Esta es otra lección crucial y, como acabo de indicar, lleva nuestro aprendizaje (y práctica) un paso más allá. Si tengo pensamientos de ataque, debo creer que soy vulnerable. Si creo que soy vulnerable, no puedo ser Cristo porque Él es invulnerable. Si, como Jesús me recordará repetidamente, "soy como Dios me creó", y si mi realidad es el espíritu, debo ser uno con todo y con todos. Por lo tanto, literalmente no hay nada ni nadie "ahí fuera" que pueda hacerme daño. Sin embargo, siempre y cuando crea que puedo ser lastimado, ya sea en mi propio cuerpo o a través del de otra persona, estoy dando fe de mi vulnerabilidad. Además, al decir que soy vulnerable, también estoy diciendo que tengo razón en mi autoevaluación y que el Espíritu Santo está equivocado.
1. Seguramente resulta obvio que si puedes ser atacado es que no eres invulnerable. Ves el ataque como una amenaza real. Esto se debe a que crees que realmente puedes atacar.
El hecho de estar aquí me está demostrando que realmente puedo atacar, porque sólo podría haber llegado aquí atacando a Dios primero. Y yo "sé" que he atacado primero porque percibo un ataque a mi alrededor. La dinámica de la proyección me ayuda a comprender cómo se produce este fenómeno de percepción del ataque: la proyección hace que la percepción -lo que percibo fuera- sea la proyección de lo que he hecho real dentro, un punto que retomaremos:
Y lo que tendría efectos a través tuyo también tiene que tenerlos en ti. Ésta es la ley que en última instancia te salvará, pero de la que ahora estás haciendo un uso indebido. Debes, por lo tanto, aprender a usarla en beneficio de lo que más te conviene en vez de en su contra.
Como hemos visto varias veces en estas lecciones tempranas, lo interno y lo externo son uno y lo mismo. El pensamiento de atacar y el pensamiento de ser atacado vienen del mismo sistema de pensamiento. Proyectamos nuestros pensamientos egoístas, y luego creemos que nos van a lastimar a cambio. Como Jesús enseña en el texto, en el contexto de nuestra necesidad de proyectar ("deshacernos") del conflicto ("lo que no queremos"):
El segundo error es la idea de que puedes deshacerte de algo que no deseas dándoselo a otro. Dándolo es precisamente como lo conservas. La creencia de que viéndolo fuera de ti lo excluyes de tu interior es una distorsión total del poder de la extensión. Por eso es por lo que los que proyectan se preocupan tanto por su seguridad personal. Temen que sus proyecciones van a retornar a ellos y a hacerles daño. Puesto que creen haberlas desalojado de sus mentes, creen también que esas proyecciones están tratando de volverse a adentrar en ellas. (T-7.VIII.3:6-11).
También es verdad, como hemos visto, que el Amor de Dios que permitimos que venga a través de nosotros en el perdón también regresará a nosotros; es ese Amor que percibiremos a nuestro alrededor; ya sea que lo expresemos o lo pidamos.
Las leyes de proyección y extensión operan de manera similar, pero con contenidos diferentes. Por eso, al principio del texto, Jesús habla de la proyección como el "uso inapropiado de la extensión" (T-2.I.1:7) -era la misma ley de la mente, simplemente "mal usada", que conduce a la mala creación en lugar de a la creación. Esta ley nos salvará también en otro sentido, porque refleja que todo es una ilusión. Lo que parece estar afuera es una ilusión porque lo que parece estar adentro -el sistema de pensamiento del ego- es una ilusión. Reconocer esto es la perdición del ego.
2. Puesto que no podrás sino proyectar tus pensamientos de ataque, temerás ser atacado. Y si temes ser atacado, es que crees que no eres invulnerable.
