lunes, 27 de noviembre de 2023

¿Qué es el ego?


 


1.  El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad. (UCDM 1.Qué es el ego)

Sin embargo, este yo es lo que continuamente elegimos idolatrar. Un ídolo está destinado a sustituir al verdadero Dios, con imágenes que toman la forma de nuestro Creador, que es abstracto y sin forma. Entonces adoramos a los ídolos, tomando su forma como verdad, mientras perdemos el contenido de amor de la verdad. De la misma manera, adoramos al ego en la forma del cuerpo, sustituyendo su ser por el Ser de Cristo. El cuerpo se convierte así en realidad para nosotros, el "héroe" del sueño del ego.

En nuestra locura creemos que este cuerpo moribundo, el "cuerpo mortal" de Hamlet, es nuestra identidad.

La impía trinidad del pecado, la culpabilidad y el temor del ego nos aterroriza ante Dios, que se ha convertido en nuestro enemigo mortal -en guerra con nosotros porque estamos secretamente en guerra con Él. Claramente, esto no tiene nada que ver con el verdadero Dios, sino con la deidad vengativa del sueño del ego. Este pasaje del manual para maestros describe dramáticamente el sistema de pensamiento del ego de magia, venganza y asesinato:

Reaccionar con ira ante cualquier pensamiento mágico que se haya percibido es una de las causas básicas del temor. Examina lo que esta reacción significa, y se hará evidente el lugar central que ocupa en el sistema de pensamiento del mundo. Un pensamiento mágico, por su mera presencia, da por sentada la separación entre Dios y nosotros. Afirma, de la forma más clara posible, que la mente que cree tener una voluntad separada y capaz de oponerse a la Voluntad de Dios, cree también que puede triunfar en su empeño. Es obvio que esto no es cierto. Sin embargo, es igualmente obvio que se puede creer que lo es. Y ahí es donde la culpabilidad tiene su origen. Aquel que usurpa el lugar de Dios y se lo queda para sí mismo tiene ahora un "ene-migo" mortal. Y ahora él mismo tiene que encargarse de su propia protección y construir un escudo con que mantenerse a salvo de una furia tenaz y de una venganza insaciable. (M.17.5)

La fuerza de Cristo es debilidad para el ego, porque es el poder de la Unidad perfecta. La fuerza del ego -la verdadera debilidad- es el poder aparente de la separación, del que el mundo da fe. Creemos que somos fuertes, porque si estamos aquí -y ciertamente creemos que lo estamos- fue debido a nuestra derrota de Dios. Entonces derrotamos a todos los demás a través de la indulgencia de nuestra especialidad, nuestra retorcida idea de la fuerza. Sin embargo, se nos pide que consideremos si esta es realmente la fuerza que queremos, como en el poema de Helen "Alternativas":

Una fantasía de dolor, un sueño de muerte, un grito de agonía, un aliento superficial, tal es el mundo que ves. ¿Es tu elección ser la sustitución de la Voz de Dios? (Los dones de Dios, p. 11)

En líneas que ya nos son familiares, Jesús nos pregunta directamente al final del texto si es nuestro deseo sucumbir a la tentación del ego de identificarnos con el cuerpo débil, impotente y atacante:

La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías seguir siendo eso, si Cristo se te apareciese en toda Su gloria, pidiéndote solamente esto?:

Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo, o si prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus hermanos allí.

Él ha venido, y esto es lo que te está pidiendo.

¿Cómo se lleva a cabo esa elección? ¡Qué fácil de explicar es esto! Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza. (T.31-VIII-1,2)



2.   El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (UCDM 2.Qué es el ego)

"Ve" está entre comillas porque la voluntad de Dios no ha sido destruida. Sin embargo, subyacente a nuestra creencia de que existimos como individuos está el pensamiento de que lo hemos destruido, la base del sistema de pensamiento demente del ego:

El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. (T.21-II-6.4,7)

Este es el sistema de pensamiento prevaleciente en el mundo y la base de su comportamiento: el perro come al perro, mata o es matado, uno u otro, la proyección sombría del pensamiento original de que existimos por haber destruido a Dios. Nuestra culpabilidad grita que Él buscará recuperar Su vida destruyéndonos a cambio. Recordemos el pasaje sucinto y revelador del texto de los dos sueños que consciente e inconscientemente pensamos que son la realidad: víctima y victimario respectivamente:

Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. 2Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo. He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. La pequeña grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio ancestral, el instante del desastre, están todos aquí. He aquí la causa de la irrealidad. Mas es aquí donde se des-hará. (T.27-VII-12,1)

