martes, 28 de mayo de 2024

Lección 150 Repaso

 




Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(139) Aceptaré la Expiación para mí mismo.

(140) La salvación es lo único que cura.




Comentario:

Tal como yo lo entiendo, aceptar la Expiación para mí mismo significa permitir a Dios que me libere de todas las clases de culpa. Abandonar todos mis juicios contra mí mismo, todas las valoraciones de mí mismo que me rebajan. Significa que no soy mis pensamientos y que, por encima de todo, no soy mi ego. No soy lo que he pensado que soy. No soy lo que temo que soy. Aceptar la Expiación para mí mismo significa que puedo contemplar mi ego sin condena, reconocerlo como un error tonto acerca de mí que puede ser corregido.

Cuando acepto la Expiación para mí mismo, dejo de medirme con medidas injustas y me acepto a mí mismo tal como soy. Puedo contemplarme a mí mismo con amor, verme con compasiva aceptación. En el instante santo acepto la Expiación, y para entrar en él no es necesario que no tenga pensamientos de ego, únicamente que no tenga pensamientos que quiera conservar (ver T.15.IV.9:1-2). Reconozco que he cometido errores, pero estoy dispuesto a que cada error sea corregido, y no acepto ninguna culpa por esos errores. No permito que mis errores me impidan el instante santo, porque el instante santo es el lugar donde esos errores pueden ser corregidos, y sus consecuencias deshechas.

Esto es la salvación. Esto es el deshacimiento de los errores, la corrección de los errores.

“La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. Al no prestarles apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo”. (L.pII.2.3:1-3)

Esto es lo único que cura. Cualquier cosa menos que esto es un simple alivio de los síntomas, un simple cambio de forma sin cambiar el contenido. La causa de la culpa debe ser deshecha. “El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad” (T.14.III.13:4).

Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es escapar de la culpa. Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es la salvación y verdaderamente cura mis males. La Expiación es la respuesta de Dios a todo lo que hay en mi mente que parece ser diferente de Dios. Borra cada pensamiento que se opone a la verdad y me deja con la verdad limpia y pura de mi inocencia. Puedo traer cada pensamiento de ego, cada pensamiento no digno, cada pensamiento de aislamiento y separación, cada pensamiento de dolor y venganza y desesperación a este milagroso lugar de la Expiación, dejarlo allí sobre el altar de mi mente, y verlo desaparecer:

“Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el altar al Hijo, y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está afuera no puede sino estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de luz curativa. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado”. (M.C.4.6:1-10)















lunes, 27 de mayo de 2024

Lección 149 Repaso

 



Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(137) Cuando me curo no soy el único que se cura.

(138) El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.




Comentario:

Cuanto más avanzamos a través del Libro de Ejercicios, lo que se nos pide es que realmente seamos uno con Dios. O para ponerlo en palabras más mundanas, ponernos en comunicación con Él:

“Te has enseñado a ti mismo el hábito completamente antinatural de no comunicarte con tu Creador. Sin embargo, permaneces en estrecha comunicación con Él, y con todo lo que mora en Él, lo cual mora también en ti. Desaprende, mediante el amoroso consejo del Espíritu Santo, el aislamiento que aprendiste, y aprende la feliz comunicación que desechaste, pero que aún así no pudiste perder”. (T.14.III.18:1-3)

Cuando despejamos nuestras mentes de pensamientos inferiores y nos ponemos en armonía con los pensamientos que compartimos con Dios, vendrán a nuestra mente pensamientos, y no procederán de nosotros solos:

“Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto”. (L.rIV.In.6:2-3)

Al unir mi mente con Dios, me uno también con mis hermanos, porque todos nosotros estamos unidos a la misma Fuente. No soy el único que se cura.

No me vendría mal un “mensaje de Su Amor” hoy, ¿y a ti? Y no me importaría devolverle mi mensaje de amor a Él, también. Hay momentos en una relación de amor en los que el amor parece ir y regresar tan rápido que no puedes seguirlo, y ni siquiera puedes estar seguro de cuál de los dos procede. De hecho sobrepasa el ir y venir, va más allá del movimiento de ir y venir que supone esa semejanza, y se convierte en una corriente de amor constante y que se repite, que va en las dos direcciones al mismo tiempo. Ni siquiera sientes que estás haciendo algo, te quedas atrapado en la corriente, poseído por el amor. Una especie del modo en que te sientes cuando miras los ojos de la persona amada y sientes que te estás hundiendo, cuando el amor que te envía es casi demasiado para soportarlo, y el amor que sientes parece que va a hacer estallar tus circuitos. Me gustaría un momento así con mi Amado. Bueno, me gustaría un momento así todo este año. He tenido momentos así, pero no muchos.

¿Por qué son tan pocos? Tener esos momentos de sentirme uno con Dios, que es un anticipo del Cielo, es decisión mía. Es una decisión que yo tomo; no, es la decisión que tengo que tomar:

“El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella; mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti”. (T.15.IV.2:2-4)

Está más cerca que mi propio corazón, así de cerca. Esta sensación de ser transportado por el amor, esta unión con Dios, está sucediendo ahora mismo. Mi mente recta nunca ha dejado de estar en perfecta comunicación con Él (ver T.13.XI.8). “La parte de tu mente donde reside la verdad está en constante comunicación con Dios, tanto si eres consciente de ello como si no” (L.49.1:2).

Así que todo lo que es necesario es decidir que lo quiero, y está aquí. Sólo con conectarme. ¿Qué es lo que me impide elegirlo? ¿Qué me impide permitirme enamorarme de Dios? ¿Qué me frena? ¿Estoy dispuesto a enamorarme de todos o tengo miedo de parecer demasiado “flojo”? ¿Tengo miedo de perder el control de todo? ¿Tengo miedo de ser demasiado frágil? ¿Qué me retiene? Que hoy me mire y me pregunte: “¿Por qué no estoy sintiendo que estoy en el Cielo ahora mismo?

Cuando te das cuenta de que en cualquier instante no tienes más que “cambiar de canal” (no escuchar al ego), ¡y que no lo haces!, es un momento del que puedes aprender mucho. De repente no puedes culpar a nada ni a nadie por sentir algo inferior al Cielo. Reconoces que tú lo estás eligiendo: “soy yo el que me estoy haciendo esto a mí mismo” (T.27.VIII.10:1). Literalmente no hay nada que pueda impedirme sentir el instante santo ahora mismo. Nada excepto mi rechazo a aceptarlo, nada excepto mi miedo. “Así pues, hoy comenzamos a examinar la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar” (L.138.7:1). No hay prisa, tenemos todo el tiempo para hacer esta elección. Pero, ¿por qué esperar? ¿Por qué no ahora?

















domingo, 26 de mayo de 2024

Lección 148 Repaso

 



Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(135) Si me defiendo he sido atacado.

(136) La enfermedad es una defensa contra la verdad.



Comentario:

Lo que me parecen obstáculos dentro de mi mente, pensamientos fuera de mi control que entorpecen mi camino espiritual, son mis defensas contra la verdad. No entra nada en mi mente sin mi permiso. Nadie está pensando pensamientos en mi mente excepto yo (y Dios). Como nos enseñó la Lección 26, mis pensamientos de ataque atacan mi propia invulnerabilidad (el hecho de que nada me puede hacer daño). Puedo pensar que estoy atacando a otro, pero lo que estoy atacando es mi propia Identidad con Dios.

Mi ego ha fabricado un sistema de defensas muy astuto y con muchas capas en contra de la verdad, y lo ha escondido y disfrazado en la obscuridad. El Curso me presenta el proceso de descubrir estas defensas, hacerme consciente de ellas, juzgarlas como dementes, y abandonarlas. Todas ellas son falsas, y lo que es falso no puede afectar a lo que es verdadero. Debajo de todos los disfraces del ego, mi mente todavía alberga sólo lo que pienso con Dios. El resto es una ilusión complicada sin ningún poder de tener efectos de ningún tipo.