Esto es lo que prueba que tú tienes razón y que Jesús está equivocado. Jesús pregunta: "¿Por qué estás tan molesto? Todo esto es un sueño". Y le decimos: "¿Qué quieres decir con que todo esto es un sueño? ¡Mira cómo me han atacado! Mira cómo sufro y todo el dolor que siento! Mira lo que otras personas están sintiendo: ¡todos somos vulnerables! Por favor, no me digas que esto es un sueño." Así es como probamos que nuestras percepciones son correctas. Nuestro dolor, ya sea en los demás o en nosotros mismos, es la prueba final de que Dios está muerto y que nosotros existimos en su lugar.
Los pensamientos de ataque, por lo tanto, hacen que seas vulnerable en tu propia mente, que es donde se encuentran. Los pensamientos de ataque y la invulnerabilidad no pueden aceptarse al unísono, 5pues se contradicen entre sí.
Si percibo pensamientos de ataque en ti, es sólo porque primero los he hecho realidad para mí, lo que he hecho por el deseo de hacer que mi separación de Dios -el ataque original- sea también real. Es sólo después de esa decisión de establecer el ataque como real que el plan de mi ego me pide que los proyecte hacia afuera, haciéndome vulnerable a mi percepción del ataque de los demás. Es claro que estos pensamientos de ataque -de nuevo, que reflejan la separación de Dios y por lo tanto de todos los demás-"no pueden ser aceptados juntos" con nuestra invulnerabilidad como Dios nos creó. Esta es otra manera de decir que Dios y el ego son mutuamente excluyentes. La dinámica de la disociación es lo que nos permite mantener estas creencias contradictorias en nuestras mentes, como explica el texto en estos dos pasajes:
El ego y el espíritu no se conocen. Sólo mediante la disociación puede la mente separada mantener vigente la separación.(T-4.VI.4:1-2).
La disociación es un proceso de pensamiento distorsionado, en el que se abrigan dos sistemas de creencias que no pueden coexistir. Si se pone uno al lado del otro, resulta imposible aceptarlos a los dos. Pero si uno de ellos se mantiene oculto del otro, su separación parece mantenerlos vigentes a los dos y hace que parezcan ser igualmente reales. Poner uno al lado del otro, por lo tanto, se convierte en motivo de miedo, pues si haces eso, no podrás por menos que dejar de aceptar uno de ellos. No puedes quedarte con los dos, pues cada uno supone la negación del otro. Si se mantienen separados, este hecho se pierde de vista, pues al estar entonces en lugares diferentes es posible creer firmemente en los dos.(T-14.VII.4:3-8).
3. La idea de hoy introduce el pensamiento de que siempre te atacas a ti mismo primero.
Repito, si percibo que me atacas y luego reaccionas como si eso fuera cierto, es sólo porque yo ataqué primero. Esto no tiene nada que ver con el comportamiento, porque el ataque sólo existe en mi mente. La idea de hoy se refleja bien en un pasaje incisivo del texto: "Si él no os habla de Cristo, vosotros no le habéis hablado de Cristo" (T-11.V.18:6). La proyección es el principio rector que rige la actividad de la mente, ya que determina cómo percibimos el mundo que nos rodea. Recuerde, la percepción es interpretación: cómo vemos, no lo que vemos.
No se puede decir con demasiada frecuencia que para entender correctamente pasajes como estos, el estudiante debe darse cuenta de que Jesús nunca está hablando de lo que la gente está haciendo en su comportamiento, sino sólo de nuestra percepción de lo que otros están haciendo. Cuando sientes que has sido atacado por otro, has interpretado su comportamiento. Esto no significa que no veas pensamientos de ataque en otras personas; Jesús ve pensamientos de ataque en todos sus estudiantes. Es en nuestros juicios que los pensamientos de ataque se hacen realidad. Así lo leemos en el manual para el maestro:
Tal vez sea útil recordar que nadie puede enfadarse con un hecho. 2Son siempre las interpretaciones las que dan lugar a las emociones negativas, aunque éstas parezcan estar justificadas por lo que aparentemente son los hechos(M-17.4:1-2).
Si los pensamientos de ataque entrañan forzosamente la creencia de que eres vulnerable, su efecto no es otro que debilitarte ante tus propios ojos. De este modo, han atacado tu percepción de ti mismo. Y puesto que crees en ellos, ya no puedes creer en ti mismo. Una falsa imagen de ti mismo ha venido a ocupar el lugar de lo que eres.
