuevo nuestro lugar en la creación eterna del Cielo.













viernes, 15 de noviembre de 2024

Lección 320 Mi Padre me da todo poder.

 



1. El Hijo de Dios no tiene límites. 2 Su fortaleza es ilimitada, así como su paz, su júbilo y todos los atributos con los que su Padre lo dotó al crearlo. 3 Lo que dispone con su Creador y con su Redentor se hace. 4 Lo que su santa voluntad dispone jamás puede ser negado porque su Padre refulge en su mente y deposita ante ella toda la fuerza y amor de la tierra y del Cielo. 5 Soy aquel a quien todo esto se le da. 6 Soy aquel en quien reside el poder de la Voluntad del Padre.

2. Tu Voluntad puede hacer cualquier cosa en mí y luego extenderse a todo el mundo a través de mí. 2 Tu Voluntad no tiene límites. 3 Por lo tanto, a Tu Hijo se le ha dado todo poder.




Comentario:

Aquellos de nosotros que no han estudiado la Biblia, o los Evangelios en concreto, puede que no reconozcan estas palabras como parecidas a las que dijo Jesús poco después de la resurrección: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Me parece significativo que el Curso ponga estas palabras en nuestra boca. Es una indicación del plano de igualdad con Jesús en que nos pone. Él no era algo diferente a nosotros, todos nosotros junto con Él somos Hijos iguales de Dios. Él está un poco más avanzado en el tiempo (o quizá, fuera del tiempo), pero con la misma naturaleza. Todos somos el Hijo de Dios, juntos, tal como Dios nos creó.

Esta sección se extiende acerca de que el Hijo de Dios no tiene límites, que se menciona en “¿Qué es el juicio Final?” Allí, Dios dice: “"Tú sigues siendo Mi santo Hijo… tan ilimitado como tu Creador, absolutamente inmutable y por siempre inmaculado"” (L.pII.10.5:1). Aquí se nos dice que somos (como Hijo de Dios) “ilimitado”, “el Hijo de Dios no tiene límites” (1:1), sin límites en ninguna de nuestras cualidades, ya sea fortaleza, paz, dicha, o no importa qué. Fortaleza sin límites, paz sin límites, dicha sin límites. Para ser honesto, no puedo imaginarme cómo es la dicha sin límites, y sin embargo esta lección dice que es mía. Conozco la dicha. Conozco una gran dicha. A veces soy tan dichoso que apenas puedo contenerla. Pero, ¿dicha sin ningún límite en absoluto? ¿Cómo tiene que ser?

Pienso que todos ponemos límites mentales a nuestra fortaleza, a nuestra paz y a nuestra dicha. Y, en realidad, a nuestra felicidad. ¿No has tenido nunca la sensación de que, de algún modo, es peligroso ser demasiado feliz? Pensamos: “¡Cuidado! No queremos convertirnos en bobos dichosos”. Sin embargo, la característica del Hijo de Dios es la dicha sin límites. ¿Cómo llegar a conocerla como nuestra si le ponemos límites a nuestra dicha? Nuestro ego actúa como un administrador del motor interno de felicidad y dicha, podemos llegar hasta un punto de felicidad, y luego la energía parece apagarse. Necesitamos abandonar a ese administrador.

¿Creo realmente que lo que quiero junto a mi Creador “se hace”? (1:3). ¿Creo que lo que mi voluntad dispone no puede ser negado? (1:4) Hay algunos que tienen un atisbo de esto, y son aquellos que parecen lograr tantas cosas en su vida, negándose a creer que lo que quieren no puede ocurrir. En lugar de ello, se dan cuenta de que tiene que ocurrir.

Por supuesto, aquí no estamos hablando sólo de cosas terrenales. Éste no es el mensaje del dominio de la voluntad, o del control de nuestro entorno por la fuerza de nuestra voluntad. Esto se refiere a nuestra voluntad “santa”, unida a la Voluntad de Dios, que se expresa en la extensión de Su Ser. En esto tenemos poder sin límites. En esto, “Tu Voluntad puede hacer cualquier cosa en mí y luego extenderse a todo el mundo a través de mí” (2:1). Cada uno de nosotros puede ser una fuerza ilimitada para el bien y para Dios si dejamos a un lado la creencia en las limitaciones. Por ejemplo, el poder del amor no tiene límites porque no hay nada real que se le oponga.

Padre, hoy voy a examinar mis pensamientos y buscar las creencias en límites que impiden que Tu poder actúe en mí y a través de mí. Que las reconozca como falsas y que me abra a Tu gran poder, actuando a través de mí para extenderse a todo el mundo.




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 10)

L.pII.10.5:2-3

“Despierta, pues, y regresa a Mí. Yo soy tu Padre y tú eres Mi Hijo”. (5:2-3) El Juicio Final de Dios termina con esto, completando la afirmación que tratamos ayer. Nos cuesta mucho aceptar todas las cosas que aquí se mencionan que Dios está diciendo de nosotros. Necesitamos despertar del sueño en el que su opuesto parece verdadero, y regresar al Padre que nunca ha dejado de amarnos con un amor eterno. “Tú eres Mi Hijo”. Eso es lo que todos deseamos de verdad oír, y todos nosotros (como el hijo pródigo en la Biblia) tenemos miedo de haber perdido el derecho a oírlas. El hijo pródigo estaba tan lleno de culpa que regresó a su padre esperando que, en el mejor de los casos, fuese aceptado y tratado como un criado. En lugar de eso, recibió la bienvenida con un banquete. Su padre salió a su encuentro en el camino.

¿Tenemos miedo de acercarnos a Dios? ¿Dudamos de dirigirnos a Él? ¿Nos sentimos avergonzados acerca de cómo hemos vivido y de lo que hemos hecho con los regalos que Él nos ha dado? Él no está enfadado. Él no está avergonzado de nosotros. Lo único que Él sabe es que somos Sus Hijos, los que Él ama. Y nos está llamando para que regresemos a Él, para que salgamos de la pesadilla en la que nos hemos perdido y olvidado de nosotros mismos, nos está esperando para darnos la bienvenida una vez más a Sus amorosos brazos.














jueves, 14 de noviembre de 2024

Lección 319 Vine a salvar al mundo.