La enfermedad es un sistema de defensa del ego muy efectiva y notable. En la enfermedad, algo que mi mente ha causado parece ser un ataque desde el exterior, un enemigo visible o invisible con muchos efectos visibles en mi cuerpo. Es algo contra lo que me tengo que defender continuamente, y luchar con todos los medios a mi alcance cuando ataca. Tan pronto como se supera una enfermedad, parece surgir otra con efectos aún más devastadores. La mayor parte de la humanidad no está lista para aceptar que la enfermedad es sólo de la mente. Yo mismo no lo he aceptado completamente, mi nivel de miedo es todavía muy alto. Por eso, existen todas las razones para continuar aliviando las enfermedades de las maneras que lo hemos estado haciendo; sin embargo, debemos darnos cuenta de que únicamente estamos cambiando los síntomas sin eliminar la causa. Sólo cuando cada vez más de nosotros empecemos a darnos cuenta de que nuestra mente alberga sólo lo que pensamos con Dios, y que todo lo que parece no proceder de Dios es una ilusión que hemos creado nosotros, entonces empezará a desaparecer la necesidad del enfoque conciliatorio de usar la medicina física.

Hoy con mi práctica estoy contribuyendo a la curación final de toda enfermedad. Cuando saco a la luz mis propias defensas internas, que en realidad son formas de ataque a mí mismo, y las abandono, estoy colaborando con el poder de Dios para liberar a la humanidad de la enfermedad, y no sólo de la enfermedad sino también de cada sistema de defensa contra la verdad basada en el ego. Cuando despejo mi mente de todo pensamiento engañoso (L.rIV.In.5:2), y pongo Su Mente a cargo de todos los pensamientos que recibo (L.rIV.In.5:4), no estoy trabajando solo. “Éstos (los pensamientos) no procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él” (L.rIV.In.6:1).

Que dedique los momentos destinados a recordar la verdadera Fuente de todos mis pensamientos, y permita al Espíritu Santo apartar las telarañas del engaño de mi mente. Que dedique cinco minutos por la mañana a “encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado” (L.rIV.In.5:4). Cada vez que lo hago, cada día que recuerdo mi práctica, me acerco y todo el mundo junto conmigo al día en que todo engaño desaparecerá ante la luz.



























sábado, 25 de mayo de 2024

Lección 147 Repaso

 




Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(133) No le daré ningún valor a lo que no lo tiene.

(134) Quiero percibir el perdón tal como es.




Comentario:

Que hoy mire a las cosas que considero valiosas y cambie mi opinión de todas ellas. ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Qué estoy valorando en ello? Las cosas que considero valiosas a menudo son tonterías si las examino. Por ejemplo, cuando empiezo a sentir la satisfactoria calidez de una verdadera intimidad en una relación, nada parece merecer la pena de terminar esa calidez. Recuerdo haber leído acerca de una iglesia fundamentalista que se dividió por el tema de si era pecado o no enchufar una guitarra eléctrica. Me pregunté: ¿Cómo es posible valorar algo como eso tanto como para apartar de tu corazón a personas que una vez fueron amigos muy cercanos? Así pues, muchas relaciones se rompen por temas que parecen igual de insignificantes.

El perdón ve que nada merece la pena como para apartar de mi corazón a un Hijo de Dios. Tenemos tantas prioridades en nuestra consciencia, cosas que consideramos más importantes que el amor, más importantes que la unidad, más importantes que nuestra propia paz mental. ¿He llegado ya a valorar la paz mental por encima de todas las cosas? ¿He llegado al punto en el que todo lo que impida que el amor se extienda a través de mí es rápidamente eliminado?

Necesitamos hacernos conscientes de la causa de nuestro sufrimiento. Nos duele cerrar nuestro corazón. Nos duele negarnos a perdonar, darle vueltas en la mente a las ofensas cometidas contra nosotros y negarnos a abandonarlas. “El amor no abriga resentimientos” (L.68, encabezamiento). El perdón es un regalo para mí mismo, es una liberación de mi propio dolor. ¿Qué valoro más que el libre fluir del amor, que la calidez de la unión con mis hermanos? Que elija no valorar por más tiempo esas cosas que no tienen ningún valor, y que elija perdonar.

Que hoy dedique cinco minutos por la mañana, y cinco minutos por la noche, a abrir mi mente y despejarla de todos los pensamientos engañosos (L.rIV.In.5:2). Que aparte a un lado todos los valores menores, y que recuerde que mi mente alberga los mismos pensamientos que Dios. Que valore este pensamiento por encima de todo. Que me alegre de que mi mente y la Mente de Dios están de acuerdo, y que me dé cuenta de esta unión de mi mente con la de Dios, este compartir Sus pensamientos, esto es todo lo que es verdaderamente valioso.

















viernes, 24 de mayo de 2024

Lección 146 Repaso

 





Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

(132) Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era.



Comentario:

Continuando con la ampliación de ideas acerca del tema central del repaso, me quedé impresionado con estas frases de los párrafos 2 y 4 de la Introducción al repaso:

“No obstante, es verdad eternamente (que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios)” (L.rIV.In.2:8).

“Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus auto-engaños no pueden ocupar el lugar de la verdad, de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas” (L.rIV.In.4:1-3).

Es “verdad eternamente” que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios. Era verdad cuando Dios me creó. Será verdad cuando el viaje haya terminado y esté en mi hogar con Dios. Y es verdad ahora mismo. “Verdad eternamente”. El tercer párrafo habla de las muchas formas de falta de perdón “cuidadosamente ocultas” en mi mente, las defensas del ego, sus ilusiones, su uso del engaño a mí mismo para que continúe el juego de no ser consciente. Sin embargo, a pesar de esto, “mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Nada de lo que hago afecta a este hecho. Todos los engaños del mundo pueden ocultar este hecho, pero no pueden cambiarlo. “Tus auto-engaños no pueden ocupar el lugar de la verdad” (L.rIv.In.4:2).

La imagen del niño arrojando un palo al océano es perfecta. Recuerdo que de niño solía ir al Cabo Cod. Solía estar cerca del rompiente del oleaje, con olas más altas que yo rompiendo delante de mí, y solía pegar puñetazos a las olas, peleando con ellas, mandando mi puño contra ellas. Para mí en aquella época, yo era como un guerrero luchando contra el océano. ¡Estaba seguro de que el océano estaba preocupado! ¡Estaba seguro de que mis esfuerzos poderosos reducían la velocidad de la marea un poco, por lo menos! ¡Seguro que sí, por supuesto!

Nuestra “rebelión” contra Dios ha tenido el mismo efecto. En otras palabras, ningún efecto. La idea de que podemos cambiar la creación de Dios es tan ridícula como un niño con un palo que cree que puede hacer daño al océano cuando lo arroja a él.

Ésta es la razón por la que “nadie que se proponga alcanzar la verdad puede fracasar”. Porque la verdad está aquí, en mi mente, donde siempre ha estado y donde siempre estará No puedo dejar de encontrarla porque ¡nunca la he perdido! Todavía la conservo.

He contemplado este mundo y he creído que era un lugar donde Dios no está. He visto lo que parece ser una falta de amor total. He estado profundamente desilusionado del mundo. Bueno, “Libero al mundo de todo lo que he pensado que era”. Dejo que todas esas impresiones del mundo se vengan abajo, porque no puede ser lo que pensé que era, no si todas nuestras mentes todavía albergan lo que pensamos con Dios. ¡Hay algo mal en esta imagen del mundo! Justo cuando había empezado a entender el mundo, viene el Curso y dice: “¡No te acercas ni por lo más remoto!” Así que, abandono mis juicios acerca del mundo, y abro mi mente para que se me enseñe de nuevo. Quizás, sólo quizás, el modo en que lo veía está relacionado con lo que pensaba acerca de mí, con la creencia de que mi mente estaba en guerra contra Dios. Quizás he visto un mundo en guerra contra Dios porque así me imagino que está mi mente, y lo he proyectado sobre el mundo. Y quizás. Si abandono mis locas ideas acerca de mí, mi imagen del mundo cambiará también. ¡Estoy deseando intentarlo!





















jueves, 23 de mayo de 2024

Lección 145 Repaso

 


Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(129) Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.

(130) Es imposible ver dos mundos.



Comentario:

Aunque la mente del Hijo de Dios alberga sólo lo que piensa con Dios, “La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia” (L.rIV.In.2:7). Por lo tanto, el mundo que veo es un mundo que me muestra mi falta de perdón. “Es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido” (T.13.In.2:2). Lo único que mantiene la ilusión de que este mundo es real (con sus aparentes castigos, dolor, sufrimiento, separación y muerte) es una falta de perdón. ¿Por qué el dolor que siento, mental, emocional y físico, parece tan real? Toda esta realidad viene y es mantenido por una falta de perdón en mi mente. Por eso, como dice la Lección 121: “El perdón es la llave de la felicidad” (L.121, encabezamiento).

