Comentario:
En Un Curso de Milagros, pecado y separación son virtualmente sinónimos. El pecado es la creencia de que la separación es real, y es deplorable porque se logró a través de un ataque vicioso. Sin embargo, si las mentes están unidas, no puede haber separación o diferencias, y por lo tanto no hay pecado. De hecho, no hay nada más que Dios y Cristo, Su Unicidad totalmente inafectada por lo que nunca sucedió. Pedir ayuda para cambiar nuestra percepción del mundo -el significado del perdón- nos permite entender que somos verdaderamente uno: en mente y en mente.
Primero pedimos ayuda para cambiar de la percepción falsa del ego a la percepción verdadera del Espíritu Santo. Cuando Su visión ha limpiado todos los pensamientos equivocados que se mantienen en nuestras mentes, todo lo que queda es que Dios dé Su paso final. Así termina la percepción, como dice la aclaración de los términos, en una "luz resplandeciente", y lo que toma su lugar es el conocimiento inmutable de nuestro Ser (C-4.7).
Las vistas y los sonidos del mundo perceptivo pueden servir para ayudar a deshacer la ilusión. En sí misma, la percepción no es verdadera, y cuando el cuerpo ha cumplido su función como instrumento de comunicación y aula de aprendizaje, ambos desaparecen. El recuerdo de Dios amanece en nuestras mentes perdonadas, y estamos en reposo.
El llamado al retorno es el llamado para que nuestro tomador de decisiones cambie de opinión; otra forma de decir que se nos pide que no miremos hacia afuera, sino que permitamos que lo que nuestros ojos perciben refleje lo que hemos elegido primero para ver hacia adentro. Sólo entonces podremos cambiar nuestras mentes acerca de sus falsas percepciones, y abrir la puerta a Dios y a Su paz.
La Palabra de Dios es la Expiación, cuya aceptación deshace el sistema de pensamiento del ego. Primero necesitamos pedirle a Jesús ayuda para cambiar nuestra percepción de nuestro hermano, lo que permite que nuestro pecado proyectado sea devuelto a la mente donde se originó. Entonces miramos dentro de nosotros la decisión equivocada de la mente por el ego, reconocemos nuestra elección equivocada y elegimos correctamente, volviendo por fin a casa al amor en nuestros corazones.
La idea de que el perdón está relacionado con la experiencia de las mentes unidas no está clara de manera intuitiva. Sin embargo, un pequeño reflejo parece aclarármelo mejor. Si no perdono a alguien, sin duda hay una barrera entre nuestras mentes. Mentalmente estoy rechazando a esa persona y no tengo ningún deseo de unirme mentalmente a ella. Mi juicio es un firme “No” a los pensamientos de esa persona. Cuando perdono, mi mente se abre a sus pensamientos. El perdón me enseña que todas las mentes están unidas. Abre el camino para que yo entienda que esto es verdad.
Nuestra vista nos dice, de miles de maneras, que somos seres separados. El perdón abre el camino a una experiencia que está más allá de nuestra vista, y nos muestra la unidad que existe y que la vista no puede ver. El perdón “revela el altar a la verdad”. Dentro de nuestra mente encontramos “la morada de Dios Mismo”. “El perdón elimina mis sueños de separación y de pecado”. En la experiencia de unión con otro ser humano, empezamos a recordar nuestra unión con Dios y con toda la creación.
¿Qué es el ego? (Parte 6)
L.pII.12.3:4
A diferencia del ego, nuestro verdadero Ser, el Hijo de Dios, está rodeado de paz eterna. Donde el ego se ve a sí mismo en guerra con el universo y tiembla constantemente por miedo al ataque de cada figura de sus sueños, el Hijo de Dios está eternamente “libre de todo conflicto”. El Hijo descansa eternamente “imperturbable… en la tranquilidad y silencio más profundos” (3:4).
Cuando empezamos a ponernos en comunicación con nuestro Ser, sentimos el sabor de esa profunda y callada paz. Ésa es una de las características del instante santo. Hay una paz en el instante santo que no se puede describir.
“Hay un silencio que el mundo no puede perturbar. Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado”. (L.164.4:1-3)
El ego, separado del universo, no puede conocer esta paz. Viene únicamente de dentro de nuestro Ser, ya que es una cualidad de Quien somos. No tiene nada que ver con ninguna circunstancia externa, y ninguna circunstancia externa puede alterarla. Es parte de lo que todos juntos somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario