domingo, 4 de febrero de 2024

Lección 36 "Mi santidad envuelve todo lo que veo".





1. La idea de hoy extiende la idea de ayer del que percibe a lo percibido. Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. Y puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. "Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. No se puede estar libre de pecado sólo un poco. O bien eres impecable o bien no lo eres. Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo.

2. Hoy se requieren cuatro sesiones de práctica de tres a cinco minutos cada una. Trata de distribuirlas equitativamente y de hacer las aplicaciones más cortas a menudo para así asegurar tu protección durante todo el día. Las sesiones de práctica más largas deben hacerse de la siguiente forma:

3. Cierra primero los ojos y repite la idea de hoy varias veces lentamente. Luego ábrelos y mira a tu alrededor con bastante lentitud, aplicando la idea de manera específica a cualquier cosa que notes en tu ligera inspección. Di, por ejemplo:

Mi santidad envuelve esa alfombra.
Mi santidad envuelve esa pared.
Mi santidad envuelve estos dedos.
Mi santidad envuelve esa silla.
Mi santidad envuelve ese cuerpo.
Mi santidad envuelve esta pluma.

Cierra los ojos varias veces durante estas sesiones de práctica y repite la idea para tus adentros. Luego ábrelos y continúa como antes.

4. Para las sesiones de práctica más cortas, cierra los ojos y repite la idea; mira a tu alrededor mientras la repites de nuevo y finaliza con una repetición adicional con los ojos cerrados. Todas las aplicaciones, por supuesto, deben llevarse a cabo con bastante lentitud y con el menor esfuerzo y prisa posibles.



Propósito: Darte cuenta de que la santidad de tu mente debe llevar a la visión santa.


Observaciones: Fíjate en que se supone que vas a espaciar por igual los periodos de práctica más largos y que vas a hacer entre ellos, y a menudo, frecuentes recordatorios. Está claro que lo importante es que practiques muy a menudo. Así tu mente está protegida durante todo el día. Envolver tu día en esta red finamente tejida, que no tiene grandes agujeros, es una meta muy importante del Libro de Ejercicios. También, como siempre, repite la idea muy lentamente, con tranquilidad, y sin tensión. Hacerlo así es lo que marca la diferencia.

Comentario:
Siempre le he tenido cariño a esta lección, porque la primera vez que la hice tuve un verdadero sentido de la santidad emanando de mí y rodeando todo, primero mi habitación, luego mi ciudad, después el mundo, y finalmente el universo. Por un breve momento me sentí como un Buda, sentado y bendiciendo al mundo entero (a propósito, ésa es la lección de mañana). El resultado fue tan real para mí que a menudo, cuando estoy sentado en meditación sin practicar ninguna lección determinada, pienso en ella y permito que esa sensación me inunde por completo.

No todos responden a cada lección, pero todos responden a algunas lecciones. Fíjate en aquellas que te impacten especialmente, y recuérdalas. La Lección 194 del Libro de Ejercicios habla de hacerse un “repertorio de solución de problemas” que puede sernos útil.

“Si pudieses ver la lección de hoy como la liberación que realmente representa, no vacilarías en dedicarle el máximo esfuerzo de que fueses capaz, para que pasase a formar parte de ti. Conforme se vaya convirtiendo en un pensamiento que rige tu mente, en un hábito de tu repertorio para solucionar problemas, en una manera de reaccionar de inmediato ante toda tentación, le transmitirás al mundo lo que has aprendido”. (L.194.6:1-2)

En la lección de ayer la atención se centraba en el que ve: “Soy muy santo”. Hoy la santidad se extiende a lo que veo. Puesto que soy santo, mi visión tiene que ser también santa. Y soy completamente santo porque así es como Dios me creó. Santo significa “sin pecado”, y no puedes estar un poco sin pecado tal como una mujer no puede estar un poco embarazada. Aquí la lógica es sencilla y clara: si yo soy parte de Dios, debo estar sin pecado, o parte de Dios sería pecadora. Si no hay pecado en mí, también tengo que tener una visión santa.

El modo en que me veo a mí mismo afecta al modo en que veo al mundo. Mi santidad envuelve al mundo si me veo a mí mismo santo. Si me veo como un ser horrible, mis atrocidades envolverán al mundo. Si estoy decidido a ver al mundo rodeado de santidad, puedo aprender a verme a mí mismo del mismo modo.

Ya sé que eso suena al revés, el orden “debería” ser que primero me vea a mí mismo santo, y luego al mundo. Lo que sucede es que lo que me impide ver mi santidad es mi negativa a ver al mundo de esa manera. Desde la postura mental del ego, parece que ver santidad en el mundo, por comparación, me convierte a mí en pecador. El ego siempre piensa en términos de comparación. El hecho es que tal como vea al mundo, así me veo a mí mismo; y tal como me vea a mí mismo, así veo al mundo.

La mente del ego insistirá en que debe ser uno u otro porque funciona desde la suposición de la separación. El Espíritu Santo presenta ambos como iguales porque funciona desde la idea de la unidad. No hay separación entre mí y lo que yo veo, sólo existe la unidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...