La verdad, sin embargo, yace a salvo más allá de estos sueños, porque "Dios piensa de otra manera"



3.   El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?(UCDM 3.Qué es el ego) 

En otras palabras, cuando estamos en nuestras mentes correctas, fuera del sueño y recordando nuestra identidad como Cristo, ya no conocemos la locura o la muerte de Dios. Volviendo a la cordura, nos damos cuenta de que esta locura era un sueño que ahora ha desaparecido. Lo anterior nos dice una vez más que Dios no puede saber de nada en este mundo, porque ¿Cómo puede saber del pecado, la culpabilidad, el temor o la separación, nada de lo cual ha sucedido? La clarificación de los términos proporciona este contraste entre el ego y el milagro, y Jesús nos pide una vez más que elijamos entre locura y cordura, ilusión y verdad:

Esto es lo que era el ego: el odio cruel, la necesidad de venganza y los gritos de dolor, el miedo a la muerte y el deseo de matar, la ilusión de no tener hermanos, y el yo que parecía estar solo en el universo. El milagro corrige este terrible error con respecto a ti mismo con la misma dulzura con la que una madre amorosa adormece con su canto a su criatura. ¿No preferirías escuchar un canto así? ¿No contestaría ese canto todo lo que pensabas preguntar, haciendo incluso que la pregunta dejase de tener sentido? (CT-2.8)



4.  Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir. (UCDM 4.Qué es el ego)

Cuando estás en presencia de la realidad no ves el ego, sus pensamientos, ni nada más, que es lo que Jesús nos dice que cuando despertemos del sueño ya no lo recordaremos, porque no hay nada que recordar (T-19.IV-D.6). Por eso, desde la perspectiva no dualista de Un Curso de Milagros, el espíritu no puede tener nada que ver con el sueño, porque no conoce al ego ni su mundo (por ejemplo, T-4.II.8:6). La realidad -y el Hijo de Dios como parte de la realidad- es literalmente sin ego y aparte de la locura del ego. ¿Cómo, entonces, puede el ego ser visto, y mucho menos reaccionar, cuando literalmente no está allí?

¿Qué es el ego? El ego no es más que un sueño de lo que en realidad eres. Un pensamiento de que estás separado de tu Creador y un deseo de ser lo que Él no creó. El ego es un producto de la locura, no de la realidad. Es tan sólo un nombre para lo innombrable. Un símbolo de lo imposible; una elección de opciones que no existen. (CT.2-1.4,9)

¿Qué es el ego? El ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues sólo él parece real. Mas ¿podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? (CT.2-2.1,4)

El término altar en Un Curso de Milagros es usado como un símbolo para el que toma las decisiones, como aprendimos anteriormente. Es la parte de nuestras mentes que puede elegir identificarse con el ego o el Espíritu Santo. El pasaje anterior describe nuestra elección de adorar en el santuario del ego -su sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo; de sufrimiento, asesinato y muerte- mientras que el siguiente pasaje del texto nos da cuerpo al altar del ego tal como se manifiesta en nuestras relaciones especiales:

El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. Y aquellos que se unen ante su altar aceptan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedicadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. El otro siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minucias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere. (UCDM.15-VII.9)

La sangre fluye libremente en este santuario especial, porque representa la crucifixión del Hijo de Dios. Así, cuando Jesús apareció en el mundo, la gente lo hizo parte de su sueño de crucifixión, idolatrando a su salvador crucificado. Sin embargo, la verdad invulnerable del Hijo inocente de Dios -reflejada en la forma de Jesús- descansaba en la mente recta del Hijo, esperando tranquilamente su regreso a la cordura




5.  Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él. (UCDM 5.Qué es el ego)

Nuestro tomador de decisiones ahora se da cuenta de su error, cambia su mente y se vuelve a la luz del Espíritu Santo. El altar ensangrentado es limpiado del odio por el perdón, que no ve ningún pecado como el amor ha reemplazado el miedo, la guerra de paz, y el dolor de alegría. La luz de la verdad ha venido a iluminar las tinieblas de la ilusión:

Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo ni necesita quedarse más de un instante. Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz. (T.25-III.6)

Hemos regresado a nuestras mentes correctas, dándonos cuenta de que no hay lugar donde preferiríamos estar, el prerrequisito para estar en el mundo real en el que la mente equivocada desaparece, como lo hace su mundo de separación y pecado. Todo lo que queda es la memoria de quiénes somos como Hijo único y unificado de Dios, tan santo como su Creador, la Santidad misma.

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