1. Este pensamiento es el que naturalmente sigue al que practicamos, ayer. No puedes detenerte en la idea de que el mundo no tiene valor, pues a menos que veas que hay algo más por lo que sentirte esperanzado, no podrás evitar caer en la depresión. No estamos haciendo hincapié en que renuncies al mundo, sino en que lo intercambies por algo mucho más satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte paz. ¿Crees acaso que este mundo puede ofrecerte eso?
2. Quizá valga la pena dedicar un rato a reflexionar una vez más sobre el valor de este mundo. Tal vez estés dispuesto a conceder que nada se pierde con renunciar a cualquier pensamiento que le adjudique algún valor. El mundo que ves es ciertamente despiadado, inestable y cruel, indiferente en lo que a ti respecta, presto a la venganza y lleno de odio inclemente. Da únicamente para más tarde quitar, y te despoja de todo aquello que por un tiempo creíste amar. En él no se puede encontrar amor duradero, porque en él no hay amor. Dicho mundo es el mundo del tiempo, donde a todo le llega su fin.
3. ¿Cómo podría ser una pérdida, entonces, encontrar un mundo en el que es imposible perder, en el que el amor perdura eternamente y en el que el odio no existe y la venganza no tiene sentido? ¿Cómo podría ser una pérdida hallar todas las cosas que realmente anhelas, y saber que no tienen fin y que perdurarán a través del tiempo exactamente tal como las deseas? Incluso esas cosas se intercambiarán finalmente por aquello de lo que no podemos hablar, pues desde allí te trasladarás a donde las palabras son completamente inútiles, a un silencio en el que el lenguaje, si bien no es hablado, se entiende perfectamente.
4. La comunicación, inequívoca y clara como la luz del día, permanece ilimitada por toda la eternidad. Y Dios Mismo le habla a Su Hijo, así como Su Hijo le habla a Él. El lenguaje en el que se comunican no tiene palabras, pues lo que se dicen no puede ser simbolizado. Su conocimiento es directo, perfectamente compartido y perfectamente uno. ¡Qué lejos te encuentras de esto tú que sigues encadenado a este mundo! Y, sin embargo, ¡qué cerca te encontrarás cuando lo intercambies por el mundo que sí deseas!
5. Ahora el último paso es seguro; ahora te encuentras sólo a un instante de la intemporalidad. Desde aquí sólo puedes mirar hacia adelante, pues nunca más querrás mirar hacia atrás para ver el mundo que ya no deseas. He aquí el mundo que viene a ocupar su lugar, a medida que liberas a tu mente de las nimiedades que el mundo te ofrece para mantenerte prisionero. No les atribuyas ningún valor, y desaparecerán. Valóralas, y te parecerán reales.
6. Ésas son tus opciones. ¿Qué puedes perder si eliges no valorar lo que no es nada? Este mundo no te ofrece nada que realmente desees, mas el que eliges en su lugar ¡ése ciertamente lo deseas! Deja que se te conceda hoy. Ese mundo espera tan solo a que lo elijas para ocupar el lugar de todas las cosas que buscas, pero que no deseas.
7. Practica estar dispuesto a efectuar este cambio diez minutos por la mañana, diez por la noche y una vez más entremedias.
Comienza con lo siguiente:
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
Elijo ver ese mundo en lugar de éste, pues no hay nada aquí que realmente desee.
Cierra entonces los ojos al mundo que ves, y en la silenciosa oscuridad contempla cómo unas luces que no son de este mundo se van encendiendo una por una, hasta que deja de ser relevante donde comienza una y donde termina la otra al fundirse todas en una sola.
8. Hoy las luces del Cielo se inclinan ante ti, para derramar su luz sobre tus párpados mientras descansas más allá del mundo de las tinieblas. He aquí una luz que los ojos no pueden contemplar. Y, sin embargo, la mente puede verla claramente, y entender. Hoy se te concede un día de gracia, y nos sentimos agradecidos por ello. Hoy nos damos cuenta de que lo que temías perder era sólo la pérdida.
9. Ahora comprendemos que es imposible perder. Pues por fin hemos visto su opuesto, y damos gracias de que la elección ya se haya llevado a cabo. Recuerda cada hora la decisión que has tomado, y dedica un momento a confirmar tu elección dejando a un lado cualquier pensamiento que tengas en ese momento y poniendo toda tu atención brevemente en lo siguiente:
El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee.
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
No basta con que le digan que el mundo no vale nada sin el siguiente paso. Inherente a las afirmaciones anteriores es mirar con Jesús, lo que significa estar con él. Esto nos recuerda que hay otra elección que hemos hecho, para otro maestro.
