jueves, 1 de febrero de 2024

Lección 32 "He inventado el mundo que veo".





1. Continuamos hoy desarrollando el tema de causa y efecto. No eres víctima del mundo que ves porque tú mismo lo inventaste. Puedes renunciar a él con la misma facilidad con la que lo construiste. Lo verás o no lo verás, tal como desees. Mientras desees verlo, lo verás; cuando ya no lo desees ver, no estará ahí para que lo puedas ver.

2. La idea de hoy, al igual que las anteriores, es aplicable tanto a tu mundo interno como al externo, que en realidad son lo mismo. Sin embargo, puesto que los consideras diferentes, las sesiones de práctica de hoy tendrán una vez más dos fases: una dedicada al mundo que ves fuera de ti, y la otra, al que ves en tu mente. Trata de introducir en los ejercicios de hoy el pensamiento de que ambos se encuentran en tu propia imaginación.

3. Una vez más, comenzaremos la sesión de práctica de por la mañana y la de por la noche repitiendo la idea de hoy dos o tres veces mientras miras a tu alrededor al mundo que consideras como externo a ti. Luego cierra los ojos y mira tu mundo interno. Procura tratarlos a ambos con la mayor igualdad posible. Repite la idea de hoy sin ningún apresuramiento y tan a menudo como desees mientras observas las imágenes que tu imaginación le presenta a tu conciencia.

4. Se recomiendan de tres a cinco minutos para las dos sesiones de práctica más largas, siendo tres el mínimo requerido. Si notas que hacer los ejercicios te relaja, los puedes alargar a más de cinco minutos. Para facilitar esa relajación, escoge un momento en el que no preveas muchas distracciones, y en el que te sientas razonablemente preparado.

5. Estos ejercicios se deben seguir haciendo asimismo a lo largo del día tan a menudo como sea posible. Las aplicaciones más cortas consisten en lentas repeticiones de la idea según exploras tu mundo externo o tu mundo interno. No importa cuál de ellos elijas.

6. La idea de hoy también debe aplicarse inmediatamente a cualquier situación que te pueda perturbar. 
Aplícala diciéndote a ti mismo:

He inventado esta situación tal como la veo.





Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible. Repite la idea lentamente mientras miras a tu mundo exterior o interior.

Respuesta a la tentación: Siempre que una situación te disguste. Inmediatamente responde con: 
“He inventado esta situación tal como la veo”.

Comentario:
Si no soy víctima del mundo, entonces ¿Cuál es mi relación con el mundo? Yo he inventado el mundo. Si yo he inventado el mundo, si yo lo he fabricado ¿Cómo puedo ser su víctima? 

Ahora bien, decir que yo he inventado el mundo es una idea muy fuerte. Decir que lo puedo abandonar igual que lo hice, parece todavía más improbable. Sin embargo, eso es lo que la práctica del Libro de Ejercicios se propone demostrarnos, no mediante la lógica rigurosa sino a través de experiencias que demuestran que es verdad. Eso es lo que son los milagros. Los milagros demuestran que “el mundo que ves fuera de ti” y “el mundo que ves en tu mente” están “ambos… en tu propia imaginación”.

Esta lección sólo está introduciendo la idea, no intentando probarla. El Texto trata el mismo pensamiento en varios lugares (T.21.II.11:1; T.20.III.5:1-5), la más destacable de ellas es:

“¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó?” (T.20.VIII.7:3-4).

“Ésta no es una idea que puedas pasar por alto fácilmente si estudias el Curso; el Curso insiste en ella” (L.132.6:2-3).

Todo lo que aquí se nos pide es que abramos nuestra mente a la idea de que nosotros hemos inventado el mundo que vemos. El concepto puede ocasionarnos confusión porque va en contra de nuestras creencias fundamentales sobre el mundo. El mundo tiene algunas cosas agradables, pero también contiene un montón de horrible basura. Y que se nos diga que somos responsables de ello, que nosotros lo inventamos, no encaja fácilmente en nuestra mente.

Si esta lección provoca todo tipo de preguntas en tu mente, bien; deja que surjan. Hoy, en los periodos de práctica, simplemente aplica la idea tal como se da. Es normal que parte de tu mente esté en el fondo diciendo: “Esto son bobadas. Realmente no me lo creo”. La Introducción ya nos avisó de que podríamos resistirnos vivamente a sus ideas. Decía:

“Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más”. (L.In.9:2-5).

