jueves, 30 de noviembre de 2023
Lección 335. Elijo ver la impecabilidad de mi hermano
Lección 334. Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.
“Busco sólo lo eterno”. Esta lección trata acerca de no perder más tiempo persiguiendo los supuestos regalos del ego. “No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece”. El mayor uso que estamos haciendo de nuestra libertad de decisión es retrasar nuestra aceptación de nuestra herencia divina. Nos estamos aferrando como locos a nuestra ilusión de independencia, y negándonos a nosotros mismos la única cosa que puede satisfacernos, como una persona sin hogar se aferraría tontamente a sus harapos cuando se le está ofreciendo ropa completamente nueva.
Que hoy recuerde que nada del mundo tiene un valor duradero. “Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamientos basados en percepciones falsas”. Esto me recuerda al versículo del Eclesiastés que dice que toda nuestra búsqueda es como intentar atrapar al viento. Las ilusiones del ego son fugaces, nunca pueden satisfacer al Hijo de Dios. Únicamente lo que es eterno puede satisfacerme. Jim Elliot, dijo una vez: “No es tonto el que da lo que no puede conservar, para ganar aquello que no puede perder”.
Que recuerde que lo que verdaderamente quiero es Dios y Su paz. Espíritu Santo, cuando piense que quiero otra cosa, ayúdame a cambiar ese deseo en lo que verdaderamente es, un símbolo de mi anhelo del Padre y de mi Hogar. La Voz de Dios me está ofreciendo paz, que ése sea mi único propósito, y que todo lo demás se quede atrás.
“Los regalos que el perdón ofrece” (título de la lección). ¿Qué tiene que ver todo esto con el perdón? Simplemente esto: Cada propósito diferente a la paz ocasiona falta de perdón, compito con alguien o algo por esa otra cosa, sea lo que sea. La paz llega a través del perdón. Si la paz es mi único propósito, no juzgaré a mis hermanos porque una mente que juzga no está en paz. Sólo una mente libre de propósitos de menor importancia, libre del deseo de cosas pasajeras, puede ver la inocencia en sus hermanos.
Cada encuentro hoy me ofrece una oportunidad del Cielo. No tiene por qué haber ninguna crisis. Todo el mundo es mi escuela de aprendizaje, y cada instante es un momento para elegir. Que hoy elija paz.
¿Qué es el ego? (Parte 4)
L.pII.12.2:4-5
“Y desde su (del ego) terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida”. (2:4)
A esta ilusión de separación es a lo que llamamos ego, esta “terrible separación” parece mostrarnos que hemos triunfado sobre la unión que es la Voluntad de Dios. ¡Qué terrible sería si fuese cierto! Si el ego fuese real, sería una prueba de la culpa más horrible que se pueda imaginar. Si soy un ego, entonces lo que soy es una acusación de asesinato de lo más repugnante, pues he creado mi existencia destruyendo la Voluntad de Dios. Y esto es lo que creemos al identificarnos con el ego. Ésta es la culpa básica que está debajo de todos nuestros sentimientos de inquietud, de toda nuestra sensación de no ser dignos.
Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (2:5)
En la “terrible separación” de nuestra identificación con el ego, nos hemos enfrentado con Dios y con todo el universo. Todos los demás y todas las cosas son una amenaza a nuestra libertad. Nuestros sueños están llenos de castigos horribles por nuestro “crimen”. El estado del ego es de pura manía persecutoria, tenemos miedo de todo. Esperamos que el hacha del verdugo caiga en cualquier momento. No se puede confiar en nadie. Cada figura de nuestro sueño es un enemigo, y la única posibilidad de sobrevivir es matarlos antes de que nos maten. La única seguridad está en el ataque.
La manía persecutoria de la mente no puede evitarse, dada la idea del ego de separación. Todos lo sentimos en mayor o menor grado, algunos simplemente lo ocultamos mejor que otros. Cuando nos deprimimos, cada uno de nosotros se siente insoportablemente solo, un desconocido, agachado en las sombras del bosque, mientras el resto del mundo se toma de la mano y canta alrededor de la hoguera. Ése es el resultado inevitable de la idea de separación del ego. Es el resultado de lo que equivocadamente pensamos que somos.