 




1. He aquí un pensamiento del que se ha eliminado toda traza de arrogancia y en el que sólo queda la verdad. 2 Pues la arrogancia se opone a la verdad. 3 Mas cuando la arrogancia desaparece, la verdad viene inmediatamente y ocupa el espacio que, al irse el ego, quedó libre de mentiras. 4 Únicamente el ego puede estar limitado y, por consiguiente, no puede sino perseguir fines limitados y restrictivos. 5 El ego piensa que lo que uno gana, la totalidad lo pierde. 6 La Voluntad de Dios, sin embargo, es que yo aprenda que lo que uno gana se les concede a todos.

2. Padre, Tu Voluntad es total. 2 Y la meta que emana de ella comparte su totalidad. 3 ¿Qué otro objetivo, sino la salvación del mundo, podrías haberme encomendado? 4 ¿Y qué otra cosa sino eso podría ser la Voluntad que mi Ser ha compartido Contigo?




Comentario:

El Curso es muy claro aquí acerca de que nuestro propósito, el de cada uno de nosotros, es la salvación del mundo. Éste es muy diferente del propósito para el que el ego vino al mundo, que es encontrar un lugar en el que Dios no pudiese entrar, escondernos de Dios, por así decirlo, y finalmente morir. Pero el Espíritu Santo tiene un propósito diferente para todo lo que ha inventado el ego para sus fatales propósitos. Nuestro propósito aquí es llevar el mundo a la luz al permitir que seamos transformados, convirtiéndonos en extensiones de Dios en el sueño, para despertar a todos nuestros hermanos junto con nosotros.

Decir: “Estoy aquí para salvar al mundo”, que es lo mismo que el título de la lección, nos parece muy arrogante, pero “he aquí un pensamiento del que se ha eliminado toda traza de arrogancia” (1:1). No es arrogante porque es la verdad, esto es para lo que Dios nos creó, y la función que nos dio. Decir lo contrario es arrogante porque se opone a la verdad e intenta inventar un papel para nosotros que no es el nuestro.

Cuando nuestra arrogancia desaparece, “la verdad viene inmediatamente” (1:3) para llenar el lugar que ha quedado vacío. Los papeles que nos hemos inventado para nosotros mismos están impidiendo e interfiriendo en la función que Dios nos ha dado. La razón por la que pensar que estamos aquí para salvar al mundo no es arrogante es que “lo que uno gana se le concede a todos” (1:6). Así que, aceptar nuestra función como salvadores significa que lo aceptamos por todos, nuestros hermanos se convierten en nuestros salvadores tal como nosotros nos convertimos en los suyos. Si la Voluntad de Dios es total (2:1), entonces el propósito de Dios debe ser total, debe ser la salvación de todo el mundo (2:3), no sólo la mía y la tuya y la de nuestra hermana Susana.

La Voluntad de Dios es llevar el mundo al hogar a la unidad y, por lo tanto, es “la Voluntad que mi Ser ha compartido Contigo” (2:4). Es también mi voluntad. Estamos aquí para la sanación de todas las mentes. Nuestra voluntad es que todos despierten al amor, y ése es nuestro único propósito de estar aquí.

“Vine a salvar al mundo”. Repítete esto a ti mismo, recordártelo es un ejercicio importante. Otro modo de decir esto es: “Estoy aquí únicamente para ser útil”. Que me acuerde de esto hoy. No estoy aquí para hacerme famoso, para hacer dinero, o para lograr cosas pasajeras que considero mis metas. Estoy aquí para ayudar. Estoy aquí para sanar. Estoy aquí para bendecir. Estoy aquí para salvar al mundo.




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 9)

L.pII.10.5:1

“Éste es el juicio Final de Dios: "Tú sigues siendo Mi santo Hijo, por siempre inocente, por siempre amoroso y por siempre amado, tan ilimitado como tu Creador, absolutamente inmutable y por siempre inmaculado"”. (5:1)

Leo estas frases una y otra vez, siento que necesito oírlas a menudo, porque soy consciente de la parte de mi mente que no lo cree.

Soy inocente para siempre. Y sin embargo, a veces me siento culpable. He hecho cosas en mi vida de las que no me siento orgulloso. He fallado a otros. No he estado allí cuando esperaban que estuviera allí. He abandonado al amor. He dicho cosas con la intención de hacer daño. He engañado. Como todos, tengo un montón de cosas que lamento del pasado. Pero Dios me ve siempre inocente. Para mí, una de las frases más conmovedoras del Curso es:

“Tú no has perdido tu inocencia” (L.182.12:1). A veces pienso que la mejor definición del “milagro” es el cambio de percepción que nos permite vernos a nosotros mismos completamente inocentes. Para nosotros es extremadamente difícil ver esto de nosotros mismos, para mí esto es uno de los principales valores de una relación santa. El Curso nos dice que solos no podemos vernos a nosotros mismos completamente inocentes, necesitamos a otro con quien aprender esto juntos.

Soy amoroso para siempre. De nuevo, hay pruebas en mi pasado que contradicen esto. El Curso dice que eso es falso, que no estamos viendo la totalidad de la imagen, y que lo que parecía ser no amoroso era en realidad nuestro propio miedo y una petición de amor.

Sentimos dolor por lo que hemos hecho, pero el Juicio Final nos liberará de ese dolor para siempre, y podremos ver que siempre hemos sido amorosos y que lo somos para siempre. Nada de lo que hemos hecho ha cambiado esto.

Soy amado por siempre. ¡Ah! Esto es a veces difícil de creer, y por las mismas razones: no nos sentimos dignos de ser amados y a veces no nos amamos a nosotros mismos. Recuerdo haber participado en una meditación guiada en la que me sentí dirigido a extender amor, bendiciones y comprensión compasiva a cada uno de los de la sala, y luego a los del barrio, y después al mundo entero. Y luego imaginarme a mí mismo mirando hacia abajo al mundo desde arriba, para verme a mí mismo sentado allí y extender ese mismo amor, bendiciones y comprensión compasiva a mí mismo. Sentí que algo se derretía muy dentro de mí, la severidad de los juicios a mí mismo se derretía cediéndole el lugar a la compasión, y lloré ¡Qué duros somos con nosotros mismos! ¡Y qué pocas veces nos damos cuenta de lo fuertemente que nos atamos a nosotros mismos al banquillo del juicio y de los acusados!

Soy tan ilimitado como mi Creador. Eso pone a prueba mi credulidad y mi comprensión. El lugar al que el Curso nos está llevando, donde se comprende que esto es verdad, está mucho más allá de lo que nos imaginamos.