Hay un mundo que quiero de verdad, un mundo que está más allá de este mundo. El Curso lo llama el mundo real. “El mundo real es el estado mental en el que el único propósito del mundo es perdonar” (T.30.V.1:1). “El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar” (T.17.II.5:1). Mi percepción cambia de ver el mundo del dolor a ver el mundo real por medio de una única cosa: el perdón.

Ésta es la razón por la que no se pueden ver dos mundos. Pues, o bien mi mente perdona o no. O condena lo que ve, o lo acepta con compasivo perdón. Que empiece conmigo mismo: ¿Soy cruel conmigo mismo por lo que pienso de mí? ¡Que poca compasión tengo conmigo al juzgar mis errores! Esta crueldad que tengo conmigo es el origen del mundo cruel que veo.

Dentro de mí, y dentro de todos, hay un inmenso espacio de amabilidad, un corazón enorme que abraza a todos con amor. Ésta es la Mente que comparto con Dios. Dentro de mí, también, hay un niño asustado, lleno de dolor, que cree haber hecho daño al universo para siempre. Que me vuelva con amor a esa parte dolorida de mí y que le abra los brazos con consuelo y tierna y amorosa amabilidad. Mi corazón es lo bastante grande para sanar este dolor en lugar de rechazarlo. El amor que comparto con Dios es lo bastante grande para concederme misericordia. Que no me mantenga a mí mismo alejado de mi corazón por más tiempo. Que me acoja a mí mismo, con una cálida y tierna bienvenida.

Que también mire a los que se encuentran cerca de mí con la misma aceptación tierna y amable. Aquí está la curación de la soledad y el dolor, pues no hay nada tan doloroso como un corazón cerrado al amor. Ciertamente no hay otro dolor que éste. Dolor es cerrar el corazón. Dolor es negar el amor que soy. En este gesto interno e ingenioso de rechazo está la causa del mundo que veo. Mi salvación y la salvación del mundo están en el deshacimiento de esta contracción de dolor. Aquí está la entrada al mundo real, un mundo radiante de amor, de esperanza, y seguro en su alegría. Más allá de este mundo hay un mundo que deseo, y la llave para abrir la puerta es el perdón.





miércoles, 22 de mayo de 2024

Lección 144 Repaso

 




Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(127) No hay otro amor que el de Dios.

(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.



Comentario:

¿Por qué la idea central del repaso, de que “mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”, “es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo” (L.rIV.In.3:5)? Significa que no hay nada en mi mente que sea contrario a los pensamientos de Dios, las cosas que veo dentro de mí que no son semejantes a Dios, o que son no amorosas, son percepciones falsas de mí mismo. Significa que no hay nada  que pueda impedirme la compleción como Hijo de Dios. Los enemigos y obstáculos que parecen interponerse en el camino (especialmente los que parecen ser parte de mí) no son reales, y no tienen substancia.

Si no hay más amor que el de Dios, y mi mente alberga sólo lo que pienso con Él, entonces el vacío que a veces siento dentro de mí, la falta de amor, el anhelo por un amor completamente satisfactorio que no falla nunca y que siempre está ahí, algo con lo que puedo contar en cada situación, será satisfecho. Pensar que estoy buscando amor en este mundo es simplemente un error. El amor que estoy buscando está dentro de mí, justo en mi propia mente. No busco nada en este mundo, aunque a veces parece que sí. Estoy buscando algo que ya tengo, pero que he negado. Y el modo de encontrarlo es dándolo. Ser amor.

El amor no es algo que pueda poseer. El amor es algo que puede poseerme, y en esa posesión está la satisfacción. El intento de ganar amor, de poseerlo y de acapararlo me hace sufrir. Mi alegría puedo encontrarla dando amor, compartiéndolo, bendiciendo al mundo con él. Reconocer que mi mente alberga sólo este amor, y darlo al mundo, es todo lo que quiero. Esto, y sólo esto, me dará felicidad.

Las palabras “el mundo que veo no me ofrece nada que yo desee” podrían decirse con desesperación. El pensamiento detrás de ellas podría ser “Nada aquí es lo bastante bueno para mí. Nada aquí me satisface, y por lo tanto nunca estaré satisfecho”. O, pueden decirse estas palabras con alegría. Si estoy conduciendo un coche flamante, justo de la clase que más me gusta, equipado con todos los accesorios que siempre he deseado, y paso junto a un desguace de coches, puedo pasar junto a él y decir “ese desguace no me ofrece nada que yo desee”. Mis deseos están satisfechos.

Si no hay más amor que el de Dios, y Él se ha dado a Sí Mismo, Su Pensamiento a mi mente, puedo mirar con serenidad al mundo y darme cuenta de que en él no hay nada que se pueda comparar con lo que yo ya tengo. Tengo en mi corazón un pozo de amor sin fin. Nunca me puede faltar amor. Yo soy ese mismo amor, y veo ese mismo amor en cada ser a mi alrededor, brotando de la misma Fuente.

El amor está a mi alrededor y dentro de mí, sólo con que yo quiera verlo. Que hoy busque el Amor de Dios en todo lo que veo, y que me alegre cada vez que lo encuentre. Que lo reconozca en cada sonrisa. Que lo dé en cada oportunidad que se me presente. Que aliente cada chispa de amor en otros y en mí mismo. En esto está la salvación. Ésta es mi función y mi felicidad. Y está garantizado, porque mi mente alberga sólo los Pensamientos amorosos de Dios.

martes, 21 de mayo de 2024

Lección 143 Repaso

 





Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(125) En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.

(126) Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.




Comentario:

El Pensamiento de Dios crea. Fuimos creados cuando Dios pensó en nosotros, Su Mente se extendió hacia fuera y lo que estaba en Su Mente se extendió y se convirtió en nuestra mente. Hablar del pensamiento central: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”, dice la Introducción al repaso, “Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como cocreador con Él” (L.rIV.In.2:4).

Por lo tanto, nuestra mente tiene que ser como la Suya, creando como Él al extender nuestros pensamientos hacia fuera. Somos los Pensamientos de Dios, y Sus Pensamientos tienen Su naturaleza:

“De la misma manera en que el Pensamiento creador de Dios procede de Él hacia ti, así tu pensamiento creador no puede sino proceder de ti hacia tus creaciones. Sólo de esta manera puede extenderse todo poder creativo. Las obras de Dios no son tus obras, pero tus obras son como las Suyas. Él creó a la Filiación y tú la expandes. Tienes el poder de acrecentar el Reino, aunque no de acrecentar a su Creador. Reivindicas ese poder cuando te mantienes alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino. Al aceptar que tienes ese poder, aprendes a recordar lo que eres”. (T.7.I.2:3-9)

Tal como recibimos la Palabra de Dios hoy, así tenemos que darla. Si la recibimos, la daremos, porque lo que recibimos es un pensamiento de compartir. Fuimos creados mediante este compartir pensamientos, este extender el Ser de Dios; compartir o darnos nosotros mismos es nuestra herencia, la esencia de lo que somos. En el primer pensamiento que repasamos hoy está la palabra “recibo”. En el segundo pensamiento está la palabra “doy”.

Aceptar o recordar lo que somos significa darnos cuenta de que somos seres que extienden, que dan, que comparten. Creados por el Amor somos amor. Por esta razón el Curso da tanta importancia a aceptar nuestra función de salvadores del mundo; al aceptarla, estamos aceptando nuestro Ser tal como Dios nos creó. Simplemente estamos ocupando nuestro lugar en el proceso creativo, eligiendo no poner más obstáculos a la extensión de amor desde Dios a nosotros, y de nosotros al mundo.

“Crear es amar. El amor se extiende hacia afuera simplemente porque no puede ser contenido”. (T.7.I.3:3-4)

En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios, que es la afirmación de Su Amor a todas Sus creaciones. Abro mi mente para reconocer ese Amor, recibiéndolo para mí. Y luego me ofrezco para dar tal como he recibido, sabiendo que al darlo a mis hermanos, me estoy dando ese Amor a mí mismo. Darlo es recibirlo. Con mis palabras, mis pensamientos, mis expresiones y mis actitudes comunico a todos a mi alrededor la Palabra que he recibido: “Tú, también, eres amado. Tú, también eres amoroso. Tú, también, eres la expresión y el canal del Amor de Dios”.









lunes, 20 de mayo de 2024

Lección 142. Repaso







Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(123) Gracias Padre por los regalos que me has concedido.

(124) Que no me olvide de que soy uno con Dios.



Comentario:
Que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios no es algo en lo que tenga que trabajar para lograrlo. No es un pensamiento que haya que repetir como un purgante, para expulsar los pensamientos contrarios, en el sentido de “tengo que hacer que mi mente albergue sólo los pensamientos de Dios”. Que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios “es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es” (L.rIV.In.2:3).

Como se nos dijo al principio del Libro de Ejercicios, cuando creemos que estamos pensando sin Dios, no estamos pensando en absoluto, nuestra mente está en blanco. “Mientras tu mente siga absorbida con ideas sin contenido, la verdad permanecerá bloqueada. Reconocer que tu mente ha estado simplemente en blanco, en vez de seguir creyendo que está llena de ideas reales, es el primer paso en el proceso de allanar el camino a la visión” (L.8.3:2-3). “En lo que ahora estamos haciendo hincapié es en el hecho de que la presencia de esos "pensamientos" significa que no estás pensando en absoluto” (L.10.3:2).

Los Pensamientos de Dios que llenan mi mente son en realidad el regalo que mi Padre me hace. Hoy abro mi mente a Sus Pensamientos. Lo que normalmente considero como pensamientos que interfieren o se oponen a los Pensamientos de Dios son como los ruidos de una radio que impiden oír la señal verdadera. No son pensamientos, son interferencias, son ruido. La señal sigue ahí, pero la interferencia debe quitarse para que la señal pueda llegar. La verdad acerca de mí es que soy uno con Dios, Su Mente es mi mente, Sus pensamientos son mis pensamientos. Yo no soy algo distinto a lo que Él es. Ésta es “la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es”.

Decir que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es una afirmación gozosa de la verdad. Puede recordarme Sus regalos para mí, y recordarme que soy uno con Él. Eso en mí que parece opuesto a Dios, lejos de Dios, separado de Dios, no es quien yo soy, no es mi realidad. No tiene significado. No hay nada en mi mente que se oponga a Dios. Otra manera de decir esto es que lo que parece estar dentro de mí, opuesto a Dios, no es nada, es una ilusión o una alucinación, sin poder ni fuerza de por sí. Únicamente tiene poder cuando creo en ello. Hoy elijo negar que algo que no es de Dios tenga poder sobre mí. Elijo recordar lo que es mi realidad. Elijo recordar que soy uno con Dios.





























domingo, 19 de mayo de 2024

Lección 141 Cuarto Repaso

 





Introducción

1. Damos comienzo ahora a un nuevo repaso, conscientes esta vez de que nos estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad. Hoy empezaremos a prepararnos para lo que sigue más adelante. Tal es nuestro propósito para este repaso y para las lecciones que siguen. Así pues, repasaremos las lecciones más recientes y sus pensamientos centrales de forma que faciliten el estado de preparación que ahora queremos alcanzar.

2. Hay un tema central que unifica cada paso del repaso que ahora emprendemos, el cual puede enunciarse de manera muy simple con estas palabras:

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

3Esto es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es. Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como cocreador con Él. Éste es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo. Pues en su mente no puede haber otros pensamientos, salvo los que su Padre comparte con él. La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia. 8No obstante, es verdad eternamente.

3. Comencemos nuestra preparación tratando de entender las múltiples formas tras las que se puede ocultar muy cuidadosamente la falta de verdadero perdón. Puesto que son ilusiones, no se perciben simplemente como lo que son: defensas que te impiden ver y reconocer tus pensamientos rencorosos. Su propósito es mostrarte otra cosa y demorar la corrección mediante autoengaños diseñados para que ocupen su lugar.

4. Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus autoengaños no pueden ocupar el lugar de la verdad, de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas. Así es como daremos comienzo a cada período de práctica de este repaso, preparando nuestras mentes para que comprendan las lecciones que nos corresponde leer y comprendan el significado que tienen para nosotros.

5. Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte. Haz que tu mente tenga una actitud receptiva, despéjala de todo pensamiento engañoso y deja que sólo éste la ocupe completamente y elimine los demás:

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

4Cinco minutos que le dediques a este pensamiento serán suficiente para encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado y para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir ese día.

6. Éstos no procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él. Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto. Y así como Su compleción se une a Él, del mismo modo Él se unirá a ti que te completas al unirte a Él y al Él unirse a ti.

7. Después de haberte preparado, lee simplemente cada una las dos ideas que se han asignado para el repaso de ese día. Luego cierra los ojos y repítelas lentamente para tus adentros. No hay prisa ahora, pues estás utilizando el tiempo para el propósito que se le dio. Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él. Y no utilizaremos en nuestra práctica otro formato que éste.

8. Cada vez que el reloj marque la hora, trae a la mente el pensamiento con el que comenzó el día y pasa un momento de recogimiento con él. Luego repite las dos ideas correspondientes a ese día sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.

9. No vamos a añadir otros pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. No necesitamos otra cosa que esto para que se nos dé felicidad y descanso, eterna quietud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. Y concluiremos cada día de práctica a lo largo de este repaso tal como lo comenzamos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra fe, sustituyó en el mundo la luz por la oscuridad, el gozo por los pesares, la paz por el sufrimiento y la santidad por el pecado.

10. Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cumplimiento de Su Palabra. Y cuando expongas tu mente de nuevo a las ideas del día antes de irte a dormir, Su gratitud te envolverá en la paz en la que Su Voluntad dispone que estés para siempre, y que ahora estás aprendiendo a reivindicar como tu herencia.




Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(121) El perdón es la llave de la felicidad.

(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo.


Comentario:

El perdón realmente nos ofrece todo lo que queremos, y sin el verdadero perdón no es posible la felicidad. Puede que todavía no creamos esto completamente y conscientemente, pero nuestra mente recta lo cree, y siempre lo ha creído. El perdón tiene efectos no sólo sobre lo que yo creo que el mundo me ha hecho (en realidad no le ha hecho nada a mi Ser), sino también sobre lo que no ha hecho que yo quería que hiciera. Cuanto más viejos nos hacemos, más desilusionados estamos con el mundo. Hablamos de personas “hartas del mundo” y cínicas cuando envejecen, porque a pesar de las grandes esperanzas que teníamos cuando éramos más jóvenes, a pesar de las brillantes promesas que el mundo parecía hacernos, nos ha desilusionado. No nos ha hecho felices. Descubrimos que el mundo no es justo, que las personas buenas no siempre triunfan, que no siempre tenemos lo que queremos. Y cuando logramos lo que queremos, no es tan bueno como habíamos esperado.

El perdón consiste en reconocer que somos nosotros los que hemos inventado esas esperanzas acerca del mundo, y somos nosotros los que hemos hecho que nos desilusione. Hemos pedido lo imposible, nada de este mundo me satisfará nunca ni me hará feliz. La felicidad tiene que buscarse y encontrarse únicamente en nuestro estado natural, es decir, en la unión con Dios y con todos mis hermanos. Perdonar al mundo significa dejar de molestarse por sus imperfecciones. No podemos culpar al mundo de nuestro sufrimiento, tampoco podemos culparlo por no hacernos felices. No podemos culparlo por nada en absoluto. Cuando por fin dejamos de crujir los dientes, relajamos los puños, y nuestra respiración se calma al liberar esos antiguos resentimientos, lo que descubrimos es nuestra felicidad natural, que ha estado ahí todo el tiempo, pero oculta por nuestra falta de perdón.










Lección 140 La salvación es lo único que cura.

 







1. La palabra "cura” no puede aplicársele a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta "mejor". Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. Sus medios de curación, por lo tanto, no pueden sino sustituir una ilusión por otra. Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano.

2. Mas no se ha curado. Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para restablecerse. Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. ¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? Pues o bien uno está dormido o bien despierto. En esto no hay términos medios.

3. Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño, a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños desaparecen. Y así, sanan para toda la eternidad.

4. La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabilidad. La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.

5. ¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. Dios mora en templos santos. Allí donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso. No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse, de Su beneficencia. No hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.

6. Éste es el pensamiento que cura. No hace distinciones entre una irrealidad y otra. Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. Esto no es magia. Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente seriedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.

7. No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar. Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste. Pues, ¿Cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen sustancia, realidad, núcleo, ni nada que sea verdaderamente diferente?

8. Lo que hoy nos proponemos es tratar de cambiar de mentalidad con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente alternar entre una y otra. Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que se pueda extraviar. Sólo necesitamos buscarla y la hallaremos.

9. Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. Hoy iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. Todas las ilusiones son falsas, y se pueden sanar precisamente porque no son verdad.

10. Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios. Ésta es la única Voz que puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios.

11. Nos despertamos oyéndolo a Él, y le permitimos que nos hable durante cinco minutos al comenzar el día, el cual concluiremos escuchando de nuevo durante cinco minutos antes de irnos a dormir. Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por separado, sino todos de una vez. Pues todos son lo mismo. No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. Lo oímos ahora. Hoy venimos a Él.

12. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta, oremos:

La salvación es lo único que cura.
Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.

Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes, ni ofrecernos pruebas de que es real. Esto es lo que aprenderemos hoy. Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. Hoy es el día en que nos llega la curación. Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.






Propósito:
Buscar la sanación de la mente, no del cuerpo, escuchando la Voz de la sanación, que Dios puso dentro de ti, tan cerca que no la puedes perder.

Comentario:
La “sanación” de la que está hablando el Curso es la sanación de la mente, no del cuerpo.

“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma.” (T.25.In.3:1-2).

“La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar”. (T-28.II.11:7)

Buscar la sanación en el reino físico, por cualquier medio (incluso por medios de la Nueva Era) es lo que el Curso llama “magia”. (Llamarlo “magia” no significa que no podamos usarlo si nuestro nivel de miedo lo necesita, el Curso recomienda un enfoque conciliatorio en tales circunstancias. (Ver T.2.IV.4:5 y T.2.V.2, de lo que hablo un poco más tarde). La Expiación sana la mente que piensa que el cuerpo puede estar enfermo. “Esto no es magia”.

Esta lección se aplica a la enfermedad del cuerpo, pero también a cualquier “problema” en este mundo material: falta de dinero, soledad y así sucesivamente. Estos problemas ocurren todos dentro del sueño, y “encontrar una fórmula mágica” dentro del sueño no es nunca la solución. Estamos “curando” el síntoma y no la enfermedad. La raíz del problema está dentro de la mente. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar”. Nuestros problemas no son de naturaleza física. “Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo”. “Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos (cristales, medallas religiosas), nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean”.

Al comienzo del Curso, Jesús deja muy claro que la magia no es mala. Sólo que no funciona. Es sólo un remedio provisional, un intento de librarnos de los síntomas sin curar realmente la enfermedad. Sin embargo, a veces eso es lo mejor que podemos hacer. Tenemos un dolor de cabeza, y con un dolor de cabeza terrible a menudo es difícil acallar la mente y meditar en paz. Así que usamos la magia. Tomamos una aspirina, no hay nada vergonzoso en tomarla. Sólo que no nos engañemos a nosotros mismos creyendo que hemos hecho algo para curar la enfermedad, únicamente hemos tapado el síntoma. “Si tienes miedo de usar la mente para curar, no debes intentar hacerlo” (T.2.V.2:2). Si tu nivel de miedo es alto, un “enfoque conciliatorio” puede ser necesario (T.2.IV.4:4- 7).

“La salvación es lo único que cura”. La magia de este mundo puede tapar el síntoma pero no curar. “La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste”. Hoy se nos pide que practiquemos sólo esto: llevar nuestras ilusiones a la verdad, permitir que la culpa sea eliminada de nuestra mente. Sólo esto cura, y nada más. “No hay ningún lugar en el que Él (Dios) no esté”, y esto incluye nuestra mente. “Éste es el pensamiento que cura”. El pecado y, por tanto, la enfermedad no pueden ser reales porque Dios está en nosotros, Él no nos ha abandonado, y lo que pensamos que es pecado no puede serlo. En nuestra consciencia de Su Presencia, la culpa desaparece, y con ella, la causa de la enfermedad.






























viernes, 17 de mayo de 2024

Lección 139 Aceptaré la Expiación para mí mismo.

 





1. Con esto se acaban todas las decisiones. Pues con ésta lección llegamos a la decisión de aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó. ¿Y qué es elegir sino tener incertidumbre con respecto a lo que somos? No hay duda que no esté arraigada en esto. No hay pregunta que no sea un reflejo de ello. No hay conflicto que no entrañe la simple pregunta: "¿Qué soy?"

2. Mas ¿Quién podría hacer esta pregunta sino alguien que se ha negado a reconocerse a sí mismo? Sólo esta negativa a aceptarte a ti mismo es lo que hace que la pregunta parezca sincera. Lo único que cualquier cosa viviente puede saber con certeza es lo que ella es. Desde esta perspectiva de certeza, contempla otras cosas que tienen tanta certeza como ella misma.

3. Tener incertidumbre con respecto a lo que indudablemente eres es una forma de autoengaño tan monumental, que es difícil concebir su magnitud. Estar vivo y no conocerte a ti mismo es creer que en realidad estás muerto. Pues, ¿Qué es la vida sino ser lo que eres? Y ¿Qué otra cosa sino tú podría estar viva en tu lugar? ¿Quién es el que duda? ¿De qué es de lo que duda? ¿A quién le pregunta? ¿Quién le puede responder?

4. Está simplemente declarando que él no es quien realmente es, y, por lo tanto, al creer ser otra cosa, se convierte en inquisidor de lo que esa otra cosa es. Sin embargo, no podría estar vivo si no supiese la respuesta. Si pregunta como si no supiese, ello es señal de que no quiere ser lo que es. Mas él ha aceptado lo que es puesto que vive; también ha juzgado contra ello y negado su valor; y ha decidido que desconoce la única certeza mediante la cual vive.

5. De esta manera, se vuelve inseguro con respecto a su vida, pues lo que ésta es, él mismo lo ha negado. Esta negación es lo que hace que tengas necesidad de la Expiación. Tu negación no cambió en nada lo que eres. Pero tú has dividido tu mente en dos partes: una que conoce la verdad y otra que no. Tú eres tú mismo. De esto no hay duda. Sin embargo, lo dudas. Mas no te preguntas qué parte de ti es la que puede realmente poner en duda lo que eres. Aquello que hace esa pregunta no puede realmente ser parte de ti. Pues le hace la pregunta a alguien que sabe la respuesta. Mas si fuese parte de ti, entonces la certeza sería imposible.

6. La Expiación pone fin a la extraña idea de que es posible dudar de ti mismo y no estar seguro de lo que realmente eres. Esto es el colmo de la locura. Sin embargo, es la pregunta universal del mundo. ¿Qué puede eso significar sino que el mundo está loco? ¿Por qué compartir su locura aceptando la desafortunada creencia de que lo que aquí es universal es verdad?

7. Nada de lo que el mundo cree es verdad. Pues el mundo es un lugar cuyo propósito es servir de hogar para que aquellos que dicen no conocerse a sí mismos puedan venir a cuestionar lo que son. Y seguirán viniendo hasta que se acepte la Expiación y aprendan que es imposible dudar de uno mismo, así como no ser consciente de lo que se es.

8. Lo único que se te puede pedir es tu aceptación, pues lo que eres .es algo incuestionable. Lo que eres fue establecido para siempre en la santa Mente de Dios y en la tuya propia. Está tan lejos de cualquier duda o de que se cuestione que inquirir lo que debe ser es prueba suficiente de que crees en la contradicción de que no sabes aquello que es imposible que no sepas. ¿Es esto una pregunta, o bien una afirmación que se niega a sí misma? No sigamos tolerando que nuestras santas mentes se entretengan en semejantes insensateces.

9. Tenemos una misión aquí. No vinimos a reforzar la locura en la que una vez creímos. No nos olvidemos del objetivo que aceptamos. Vinimos a alcanzar mucho más que nuestra propia felicidad. Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo no puede sino ser junto con nosotros. No les falles a tus hermanos, pues, de lo contrario, te estarás fallando a ti mismo. Contémplalos con amor, para que puedan saber que forman parte de ti y que tú formas parte de ellos.

10. Esto es lo que la Expiación enseña, y lo que demuestra que la unidad del Hijo de Dios no se ve afectada por su creencia de que no sabe lo que es. Acepta hoy la Expiación, no para cambiar la realidad, sino simplemente para aceptar la verdad de lo que eres, y luego sigue tu camino regocijándote en el infinito Amor de Dios. Esto es lo único que se nos pide hacer. Esto es lo único que haremos hoy.

11. Dedicaremos cinco minutos por la mañana y cinco por la noche a tener presente nuestro cometido de hoy. Comenzaremos con este repaso acerca de nuestra misión:

Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó.

No hemos perdido el conocimiento que Dios nos dio cuando nos creó semejantes a Él. Podemos recordarlo por todos, pues en la creación todas las mentes son una. Y en nuestra memoria yace el recuerdo de lo mucho que en verdad amamos a nuestros hermanos, de lo mucho que cada mente es parte de nosotros, de cuán fieles nos han sido realmente y de cómo el Amor de nuestro Padre los incluye a todos.

12. Como muestra de gratitud por toda la creación, y en el Nombre de su Creador y de Su Unidad con todos los aspectos de la creación, reiteramos hoy nuestra dedicación a nuestra causa cada hora, dejando a un lado todos los pensamientos que nos pudiesen desviar de nuestro santo propósito. Durante varios minutos deja que tu mente quede libre de todas las disparatadas telarañas que el mundo quiere tejer en torno al santo Hijo de Dios. Y date cuenta de lo frágiles que son las cadenas que parecen mantener fuera de tu conciencia el conocimiento de ti mismo, según repites:

Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún. soy tal como Dios me creó.




Propósito:
 “Aceptar hoy la Expiación, y luego seguir tu camino regocijándote en el infinito Amor de Dios”

Comentario:
¿Qué significa aceptar la Expiación para mí mismo? Esta lección pone fin a cualquier idea de que esto es algo egoísta, o de que significa que me preocupo únicamente por mí mismo o por mi felicidad personal. Nada puede ser más claro que esto: “Vinimos a alcanzar mucho más que nuestra propia felicidad. Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo no puede sino ser junto con nosotros”.

Aceptar la Expiación para mí mismo significa aceptar la verdad de lo que soy, decidir “aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó”. ¿Y qué soy yo? Ya lo sé, en lo más profundo de mi corazón, pero me resisto a saberlo. Esta lección es espléndida en su irónico examen de la locura en el modo en que ponemos en duda nuestra Identidad. Pone en duda todas nuestras dudas. Lleva a hacernos dudar de nuestras dudas. Niega la posibilidad de la negación. Menosprecia nuestra pequeñez. ¿Cómo podemos ser algo distinto de lo que somos? “Lo único que cualquier cosa viviente puede saber con certeza es lo que ella es”.

Dios nos creó como extensiones de Su Amor. Ésa es nuestra misión, es lo que somos. Aceptar la Expiación es aceptar esta verdad acerca de lo que somos. Aceptar la Expiación es empezar a funcionar como el Amor de Dios en el mundo.

Cada vez que nos negamos a ver la grandeza en otro, estamos negando la nuestra propia. Miramos a los demás con algo menos que amor porque nos negamos a ver cuánto lo merecemos nosotros. Somos los representantes de Dios en la tierra, aceptar la Expiación es aceptar nuestra misión. Estamos aquí para devolverle a todas las mentes la grandeza de lo que todos somos, no sólo para nuestra propia grandeza. Esta grandeza, este espléndido abarcar a todos, esta generosidad divina es nuestro propio Ser. Tenemos que abrir el corazón para abrazar al mundo, recordando “lo mucho que cada mente es parte de nosotros”.

En nosotros, el Amor de nuestro Padre puede contener a todos. Nuestro corazón es lo suficientemente grande para todo el mundo.

Esto es lo que somos. Que yo lo recuerde hoy. Que hoy acepte mi santo propósito. Que hoy me conozca a mí mismo como parte de este Corazón de Dios palpitante y que abarca a todos y a todo.


































jueves, 16 de mayo de 2024

Lección 138 El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.

 








1. En este mundo, el Cielo es algo que se elige porque en este mundo se cree que hay alternativas entre las que se puede elegir. Pensamos que todas las cosas tienen un opuesto y que elegimos lo que queremos. Si el Cielo existe tiene que haber también un infierno, pues es mediante contradicciones como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real.

2. La creación no conoce opuestos. Pero aquí, la oposición es parte de lo que es "real". Esta extraña percepción de la verdad es lo que hace que elegir el Cielo parezca ser lo mismo que renunciar al infierno. En realidad no es así. Mas lo que es verdad en la creación de Dios no podrá ponerse de manifiesto aquí hasta que no se refleje en alguna forma que el mundo pueda entender. La verdad no puede arribar allí donde sólo podría ser percibida con miedo. Pues esto constituiría el error de que la verdad puede ser llevada ante las ilusiones. La oposición le niega la bienvenida a la verdad y ésta no puede hacer acto de presencia.

3. Elegir es obviamente la manera de poder escapar de lo que aparentemente son opuestos. Tomar una decisión permite que uno de los objetivos en conflicto se convierta en la mira de tus esfuerzos y en lo que empleas el tiempo. Si no tomas una decisión, desperdicias el tiempo y tus esfuerzos se disipan. Éstos son en vano y el tiempo pasa de largo sin que te resulte provechoso. No tienes la sensación de haber logrado algo, pues no has conseguido nada ni aprendido nada.

4. Es necesario que se te recuerde que aunque crees enfrentarte a miles de alternativas, en realidad sólo hay una. E incluso ésta tan sólo aparenta ser una alternativa. No te dejes confundir por todas las dudas que una miríada de decisiones produciría. Tomas solamente una. Y una vez que la has tomado, percibes que no fue una decisión en absoluto, pues sólo la verdad es verdad y nada más lo es. No hay opuesto que se pueda elegir en su lugar. No hay nada que pueda contradecir la verdad.

5. Toda decisión está basada en lo que se ha aprendido. Y la verdad no es algo que se pueda aprender sino tan sólo reconocer. En este reconocimiento reside su aceptación, y al aceptarse, se conoce. Mas el conocimiento se encuentra más allá de los objetivos que nos proponemos enseñar dentro del marco de este curso. Nuestros objetivos son objetivos de enseñanza que se logran al aprender cómo alcanzarlos, qué son y qué te ofrecen. Tus decisiones son el resultado de lo que has aprendido, pues se basan en lo que has aceptado como la verdad con respecto a lo que eres y a lo que son tus necesidades.

6. En este mundo de enajenante complejidad el Cielo parece ser una alternativa en lugar de lo que meramente es. De todas las decisiones que has tratado de tomar, ésta es la más sencilla, la definitiva, el prototipo del resto y la que hace que sea innecesario tomar todas las demás. Incluso si éstas ya se hubiesen resuelto, aquella seguiría sin resolver. Mas cuando la resuelves, las demás se resuelven con ella, pues todas las decisiones parecen ser diferentes precisamente para ocultar la verdadera decisión que tienes que tomar. He aquí la última y única alternativa mediante la cual se acepta o se niega la verdad.

7. Así pues, hoy comenzamos a examinar la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar. Tal es su santo propósito, diferente ahora del que tú le habías conferido: ser un medio para demostrar que el infierno era real, que toda esperanza acaba en desesperación y que la vida misma finalmente sucumbirá ante la muerte. Pues sólo con la muerte se reconcilian los opuestos, ya que poner fin a la contradicción es morir. Y así, se considera que la salvación es la muerte, pues la vida se ve como un conflicto. Resolver el conflicto es, por lo tanto, poner fin a tu vida.

8. Estas creencias descabelladas pueden llegar a arraigarse profundamente y de manera inconsciente, y atenazar a la mente con un terror y una ansiedad tan intensos que le resulta imposible abandonar las ideas que tiene acerca de su propia seguridad. Tiene que ser salvada de la salvación, sentirse amenazada para estar a salvo y armarse de una coraza mágica que la proteja de la verdad. Y estas decisiones se toman de manera inconsciente para mantenerlas convenientemente protegidas y para que no se puedan cuestionar, someter al escrutinio de la razón o dudar de ellas.

9. El Cielo es algo que se elige conscientemente. La elección no puede llevarse a cabo hasta que no se hayan visto y entendido claramente las alternativas. Todo lo que se encuentra velado en la penumbra tiene que someterse al entendimiento para ser juzgado nuevamente, mas esta vez con la ayuda del Cielo. Y todos los errores de juicio que la mente cometió previamente pueden ser ahora corregidos, a medida que la verdad los descarta por carecer de causa. Ahora no tienen efectos. No se pueden ocultar, pues se ha reconocido su insustancialidad.

10. Que el Cielo se elegirá conscientemente es tan seguro como que se dejará de tenerle miedo al infierno una vez que se le saque de su escudo protector de inconsciencia y se le lleve ante la luz. ¿Quién podría decidir entre lo que ve claramente y lo que no reconoce? Por otra parte, ¿Quién podría dejar de elegir entre dos alternativas si ve que sólo una de ellas es valiosa y que la otra carece de valor al no ser más que una fuente imaginaria de culpabilidad y de dolor? ¿Quién podría titubear al llevar a cabo una elección como ésa? ¿Y vamos nosotros acaso a titubear hoy al llevarla a cabo?

11. Al despertar nos decidimos por el Cielo, y dedicamos cinco minutos a asegurarnos de que hemos tomado la única decisión que es cuerda. Reconocemos que estamos haciendo una elección consciente entre lo que existe y lo que tan sólo aparenta ser verdad. Mas cuando se lleva ante la luz de lo que es real, se ve cuán frágil y transparente es su existencia. Ahora no inspira terror, pues lo que se hizo enorme, vengativo y despiadado de tanto odio, necesita de la oscuridad para dar cobijo al miedo. Ahora se reconoce que no fue más que un error trivial y sin importancia.

12. Antes de irnos a dormir esta noche, reafirmaremos la elección que habremos estado llevando a cabo cada hora. Y ahora dedicaremos los últimos cinco minutos de nuestro día a la decisión que tomamos al despertar. Con el pasar de cada hora hemos reafirmado nuestra elección con un breve momento de quietud dedicado a mantener la cordura. Y finalmente, concluiremos el día con lo que sigue a continuación, reconociendo que sólo elegimos lo que realmente queremos:

El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.
Me decido por él ahora y no cambiaré de parecer, pues es lo único que quiero.






Propósito: 
Elegir el Cielo, “la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar”

Observaciones: 
Dedica la práctica de la noche a reafirmar la elección que has hecho al comienzo del día y que has reforzado cada hora. Al terminar de este modo, dedicas todo el día a la elección del Cielo.

Comentario:
La lección hace algunos contrastes rotundos entre este mundo y la creación. Uno es un reino de dualidades, en el que “la oposición es parte de lo que es "real"”. El otro es un reino de unidad, de igualdad perfecta. “La creación no conoce opuestos”. Ésta es la clásica discusión acerca de lo que puede llamarse dualidad y no-dualidad.

No-dualidad o unicidad (uno y lo mismo), es lo que es real. Donde hay unicidad no puede haber elección, porque no hay nada entre lo que elegir. Si la unicidad es la realidad, entonces la elección, cualquier elección, es una ilusión y nada más. La elección es imposible, impensable. Eso es la realidad.

Dentro de nuestro sueño, la verdad no puede entrar porque sólo se encontraría con el miedo; la imposibilidad de elección de la unidad parece la última amenaza para una mente que cree que todo lo que existe es dualidad. Por lo tanto, en este mundo, estamos aprendiendo a tomar una decisión, la final. Es una elección para acabar con todas las decisiones, la elección entre la ilusión y la realidad. El tiempo existe únicamente para hacer esta elección, para “darnos tiempo” para hacerla. Se nos pide que elijamos el Cielo en lugar del infierno.

Hace años, antes de encontrar el Curso, había pasado por un montón de cosas, leído un montón de libros, asistido a muchos seminarios. Me senté un día intentando extraer, por escrito, lo que había aprendido de la vida. Estaba escribiendo para mis hijos, entonces adolescentes. Recuerdo claramente que en el aquel momento de mi vida, sentí que sólo estaba seguro de dos cosas:

Una, que puedes contar con el Universo.
Dos, que la felicidad es una decisión que yo tomo.

No me molestaré en comentar la primera, pero la segunda es fundamental para el Curso, la comprensión de que nada fuera de mi mente me hace feliz o desgraciado, mi felicidad es enteramente el resultado de mi propia elección.

Cuando leí por primera vez esta lección en el Libro de Ejercicios me quedé sorprendido por la semejanza de la idea, incluso las mismas palabras. “El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir”. Quizá el hecho de que yo había llegado a esta conclusión por mi cuenta fue una de las razones por la que acepté el Curso tan rápidamente, confirmaba lo que para mí era la esencia de mi propia sabiduría personal, palabras que por lo que yo sabía eran enteramente mías. Aquí estaba este libro, diciéndome lo mismo. Al decir que tenemos que elegir el Cielo y que ésta es “la decisión” que tenemos que tomar, el Curso está diciendo que aprender esto es de lo que trata la vida. Es “la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar”. Es una elección, una decisión, que acepta la total responsabilidad de la mente por el modo en que ve la realidad.

Pero la lección dice mucho más que esto. La discusión entre dualidad y no-dualidad en esta lección explica claramente por qué tantos de nosotros, sin duda la mayoría de nosotros, sentimos tal división o conflicto interno en aceptar la simple verdad. Hemos llegado a convencernos de que los opuestos y el conflicto no son simplemente parte de la vida, son la vida. Para nosotros son la realidad. “La vida se ve como un conflicto”. Esta creencia se muestra, por ejemplo, en el planteamiento un tanto frívolo de que el Cielo, donde nada cambia y no hay opuestos, suena aburrido. Somos adictos a los sucesos dramáticos, nos dedicamos a la deliciosa agonía de la indecisión. Para nosotros, no tener elecciones suena como la muerte. Resolver finalmente y completamente el conflicto nos parece el final de la vida misma.

Sin embargo, eso es lo que el Curso nos promete y nos pide: el final de todo conflicto. Cuando esto surge en nuestra mente, retrocedemos en terror mortal.

Estas creencias descabelladas pueden llegar a arraigarse profundamente y de manera inconsciente, y atenazar a la mente con un terror y una ansiedad tan intensos que le resulta imposible abandonar las ideas que tiene acerca de su propia seguridad. Tiene que ser salvada de la salvación, sentirse amenazada para estar a salvo y armarse de una coraza mágica que la proteja de la verdad.

Esto es inconsciente, no nos damos cuenta de lo que está sucediendo. Pero literalmente huimos de la verdad, y retrocedemos ante el amor total, sin saber lo que estamos haciendo. Casi todo el mundo que trabaja con el Curso durante un tiempo siente esto en su vida. Parece como si se nos pidiera morir. Y en cierto sentido, así es: morir a la vida como la hemos conocido.

La única salida es cambiar. Cambiar del miedo al amor. “El Cielo es algo que se elige conscientemente”. Para que una decisión sea consciente, las dos alternativas deben verse con claridad. Tenemos que ver el infierno a plena luz del día, así como el Cielo. Nuestro miedo del infierno, nuestro terror a la destrucción, nuestra agonía por la culpa deben “someterse al entendimiento para ser juzgado nuevamente, mas esta vez con la ayuda del Cielo”. Fue nuestro propio deseo de otro plan distinto al Cielo lo que hizo el infierno, y tenemos que entender que la dualidad es una fiera que hemos inventado nosotros, y que nuestro deseo no tiene ningún efecto real.

“¿Quién podría decidir entre lo que ve claramente y lo que no reconoce? Por otra parte, ¿Quién podría dejar de elegir entre dos alternativas si ve que sólo una de ellas es valiosa y que la otra carece de valor al no ser más que una fuente imaginaria de culpabilidad y de dolor?”. Nuestra invención de la dualidad parece algo tan monstruoso, enterrado en la mente para no darnos cuenta de ello, “se hizo enorme, vengativo y despiadado de tanto odio”, pero cuando se lleva a la luz de la consciencia “ahora se reconoce que no fue más que un error insignificante y sin importancia”. Todo lo que la mantiene como está es nuestra culpa a causa de ello. Cuando la miramos de nuevo, ahora “con la ayuda del Cielo”, la elección de abandonarla se convierte en la única decisión que podemos tomar. Y en esa decisión somos liberados.






































miércoles, 15 de mayo de 2024

Lección 137 Cuando me curo no soy el único que se cura.

 






1. La idea de hoy sigue siendo el pensamiento central sobre el que descansa la salvación. Pues la curación es lo opuesto a todas las ideas del mundo que tienen que ver con la enfermedad y con los estados de separación. Aislarse uno de los demás y rehusar la unión es lo que da lugar a la enfermedad. Ésta se convierte en una puerta tras la cual se encierra a un ser separado, y donde se le mantiene aislado y solo.

2. La enfermedad es aislamiento. Pues parece mantener a un ser separado del resto, para que sufra lo que los otros no sienten. Le otorga al cuerpo poder absoluto para hacer que la separación sea real y mantener a la mente en solitario confinamiento, dividida en pedazos y sujeta por una sólida muralla de carne enfermiza que no puede trascender.

3. El mundo acata las leyes que la enfermedad apoya, pero la curación opera aparte de ellas. Es imposible que alguien pueda curarse solo. En la enfermedad, él no puede sino estar aparte y separado. Mas la curación es el resultado de su decisión de ser uno solo nuevamente, y de aceptar su Ser con todas Sus partes intactas e incólumes. En la enfermedad, su Ser aparenta estar desmembrado y desprovisto de la unidad que le da vida. Mas la curación se logra al él comprender que el cuerpo no tiene el poder de atacar la universal unicidad* del Hijo de Dios.