Puede resultar difícil al principio, pero sólo tenemos dos opciones: o bien yo inventé el mundo, o bien yo soy su víctima. O yo soy su causa, o su efecto. No hay otras posibilidades. Piénsalo. O soy el soñador inventándome todo este lío, o soy parte del sueño de otro (quizá del sueño de Dios). Si yo no soy la causa, entonces estoy a merced del mundo. Pero si yo soy la causa, ¡hay esperanza! Puedo cambiar el sueño y, quizá, finalmente dejar de soñar.


No soy una víctima del mundo que veo porque soy la víctima de mis pensamientos, que formaron este mundo. Visto desde un punto de vista metafísico, toda mi vida -desde el nacimiento hasta la muerte- es mi sueño; el guion de la victimización que escribí para lograr el propósito del ego. Como ya hemos visto, este propósito es mantener mi existencia individual, pero separar mi creencia en el pecado proyectándola en los demás. Si mi vida es mi sueño, mi obra, mi guion, entonces obviamente soy su autor. Por lo tanto, soy una víctima de mi propia escritura de guiones. En verdad, el que toma las decisiones se identificó con el ego -la parte de mi mente dividida que se identifica con la separación- escribió este guion para enseñar que el mundo es una prisión y que todos en él son mis carceleros. Cuando lo invito a entrar, el Espíritu Santo se une a mí allí para enseñarme que este mundo ahora puede convertirse en un salón de clases en el que aprendo que lo inventé. Me enseña además por qué lo hice: para proteger mi individualidad y mi especialidad. Por lo tanto, porque lo inventé, porque inventé el mundo que veo, puedo cambiarlo.

Una vez más, "He inventado el mundo que veo" se refiere a la idea de que mi vida es una invención, basada en la premisa irreal de que he sido tratado injustamente como un niño pequeño y, por lo tanto, necesitado de defensas. Así que yo, como un ego sano, literalmente invento el mundo que siempre probará que estoy en lo correcto y que todos los demás están equivocados, por lo que mis pensamientos y comportamiento de ataque están justificados.

Jesús una vez más está hablando de motivación: es mi deseo ver un mundo victimizado, incluso si ese deseo está fuera de la conciencia, como la mayoría de nuestros deseos lo están. El mundo de la victimización que veo está ahí porque quiero que esté ahí. Aunque no se explica en esta lección, la razón por la que quiero un mundo de victimización es poder decir que el pecado de separación es tuyo y no mío. Un pasaje revelador cerca del final del Capítulo 27 en el texto hace que esta dinámica -aquí implícita- sea bastante clara:

El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. La culpabilidad que sentiste por lo que habías pensado la proyectaste fuera de ti mismo sobre un mundo culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamientos por ti. Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya propia.
El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. (T-27.VIII.7:2-5; 8:1-2).

Para repetir, puedo dejar el mundo tan fácilmente como lo hice cuando tomé el ego como mi maestro en lugar de Jesús. Simplemente cambio mi decisión soltando la mano del ego y tomando la suya en su lugar. Es muy sencillo. Lo que lo hace difícil es su implicación: si hago esto, desapareceré como me conozco a mí mismo, y entonces ¿Quién seré? Ese es el miedo. Nuestra tarea es permitirnos entrar en contacto con ese miedo, y luego observar las locas defensas que elegimos para protegernos contra algo que de todos modos no existe.

Jesús está apelando aquí a nuestra motivación, como lo hace consistentemente a través de Un Curso de Milagros. Si realmente queremos ser felices, necesitamos seguir lo que él dice, porque sólo eso nos hará felices. Pero eso significa que tenemos que ser capaces de decir que él tenía razón y nosotros estábamos equivocados. Eso es lo más difícil de admitir para cualquier persona en este mundo.

La oración final del segundo párrafo de esta lección también es extremadamente importante. Tanto el mundo que vemos fuera como el mundo que vemos dentro de nuestras mentes existen sólo en nuestra imaginación. Lo inventamos todo: el pensamiento de la separación; un mundo interior de pecado, culpa y miedo, que engendra la creencia en la separación; y el mundo proyectado que no es más que la sombra del mundo interior imaginario del ego. Por lo tanto, de lo único que estamos hablando es de un mundo imaginario que aparece fuera, pero que está realmente dentro de nuestras mentes. Muy lentamente en estas lecciones tempranas Jesús nos está entrenando para entender que son sólo nuestros pensamientos los que son importantes, no el mundo exterior.

Jesús está reforzando lo que nos ha estado enseñando: estos pensamientos están hechos: pensamientos de ira, especialidad, odio a sí mismo, ansiedad y terror existen sólo en nuestra imaginación; ya sea que vengan en pensamientos de placer o pensamientos de dolor. Porque estamos hablando de pensamientos imaginarios, también estamos hablando de mundos imaginarios. No hay diferencia.

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