Soy absolutamente inmutable, sin cambios. La experiencia del cambio constante, de los cambios de humor, de los altibajos, no es lo que yo soy. El Curso me dice: “No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos” (T.24.III.3:1). Eso es lo que pienso que soy, pero eso no soy yo, no mi verdadero Ser.

Soy absolutamente inmaculado para siempre. Puro significa sin contaminación, sin cambio ni alteración. A menudo me siento como una mezcla enfermiza de bondad, maldad e indiferencia. Eso no es lo que yo soy. Yo soy puro, sin mezclas.

Y en el Juicio Final de Dios yo sabré esto, lo sabré todo. Puedo saberlo ahora. Puedo oír Su Voz a mí: hoy, ahora, en el instante santo. Este mensaje es lo que se me comunica sin palabras cada vez. Entro en Su Presencia. Este mensaje es lo que se me da a mí, y a ti, para compartirlo con el mundo.



















martes, 12 de noviembre de 2024

Lección 318 Soy el medio para la salvación, así como su fin.

 



1. En mí—el santo Hijo de Dios—se reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo. 2 ¿Qué podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo propósito y una misma meta? 3 ¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviera mayor o menor importancia que los demás? 4 Soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva porque el propósito de la salvación es encontrar la impecabilidad que Dios ubicó en mí. 5 Fui creado como Aquello tras lo cual ando en pos. 6 Soy el objetivo que el mundo anda buscando. 7 Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. 8 Soy el medio para la salvación, así como su fin.

2. Que asuma hoy, Padre mío, el papel que me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. 2 Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti.



Comentario:

Dicho de manera más sencilla, la meta de la salvación es lo que yo ya soy, y el medio para traer la salvación también soy yo. Yo soy lo que es la salvación, y yo soy el camino para llegar allí.

La salvación es el reconocimiento de la unidad, entonces, “¿cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás?” (1:3). Los medios para la salvación no están en alguna otra parte de la salvación de la que yo estoy separado. La totalidad es de lo que se trata, por lo tanto, los “medios” de llegar allí y el “allí” al que nos dirigimos deben ser lo mismo y, por lo tanto deben estar dentro de mí.

“Yo soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impecabilidad que Dios ubicó en mí”. (1:4)

La inocencia ya está aquí, en mí, donde Dios la puso. Entonces, puesto que el propósito de la salvación es encontrar esa inocencia, yo tengo que ser el medio mediante el cual tiene lugar la salvación.

Me encantan estas frases que siguen a continuación. Para mí, si permito que mi incredulidad desaparezca por un momento lo suficientemente largo para sentir la importancia de estas palabras, “conseguiré” lo que dicen:

“Fui creado como aquello tras lo cual ando en pos. Soy el objetivo que el mundo anda buscando. Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. Yo soy el medio para la salvación, así como su fin”. (1:5-8)

Soy lo que estoy buscando porque Lo he sido desde que fui creado. Estoy buscando únicamente mi Ser, y ¿Dónde puedo encontrar mi Ser sino en mí? Ésta es una búsqueda cuyo éxito está garantizado porque ya soy lo que estoy buscando. La única razón de que parezca ser un viaje de búsqueda es porque he olvidado lo que soy. No hay que ir a ningún sitio.

Intenta repetirte a ti mismo varias veces: “Yo soy la meta que el mundo está buscando”. Date cuenta de los pensamientos que surgen para negar lo que estás diciendo, y míralos de frente. Date cuenta de que es lo que crees acerca de ti mismo lo que te impide decir estas palabras de todo corazón y sin dudas.

Pensamos que tenemos la enfermedad del pecado, y que estamos buscando su curación. Una enfermedad de culpa y de separación. Pero ¡la búsqueda es parte de la enfermedad! De hecho, no hay enfermedad, y sólo la búsqueda hace que parezca que existe. Si durante un momento podemos dejar de creer que estamos separados, nos daremos cuenta de que no lo estamos. La verdad vendrá por sí misma. Relájate, estás bien. Nuestra única necesidad es aceptar la Expiación, aceptar nuestra unidad con Dios, darnos cuenta de que la iluminación es sólo un “darse cuenta”, y no un cambio. No tenemos que cambiar, tenemos que aceptar lo que siempre hemos sido.

“Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti”. (2:1-2)




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 8)

L.pII.10.4:2-6

El Juicio Final es únicamente Amor. Es Dios reconociendo a Su Hijo como Su Hijo (4:3). En el examen final, el Amor de Dios a nosotros es lo que “sanará todo pesar, enjugará todas las lágrimas, y nos despertará tiernamente de nuestro sueño de dolor” (4:3). Podemos pensar, y ciertamente lo pensamos, que algo distinto al Amor de Dios podrá hacer eso por nosotros. Debemos pensar eso, o de otro modo, ¿por qué pasamos tanto tiempo buscándolo? Sin embargo, el Amor continúa esperando a que lo recibamos. Seguimos buscando en cualquier otro sitio porque, en nuestra locura, tenemos miedo del Amor que se nos está ofreciendo.

Nuestro ego nos ha enseñado a tener miedo a Dios y a Su Amor. Tenemos miedo de que, de algún modo, nos tragará y nos hará desaparecer. Pero ¿podría hacer eso el Amor y seguir siendo Amor? Se nos dice dos veces (4:2, 4:4) que no tengamos miedo al Amor. Ése es un modo de mirar a todo lo que estamos aprendiendo: no tener miedo al Amor. En lugar de eso, se nos pide que “le demos la bienvenida” (4:5). Y es tu aceptación del Amor, y la mía, la que salvará y liberará al mundo.

Tenemos miedo de que, al abrirnos al amor, nos harán daño. A menudo nos parece que tomar el camino del amor es tomar el camino de la debilidad. Se le da tanta importancia a tener cuidado del Número Uno, a establecer nuestros límites, a mantener nuestras distancias, a evitar que nos ataquen. Esas cosas tienen su lugar para estar seguros, y sin embargo, a veces pienso que son excusas para la separación, excusas para permanecer aislados, excusas para evitar el amor. Dar amor parece difícil, y recibirlo todavía más difícil. Sin embargo, al final abrirnos tanto a dar como a recibir amor, que en realidad son lo mismo, es todo lo que se necesita. Somos amor, y únicamente al abrirnos completamente al Amor, descubriremos esa verdad de nuestro propio Ser.















lunes, 11 de noviembre de 2024

Lección 317 ¡PADRE! Sigo el camino que me has señalado.

 



1. Tengo una misión especial que cumplir, un papel que sólo yo puedo desempeñar. 2 La salvación espera hasta que yo decida asumir ese papel como mi único objetivo. 3 Hasta que no tome esa decisión, seré un esclavo del tiempo y del destino humano. 4 Pero cuando por mi propia voluntad y de buen grado vaya por el camino que el plan de mi Padre me ha señalado, reconoceré entonces que la salvación ya ha llegado, que se les ha concedido a todos mis hermanos y a mí junto con ellos.

2. Padre, Tu camino es el que elijo seguir hoy. 2 Allí donde me conduce, es adonde elijo ir; y lo que quiere que haga, es lo que elijo hacer. 3 Tu camino es seguro y el final está garantizado. 4 Allí me aguarda Tu recuerdo. 5 Y todos mis pesares desaparecerán en Tu abrazo, tal como le prometiste a Tu Hijo, Quien pensó erróneamente que se había alejado de la segura protección de Tus amorosos Brazos.




Comentario:

“Tengo una misión especial que cumplir, un papel que sólo yo puedo desempeñar”. (1:1)

Tengo un lugar reservado para mí en el plan de la Expiación. Es algo que está especialmente planeado que yo haga, y hasta que encuentre y lleve a cabo mi parte, “la salvación espera” (1:2). Mi creencia en la locura de la separación tiene que ser sanada para que la sanación sea completa.

Creo que cada uno tiene un papel especial que desempeñar en la salvación. Todos tenemos una “función especial” que cumplir, y parte de seguir al Espíritu Santo consiste en aprender a descubrir cuál es ese papel. Puede que no sea algo grande a los ojos del mundo. Podría ser la sanación de una relación especial determinada. Podría ser, como en el caso de Helen Schucman, llevar un mensaje de Dios al mundo. Podría ser criar y educar niños desde la perspectiva de una mente que ha sanado. Podría ser atender un mostrador, escuchar a los clientes y perdonarles. Pero tenemos una función y tenemos que encontrarla y llevarla a cabo.

Sea cual sea, siempre será alguna forma de sanación, de deshacer la culpa, de reconocer al Cristo en aquellos que nos rodean. Será una función que, de alguna forma, da y trae la gracia al mundo, pues todas las funciones dentro del plan de Dios entran en esta categoría general. Nuestra función aquí es la sanación.

Cuando encuentre mi función, encontraré mi felicidad, pues la felicidad es mi función. Esto es lo que elijo hoy. Padre, hoy digo:

“Iré donde Tú quieres que vaya, haré lo que Tú quieres que haga. Siempre Te amaré”.

“Todos mis pesares desaparecerán en Tu abrazo”. (2:5)





¿Qué es el Juicio Final? (Parte 7)

L.pII.10.4:1

“El Juicio Final de Dios es tan misericordioso como cada uno de los pasos de Su plan para bendecir a Su Hijo y exhortarlo a regresar a la paz eterna que comparte con él”. (4:1)

El plan de Dios y su final se caracterizan por una cosa: la misericordia. El resultado final es misericordioso, y cada paso a lo largo de nuestro aprendizaje será misericordioso. Dios tiene un plan, y ese plan es llamarnos a “regresar a la paz eterna que comparte con nosotros". Cualquier parte de ese plan es misericordiosa.

Algunas veces, aunque pensemos que el final será misericordioso, pensamos que las dificultades, el dolor y el sufrimiento son necesarios en el camino. Yo no lo creo. Pienso que la naturaleza misericordiosa del resultado está también en todo el camino. Cada parte de él está dirigido a liberarnos del sufrimiento. “No hay que sufrir para aprender” (T.21.I.3:1). Cuando, en nuestra ceguera, elegimos dolor, puede ser usado para enseñarnos; pero no es necesario que sea de ese modo. El único deseo de Dios es liberarnos de nuestro sufrimiento.

Y al final, Él nos liberará. Al final, conoceremos la totalidad de Su misericordia, la firmeza de Su Amor, y el brillante esplendor de Su dicha. En el corazón del universo, Dios es una extensión infinita de bienvenida.

















domingo, 10 de noviembre de 2024

Lección 316 Todos los regalos que les hago a mis hermanos me pertenecen.

 



1. Del mismo modo en que cada uno de los regalos que mis hermanos hacen me pertenece, así mismo cada regalo que yo hago me pertenece también. 2 Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama. 3 Su Gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo y más allá del tiempo también. 4 Mis arcas están llenas, y los ángeles vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda y sólo se puedan añadir más. 5 Que llegue allí donde se encuentran mis tesoros y entre a donde en verdad soy bienvenido y donde estoy en mi casa, rodeado de los dones que Dios me ha dado.

2. Padre, hoy quiero aceptar Tus dones. 2 No los reconozco. 3 Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y reconocerlos como lo único que deseo.




Comentario:

Esta lección acompaña a la de ayer: “Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen”. Recibimos todos los regalos que dan nuestros hermanos y también recibimos los regalos que nosotros damos. Por supuesto, también es verdad a la inversa: todo lo que cualquiera da lo reciben todos y también reciben todos los regalos que nosotros damos. Todos reciben todo. Es así porque todos somos uno.

“Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama” (1:2). Los regalos de los que estamos hablando son regalos de perdón, cuando dejamos que un error pasado se vaya, en lugar de aferrarnos a un resentimiento o queja que no lo perdona. Cuando doy un regalo de perdón, yo soy bendecido porque las sombras de ese error pasado desaparecen de mi mente. Las sombras ya no oscurecen más la verdad de mi hermano, mi perdón me muestra al Cristo en él.

Por lo tanto, no sólo recibimos un regalo cada vez que alguien lo da, (una sonrisa, una palabra de piedad, un acto de amor) sino que ¡también recibimos un regalo cada vez que alguien recibe un regalo! “Su gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo, y más allá del tiempo también” (1:3). Cuando Jesús miró a la mujer pillada en adulterio, le dijo: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”, ella recibió Su regalo de perdón, y yo recibí un regalo al igual que ella.