4. El propósito de la enfermedad es demostrar que las mentiras son verdad. Mas la curación demuestra que sólo la verdad es verdad. La separación que la enfermedad pretende imponer en realidad jamás ha tenido lugar. Curar es meramente aceptar lo que siempre ha sido la simple verdad, lo cual seguirá siendo exactamente como siempre fue. No obstante, a los ojos acostumbrados a las ilusiones se les debe mostrar que lo que contemplan es falso. Así pues, la curación, que la verdad nunca necesitó, tiene que demostrar que la enfermedad no es real.

5. La curación podría considerarse, por lo tanto, como un anti sueño que desplaza al sueño de enfermedad en nombre de la verdad, pero no en la verdad en sí. Así como el perdón pasa por alto todos los pecados, que nunca se cometieron, la curación desvanece las ilusiones que jamás tuvieron lugar. Y así como el mundo real emergerá para ocupar el lugar de lo que nunca sucedió realmente, la curación ofrecerá restitución para los estados imaginarios e ideas falsas que los sueños han ido tejiendo y convirtiendo en cuadros de la verdad.

6. Mas no pienses que curar no es algo digno de ser tu función aquí. Pues el anti-Cristo se vuelve más poderoso que el Cristo para aquellos que sueñan que el mundo es real. El cuerpo parece ser más sólido y más estable que la mente. Y el amor se convierte en un sueño, mientras que el miedo continúa siendo la única realidad que puede verse, justificarse y entenderse plenamente.

7. Así como el perdón desvanecerá con su luz todo pecado y el mundo real ocupará el lugar de lo que has fabricado, asimismo la curación reemplazará las fantasías de enfermedad con las que nublas la simple verdad. Cuando se haya visto desaparecer la enfermedad, a pesar de todas las leyes que sostienen que es real, todas las preguntas habrán quedado contestadas. Y entonces se dejará de valorar y obedecer dichas leyes.

8. La curación es libertad. Pues demuestra que los sueños no prevalecerán contra la verdad. 3La curación es algo que se comparte. Y mediante este atributo demuestra que las leyes que son diferentes de las que sostienen que la enfermedad es inevitable son más poderosas que las leyes enfermizas que sostienen lo contrario. La curación es fuerza. Pues con su tierna mano se supera la debilidad, y las mentes que estaban amuralladas en un cuerpo quedan liberadas para unirse a otras .mentes, y así ser fuertes para siempre.

9. La curación, el perdón y el feliz intercambio del mundo del dolor por uno en el que la tristeza no tiene cabida, son los medios por los que el Espíritu Santo te exhorta a que lo sigas. Sus dulces lecciones te enseñan cuán fácilmente puedes alcanzar la salvación y cuán poca práctica necesitas para dejar que Sus leyes reemplacen a las que tú promulgaste para mantenerte prisionero de la muerte. Su vida se vuelve la tuya propia, al tú extender la poca ayuda que Él te pide para liberarte de todo lo que jamás te causó dolor.

10. Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto contigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y los que parecen no estarlo. Tal vez no los reconozcas a todos, ni comprendas cuán grande es la ofrenda que le haces al mundo cuando permites que la curación venga a ti. Mas nunca te curas solo. Legiones y legiones de hermanos recibirán el regalo que tú recibes cuando te curas.

11. Los que se han curado se convierten en los instrumentos de la curación. Y no transcurre tiempo alguno entre el instante en que son curados y aquel en que toda la gracia de curación les es dada para que ellos a su vez la den. Lo que se opone a Dios no existe, y aquel que no lo acepta en su mente se convierte en un refugio donde los que están cansados pueden hallar descanso. Pues ahí es donde se otorga la verdad, y ahí es donde todas las ilusiones se llevan ante la verdad.

12. ¿No le ofrecerías refugio a la Voluntad de Dios? Pues con ello sólo estarías invitando a tu Ser a estar en su propia casa. ¿Y podría acaso rechazarse semejante invitación? Pide que ocurra lo inevitable y jamás fracasarás. La otra opción es pedir que lo que no puede ser, sea, y esto es algo que jamás podrá tener lugar. Hoy pedimos que sólo la verdad ocupe nuestras mentes; que los pensamientos de curación vayan en este día desde lo que ya se ha curado a lo que todavía tiene que curarse, conscientes de que ambas cosas ocurrirán al unísono.

13. Cuando el reloj marque la hora, recordaremos que nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas, para que podamos llevar la curación al mundo e intercambiar la maldición por bendiciones, el dolor por la alegría y la separación por la paz de Dios. ¿No vale la pena, acaso, dar un minuto de cada hora a cambio de semejante regalo? ¿Y no es un poco de tiempo una ofrenda insignificante a cambio del regalo de lo que lo es todo?

14. Mas debemos estar preparados para semejante regalo. De modo que comenzaremos el día dedicando diez minutos a los pensamientos que siguen a continuación, con los cuales también lo concluiremos por la noche:

Cuando me curo no soy el único que se cura.
Y quiero compartir, mi curación con el mundo,
a fin de que la enfermedad pueda ser erradicada de la mente del único Hijo de Dios,
Quien es mi único Ser.

15. Permite que la curación se efectúe a través de ti hoy mismo. Y mientras reposas serenamente, prepárate a dar tal como recibes, a conservar únicamente lo que das y a recibir la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de todos los pensamientos absurdos que jamás se concibieron. Ahora nos unimos para curar todo lo que antes estaba enfermo y para ofrecer bendiciones allí donde antes reinaba el ataque. No nos olvidaremos de esta función con el transcurrir de cada hora, sino que recordaremos nuestro propósito con este pensamiento:

Cuando me curo no soy el único que se cura.
Y quiero bendecir a mis hermanos, pues me curaré junto con ellos,
tal como ellos se curarán junto conmigo.




Propósito: 
Dejar que tu mente sane, para que puedas enviar sanación al mundo, consciente de que tú y el mundo sanáis juntos.

Observaciones: 
¿No merece la pena un minuto para recibir el regalo de todo?

Comentario:
Aunque esta lección tiene mucho que decir sobre la sanación en general, su principal mensaje es que la sanación, que es nuestra función en el mundo, es un fenómeno compartido, y que sanar es compartir. La sanación restablece la unidad. “Los que se han curado se convierten en los instrumentos de la curación”.

“Aislarse uno de los demás y rehusar la unión es lo que da lugar a la enfermedad”. Es aislamiento. La sanación invierte eso, es un movimiento hacia otros, una unión. La sanación de la que habla esta lección es la sanación de la mente, y no necesariamente del cuerpo. “Nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas, para que podamos llevar la curación al mundo e intercambiar… la separación por la paz de Dios”.

Sea cual sea el estado de mi cuerpo, no puede impedir esta función. Mi cuerpo no puede detener ni limitar mi mente. “Las mentes que estaban amuralladas en un cuerpo quedan liberadas para unirse a otras mentes, y así ser fuertes para siempre”. Mi tarea hoy, y todos los días, es permitir que mi mente sane, y permitir que la sanación se extienda desde mi mente a otras mentes, llevando sanación al mundo. Eso puede suceder sea cual sea el estado de mi cuerpo. Normalmente no me doy cuenta de lo poderosa que es mi mente, y de lo que pueden extenderse los efectos de su sanación. “Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto contigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y los que parecen no estarlo”.

Cuando hoy abro mi mente a la sanación, me doy cuenta de que sea cual sea el estado de mi cuerpo, “lo que se opone a Dios no existe”. Cuando me niego a aceptar la enfermedad como mi realidad, mi mente “se convierte en un refugio donde los que están cansados pueden hallar descanso”. La enfermedad es sólo un caso especial de “soy un cuerpo”. Así que lo que se nos pide hacer no es sólo negar las limitaciones de la enfermedad, sino negar las limitaciones del cuerpo completamente. Hoy, elijo dejar que “los pensamientos de curación vayan… desde lo que ya se ha curado a lo que todavía tiene que curarse”. Dedico cierto tiempo, diez minutos por la mañana y por la noche, y un minuto cada hora, a entregarle a mi mente su función de compartir con el mundo pensamientos de sanación. “Extiéndele la mano a todos tus hermanos, e infúndelos con el toque de Cristo” (T.13.VI.8:2).

Hoy, quiero que la curación se efectúe a través de mí. Quiero ser un canal, un canal de bendiciones para el mundo. ¿Qué otro propósito podría darme tanta alegría?



































Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...