La buena noticia es que esto no es lo que somos, la soledad es una ilusión, una imposibilidad extravagante. El ego es por siempre increíble. No estamos más separados de Dios y de Su creación que lo que una célula de mi cuerpo puede estar separada del cuerpo mismo. Vivimos en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. Todos nosotros estamos haciendo este increíble cambio desde la separación del ego a una unidad que está más allá de la persona, al reconocimiento de un Todo más elevado al que pertenecemos, un Todo que existe en cada parte, en ti, en mí. Nada puede parar este cambio porque es el reconocimiento de lo que siempre ha sido así.
miércoles, 29 de noviembre de 2023
Lección 333. El perdón pone fin al sueño de conflicto.
Comentario:
¡Ésta es una lección magnífica! Afirma sin posibilidad de duda, en palabras muy seguras, que no podemos evitar corregir nuestros pensamientos equivocados de conflicto. Tenemos que enfrentarnos a cada uno de ellos y aplicarle el perdón. Nuestros pensamientos de conflicto “deben ser resueltos”. No se irán por sí mismos. No podemos enterrar la cabeza en la arena. Piensa en la lista de estrategias defensivas que nuestro ego nos convence a usar: El conflicto:
SE EVADE: Dejamos de lado el conflicto. Cuando sentimos una pérdida paz, vemos la tele o nos vamos de compras. Cuando vemos un muro entre nuestro hermano y nosotros, nos alejamos o nos ocupamos de un montón de cosas. Evitamos enfrentarnos al conflicto en nuestra mente.
SE IGNORA: Aparcamos el tema para “pensar en ello más tarde”, un “más tarde” que nunca parece llegar.
SE NIEGA: Fingimos que no existe. “¿Yo enfadado? No, estoy bien. No hay problema”.
SE ENCUBRE: Lo disfrazamos, le echamos la culpa a nuestra desilusión o mal humor, a las hormonas, al dolor de cabeza, o a un mal día en el trabajo. Pintamos “de color de rosa” nuestra rabia interna, como dice Marianne Williamson. Sonreímos y nos tragamos la ira o el dolor. Sea lo que sea que estamos pensando, no puede ser “un pensamiento de asesinato”.
SE VE EN OTRA PARTE: “¡No es culpa mía! Todo es culpa suya”. “No estaría sintiendo estos sentimientos horribles si él no fuese tan condenadamente egoísta”.
SE LE LLAMA POR OTRO NOMBRE: Negamos que lo que estamos sintiendo es odio o ataque, quizá lo llamamos “ira justificada” o “guardar las distancias” o “defender la verdad”.
Si el conflicto en nuestra mente ha de ser resuelto, no puede “ocultarse mediante cualquier clase de engaños”. Esto es el resumen de todas estas estrategias. Estamos intentando ocultar el hecho de que pensamientos de odio, ira, o asesinato han entrado en nuestra mente. Esta costumbre establecida de esconder nuestro ego, de encerrarlo en el armario cuando tenemos compañía, tiene que terminar para que podamos escapar del conflicto.
Esto no significa que, en lugar de esconder nuestro ego, deberíamos hacer alarde de él o satisfacerlo. El propósito no es manifestar el ego sino expulsarlo. Pero no podemos hacerlo si lo ocultamos, y a veces el proceso de quitar la máscara del ego significa que, por un corto tiempo al menos, daremos rienda suelta al ego en lugar de taparlo. A veces hay que manifestar la ira antes de darnos cuenta de lo profundamente asentada que está. Sin embargo, ésta es sólo una fase de transición, lo que buscamos es la sanación.
En lugar de taparlo, lo que debemos hacer es:
VER EL CONFLICTO DEL EGO EXACTAMENTE COMO ES: En otras palabras, reconocer como lo que son: el odio, el ataque, el propio aislamiento (separación), la grandiosidad, la ira, y el deseo de matar.
VER DONDE SE CREE QUE ESTÁ: Esto significa ponerte en contacto con la situación tal como el ego la ve. Por ejemplo, admitir que realmente crees que tu esposo es un malvado, o que tú no eres digno de ser amado.
VER LA REALIDAD QUE SE LE HA OTORGADO: Aquí reconocemos exactamente lo que pensamos que es la situación, como ego. Entendemos que nos vemos a nosotros mismos como solos en el universo, abriéndonos paso en la vida a zarpazos y sobreviviendo a duras penas. Admitimos que el conflicto nos parece verdaderamente real. Si no estamos en perfecta paz y constantemente felices, hay una razón, y la razón siempre es algún aspecto del ego al que nos estamos agarrando, pero al mismo tiempo negando. Tenemos que ver la realidad que le hemos dado.