La lección dice que nuestras arcas están llenas (1:4). “Los ángeles vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda, y sólo se puedan añadir más” (1:4). El hecho de que no seamos conscientes de estos regalos no influye en ellos, no pueden perderse. Cada pensamiento amoroso se atesora y guarda para nosotros, no se pierde ni uno solo. El tesoro de amor continúa creciendo, tal como Dios continúa expandiéndose y extendiéndose eternamente.

¿Sabes? Si pudiéramos aprovecharnos de esos pensamientos nuestras vidas cambiarían por completo. Nos están llegando e inundando regalos de amor en cada momento. Tenemos la abundante herencia de todo el amor todo el tiempo “y más allá del tiempo también” (1:3), para recurrir a él y hacer uso de él. ¡Nuestra perspectiva está tan terriblemente oprimida por el aislamiento que nos hemos impuesto a nosotros mismos! No tenemos ni idea de la riqueza y abundancia que tenemos.

Pero puedo entrar hoy, ahora, en este mismo instante, en mi almacén de tesoros. Puedo “llegar allí donde se encuentran mis tesoros, y entrar a donde en verdad soy bienvenido y donde estoy en mi casa, rodeado de los regalos que Dios me ha dado” (1:5). Puedo recordar todos los regalos que tengo y garantizármelos a mí mismo al darlos, como nos aconseja la Lección 159:

“No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo”. (L.159.2:4-5)

El almacén de tesoros es mi mente, los regalos están todos allí. Puedo reconocer que los tengo al darlos. Es como mantener la circulación funcionando. Y puesto que todos los regalos que les doy a mis hermanos son míos, darlos es la manera en que reconozco que los tengo y la manera de conservarlos. Ésa es otra manera de entender la lección: Los únicos regalos que tengo son los que doy. Así que hoy daré amor y dicha a mis hermanos. Ofreceré paz mental a todos. Al hacerlo, los regalos serán míos.

Si nos sentimos inseguros acerca de cómo reclamar y reconocer todos estos tesoros, esta avalancha de bendiciones, podemos unirnos en la oración que cierra la lección, que expresa el hecho de que no los reconocemos todos los regalos todavía, y pedimos instrucciones para hacerlo:

“Padre, hoy quiero aceptar Tus regalos. No los reconozco. Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y estimarlos como lo único que deseo”. (2:1-3)




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 6)

L.pII.10.3:2

“Tener miedo de la gracia redentora de Dios es tener miedo de liberarte totalmente del sufrimiento, del retorno a la paz, de la seguridad y la felicidad, así como de tu unión con tu propia Identidad”. (3:2)

Si en el Juicio final no hay condena, si todos nosotros estamos libres de todos nuestros errores y de todos los efectos que parecían tener, ¡qué locura tener miedo al Juicio Final! Los evangelistas de la calle proclaman con sus pancartas: “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios!”, están transmitiendo un mensaje de miedo: “¡Ten cuidado! Pronto estarás ante el trono de Cristo para ser juzgado, y si no estás preparado, serás condenado”. En el Curso, Jesús nos dice que no hay razón para el miedo. Tener miedo al Juicio de Dios es tener miedo a todo lo que queremos: la completa liberación del sufrimiento. El Juicio de Dios no condena, sino que salva.

Sufrimos debido a nuestra culpa, el perdón nos libera. Sentimos angustia debido a nuestro miedo, el perdón nos devuelve la paz y la seguridad y alegría. Vivimos alejados de nuestra Identidad debido a nuestra creencia en el pecado, pero el perdón nos devuelve la unión con nuestro Ser.

Nuestro miedo a Dios está profundamente arraigado. Cuando Dios se acerca, reaccionamos como un animal salvaje atrapado, feroz, cruel y aterrorizado. ¡Oh, alma mía! ¡Él sólo viene con sanación y liberación! Él viene a traernos todo lo que siempre hemos querido y más. No tengas miedo. En el nacimiento de Jesús, “El ángel les dijo: ‘No temáis pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo’” (Lucas 2:10). Eso es lo que se nos pide que creamos, que debajo de toda la apariencia de terror, de muerte y de venganza que hemos puesto encima, la creación de Dios es pura dicha, puro amor, pura paz, perfecta seguridad. Dios nos espera, no para castigarnos sino para acogernos para siempre en Sus amorosos brazos.














sábado, 9 de noviembre de 2024

Lección 315 Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen.

 



1. En cada momento de cada día se me conceden miles de tesoros. 2 Soy bendecido durante todo el día con regalos cuyo valor excede con mucho el de cualquier cosa que yo pudiera concebir. 3 Un hermano le sonríe a otro y mi corazón se regocija. 4 Alguien expresa su gratitud o su compasión, y mi mente recibe ese regalo y lo acepta como propio. 5 Y todo el que encuentra el camino a Dios se convierte en mi salvador, me señala el camino y me asegura que lo que él ha aprendido sin duda me pertenece a mí también.

2. Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, de cada Hijo de Dios. 2 Los regalos que mis hermanos me pueden hacer son ilimitados. 3 Ahora les mostraré mi agradecimiento, de manera que mi gratitud hacia ellos pueda conducirme a mi Creador y a Su recuerdo.




Comentario:

En la Lección 97 se nos dijo que si practicamos con la idea de la lección (“Soy espíritu”) para así acercar la realidad un poco más a nuestra mente, “el Espíritu Santo se regocijará de tomar cinco minutos de cada hora de tu tiempo para llevarlos alrededor de este mundo afligido donde el dolor y la congoja parecen reinar” (L.97.5:1). Dice: “No pasará por alto ni una sola mente receptiva que esté dispuesta a aceptar los dones de curación que esos minutos brindan, y los concederá allí donde Él sabe que han de ser bien recibidos” (L.97.5:2). Dice que “cada ofrenda que se le haga se multiplicará miles de veces y decenas de miles más” (L.97.6:1). Pues bien, 1.000 × 10.000 = 10.000.000 (10 millones). Así que Él multiplicará nuestros regalos por lo menos diez millones de veces, pero dice “decenas de miles”, en plural, así que eso significa hasta 90.000.000 (90 millones) de veces. Quizá los números son sólo simbólicos, indicando “un número extremadamente grande”, pero estoy seguro de que Jesús literalmente quiere decir que, con nuestra elección, un número inimaginable de mentes se beneficiarán. Cada mente abierta a recibir, recibirá nuestro regalo: millones de mentes.

Ahora, en esta lección, vemos el lado opuesto de la moneda. Pues todos aquellos que tienen su mente abierta y, como nosotros, por un instante ofrecen el regalo de su mente a Dios, nosotros recibimos sus regalos. Así pues, cada momento, miles de hermanos encuentran el camino a Dios por un instante y dan un regalo, que yo recibo porque todas las mentes están unidas, como nos dice el primer párrafo: una sonrisa entre hermanos o una palabra de agradecimiento o de misericordia, en cualquier parte del mundo, le ofrece un regalo a mi mente. Puedo recibirlo de cualquiera que encuentra su camino a Dios.

Todas las mentes están unidas. Cada momento, miles de regalos llegan a mi mente, procedentes de otras mentes. Si mi mente está abierta, ¡puedo recibir cada uno de ellos! En un grupo de estudio en el que estábamos tratando esta idea, un alumno observó: “¡Eso suena a un trabajo a tiempo completo!” Por supuesto que sí. Suena también como mi trabajo.

¿Te has preguntado alguna vez de dónde vienen esos benditos pensamientos? ¿Te has preguntado alguna vez por qué de repente, en medio de un día bastante deprimente, algo viene a tu mente y alegra tu corazón? Generalmente pensamos, si es que lo hacemos, que debe ser el Espíritu Santo. Pero podría igualmente ser un hermano que ha encontrado su camino a Dios en ese momento y le ha sonreído a alguien, y al hacerlo te ha enviado a ti el regalo. El Espíritu Santo ha sido el cartero. Alguien a quien no conoces, al otro lado del mundo, ¡acaba de darte una bendición!

El intercambio de regalos del universo dentro de la gran “Internet” universal está ocurriendo todo el tiempo. Todo el mundo está conectado, sólo tienes que leer tu correo.

Así pues, elevemos nuestro corazón en agradecimiento a cada Hijo de Dios. Pasemos esta mañana y esta noche un rato agradeciendo a nuestros hermanos, que son uno con nosotros, por todos sus muchísimos regalos, la mayoría de los cuales no hemos reconocido durante la mayor parte de nuestra vida.

A todos los que leéis esto: “Gracias por recordar, hermano o hermana”. Gracias por amar, en lugar de temer. Gracias por ser consciente, por estar vivo. Gracias por sonreír, por extender alegría. Gracias por mostrar misericordia. Gracias por perdonar. Gracias por uniros a otros. Que hoy mi meditación se centre en todas las maneras en que estoy siendo bendecido constantemente por mis hermanos, y en la realidad que obtengo de todos y cada uno de ellos.

“Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, procedentes de cada Hijo de Dios”. (2:1)





¿Qué es el Juicio Final? (Parte 5)

L.pII.10.3:1

“Tú que creías que el Juicio Final de Dios condenaría al mundo al infierno junto contigo, acepta esta santa verdad: el Juicio de Dios es el regalo de la Corrección que le concedió a todos tus errores. Dicha Corrección te libera de ellos y de todos los efectos que parecían tener”. (3:1)

La mayoría de nosotros, al menos en la sociedad occidental, hemos crecido creyendo en algún tipo de infierno. Decimos: “Dios te hará pagar por eso”. Nos insultamos unos a otros diciendo: “¡Vete al infierno!” Intelectualmente podemos haber rechazado la idea de un infierno literal, con llamas y demonios y horquillas, sin embargo, la idea está entre nuestros pensamientos. Hay un miedo visceral de lo que puede haber después de la muerte, que nos corroe por dentro, negado, reprimido, pero todavía… ahí. Si creemos en Dios, como muchos, nos acecha constantemente la preocupación por cómo nos juzgará, cómo juzgará nuestra vida.

Entonces, el Curso nos aconseja: “acepta esta santa verdad”. El Juicio de Dios no es una condena, sino un regalo: el regalo de la Corrección. No un castigo sino una sanación. No “no hay salida” sino la escapatoria. El Juicio Final no menciona cada uno de nuestros errores y luego nos encierra con sus consecuencias para toda la eternidad. No, corrige nuestros errores y nos libera de ellos, y no sólo “de los errores sino también de todos los efectos que parecían tener”.

Piensa en ello. ¿Cómo te sentirías si supieras sin ninguna duda que estás libre de todos tus errores y de todos sus efectos? ¡Eso sería el júbilo total! El “Aleluya” a pleno pulmón. Pero, el Curso nos dice que eso es la verdad, ésa es “la verdad que jamás ha cambiado” (1:1).Estamos libres de nuestros errores y de sus efectos, siempre lo hemos estado, y siempre lo estaremos. Eso es lo que todos juntos llegaremos a aceptar en ese instante del Juicio Final. Y eso es lo que estamos aprendiendo a aceptar para nosotros mismos, y a enseñárselo a todos nuestros hermanos. Nos liberamos unos a otros de nuestros pecados, para que aquellos que liberamos, a su vez, puedan liberarnos a nosotros.

















Lección 314 Busco un futuro diferente del pasado.




1. De una nueva percepción del mundo nace un futuro muy diferente del pasado. 2 El futuro se ve ahora simplemente como una extensión del presente. 3 Los errores del pasado no pueden ensombrecerlo, de manera que el miedo ha perdido sus ídolos e imágenes y, al no tener forma, deja de tener efectos. 4 La muerte no podrá reclamar ahora el futuro, pues ahora la vida se ha convertido en su objetivo y todos los medios necesarios para su logro se proveen gustosamente. 5 ¿Quién podría lamentarse o sufrir cuando el presente ha sido liberado y su seguridad y paz se extienden hasta un futuro tranquilo y lleno de júbilo?

2. Padre, cometimos errores en el pasado, pero ahora elegimos valernos del presente para ser libres. 2 Ponemos el futuro en Tus Manos y dejamos atrás nuestros errores pasados, seguros de que Tú cumplirás las promesas que nos haces en el presente y de que bajo su santa luz dirigirás el futuro.




Comentario:

Según el ego, el futuro es sólo el resultado del pasado, es el pasado mismo extendiéndose más allá del presente. Para el ego, el pasado condiciona el futuro. Según el Espíritu Santo: “El futuro se ve ahora simplemente como una extensión del presente” (1:2). Lo que elegimos ver y creer en el ahora determina cómo será el futuro, el futuro no está condicionado por el por el pasado. “Los errores del pasado no pueden ensombrecerlo, de tal modo que el miedo ha perdido sus ídolos e imágenes, y, al no tener forma, deja de tener efectos” (1:3).