... Todos los caminos[del mundo] pero conducen a la decepción, a la nada y a la muerte.... Los caminos que este mundo puede ofrecer parecen ser bastante numerosos, pero debe llegar el momento en que todos empiecen a ver lo parecidos que son unos a otros. Los hombres han muerto al ver esto, porque no veían otro camino que los caminos ofrecidos por el mundo. Y al enterarse de que no llevaron a ninguna parte, perdieron la esperanza. Y sin embargo, este fue el momento en que pudieron haber aprendido su mayor lección. Todos deben llegar a este punto e ir más allá. Es cierto, en efecto, que no hay ninguna opción en el mundo. Pero esta no es la lección en sí misma. La lección tiene un propósito, y en esto llegas a entender para qué sirve.... Su propósito es la respuesta a la búsqueda que deben emprender todos aquellos que todavía creen que hay otra respuesta que encontrar. Aprende ahora, sin desesperación, no hay esperanza de respuesta en el mundo.... Ya no busques esperanza donde no la hay. Haz rápido tu aprendizaje ahora, y entiende que no pierdes el tiempo a menos que vayas más allá de lo que has aprendido a lo que aún no has aprendido. Porque desde este punto más bajo el aprendizaje conducirá a alturas de felicidad, en las que verás el propósito de la lección brillar claro y perfectamente dentro de tu alcance de aprendizaje. (T-31.IV.2:3; 3:3-10; 4:2-3,6-8).
Mirando a través de los ojos de Jesús, aprendemos a sonreír ante todo lo que sucede, personal y colectivamente.
Jesús no habla de un mundo tangible, físico, sino del mundo que existe en nuestros pensamientos. Por lo tanto, intercambiar el mundo significa intercambiar los pensamientos del ego que componen el mundo -especialidad y culpa- por los pensamientos de perdón y amor del Espíritu Santo, el fundamento del mundo real.
Jesús nos está dando por lo menos este crédito - en este momento nos damos cuenta de que el mundo no tiene nada de lo que queremos.
La frase final es importante, porque ayuda a los estudiantes a evitar la trampa de pensar que cuando Jesús dice, por ejemplo, "el mundo que ves es despiadado", se refiere a nuestra manera de verlo, no al mundo mismo. Esta línea deja claro que está hablando del mundo de la percepción y del tiempo. Todo aquí se desvanece y finalmente muere, porque nada en el mundo es eterno. No importa cuán maravillosas parezcan ser las cosas, no duran: "Este es el mundo del tiempo, donde todas las cosas terminan."
... Lo que parece eterno, todo tendrá un final. Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día ya no existirán. Todas las cosas que vienen y van, las mareas, las estaciones y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y florecen y se desvanecen no volverán. Donde el tiempo ha puesto fin no es donde está lo eterno. El Hijo de Dios nunca puede cambiar por lo que los hombres hicieron de él. Él será como era y como es, porque el tiempo no es su destino, ni la hora de su nacimiento y muerte (T-29.VI.2:7-12).
Cubrir nuestro dolor con pensamientos y percepciones de belleza, bondad, verdad y amor no nos lleva a escapar de nuestra culpa. Todo lo contrario. Sólo el perdón produce un verdadero escape, devolviéndonos a lo eterno, y a la belleza, bondad, verdad y amor que están más allá de toda forma. Estos se reflejan en el mundo real, el último paso antes de nuestro regreso al Cielo y a nuestro Ser.
Este es el mundo real, que no es un lugar sino el pensamiento de la sanación perfecta. Cuando elegimos el sistema de pensamiento del Espíritu Santo de una vez por todas, nos identificamos con Su principio de expiación - el reflejo del Amor eterno del Cielo que nunca puede perderse. Nuestras mentes son entonces sanadas, y el sistema de pensamiento del ego -la separación, el pecado, la culpa, el miedo, el dolor, el odio y la muerte- desaparece, ya que fue mantenido en su lugar sólo por nuestra identificación con él. Cuando cambiamos nuestra identidad, y la colocamos en cambio con el Amor de Dios, el ego se va, junto con su odio y venganza, crueldad y dolor.
Jesús nos dice: "Por supuesto que no vas a perder nada; mira el regalo eterno que te ofrezco en su lugar." Sin embargo, mientras nos identifiquemos con nuestro cuerpo y nuestra especialidad, creeremos que renunciar a las cosas en este mundo implica sacrificio y pérdida. Por lo tanto, necesitamos un maestro que nos instruya de manera diferente.
Esta lección se refiere a tres mundos: el mundo del ego, que es despiadado, inestable y cruel; el mundo real, que corrige al ego, sus dones amorosos que reflejan el Amor del Cielo y se convierten en el puente que permite a Dios dar el último paso, en el cual Él se inclina y nos eleva al Cielo.
Hay un lugar en ti donde todo este mundo ha sido olvidado; donde ningún recuerdo del pecado y de la ilusión permanece. Hay un lugar en ti que el tiempo ha dejado, y se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso, así que todavía no hay sonido, excepto un himno al cielo que se levanta para alegrar a Dios Padre y al Hijo. Donde Ambos moran son Recordados, Ambos. Y donde Ellos están es en el Cielo y es la paz.
No pienses que puedes cambiar su morada. Porque tu Identidad permanece en Ellos, y donde Ellos están, por siempre debes estar tú. La inmutabilidad del Cielo está en ti, tan dentro de ti que nada en este mundo sino que pasa desapercibido e invisible. La todavía infinidad de paz sin fin te rodea suavemente en su suave abrazo, tan fuerte y silenciosa, tranquila en el poder de su Creador, nada puede inmiscuirse en el sagrado Hijo de Dios en su interior (T-29.V.1-2).
Sucintamente dicho, la secuencia es del mundo del ego al mundo real, y de ahí al Cielo.
Ninguna individualidad existe en el estado de perfecta Unidad del Cielo. Sin embargo, no vamos de nuestra experiencia corporal directamente a casa, sino del mundo del cuerpo al mundo real de la mente. Este paso intermedio nos hace mirar la culpa y darnos cuenta de que está compuesta, disolviendo así su existencia. Cuando la culpa se va, todo lo que queda es el amor en nuestras mentes correctas - el mundo real. Así estamos a las puertas del Cielo, traídos por el perdón de nuestro hermano, que se transforma en nosotros mismos:
Perdona el pasado y déjalo ir, porque se ha ido. Ya no estás en el suelo que hay entre los mundos. Has seguido adelante, y has llegado al mundo que yace a las puertas del Cielo. No hay obstáculo para la Voluntad de Dios, ni necesidad de que repitas de nuevo un viaje que se acabó hace mucho tiempo. Mira suavemente a tu hermano, y mira el mundo en el que la percepción de tu odio se ha transformado en un mundo de amor (T-26.V.14).
No puedes mirar atrás porque el mundo contra el que has elegido ha desaparecido. Cuando despertamos del sueño no hay nada que recordar.
Y cuando la memoria de Dios haya llegado a vosotros en el lugar santo del perdón, no recordaréis nada más, y la memoria será tan inútil como el aprendizaje, porque su único propósito será crear. Sin embargo, esto no pueden saberlo hasta que cada percepción haya sido limpiada y purificada, y finalmente eliminada para siempre. El perdón sólo elimina lo falso, elevando las sombras del mundo y llevándolas, seguras y seguras dentro de su dulzura, al luminoso mundo de la nueva y limpia percepción. Ese es tu propósito ahora. Y es allí donde os espera la paz (T-18.IX.14).
El punto principal, una vez más, es que no liberamos nuestras mentes de las cosas del mundo, sino de la culpa que le da al mundo su propósito. Una vez desatados de la nada de la culpabilidad, nuestras mentes son libres para regresar al Espíritu Santo, quien con gusto nos lleva a través del puente hacia el mundo real, el lugar de la verdad y la belleza:
Lo que la culpabilidad ha forjado es feo, temible y muy peligroso. No veas ninguna ilusión de verdad y belleza en ello. Y siéntete agradecido de que haya un lugar donde la verdad y la belleza te aguardan. Ve gustosamente a su encuentro y descubre lo mucho que te espera por el simple hecho de estar dispuesto a abandonar lo que no es nada precisamente porque no es nada. (T16.VI.10.4)
Se tiene que haber aprendido mucho, tanto para darse cuenta de que el mundo no tiene nada que ofrecer como para aceptar este hecho. ¿Qué puede significar el sacrificio de lo que no es nada? No puede significar que como resultado de ello tengas menos. De acuerdo con el pensar del mundo, no hay sacrificio que no incluya al cuerpo. Piensa por un momento en aquello a lo que el mundo llama sacrificio. El poder, la fama, el dinero, los placeres físicos, ¿Quién es el "héroe" que posee todas esas cosas? ¿Qué significado podrían tener excepto para un cuerpo? Mas un cuerpo no puede evaluar. Al ir en pos de tales cosas, la mente se identifica con el cuerpo, negando su identidad y perdiendo de vista lo que realmente es.