VER EL PROPÓSITO QUE LE HA ASIGNADO LA MENTE: Esto necesita verdadera lucidez y honestidad. El conflicto que sentimos tiene un propósito, un propósito que nuestra mente le ha dado. El propósito siempre es apoyar nuestro propio ego, siempre alguna forma del ego de separación, alguna ilusión de ser independiente, de tener una existencia separada. Sea cual sea el conflicto, nosotros le damos su aparente realidad, y lo hacemos por alguna razón demente y oculta del ego. Aquí es donde descubrimos nuestro miedo al amor, nuestro miedo a unirnos, nuestra adicción a la separación. Aquí es donde descubrimos nuestra oculta creencia en la culpa y el deseo de castigarnos a nosotros mismos.
Únicamente cuando estamos dispuestos a pasar por esta especie de examen de uno mismo, tomando total responsabilidad por nuestros propios pensamientos, se quitarán las defensas del ego, y la verdad será libre para hacer desaparecer al ego. La verdad es el perdón; es el perdón el que hace desaparecer todo conflicto y toda duda. Cuando haya descubierto mi propio ego de este modo, perdonar a otros es lo más natural y fácil del mundo, porque he reconocido que mi ego es un invento mío y que la otra persona no tenía nada que ver en ello. He estado actuando por razones dementes que ya no acepto más ni quiero. Pero si esto es cierto sobre mí, debe serlo también sobre todo el mundo. El conflicto no ha sido real, ha sido una ilusión luchando con otra ilusión, el miedo reaccionando ante el miedo. Y con esa comprensión, mi propia culpa se derrite, y queda libre y despejado el camino para que Dios venga.
Comentario de la lección 333 de "Un Viaje a través de un libro de ejercicios:
Este mundo se originó con un pensamiento de miedo, la fuente del conflicto que es la raíz de todos los sueños. Así, por ejemplo, temo a alguien o a algo fuera de mí, con la voluntad de atacar, claramente en conflicto con mi voluntad, que percibo como amorosa y pacífica. Sin embargo, es imposible estar en este mundo como un cuerpo sin conflictos de esta naturaleza, porque la esencia de la vida física está enraizada en el principio de la mente equivocada de uno u otro, un aspecto de la noción de Darwin de la supervivencia del más apto. Es sólo cuando, a través del perdón, salimos del sueño con Jesús que nos damos cuenta de la naturaleza ilusoria del sistema de pensamiento del ego de separación y conflicto. Esta lección es especialmente importante debido a su énfasis en resolver el problema del conflicto del ego en la mente, no en el mundo o en el cuerpo.
Jesús también tiene una teoría y define el conflicto básico como entre la ilusión y la verdad. Este conflicto del ego con Dios subyace en todo lo que hay en este mundo, y Jesús enfatiza que no podemos resolverlo fuera, sino sólo en su fuente: la decisión de la mente de estar bien en lugar de ser feliz, alineándose con el ego en lugar del Espíritu Santo. Por lo tanto, ningún conflicto se resuelve verdaderamente en el mundo, y nunca habrá paz duradera aquí; sólo el odio, porque no estamos en contacto con su fuente que se encuentra en el sistema de pensamiento del ego compartido por las partes de cada conflicto - pasado, presente y futuro.
Por lo tanto, necesitamos ver el conflicto donde está: en la mente, elegida por la mente. Una vez elegido, el conflicto se disocia y luego, como proyecto, se ve en el mundo. Por lo tanto, no hay esperanza de deshacerlo. Como nuestro maestro, Jesús nos pide que dejemos que sus ojos sean nuestros, para que podamos aprender la verdadera fuente del conflicto; nunca fuera -entre personas, gobiernos, religiones y razas- sino en la mente que cree que sólo puede existir a través del conflicto, enraizada en su creencia de que ha hecho la guerra con Dios, lo ha derrotado, y ahora debe evitar Su inevitable represalia. El proceso de curación comienza con nuestras percepciones externas, y Jesús nos ayuda a ver que éstas no son más que "la imagen exterior de una condición interior" (T-21.in.1:5).
El conflicto termina cuando llevamos su oscuridad a la luz del perdón en la mente. Pedirle ayuda a Jesús significa mirar la situación a través de sus ojos, aprendiendo que lo que percibimos como conflicto fuera es una proyección de conflicto dentro: nuestra guerra con Dios. Sólo cuando miramos ese pensamiento podemos darnos cuenta de su locura, permitiendo que la luz de la verdad lo ilumine.
Jesús está diciendo que ningún problema será resuelto en este mundo sin que primero lo llevemos a su fuente, y luego cambiemos la decisión de la mente por el ego. Sólo entonces regresará la luz.
¿Qué es el ego? (Parte 3)
L.pII.12.2:1-3
“El ego es demente” (2:1). En la medida en que nos identificamos con nuestro ego, también estamos locos, como el Curso nos recuerda a menudo. Y todos nos identificamos con nuestro ego más de lo que nos damos cuenta; sin duda, la identificación con el ego es casi total. El ego es lo que suponemos que somos, la base desde la que actuamos todo el tiempo. Todos nos consideramos limitados, seres separados, viviendo en un cuerpo y condenados a morir con él. Sin embargo, esta locura no es nuestra realidad; nuestro verdadero Ser compartido permanece cuerdo, y ésa es nuestra salvación y la muerte del ego. El ego “lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente” (2:2). Dios y Su creación es todo lo que existe. Pero el ego cree que ha ido más allá, rechaza a Dios como Creador e intenta imaginarse a sí mismo como fuera de Dios y de Su creación. El ego se considera “aparte de la Totalidad” (2:2). ¿Cómo puedes estar separado de lo que es Todo? Todo es Todo. Incluye todas las cosas. El ego se considera “separado de lo Infinito” (2:2). La misma idea. Está claro que todos estos ejemplos son completamente imaginarios. No es posible estar separado de lo Infinito. Pero el ego desafiante y de manera demente cree que ése es su estado. Ésa es la definición del ego. Desde esta comprensión, creer que uno está condenado es el colmo del ego.
“En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo” (2:3). Eso es la condenación: es afirmar “He logrado desbaratar la Voluntad de Dios”. La culpa es una negación del ego del poder del Amor de Dios. El pensamiento de “Nunca aprenderé este Curso. Nunca alcanzaré la iluminación” es una afirmación de que tu voluntad es más poderosa que la de Dios. Si la Voluntad de Dios es que seas feliz, la tristeza es proclamar que has vencido a Dios.
El Curso nos dice que es una locura pensar que tales cosas son posibles. No nos condena por pensarlas. Más bien, nos dice que dejemos de escuchar tales pensamientos. El ego es algo imposible: “Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo imposible y que siempre lo será” (T.7.VIII.7:1). Dios es infinito, está en todas partes, es Todo. Si el ego es un pensamiento que está más allá de Dios, entonces no podemos creer al ego. Tal cosa no puede ser.
martes, 28 de noviembre de 2023
Lección 332. El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.
El ego forja ilusiones. La verdad desvanece sus sueños malvados con el brillo de su fulgor. La verdad nunca ataca. Sencillamente es. Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. El perdón invita a esta presencia a que entre, y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y proporcionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.
Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. El miedo lo mantiene aprisionado. Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. Padre, queremos liberarlo ahora. Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. Y no queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad. (UCDM-L.332)
Comentario:
El mundo está atado por mi miedo porque el mundo es mi pensamiento. Si mi mente elige el miedo, miraré hacia un mundo basado en el miedo, viendo el encarcelamiento a mi alrededor. Si elige el perdón, miraré hacia un mundo en el que todo el mundo es libre y sin ataduras. Puedo ver que la gente tiene la ilusión de estar encarcelada, pero ya no participaré en sus sueños sintiendo los efectos de su dolor. Mientras practicamos Un Curso de Milagros, no se nos pide que neguemos lo que sucede en el mundo, sino simplemente que no participemos en su sistema de pensamiento dándole poder sobre nuestras mentes. Para otros, podemos parecer que participamos en la ilusión, pero nuestras mentes permanecen en paz. Lo que gobierna nuestro comportamiento es la paz y el perdón, no el conflicto o el miedo.
El perdón no hace nada; simplemente es. El amor no hace nada; simplemente es. Cuando Jesús estuvo aquí, no hizo nada; simplemente lo hizo. Uno que está en el mundo real y parece estar aquí no hace nada, también, en el sentido de corregir activamente los errores del ego. El amor interior simplemente hace brillar los pensamientos equivocados en la mente del Hijo único de Dios.
La "mente" aquí es la persona que toma las decisiones reconociendo su error. Se había identificado con las fantasías, y ahora se da cuenta de que éstas no llevarán a la felicidad.
Cuando elegimos identificarnos con el ego, elegimos estar en el estado de encarcelamiento de pecado, culpa y miedo. Cuando corregimos nuestro error y elegimos el perdón, deshacemos el sistema de pensamiento del ego mirándolo sin juzgarlo. Se ha ido, entonces, el sueño oscuro en el que estamos encadenados a la culpa, su lugar ahora ocupado por la luz de la libertad que es nuestra verdadera herencia, no afectada por las fantasías del ego de rechazo y odio:
La paz es un patrimonio natural del espíritu. Cada uno es libre de negarse a aceptar su herencia, pero no es libre de establecer cuál es su herencia (T-3.VI.10:1-2).
Nos damos cuenta de que lo que une al mundo no es lo que sucede externamente, sino lo que hacemos realidad en nuestras mentes. Cambiamos nuestro estado de encarcelamiento cambiando a los maestros, y nuestro mundo cambia en consecuencia. Los enemigos se hacen amigos, y las puertas de la prisión aparentemente cerradas para siempre se abren de par en par mientras emergemos en alegre gratitud de los lazos de culpabilidad y odio. Pero no salimos solos, porque todos nuestros hermanos caminan con nosotros de la oscuridad a la luz, de la prisión a la libertad, y del miedo al amor.
El miedo y la falta de perdón están estrechamente relacionados. Según el Curso, nuestro miedo está basado en nuestra culpa. Nuestro miedo primario es al castigo porque creemos que hemos obrado mal. Nuestra creencia de que hemos pecado produce culpa, y esa culpa produce miedo. El miedo nos “aprisiona”. Es una emoción que paraliza. El perdón, que elimina la culpa, nos libera.
La creencia en el pecado es la ilusión en la que se basa el ego. Todo lo que el ego hace es ilusorio (1:1), y no real. La verdad, con su sola presencia, hace desaparecer las ilusiones del ego (1:2-5). Si existe la ilusión de un muro en frente de nosotros, conocer la verdad (en este caso, que no existe tal muro), nos permite “atravesar” el muro. No hay necesidad de destruir el muro derribándolo, simplemente lo hacemos desaparecer con la verdad.
La verdad acerca de nosotros es que somos inocentes. El perdón no destruye el pecado y la culpa. No tiene que hacerlo. Simplemente los hace desaparecer con la verdad. El perdón invita a la verdad a que entre en la mente “y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente” (1:6).
“Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad” (1:7). Cuando estoy afianzado en mi propia culpa, mi mente parece que no puede nada, incapaz de lograr nada en absoluto. No puedo creer en mi propio poder porque creo en mi debilidad. El poder que Dios me dio en mi creación parece que no existe. Parezco frágil, arrastrado por circunstancias que están más allá de mi control.
Cuando practico el perdón, me doy cuenta más rápidamente de la libertad y del poder de mi mente. Cuando me doy cuenta de que la imagen de pecado que estoy viendo en mi hermano es mi propia invención y que puedo elegir verle de manera diferente (que esto está dentro de mi poder, y que no depende de nada fuera de mí) estoy reclamando mi herencia como Hijo de Dios. Con mi perdón libero al mundo de culpa. ¡Tengo el poder de perdonar pecados! Tengo el poder de liberar al mundo de sus cadenas, y ese poder es el poder del perdón.
¿Qué es el ego? (Parte 2)
L.pII.12.1:3
“El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad”. (1:3)
Para encontrar su ilusoria independencia, el ego niega a Dios y todo lo relacionado con Dios. La fuerza de la inocencia, la ternura y el amor se consideran “débiles” y se evitan. En cambio, el ataque se considera fuerte. “Valerte por ti mismo” y ser “independiente” se consideran madurez y fuerza, mientras que la unión con otros y la dependencia de Dios se consideran debilidad. La imagen de un ego poderoso es la de un individuo solitario gritando desafiante a todo el universo. El ego no puede ver ni entender que este ser solitario, limitado y separado es el símbolo de la debilidad.
Al hablar de esta elección que hemos hecho (una elección que sólo podemos lograr en sueños, nunca en la realidad), el Curso dice:
“Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro”. (T.26.VII.11:7-8)
Aprender a escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa mucho más que escuchar al pequeño ángel en nuestro hombro derecho en lugar del demonio en el izquierdo. Esa idea deja al “yo” que escucha tal como está, sigue siendo la misma identidad: un ser separado. Escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa abandonar completamente mi “propio miserable tesoro”, que es la idea que tengo de lo que soy como algo separado de Dios, y en lugar de ello afirmar mi “identidad que comparto con todo”.
“Estaba equivocado cuando pensaba que vivía separado de Dios, que era una entidad aparte que se movía por su cuenta, desvinculada y encasillada en un cuerpo. Ahora sé que mi vida es la de Dios, que no tengo otro hogar y que no existo aparte de Él. Él no tiene Pensamientos que no sean parte de mí, y yo no tengo ningún pensamiento que no sea de Él”. (L.223.1:1-3)
lunes, 27 de noviembre de 2023
Lección 331. El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya. ¿QUÉ ES EL EGO?
¿Qué es el ego?
1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad. (UCDM 1.Qué es el ego)
Sin embargo, este yo es lo que continuamente elegimos idolatrar. Un ídolo está destinado a sustituir al verdadero Dios, con imágenes que toman la forma de nuestro Creador, que es abstracto y sin forma. Entonces adoramos a los ídolos, tomando su forma como verdad, mientras perdemos el contenido de amor de la verdad. De la misma manera, adoramos al ego en la forma del cuerpo, sustituyendo su ser por el Ser de Cristo. El cuerpo se convierte así en realidad para nosotros, el "héroe" del sueño del ego.
En nuestra locura creemos que este cuerpo moribundo, el "cuerpo mortal" de Hamlet, es nuestra identidad.
La impía trinidad del pecado, la culpabilidad y el temor del ego nos aterroriza ante Dios, que se ha convertido en nuestro enemigo mortal -en guerra con nosotros porque estamos secretamente en guerra con Él. Claramente, esto no tiene nada que ver con el verdadero Dios, sino con la deidad vengativa del sueño del ego. Este pasaje del manual para maestros describe dramáticamente el sistema de pensamiento del ego de magia, venganza y asesinato:
Reaccionar con ira ante cualquier pensamiento mágico que se haya percibido es una de las causas básicas del temor. Examina lo que esta reacción significa, y se hará evidente el lugar central que ocupa en el sistema de pensamiento del mundo. Un pensamiento mágico, por su mera presencia, da por sentada la separación entre Dios y nosotros. Afirma, de la forma más clara posible, que la mente que cree tener una voluntad separada y capaz de oponerse a la Voluntad de Dios, cree también que puede triunfar en su empeño. Es obvio que esto no es cierto. Sin embargo, es igualmente obvio que se puede creer que lo es. Y ahí es donde la culpabilidad tiene su origen. Aquel que usurpa el lugar de Dios y se lo queda para sí mismo tiene ahora un "ene-migo" mortal. Y ahora él mismo tiene que encargarse de su propia protección y construir un escudo con que mantenerse a salvo de una furia tenaz y de una venganza insaciable. (M.17.5)
La fuerza de Cristo es debilidad para el ego, porque es el poder de la Unidad perfecta. La fuerza del ego -la verdadera debilidad- es el poder aparente de la separación, del que el mundo da fe. Creemos que somos fuertes, porque si estamos aquí -y ciertamente creemos que lo estamos- fue debido a nuestra derrota de Dios. Entonces derrotamos a todos los demás a través de la indulgencia de nuestra especialidad, nuestra retorcida idea de la fuerza. Sin embargo, se nos pide que consideremos si esta es realmente la fuerza que queremos, como en el poema de Helen "Alternativas":
Una fantasía de dolor, un sueño de muerte, un grito de agonía, un aliento superficial, tal es el mundo que ves. ¿Es tu elección ser la sustitución de la Voz de Dios? (Los dones de Dios, p. 11)
En líneas que ya nos son familiares, Jesús nos pregunta directamente al final del texto si es nuestro deseo sucumbir a la tentación del ego de identificarnos con el cuerpo débil, impotente y atacante:
La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías seguir siendo eso, si Cristo se te apareciese en toda Su gloria, pidiéndote solamente esto?:
Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo, o si prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus hermanos allí.
Él ha venido, y esto es lo que te está pidiendo.
¿Cómo se lleva a cabo esa elección? ¡Qué fácil de explicar es esto! Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza. (T.31-VIII-1,2)
2. El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (UCDM 2.Qué es el ego)
"Ve" está entre comillas porque la voluntad de Dios no ha sido destruida. Sin embargo, subyacente a nuestra creencia de que existimos como individuos está el pensamiento de que lo hemos destruido, la base del sistema de pensamiento demente del ego:
El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. (T.21-II-6.4,7)
Este es el sistema de pensamiento prevaleciente en el mundo y la base de su comportamiento: el perro come al perro, mata o es matado, uno u otro, la proyección sombría del pensamiento original de que existimos por haber destruido a Dios. Nuestra culpabilidad grita que Él buscará recuperar Su vida destruyéndonos a cambio. Recordemos el pasaje sucinto y revelador del texto de los dos sueños que consciente e inconscientemente pensamos que son la realidad: víctima y victimario respectivamente:
Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. 2Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo. He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. La pequeña grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio ancestral, el instante del desastre, están todos aquí. He aquí la causa de la irrealidad. Mas es aquí donde se des-hará. (T.27-VII-12,1)
La verdad, sin embargo, yace a salvo más allá de estos sueños, porque "Dios piensa de otra manera"
3. El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?(UCDM 3.Qué es el ego)
En otras palabras, cuando estamos en nuestras mentes correctas, fuera del sueño y recordando nuestra identidad como Cristo, ya no conocemos la locura o la muerte de Dios. Volviendo a la cordura, nos damos cuenta de que esta locura era un sueño que ahora ha desaparecido. Lo anterior nos dice una vez más que Dios no puede saber de nada en este mundo, porque ¿Cómo puede saber del pecado, la culpabilidad, el temor o la separación, nada de lo cual ha sucedido? La clarificación de los términos proporciona este contraste entre el ego y el milagro, y Jesús nos pide una vez más que elijamos entre locura y cordura, ilusión y verdad:
Esto es lo que era el ego: el odio cruel, la necesidad de venganza y los gritos de dolor, el miedo a la muerte y el deseo de matar, la ilusión de no tener hermanos, y el yo que parecía estar solo en el universo. El milagro corrige este terrible error con respecto a ti mismo con la misma dulzura con la que una madre amorosa adormece con su canto a su criatura. ¿No preferirías escuchar un canto así? ¿No contestaría ese canto todo lo que pensabas preguntar, haciendo incluso que la pregunta dejase de tener sentido? (CT-2.8)
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir. (UCDM 4.Qué es el ego)
Cuando estás en presencia de la realidad no ves el ego, sus pensamientos, ni nada más, que es lo que Jesús nos dice que cuando despertemos del sueño ya no lo recordaremos, porque no hay nada que recordar (T-19.IV-D.6). Por eso, desde la perspectiva no dualista de Un Curso de Milagros, el espíritu no puede tener nada que ver con el sueño, porque no conoce al ego ni su mundo (por ejemplo, T-4.II.8:6). La realidad -y el Hijo de Dios como parte de la realidad- es literalmente sin ego y aparte de la locura del ego. ¿Cómo, entonces, puede el ego ser visto, y mucho menos reaccionar, cuando literalmente no está allí?
¿Qué es el ego? El ego no es más que un sueño de lo que en realidad eres. Un pensamiento de que estás separado de tu Creador y un deseo de ser lo que Él no creó. El ego es un producto de la locura, no de la realidad. Es tan sólo un nombre para lo innombrable. Un símbolo de lo imposible; una elección de opciones que no existen. (CT.2-1.4,9)
¿Qué es el ego? El ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues sólo él parece real. Mas ¿podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? (CT.2-2.1,4)
El término altar en Un Curso de Milagros es usado como un símbolo para el que toma las decisiones, como aprendimos anteriormente. Es la parte de nuestras mentes que puede elegir identificarse con el ego o el Espíritu Santo. El pasaje anterior describe nuestra elección de adorar en el santuario del ego -su sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo; de sufrimiento, asesinato y muerte- mientras que el siguiente pasaje del texto nos da cuerpo al altar del ego tal como se manifiesta en nuestras relaciones especiales:
El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. Y aquellos que se unen ante su altar aceptan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedicadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. El otro siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minucias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere. (UCDM.15-VII.9)
La sangre fluye libremente en este santuario especial, porque representa la crucifixión del Hijo de Dios. Así, cuando Jesús apareció en el mundo, la gente lo hizo parte de su sueño de crucifixión, idolatrando a su salvador crucificado. Sin embargo, la verdad invulnerable del Hijo inocente de Dios -reflejada en la forma de Jesús- descansaba en la mente recta del Hijo, esperando tranquilamente su regreso a la cordura
5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él. (UCDM 5.Qué es el ego)
Nuestro tomador de decisiones ahora se da cuenta de su error, cambia su mente y se vuelve a la luz del Espíritu Santo. El altar ensangrentado es limpiado del odio por el perdón, que no ve ningún pecado como el amor ha reemplazado el miedo, la guerra de paz, y el dolor de alegría. La luz de la verdad ha venido a iluminar las tinieblas de la ilusión:
Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo ni necesita quedarse más de un instante. Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz. (T.25-III.6)
Hemos regresado a nuestras mentes correctas, dándonos cuenta de que no hay lugar donde preferiríamos estar, el prerrequisito para estar en el mundo real en el que la mente equivocada desaparece, como lo hace su mundo de separación y pecado. Todo lo que queda es la memoria de quiénes somos como Hijo único y unificado de Dios, tan santo como su Creador, la Santidad misma.
sábado, 25 de noviembre de 2023
Lección 330. Hoy no volveré a hacerme daño
viernes, 24 de noviembre de 2023
Lección 328. Elijo estar en segundo lugar para obtener el primero
Lo que parece ser el segundo lugar es en realidad el primero, pues percibimos todo al revés hasta que decidimos escuchar la Voz que habla por Dios. Nos parece que sólo podemos alcanzar autonomía si nos esforzamos por estar separados, y que la manera de salvarnos es aislándonos del resto de la creación de Dios. No obstante, lo único que podemos derivar de ello es enfermedades, sufrimientos, pérdidas y muerte. Esto no es lo que nuestro Padre dispone para nosotros, y no existe otra voluntad que la Suya. Unirnos a Su Voluntad es encontrar la nuestra. Y, puesto que nuestra voluntad es la Suya, es a Él a Quien debemos acudir para reconocer nuestra voluntad.
Padre, no hay otra voluntad que la Tuya. Y me alegro de que nada que pueda imaginarme contradiga lo que Tú quieres que yo sea. Tu Voluntad es que yo me encuentre completamente a salvo y eternamente en paz. Y comparto gustosamente Contigo, Padre mío, esa Voluntad que Tú me otorgaste como parte de mí. (UCDM L-328)
Esta lección nos dice que nos planteemos elegir unir nuestra voluntad a la de Dios; esto parece una especie de pérdida, someternos a algo fuera de nosotros. Parece ocupar el “segundo lugar”. Parece servil o sumiso. Y en nuestra identidad equivocada como ego, sentimos que la única manera de tener autonomía es hacernos independientes de Dios y del resto de Su creación.
Vemos todo al revés. Todo lo que encontramos al afirmar nuestra independencia es “enfermedades, sufrimientos, pérdidas y muerte”. Somos como una rama intentando separarse de la vid. Si nos separamos de la vid, morimos. Nuestra identidad no se pierde al unirnos a la vid, sino que la encontramos porque no somos algo separado. Somos parte de Dios y parte de Su creación, y únicamente al unirnos voluntariamente podemos descubrir nuestra verdadera identidad. “Nuestra voluntad es la Suya”.
La seguridad de Dios es nuestra seguridad. Se nos dio en la creación y todavía está dentro de nosotros, nunca nos ha abandonado, aunque la hemos ocultado. El recuerdo de Dios está en nuestra mente. Aunque parecemos ser partes separadas, no lo somos; somos partes pero no separadas, como gotitas de agua en el océano. Así que todavía contenemos todo lo que existía en la creación original. Lo que pertenece al océano, pertenece a cada gota. Cada uno de nosotros todavía conserva nuestra unidad con nosotros mismos y con nuestro Creador.
“Que nuestra función sea únicamente permitir el retorno de este recuerdo y que
Su Voluntad se haga en la tierra, así como que se nos restituya nuestra cordura
y ser solamente tal como Dios nos creó”.
Nuestro único propósito en la vida es ser esto, únicamente el restablecimiento de la consciencia de nuestra Totalidad y nuestra “parte-en-la-Totalidad”. Por eso es por lo que estamos aquí. Éste es el propósito en toda orientación que nos da el Espíritu Santo en nuestra vida. No estamos aquí para reforzar nuestra parte ni para satisfacer propósitos que pertenecen sólo a la parte. Estamos aquí para dejar que el recuerdo de Dios regrese a nuestra mente consciente, y para cumplir nuestro propósito como extensiones de la Voluntad de Dios.
Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...
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1. Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. 2 Y a medida que éstas desaparecen, descubro los dones que trataban de ocultar, los...
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11. ¿Qué es la Creación? 1. La Creación es la suma de todos los Pensamientos de Dios, en número infinito y sin límite alguno en ninguna pa...