Al abandonar el pasado y reconocer que no me puede afectar ahora, atraigo un futuro diferente al pasado. Mi elección de ahora a favor de la salvación, mi voluntad de aceptar la Expiación para mí mismo elimina todo el miedo del pasado. Los “ídolos e imágenes” (1:3) del miedo son cosas como toda la culpa y todas las falsas percepciones del pasado. Ya no están al alcance del miedo cuando he puesto el pasado en manos de Dios y he aceptado el perdón para mí mismo. Empiezo desde este mismo instante como una pizarra limpia. Sin las formas de los ídolos e imágenes del pasado, el miedo no puede tener efectos.

Basado en la culpa del pasado, mi futuro era una muerte segura. Pero con el pasado libre de “pecado”, y siendo la vida mi objetivo ahora, la muerte no puede reclamarme (1:4). Mi cuerpo físico “morirá” probablemente (a menos que suceda un raro milagro de ser llevado al cielo en un torbellino, como Elías en la Biblia, II Reyes,2), aunque el cuerpo nunca muere porque nunca vive, pero puesto que yo no soy un cuerpo, no moriré y no tendré miedo de la muerte. “Se proveen gustosamente todos los medios necesarios para su logro” (1:4). Cuando mi mente sea corregida y mi meta sea la vida, todo lo que necesito para lograr mi meta me lo proporciona el Espíritu Santo. “Cuando el presente ha sido liberado” de toda culpa y de todo miedo, ese presente extenderá “su seguridad y paz hasta un futuro tranquilo y lleno de júbilo” (1:5).

La clave está en permitir que mi mente sea liberada de la culpa y del miedo en este mismo instante. Puedo practicar esto en el instante santo. Puedo tomar un instante y permitir que la paz y seguridad de las que habla esta lección inunden mi mente. Puedo traerle al Espíritu Santo toda mi culpa, mi sufrimiento, mi dolor, mi ira, y permitir que Él sane mi mente. Cuanto más a menudo haga esto, la paz se extenderá hacia afuera a lo largo del día. Quizá el testimonio más frecuente de las personas que han estado estudiando el Curso durante un tiempo es: “Estoy mucho más en paz de lo que lo he estado en toda mi vida”. Funciona. Y al crecer esa paz en el presente, al pasar cada vez más momentos ahora en esa paz mental, el futuro está cada vez más lleno de gozo.

Que elija valerme del presente para ser libre (2:1). ¿Cuántos de mis momentos presentes paso sufriendo o llorando por el pasado, lamentando cosas que he perdido? ¿Cuántos de mis momentos presentes paso teniendo miedo de algo del futuro? Que elija valerme del presente de manera distinta. Cada vez que sea consciente del presente, que elija usar ese momento para la paz y para nada más. Hacer eso es escaparse del infierno. Dejar el futuro en manos de Dios. Dejar atrás los errores del pasado (2:2). Voy a poner mi vida en las manos de Dios “seguro de que Tú cumplirás las promesas que nos haces en el presente, y de que bajo su santa luz dirigirás el futuro”




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 4)

L.pII.10.2:3-6

Cuando toda la creación, cuando cada mente, haya aceptado por fin la nueva visión del mundo como un mundo sin pecado y sin propósito, llegará el final del mundo. Pienso que “al no tener causa” se refiere a ver el mundo sin pecado pues, según el Curso, el pecado y su compañero la culpa han causado el mundo. Entonces “al no tener función” significaría lo mismo que “sin propósito” (2:2). Para el ego, el propósito del mundo es la destrucción o castigo. Una vez que la causa y la función del mundo han sido eliminadas de todas las mentes, el mundo “simplemente se disuelve en la nada” (2:3).

Como dice el Manual para el Maestro: “El mundo acabará cuando su sistema de pensamiento se haya invertido completamente” (M.14.4:1). Puedes leer esta hermosa sección entera (¿CÓMO ACABARÁ EL MUNDO?), (especialmente su conmovedor párrafo final). En la visión del Curso, el fin del mundo no es un cataclismo, ni un gran triunfo de ejércitos celestiales, sino una serena desaparición, simplemente la desaparición de una ilusión cuya aparente necesidad ha terminado.

“Ahí (en la nada) nació y ahí ha de terminar” (2:4). Dicho de otra manera, el mundo nació de la nada, y no quedará nada cuando desaparezca. Únicamente los pensamientos de amor que se han manifestado son reales y eternos. Todo lo demás desaparece, incluso “las figuras del sueño”, es decir, nuestro cuerpo “desaparecerá (2:5-6), pues ha desaparecido el pecado como su causa y la muerte como su propósito.

Como hemos leído a menudo antes, en las secciones “¿Qué es?” y en el Texto, el ego inventó el cuerpo para sus propósitos. El Espíritu Santo nos invita a utilizar el cuerpo para Sus propósitos mientras estamos en el sueño. Él nos lleva a darnos cuenta de que “lo falso es falso y que lo que es verdad jamás ha cambiado” (1:1), y una vez que todos nosotros hemos logrado ese propósito, el cuerpo ya no tiene ningún propósito. Simplemente desaparece.

Una última frase se añade: “pues el Hijo de Dios es ilimitado” (2:6). El cuerpo desaparece porque el Hijo de Dios es ilimitado, y el cuerpo es un límite. Cuando nuestra mente haya regresado a Cristo, completamente, ya no tendremos necesidad de ninguna limitación. Lo que somos no tiene límites, y un cuerpo limitado no nos serviría de nada.

Éste es el “final de todas las cosas”, tal como el Curso lo ve. Entonces, ¿Cómo deberíamos vivir ahora, todavía dentro del sueño, pero sabiendo que éste es su final? Necesitamos aprender cómo considerarlo (el final) y estar dispuestos a encaminarnos en esa dirección (M.14.4:5). Trabajamos con el Espíritu Santo, hoy y todos los días, al aprender a contemplar el mundo sin condena, para verlo completamente perdonado. Le permitimos que nos enseñe que no hay propósito en el mundo, y poco a poco conseguimos abandonar nuestro apego al mundo. Nos abrimos cada vez más a la visión del Hijo ilimitado de Dios, visión que va aumentando dentro de nosotros.


















 

viernes, 8 de noviembre de 2024

Lección 313 Que venga a mí ahora una nueva percepción.

 



1. Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido y que en su lugar se ha invitado al amor. 2 Y éste vendrá dondequiera que se le invite. 3 Esta visión es Tu regalo. 4 Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdonado. 5 Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. 6 Que Su verdadera percepción venga a mí ahora para poder despertar del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme.

2. Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. 2 ¡Qué bellos somos! 3 ¡Cuán santos y amorosos! 4 Hermano, ven y únete a mí hoy. 5 Salvamos al mundo cuando nos unimos. 6 Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros.





Comentario:

La visión de Cristo “ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado” (1:1). Ésta es una nueva visión que viene a mí. Yo no voy detrás de ella, la recibo. Me abro a ella y se me da: “Ésta visión es Tu regalo” (1:3). Para ver todas las cosas sin mancha de pecado no tengo que esforzarme, es un regalo que Dios me da. Cuando vea pecado, lo que puedo aprender a hacer es pedir una visión diferente: “Que venga a mí ahora una nueva percepción”. Puedo querer esta nueva visión, y quererla es todo lo que se necesita. El resto se te da: “El amor vendrá dondequiera que se le invite” (1:2).

Cristo -que es mi verdadero ser, eterno y que no cambia- “no ve pecado alguno en nada de lo que contempla” (1:5). Ésta no es una visión que mi Ser tenga que conseguir, ya es mía, en Cristo. Todo lo que tengo que hacer es permitir que esa nueva visión venga a mí. Cuando lo hago, cuando contemplo al mundo y lo veo perdonado, me despertaré del sueño de pecado y veré mi impecabilidad en mi interior” (1:6). Resumido, éste es el mensaje del Curso: ver tu propia inocencia al ver la inocencia del mundo. Encontrar el perdón al perdonar a otros.

Tal como la visión siempre ha sido parte de mi Ser el Cristo, así también la inocencia ha sido guardada a salvo por Dios, “completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme” (1:6). Eso es todo lo que estamos haciendo: identificarnos con el Cristo, con algo que ya soy. “La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio” (L.188.1:4). No hay que alcanzar nada, ni ir a ningún sitio, ya estamos en Él, y todo lo que se necesita es el reconocimiento de que ya es así, la identificación con lo que siempre ha existido. Dejamos que venga a nosotros una nueva visión, eso es todo. 

Así que, hermanos:

“Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos!” (2:1-2)




¿Qué es el Juicio Final? (Parte 3)

L.pII.10.2:1-2

“El Juicio Final sobre el mundo no encierra condena alguna”. (2:1)

Sin condena, esto nos parece muy difícil llegar a lograrlo. Durante generaciones se nos ha enseñado que en el Juicio Final, Dios separará los “buenos” de los “malos”, el “trigo” de la “cizaña”, y enviará a los malos al castigo eterno. Preferimos la idea de la venganza, nos parece justicia. Vamos al cine y nos alegramos cuando los malos son liquidados. Por supuesto, cuando se trata de imaginarnos a nosotros delante del Juicio Final de Dios, nos ponemos un poco nerviosos, de hecho, muy nerviosos. Porque sabemos que no somos perfectos.

¿Cómo no puede haber condena en el Juicio Final? Sólo puede haber una explicación. No hay condena porque “ve al mundo completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno” (2:2). La única manera de que no haya condena es que el pecado no existe. Todo el mundo y todas las cosas son completamente perdonados. Y eso nos fastidia. “¿Quieres decir que los malos no son liquidados al final de la historia?” No nos parece justo porque creemos que el pecado es real y se merece castigo.

El antiguo evangelista del siglo 18, Jonathan Edwards (autor del famoso sermón: “Pecadores en manos de un Dios enfadado) enseñó que el pecado es pecado. Que no hay grados de pecados, cada pecado es infinitamente pecaminoso y exigía castigo eterno porque cualquier pecado es un ataque a un Dios infinito. Como dice C.S.Lewis: la idea de un pecado “pequeño” es como la idea de un embarazo “pequeño”. Edwards tenía a la gente tan aterrorizada cuando pronunciaba su sermón que la gente en la iglesia se agarraba a las columnas de la iglesia por miedo a que el suelo se abriera y los arrastrara al infierno. Si el pecado fuera real, él tendría razón. Todos nosotros seríamos infinitamente culpables, y todos nosotros mereceríamos el castigo eterno. En esta película no hay “buenos”.

Por lo tanto, si el pecado fuese real, y vengarse de alguien estuviese justificado, vengarse de todos nosotros estaría justificado. Si los malos fueran liquidados al final de la historia, todos nosotros seríamos liquidados. Al aferrarnos a la idea de la condena y el castigo, nos estamos condenando al infierno a nosotros mismos. Y en alguna parte dentro de nosotros lo sabemos, ¡por eso nos sentimos tan nerviosos!

La única alternativa es no condenar. El perdón total. Sin pecado en nadie. Y ése es el mensaje del Curso: “El Hijo de Dios es inocente” (T.14.V.2:1). Ése será el Juicio Final de Dios, y ése será nuestro juicio cuando lleguemos al final del viaje.

“Pues ve a éste completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno”. (2:2)

El Juicio Final no sólo ve al mundo sin pecado, sino sin propósito alguno. Esta idea no encaja con la idea de que Dios creó el mundo, ¿crearía Dios algo sin ningún propósito? Sin embargo, la falta de propósito encaja muy bien con la idea de que el ego en nuestra mente ha inventado el mundo.

¿Has mirado alguna vez al mundo y sospechado que no tenía ningún propósito ni ningún significado? ¿Qué el ciclo sin fin de nacimiento y muerte no parece ir a ningún sitio? Todos crecemos (algunos con más dificultades que otros, algunos con más éxito que otros), luchamos en la vida, obtenemos lo que podemos y luego (así lo parece) todo llega a su fin, y todo lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido se pierde (ver T.13.In.2). ¿Qué sentido tiene? Muchos, especialmente entre los jóvenes de hoy en día, han aceptado este punto de vista, y han caído en la desesperación y la indiferencia.

Y sin embargo, este punto de vista es válido. De hecho, ¡el Juicio Final lo confirmará! El mundo no tiene propósito. Es el producto de una mente enloquecida por la culpa (T.13.In.2:2). Sin embargo, la comprensión de ello no tiene por qué llevar a la desesperación, puede ser el trampolín a la dicha eterna. Visto sin propósito, al fin podemos pasarlo de largo y recordar nuestro verdadero hogar en Dios.































Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...