Una vez que se ha producido esta confusión, a la mente le resulta imposible entender que todos los "placeres" del mundo no son nada. Pero el sacrificio que éstos conllevan, ¡eso sí que es un sacrificio! Pues ahora la mente se ha condenado a sí misma a buscar sin la posibilidad de hallar nada, a estar insatisfecha y descontenta para siempre, y a no saber lo que realmente quiere hallar. ¿Quién podría escapar de esta auto condenación? Sólo a través de la Palabra de Dios es posible escapar, pues la auto condenación es una decisión acerca de nuestra identidad y nadie duda de lo que cree ser. Podrá dudar de todo, pero nunca de eso. (M.13.2.3).
Así aprendemos que nuestra elección del mundo real del Espíritu Santo sobre el mundo del ego de la separación y el dolor no conlleva ninguna pérdida, sino la ganancia de nuestra Identidad, la conciencia de que habíamos perdido aparentemente en ese instante de locura:
Maestro de Dios, no te olvides de lo que realmente es el sacrificio, y recuerda lo que cada decisión que tomas significa en función de su costo. Decide en favor de Dios, y todo se te dará sin costo alguno. Decide contra Él, y escoges lo qué no es nada, a costa de la conciencia de lo que es todo. (M.13.8)
Los maestros de Dios no sienten ningún pesar al renunciar a los placeres del mundo. ¿Cómo podría ser un sacrificio renunciar al dolor? ¿Lamentan acaso los adultos abandonar los juguetes que tenían de niños? Y el que ha vislumbrado la faz de Cristo, ¿podría sentir nostalgia por lo que ocurre en un matadero? Nadie que se haya escapado del mundo y de todos sus males lo contempla con condenación. No obstante, no puede sino alegrarse de estar libre del sacrificio que todas las cosas que el mundo valora le habrían exigido. Por ellas sacrificaba su paz. Por ellas sacrificaba su libertad. Y, para poseerlas, hubiera tenido que sacrificar su esperanza de alcanzar el Cielo y el recuerdo del Amor de su Padre. ¿Quién, en su sano juicio, escogería lo que no es nada como sustituto de lo que lo es todo? (M.13.4.)
¿Quién estaría dispuesto a darle la espalda a todos los caminos del mundo, a menos que se diese cuenta de su auténtica futilidad? ¿No es menester acaso que éste sea su punto de partida, en vez de buscar otro camino? Pues mientras vea alternativas donde no las hay, ¿Qué poder de decisión podría ejercer? Sólo cuando se aprende dónde tiene realmente utilidad ese poder puede éste ejercerse plenamente. ¿Y qué poder puede tener cualquier decisión si se aplica a situaciones en las que no hay elección posible? (T.31.IV.5)
No hay ninguna luz externa que brille sobre nosotros, porque la luz está dentro. De hecho, la luz somos nosotros, y es restaurada a la conciencia en el instante en que renunciamos a la oscuridad.
Lo que "temías perder" era el pensamiento del ego sobre la individualidad, que no es nada. Este yo individual representa la pérdida de nuestra identidad como Cristo, que es todo.
Tal vez pienses que este curso requiere que sacrifiques todo aquello que tienes en gran estima. En cierto sentido eso es cierto, pues tienes en gran estima cosas que crucifican al Hijo de Dios, y el objetivo de este curso es liberarlo. Pero no te equivoques con respecto a lo que el sacrificio realmente significa. El sacrificio es siempre la renuncia a lo que quieres. ¿Y qué es, oh maestro de Dios, lo que quieres? Dios te ha llamado y tú has contestado. ¿Sacrificarías ahora esa Llamada? Son muy pocos los que la han oído hasta ahora, y no pueden sino recurrir a ti. No hay otra esperanza en todo el mundo en la que puedan confiar. No hay otra voz en todo el mundo que sea eco de la de Dios. Si sacrificas la verdad, ellos se quedan en el infierno. Y si ellos se quedan en el infierno, tú no podrías sino quedarte allí con ellos. (M.13.6.)
Cuando te des cuenta de los pensamientos del ego -juicio, ataque y especialidad- no te sientas culpable sino que ve rápidamente a Jesús para que te ayude a ver la situación de otra manera.
Crucial para este proceso es reconocer que una parte de su mente no quiere el mundo de la luz y el amor, pero otra parte sí, de lo contrario no estarían haciendo estas lecciones. Tomar conciencia de esta división te permite pedirle a Jesús que te ayude a cambiar de opinión, diciendo así, y con verdadero significado:
El mundo que veo no tiene nada que yo quiera.
Más allá de este mundo hay un mundo que quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario