lunes, 12 de febrero de 2024

Lección 43 "Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él".

 





1. La percepción no es un atributo de Dios. El ámbito de Dios es el del conocimiento. Sin embargo, Él ha creado al Espíritu Santo para que sirva de Mediador entre la percepción y el conocimiento. Sin este vínculo con Dios, la percepción habría reemplazado al conocimiento en tu mente para siempre. Gracias a este vínculo con Dios, la percepción se transformará y se purificará en tal medida que te conducirá al conocimiento. Ésa es su función tal como la ve el Espíritu Santo. Por lo tanto, ésa es en verdad su función.

2. En Dios no puedes percibir. La percepción no tiene ninguna función en Dios, y no existe. Pero en la salvación, que es el proceso de erradicar lo que nunca fue, la percepción tiene un propósito sumamente importante. Habiéndola inventado el Hijo de Dios para un propósito no santo, tiene que convertirse ahora en el medio a través del cual se le restaura su santidad en su conciencia. La percepción no tiene significado. Sin embargo, el Espíritu Santo le otorga un significado muy parecido al de Dios. Una percepción que ha sanado se convierte en el medio por el que el Hijo de Dios perdona a su hermano, y, por ende, se perdona a sí mismo.

3. No puedes ver separado de Dios porque no puedes estar separado de Dios. Todo lo que haces, lo haces en Él, porque todo lo que piensas, lo piensas con Su Mente. Si la visión es real, y es real en la medida en que comparte el propósito del Espíritu Santo, entonces no puedes ver separado de Dios.

4. Hoy son necesarias tres sesiones de práctica de cinco minutos cada una. La primera debe hacerse lo más temprano que puedas; la segunda lo más tarde posible, y la tercera en el momento más oportuno y adecuado que las circunstancias y la buena disposición permitan. Al comienzo de estas sesiones repite la idea de hoy para tus adentros con los ojos cerrados. Luego mira a tú alrededor brevemente, aplicando la idea específicamente a lo que veas. Cuatro o cinco objetos durante esta fase de la sesión de práctica serán suficientes. Podrías decir, por ejemplo:

Dios es mi Fuente. No puedo ver este escritorio separado de Él.
Dios es mi Fuente. No puedo ver ese cuadro separado de Él.

5. Si bien esta parte del ejercicio debe ser relativamente corta, asegúrate, en esta fase de la práctica, de seleccionar los objetos tan al azar como sea posible, sin controlar su inclusión o exclusión. Para la segunda fase, la más larga, cierra los ojos, repite la idea de hoy nuevamente, y luego deja que cualquier pensamiento pertinente que se te ocurra sea una aportación a la idea de hoy en tu propio estilo particular. Pensamientos tales como:

Veo a través de los ojos del perdón.
Veo el mundo como un lugar bendito.
El mundo me puede mostrar quién soy.
Veo mis propios pensamientos, que son como los de Dios.

Cualquier pensamiento que en mayor o menor medida esté directamente relacionado con la idea de hoy es adecuado. Los pensamientos no tienen que tener una relación obvia con la idea, pero tampoco deben oponerse a ella.

6. Si ves que tu mente se distrae o si comienzas a notar la presencia de pensamientos que están en clara oposición a la idea de hoy, o si te resulta imposible pensar en algo, abre los ojos, repite la primera fase del ejercicio, y luego intenta de nuevo la segunda. No dejes transcurrir grandes lapsos de tiempo en los que te enfrascas en pensamientos irrelevantes. Para evitar eso, vuelve a la primera fase del ejercicio cuantas veces sea necesario.

7. Al aplicar la idea de hoy durante las sesiones de práctica más cortas, la forma de la idea puede variar de acuerdo con las circunstancias y situaciones en las que te encuentres en el transcurso del día. Cuando estés con otra persona, por ejemplo, trata de acordarte de decirle silenciosamente:

Dios es mi Fuente. No puedo verte separado de Él.

Esta variación puede aplicarse por igual tanto a desconocidos como a aquellas personas con las que crees tener una relación íntima. De hecho, evita a toda costa hacer distinciones de esta clase.

8. La idea de hoy también debe aplicarse en el transcurso del día a las diversas situaciones y acontecimientos que puedan presentarse, especialmente a aquellos que de alguna forma parezcan afligirte. A tal fin, aplica la idea de esta manera:

Dios es mi Fuente. No puedo ver esto separado de Él.

9. Si en ese momento no se presenta en tu conciencia ningún sujeto en particular, repite simplemente la idea en su forma original. Trata de no dejar pasar grandes lapsos de tiempo sin recordar la idea de hoy y, por ende, sin recordar tu función.




Propósito: Recordar tu función.

Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas angustiado por un acontecimiento o situación. Aplica la idea concretamente:

 “Dios es mi Fuente. No puedo ver esto separado de Él”.

Comentario:
Todo lo que llamamos “ver” es percepción, no es conocimiento. La percepción no nos muestra la verdad, en el mejor de los casos nos muestra un símbolo de la verdad. En el Curso, “conocimiento” es algo que pertenece al reino de la perfección, o Cielo; no es posible tener conocimiento, porque este mundo no es verdad. Todo el propósito del Curso está centrado en llevarnos de la percepción falsa a la percepción verdadera; únicamente cuando nuestra percepción haya sido completamente limpiada, estaremos preparados para el cambio al conocimiento.

Sin el Espíritu Santo, la percepción seguiría siendo falsa. Pero debido a que Dios ha colocado esta relación con Él Mismo en nuestra mente, la percepción puede purificarse para que nos lleve al conocimiento. En el Cielo o en Dios no existe la vista, sólo el conocimiento. Para ver se necesitan dos: el que ve y lo que ve, lo cual es una dualidad, una separación que no existe en la verdad. Sin embargo, “en la salvación”, nuestra experiencia en este mundo, “la vista tiene un propósito sumamente importante”. Aunque nosotros hicimos la vista para “un propósito no santo”, para fabricar las ilusiones que pensamos ahora que son reales, el Espíritu Santo puede usar la vista para devolvernos la consciencia de nuestra santidad.

¿Recuerdas la Lección 1? “Nada de lo que veo significa nada”. Eso es porque “la vista no tiene significado”. Todo lo que vemos carece de significado, “sin embargo, el Espíritu Santo le otorga un significado muy parecido al de Dios” Sin significado, pero no inútil. Durante el proceso de devolverle nuestra mente a Dios, el Espíritu Santo trabaja con nuestra vista, “dándole un significado muy cerca del de Dios”. En lugar de intentar por nuestra cuenta entender lo que vemos, necesitamos hacernos a un lado y dejar que el Espíritu Santo escriba Su significado sobre todo. Visto con Él, todo nos muestra a Dios.

Sin Dios, pensamos que vemos, pero realmente no vemos nada. Vemos nada que parece algo, y a la que le damos nuestros significados, significados que nos engañan. “No puedo ver separado de Él”. Puedo pensar que veo, pero lo que parece que yo veo no es ver, es alucinar. Con Dios, verdaderamente puedo ver. Con Dios, puedo ver un reflejo claro de la verdad en todo lo que contemplo. Esa visión de la verdad es el medio por el que puedo perdonar a mi hermano. Si lo pido, lo veré.

Para alcanzar la verdadera visión no necesito hacerme parte de Dios o unirme a Él, como si yo estuviera haciendo un cambio de un estado separado a un estado unificado. No, todo lo que tengo que hacer es reconocer que ya soy uno con Él. Al aceptar esa realidad sobre mí mismo, la visión ya es mía. Va junto con mi estado natural.

Lo que veo cuando pienso que estoy separado de Dios no es visión porque estar separado de Dios es una ilusión, así que lo que “veo” es una ilusión. “No puedo ver separado de Él”.

Una vez más se nos lleva a un periodo en el que dejamos que surjan en nuestra mente pensamientos relacionados. El Curso nos anima a que pongamos sus ideas con nuestras propias palabras, y extenderlas y adornarlas para nuestro propio uso personal. A veces, la forma “cambiada” de la lección puede ser más efectiva para tu práctica que la original. Debemos sentirnos libres para personalizar de este modo las lecciones del Libro de Ejercicios. Es una herramienta que se pretende que usemos para hacer que las lecciones tengan más significado para nosotros.


Dios es mi fuente. No puedo ver esto sin Él.

Jesús nos está recordando nuevamente la importancia de estar vigilantes cada vez que un pensamiento angustiante cruza nuestras mentes, ya sea severo o leve, sin importar lo que creamos que sea su fuente. Cuando lo hace, debemos ir inmediatamente al Espíritu Santo para pedir ayuda y decir: "Por favor, ayúdame a ver esto de otra manera porque no estoy en paz." Al final del capítulo 5 del texto, Jesús nos pide que hagamos la siguiente serie de declaraciones cuando no estamos en paz. Dejan claro que si no somos pacíficos, es nuestra responsabilidad y la de nadie más:

Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz.
Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra.
Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz.
No me siento culpable porque el Espíritu Santo,
si se lo permito anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada.
Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí.
(T-5.VII.6:7-11)

Así se deshace la defensa de la proyección y se devuelve la responsabilidad a la parte de nuestras mentes que toma las decisiones.

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