Habiéndonos debilitado ante nuestros propios ojos (nuestra vulnerabilidad), hemos demostrado una vez más que tenemos razón y que el Espíritu Santo está equivocado; somos hijos del ego en vez de Hijos de Dios. Ya no creemos que somos el Cristo, del cual el Espíritu Santo en nuestras mentes correctas es el recordatorio. Hemos reemplazado la verdad de quiénes somos con una imagen falsa - un yo especial, único e individualizado. Una vez más, es nuestro uso de la disociación lo que nos permite mantener dos imágenes contradictorias de nosotros mismos: la verdad del conocimiento que hemos elegido olvidar, y la ilusión de ataque que elegimos recordar. Estos pasajes describen de manera convincente esta dinámica y su perdición a través del Espíritu Santo:
*A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar.
*Ofrécele al Espíritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad.
*Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado.
*Cuando atacas te estás negando a ti mismo. Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprenderías por qué esto siempre da miedo.
*Todo ataque es un ataque contra uno mismo. No puede ser otra cosa. Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. Y si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él.
(T-10.II. 1:1-2; 2:3,5; 3:1-2; 4:1,3-4; 5:1,4-5).
4. Practicar con la idea de hoy te ayudará a entender que la vulnerabilidad o la invulnerabilidad son el resultado de tus propios pensamientos. Nada, excepto tus propios pensamientos, puede atacarte. Nada, excepto tus propios pensamientos, puede hacerte pensar que eres vulnerable. Y nada, excepto tus propios pensamientos, puede probarte que esto no es así.
El enfoque de nuestros ejercicios se centra únicamente en nuestros pensamientos, la fuente del problema y su solución. De hecho, todo es pensamiento, cuya aceptación es el objetivo del entrenamiento mental del libro de trabajo. Estos pensamientos no son de un órgano físico, el cerebro, sino de la mente, que viene de la identificación con el ego o con Jesús. De estos dos pensamientos o sistemas de pensamiento -culpa o inocencia- surge un mundo y nuestra percepción del mundo. Si te sientes atacado, has elegido el ego como tu maestro y por lo tanto crees que eres vulnerable y mereces ser atacado. Esto no tiene nada que ver con el comportamiento; sólo tiene que ver con la forma en que percibes el comportamiento. Por otro lado, si recordamos nuestra invulnerabilidad como la creación perfecta de Dios, nuestra percepción del mundo cambia en consecuencia. Un pasaje cerca del final del texto expresa sucintamente el principio de que la proyección hace percepción:
¡Qué simple es la salvación! Tan sólo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni lo será nunca. Lo imposible no ha ocurrido, ni puede tener efectos. Eso es todo. ¿Podría ser esto difícil de aprender para aquel que quiere que sea verdad? Lo único que puede hacer que una lección tan fácil resulte difícil es no estar dispuesto a aprenderla. ¿Cuán difícil puede ser reconocer que lo falso no puede ser verdad, y que lo que es verdad no puede ser falso? Ya no puedes decir que no percibes ninguna diferencia entre lo falso y lo verdadero. Se te ha dicho exactamente cómo distinguir lo uno de lo otro, y lo que tienes que hacer si te confundes. ¿Por qué, entonces, te empeñas en no aprender cosas tan sencillas como éstas? (T.31.I.1)
Solamente se pueden aprender dos lecciones. Cada una de ellas da lugar a un mundo diferente. Y cada uno de esos mundos se deriva irremediablemente de su fuente. El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. Es un mundo de terror y desesperación. En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. (T.31.I.7)
En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. No hay nada en él que no te invite amorosamente a ser su amigo y a que le permitas unirse a ti. Ni una sola llamada deja jamás de oírse, se interpreta erróneamente o se queda sin contestar en el mismo lenguaje en que se hizo. Y entenderás que ésta es la llamada que todos los seres y todas las cosas en el mundo siempre habían hecho, pero que tú no habías percibido como tal. Y ahora te das cuenta de que estabas equivocado. Te habías dejado engañar por las formas que ocultaban la llamada. Por lo tanto, no la podías oír, y así, perdiste un amigo que siempre quiso ser parte de ti. La eterna y queda llamada de cada aspecto de la creación de Dios a la totalidad se oye por todo el mundo a la que esta otra lección da lugar. T.31.I.8)
El resto de la lección presenta un ejercicio e instrucciones con las que ya estamos bastante familiarizados. El enfoque, como siempre, está en nuestros pensamientos y sentimientos que parecen molestarnos, mirándolos lo más desapasionadamente posible, y con más que una atención superficial. Es esta pensativa no-evaluación la que nos permite entender que estos trastornos comparten el mismo propósito subyacente de mantenernos alejados del Pensamiento del Amor, el cual nuestros pensamientos intentan ocultar. En otras palabras, todas las formas de malestar reflejan el contenido oculto de atacarnos a nosotros mismos al negar Quiénes somos como el Hijo único de Dios.
