Introducción
1. Damos comienzo ahora a un nuevo repaso, conscientes esta vez de que nos estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad. Hoy empezaremos a prepararnos para lo que sigue más adelante. Tal es nuestro propósito para este repaso y para las lecciones que siguen. Así pues, repasaremos las lecciones más recientes y sus pensamientos centrales de forma que faciliten el estado de preparación que ahora queremos alcanzar.
2. Hay un tema central que unifica cada paso del repaso que ahora emprendemos, el cual puede enunciarse de manera muy simple con estas palabras:
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
3Esto es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es. Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como cocreador con Él. Éste es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo. Pues en su mente no puede haber otros pensamientos, salvo los que su Padre comparte con él. La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia. 8No obstante, es verdad eternamente.
3. Comencemos nuestra preparación tratando de entender las múltiples formas tras las que se puede ocultar muy cuidadosamente la falta de verdadero perdón. Puesto que son ilusiones, no se perciben simplemente como lo que son: defensas que te impiden ver y reconocer tus pensamientos rencorosos. Su propósito es mostrarte otra cosa y demorar la corrección mediante autoengaños diseñados para que ocupen su lugar.
4. Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus autoengaños no pueden ocupar el lugar de la verdad, de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas. Así es como daremos comienzo a cada período de práctica de este repaso, preparando nuestras mentes para que comprendan las lecciones que nos corresponde leer y comprendan el significado que tienen para nosotros.
5. Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte. Haz que tu mente tenga una actitud receptiva, despéjala de todo pensamiento engañoso y deja que sólo éste la ocupe completamente y elimine los demás:
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
4Cinco minutos que le dediques a este pensamiento serán suficiente para encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado y para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir ese día.
6. Éstos no procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él. Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto. Y así como Su compleción se une a Él, del mismo modo Él se unirá a ti que te completas al unirte a Él y al Él unirse a ti.
7. Después de haberte preparado, lee simplemente cada una las dos ideas que se han asignado para el repaso de ese día. Luego cierra los ojos y repítelas lentamente para tus adentros. No hay prisa ahora, pues estás utilizando el tiempo para el propósito que se le dio. Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él. Y no utilizaremos en nuestra práctica otro formato que éste.
8. Cada vez que el reloj marque la hora, trae a la mente el pensamiento con el que comenzó el día y pasa un momento de recogimiento con él. Luego repite las dos ideas correspondientes a ese día sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.
9. No vamos a añadir otros pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. No necesitamos otra cosa que esto para que se nos dé felicidad y descanso, eterna quietud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. Y concluiremos cada día de práctica a lo largo de este repaso tal como lo comenzamos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra fe, sustituyó en el mundo la luz por la oscuridad, el gozo por los pesares, la paz por el sufrimiento y la santidad por el pecado.
10. Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cumplimiento de Su Palabra. Y cuando expongas tu mente de nuevo a las ideas del día antes de irte a dormir, Su gratitud te envolverá en la paz en la que Su Voluntad dispone que estés para siempre, y que ahora estás aprendiendo a reivindicar como tu herencia.
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(121) El perdón es la llave de la felicidad.
(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo.
Comentario:
El perdón realmente nos ofrece todo lo que queremos, y sin el verdadero perdón no es posible la felicidad. Puede que todavía no creamos esto completamente y conscientemente, pero nuestra mente recta lo cree, y siempre lo ha creído. El perdón tiene efectos no sólo sobre lo que yo creo que el mundo me ha hecho (en realidad no le ha hecho nada a mi Ser), sino también sobre lo que no ha hecho que yo quería que hiciera. Cuanto más viejos nos hacemos, más desilusionados estamos con el mundo. Hablamos de personas “hartas del mundo” y cínicas cuando envejecen, porque a pesar de las grandes esperanzas que teníamos cuando éramos más jóvenes, a pesar de las brillantes promesas que el mundo parecía hacernos, nos ha desilusionado. No nos ha hecho felices. Descubrimos que el mundo no es justo, que las personas buenas no siempre triunfan, que no siempre tenemos lo que queremos. Y cuando logramos lo que queremos, no es tan bueno como habíamos esperado.
El perdón consiste en reconocer que somos nosotros los que hemos inventado esas esperanzas acerca del mundo, y somos nosotros los que hemos hecho que nos desilusione. Hemos pedido lo imposible, nada de este mundo me satisfará nunca ni me hará feliz. La felicidad tiene que buscarse y encontrarse únicamente en nuestro estado natural, es decir, en la unión con Dios y con todos mis hermanos. Perdonar al mundo significa dejar de molestarse por sus imperfecciones. No podemos culpar al mundo de nuestro sufrimiento, tampoco podemos culparlo por no hacernos felices. No podemos culparlo por nada en absoluto. Cuando por fin dejamos de crujir los dientes, relajamos los puños, y nuestra respiración se calma al liberar esos antiguos resentimientos, lo que descubrimos es nuestra felicidad natural, que ha estado ahí todo el tiempo, pero oculta por nuestra falta de perdón.
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