5. La idea de hoy requiere seis sesiones de práctica. 2Se deben dedicar dos minutos completos a cada una de ellas, que pueden reducirse a uno en caso de que la incomodidad sea demasiado grande. No deben reducirse a menos de eso.
6. Comienza cada sesión repitiendo la idea de hoy, luego cierra los ojos y trae de nuevo a la mente aquellas cuestiones aún sin resolver cuyos posibles desenlaces te inquietan. La inquietud puede manifestarse en forma de depresión, ansiedad, ira, una sensación de coacción, miedo, malos presentimientos o preocupación. Cualquier problema aún sin resolver que tienda a reaparecer en tus pensamientos durante el día constituye un sujeto adecuado. No podrás abarcar muchos de ellos en cada sesión de práctica porque se debe dedicar más tiempo del habitual a cada uno de ellos. La idea de hoy debe aplicarse de la siguiente manera:
7. Primero, nombra la situación:
Estoy preocupado acerca de _____
Luego examina todos los posibles desenlaces que se te hayan ocurrido en conexión con la situación que te hayan causado inquietud, y refiriéndote a cada uno de ellos de manera muy con-creta, di lo siguiente:
Temo que lo que pueda ocurrir es que _____
Este ejercicio refleja el principio axiomático del ego: la culpa exige castigo, un resultado que tememos justificadamente. Nuestras preocupaciones sobre lo que sucederá -"las cuestiones no resueltas cuyo resultado te preocupan"- inevitablemente nos llevan al temor de lo que sucederá. Por lo tanto, no tenemos otra opción que erigir defensas contra estos objetos de nuestro miedo, predichos por nuestra culpabilidad. Volveremos más adelante sobre este importante tema de la defensa.
8. Si has estado haciendo los ejercicios correctamente, deberías haber encontrado cinco o seis posibilidades desagradables para cada una de las situaciones en cuestión, y probablemente más. Es mucho mejor examinar detenidamente unas cuantas situaciones que revisar un número mayor superficialmente. A medida que la lista de los desenlaces que prevés se haga más larga, es probable. que, algunos de ellos, especialmente aquellos que se te ocurran hacia el final, te resulten menos aceptables. Procura, no obstante, en la medida de lo posible, de tratarlos a todos por igual.
9. Después de que hayas nombrado cada desenlace que temes, di para tus adentros:
Este pensamiento es un ataque contra mí mismo.
3Concluye cada sesión de práctica repitiendo una vez más para tus adentros la idea de hoy.
Este, por supuesto, es el punto. Llevamos la oscuridad de nuestras ilusiones a la luz de la verdad de Jesús. El problema no está en el resultado que esperamos, sino en la decisión subyacente de atacarnos a nosotros mismos negando a Dios. Después de estas primeras veinticinco lecciones, puedes ver cómo, paso a paso, lección a lección, Jesús nos está guiando lenta y gentilmente hacia la experiencia específica de las enseñanzas más abstractas en el texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario