jueves, 30 de noviembre de 2023

Lección 335. Elijo ver la impecabilidad de mi hermano

 





Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.
¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti. (UCDM-L.335)




Comentario:

Esto continúa el pensamiento de la lección de ayer acerca de decidir y elegir. Ayer leímos acerca de elegir seguir la Voz de Dios, y contemplar la inocencia de nuestros hermanos. Hoy leemos:

“Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad”.

En otras palabras, lo que vemos procede de las elecciones que hemos hecho acerca de lo que queremos ver. El Texto habla de “La Decisión a favor de la Inocencia” (T.14.III). Dice (ver el párrafo 4 de esa sección) que tenemos que tomar la decisión de ver la inocencia y no la culpa. Si tomamos esa decisión, eso es lo que veremos.
Es sorprendente que se nos diga que nunca vemos a nuestros hermanos como son. La vista o percepción (que es una forma dualista de conocer, en la que uno se ve separado de lo que está viendo) no puede darse cuenta de la realidad de lo que somos. Lo que vemos siempre es un símbolo, una representación imperfecta. No es extraño que sea tal fácil que la vista sea errónea.
La percepción errónea en cuanto a culpa e inocencia sucede así: Veo culpa en mí, quiero librarme de ella, así que la proyecto sobre mi hermano. Le veo culpable porque quiero y lo he elegido. Pienso que esto me liberará de la culpa.
La corrección de la percepción sucede a la inversa: Me doy cuenta de que no estoy en paz y, por lo tanto, debo haber decidido de manera equivocada. Decido ver la inocencia de mi hermano. Cuando he tomado esa decisión de verdad, veré su inocencia. Ésta es una ley: “ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté” (T.25.III.1:3). “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Lo que vemos siempre es lo que elegimos ver porque queremos verlo. “A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos”. El Curso es consciente de que el modo en que describe la vista no es como nos parece a nosotros. Estamos completamente convencidos de que estamos viendo lo que estamos viendo porque así es como es. Creemos que son los acontecimientos de fuera de nosotros los que nos imponen esta percepción. Cuando vemos a alguien como culpable, no es porque estamos eligiendo verlo de ese modo, ¡es culpable! Pensamos que estamos viendo sólo lo que es verdad. El Curso oye nuestras protestas y responde: “Por mucho que te parezca así, estás equivocado, estás respondiendo únicamente a lo que quieres ver, no a lo que está ahí realmente.
“Perdonar es una elección”. Podemos ver a nuestro hermano como culpable o inocente, y la elección es cien por cien cosa tuya, no tiene nada que ver con lo que hizo o no.
Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente es señal de que estoy dispuesto a verme a mí mismo como inocente. Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente me demuestra que he empezado a abandonar la culpa en mi mente, que era lo que causaba mi deseo de verle como culpable.
Vernos unos a otros inocentes, vernos unos a otros sin pecado, nos trae el recuerdo de Dios. Hay una fórmula que está a lo largo de todo el Curso: Primero vemos el rostro de Cristo (la inocencia) unos en otros, luego recordamos a Dios. “En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti”. Por eso, si quiero recordar a Dios, ¿Qué puedo hacer? Elegir ver a mi hermano como inocente en lugar de culpable. Encontramos el camino a Dios a través de nuestros hermanos.





¿Qué es el ego? (Parte 5)
L.pII.12.3:1-3

“El Hijo de Dios no tiene ego”. (3:1)

Esta es la diferencia entre el ego y el Hijo de Dios. El Hijo de Dios, que es lo que yo soy, ¡no tiene ego! El ego es señal de un ser separado y limitado. El Hijo de Dios no está limitado ni separado de Dios. El Hijo no tiene límites y es tan extenso como el Padre. En cualquier parte que está Dios, está el Hijo. Son Uno. No existe el ego ni ningún ser que esté separado o que sea distinto de Dios.

Nuestro verdadero Ser no sabe de la locura, la idea de la muerte de Dios (o victoria sobre Él) es inconcebible porque el Hijo vive (mora) en Él (3:2). Vive en la dicha eterna, y no conoce el dolor ni el sufrimiento.

La locura (Dios como enemigo) y el sufrimiento son consecuencias del engaño del ego. Son tan ilusorios e irreales como el ego mismo. Habiendo estado encerrados en este engaño de un ser separado por tanto tiempo, apenas podemos empezar a imaginar un estado mental en el que esto no existe. Sin embargo, ahí es adonde nos está llevando el Curso: más allá del ego, más allá de la locura, de regreso a la unidad que siempre ha sido y que siempre será. Éste es nuestro verdadero estado mental, y nos llama en nuestro aislamiento, atrayéndonos para regresar.












Lección 334. Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.

 






No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece. Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamientos basados en percepciones falsas. No dejes que hoy vuelva a aceptar regalos tan míseros. La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan y eligen seguirlo. Esto es lo que elijo hoy. Y así, voy en busca de los tesoros que Dios me ha dado.
Busco sólo lo eterno. Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. ¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz, sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada mente y a su atemorizado corazón, a fin de proporcionarle certeza y traerle paz? Hoy quiero contemplar a mi hermano sin mancha alguna de pecado en él. Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré contemplar mi propia impecabilidad. (UCDM-L334)



“Busco sólo lo eterno”. Esta lección trata acerca de no perder más tiempo persiguiendo los supuestos regalos del ego. “No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece”. El mayor uso que estamos haciendo de nuestra libertad de decisión es retrasar nuestra aceptación de nuestra herencia divina. Nos estamos aferrando como locos a nuestra ilusión de independencia, y negándonos a nosotros mismos la única cosa que puede satisfacernos, como una persona sin hogar se aferraría tontamente a sus harapos cuando se le está ofreciendo ropa completamente nueva.

Que hoy recuerde que nada del mundo tiene un valor duradero. “Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamientos basados en percepciones falsas”. Esto me recuerda al versículo del Eclesiastés que dice que toda nuestra búsqueda es como intentar atrapar al viento. Las ilusiones del ego son fugaces, nunca pueden satisfacer al Hijo de Dios. Únicamente lo que es eterno puede satisfacerme. Jim Elliot, dijo una vez: “No es tonto el que da lo que no puede conservar, para ganar aquello que no puede perder”.

Que recuerde que lo que verdaderamente quiero es Dios y Su paz. Espíritu Santo, cuando piense que quiero otra cosa, ayúdame a cambiar ese deseo en lo que verdaderamente es, un símbolo de mi anhelo del Padre y de mi Hogar. La Voz de Dios me está ofreciendo paz, que ése sea mi único propósito, y que todo lo demás se quede atrás.

“Los regalos que el perdón ofrece” (título de la lección). ¿Qué tiene que ver todo esto con el perdón? Simplemente esto: Cada propósito diferente a la paz ocasiona falta de perdón, compito con alguien o algo por esa otra cosa, sea lo que sea. La paz llega a través del perdón. Si la paz es mi único propósito, no juzgaré a mis hermanos porque una mente que juzga no está en paz. Sólo una mente libre de propósitos de menor importancia, libre del deseo de cosas pasajeras, puede ver la inocencia en sus hermanos.

Cada encuentro hoy me ofrece una oportunidad del Cielo. No tiene por qué haber ninguna crisis. Todo el mundo es mi escuela de aprendizaje, y cada instante es un momento para elegir. Que hoy elija paz.




¿Qué es el ego? (Parte 4)

L.pII.12.2:4-5

“Y desde su (del ego) terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida”. (2:4)

A esta ilusión de separación es a lo que llamamos ego, esta “terrible separación” parece mostrarnos que hemos triunfado sobre la unión que es la Voluntad de Dios. ¡Qué terrible sería si fuese cierto! Si el ego fuese real, sería una prueba de la culpa más horrible que se pueda imaginar. Si soy un ego, entonces lo que soy es una acusación de asesinato de lo más repugnante, pues he creado mi existencia destruyendo la Voluntad de Dios. Y esto es lo que creemos al identificarnos con el ego. Ésta es la culpa básica que está debajo de todos nuestros sentimientos de inquietud, de toda nuestra sensación de no ser dignos.

Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (2:5)

En la “terrible separación” de nuestra identificación con el ego, nos hemos enfrentado con Dios y con todo el universo. Todos los demás y todas las cosas son una amenaza a nuestra libertad. Nuestros sueños están llenos de castigos horribles por nuestro “crimen”. El estado del ego es de pura manía persecutoria, tenemos miedo de todo. Esperamos que el hacha del verdugo caiga en cualquier momento. No se puede confiar en nadie. Cada figura de nuestro sueño es un enemigo, y la única posibilidad de sobrevivir es matarlos antes de que nos maten. La única seguridad está en el ataque.

La manía persecutoria de la mente no puede evitarse, dada la idea del ego de separación. Todos lo sentimos en mayor o menor grado, algunos simplemente lo ocultamos mejor que otros. Cuando nos deprimimos, cada uno de nosotros se siente insoportablemente solo, un desconocido, agachado en las sombras del bosque, mientras el resto del mundo se toma de la mano y canta alrededor de la hoguera. Ése es el resultado inevitable de la idea de separación del ego. Es el resultado de lo que equivocadamente pensamos que somos.

La buena noticia es que esto no es lo que somos, la soledad es una ilusión, una imposibilidad extravagante. El ego es por siempre increíble. No estamos más separados de Dios y de Su creación que lo que una célula de mi cuerpo puede estar separada del cuerpo mismo. Vivimos en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. Todos nosotros estamos haciendo este increíble cambio desde la separación del ego a una unidad que está más allá de la persona, al reconocimiento de un Todo más elevado al que pertenecemos, un Todo que existe en cada parte, en ti, en mí. Nada puede parar este cambio porque es el reconocimiento de lo que siempre ha sido así.


































miércoles, 29 de noviembre de 2023

Lección 333. El perdón pone fin al sueño de conflicto.

 




El conflicto debe ser resuelto. Si se quiere escapar de él, no debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra parte, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier clase de engaños. Tiene que verse exactamente como es, allí donde se cree que está, y tiene que verse también la realidad que se le ha otorgado y el propósito que le ha asignado la mente. Pues sólo entonces se desmantelan sus defensas y la verdad puede arrojar su luz sobre él según desaparece.
Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para que desvaneciese todo conflicto y toda duda, y para que alumbrase el camino que nos lleva de regreso a Ti. Ninguna otra luz puede dar fin a nuestro sueño malvado. Ninguna otra luz puede salvar al mundo. Pues dicha luz es lo único que jamás ha de fallar, ya que es el regalo que le has hecho a Tu Hijo bienamado. (UCDM-L333)


Comentario:

¡Ésta es una lección magnífica! Afirma sin posibilidad de duda, en palabras muy seguras, que no podemos evitar corregir nuestros pensamientos equivocados de conflicto. Tenemos que enfrentarnos a cada uno de ellos y aplicarle el perdón. Nuestros pensamientos de conflicto “deben ser resueltos”. No se irán por sí mismos. No podemos enterrar la cabeza en la arena. Piensa en la lista de estrategias defensivas que nuestro ego nos convence a usar: El conflicto:

SE EVADE: Dejamos de lado el conflicto. Cuando sentimos una pérdida paz, vemos la tele o nos vamos de compras. Cuando vemos un muro entre nuestro hermano y nosotros, nos alejamos o nos ocupamos de un montón de cosas. Evitamos enfrentarnos al conflicto en nuestra mente.

SE IGNORA: Aparcamos el tema para “pensar en ello más tarde”, un “más tarde” que nunca parece llegar.

SE NIEGA: Fingimos que no existe. “¿Yo enfadado? No, estoy bien. No hay problema”.

SE ENCUBRE: Lo disfrazamos, le echamos la culpa a nuestra desilusión o mal humor, a las hormonas, al dolor de cabeza, o a un mal día en el trabajo. Pintamos “de color de rosa” nuestra rabia interna, como dice Marianne Williamson. Sonreímos y nos tragamos la ira o el dolor. Sea lo que sea que estamos pensando, no puede ser “un pensamiento de asesinato”.

SE VE EN OTRA PARTE: “¡No es culpa mía! Todo es culpa suya”. “No estaría sintiendo estos sentimientos horribles si él no fuese tan condenadamente egoísta”.

SE LE LLAMA POR OTRO NOMBRE: Negamos que lo que estamos sintiendo es odio o ataque, quizá lo llamamos “ira justificada” o “guardar las distancias” o “defender la verdad”.

Si el conflicto en nuestra mente ha de ser resuelto, no puede “ocultarse mediante cualquier clase de engaños”. Esto es el resumen de todas estas estrategias. Estamos intentando ocultar el hecho de que pensamientos de odio, ira, o asesinato han entrado en nuestra mente. Esta costumbre establecida de esconder nuestro ego, de encerrarlo en el armario cuando tenemos compañía, tiene que terminar para que podamos escapar del conflicto.

Esto no significa que, en lugar de esconder nuestro ego, deberíamos hacer alarde de él o satisfacerlo. El propósito no es manifestar el ego sino expulsarlo. Pero no podemos hacerlo si lo ocultamos, y a veces el proceso de quitar la máscara del ego significa que, por un corto tiempo al menos, daremos rienda suelta al ego en lugar de taparlo. A veces hay que manifestar la ira antes de darnos cuenta de lo profundamente asentada que está. Sin embargo, ésta es sólo una fase de transición, lo que buscamos es la sanación.

En lugar de taparlo, lo que debemos hacer es:

VER EL CONFLICTO DEL EGO EXACTAMENTE COMO ES: En otras palabras, reconocer como lo que son: el odio, el ataque, el propio aislamiento (separación), la grandiosidad, la ira, y el deseo de matar.

VER DONDE SE CREE QUE ESTÁ: Esto significa ponerte en contacto con la situación tal como el ego la ve. Por ejemplo, admitir que realmente crees que tu esposo es un malvado, o que tú no eres digno de ser amado.

VER LA REALIDAD QUE SE LE HA OTORGADO: Aquí reconocemos exactamente lo que pensamos que es la situación, como ego. Entendemos que nos vemos a nosotros mismos como solos en el universo, abriéndonos paso en la vida a zarpazos y sobreviviendo a duras penas. Admitimos que el conflicto nos parece verdaderamente real. Si no estamos en perfecta paz y constantemente felices, hay una razón, y la razón siempre es algún aspecto del ego al que nos estamos agarrando, pero al mismo tiempo negando. Tenemos que ver la realidad que le hemos dado.

VER EL PROPÓSITO QUE LE HA ASIGNADO LA MENTE: Esto necesita verdadera lucidez y honestidad. El conflicto que sentimos tiene un propósito, un propósito que nuestra mente le ha dado. El propósito siempre es apoyar nuestro propio ego, siempre alguna forma del ego de separación, alguna ilusión de ser independiente, de tener una existencia separada. Sea cual sea el conflicto, nosotros le damos su aparente realidad, y lo hacemos por alguna razón demente y oculta del ego. Aquí es donde descubrimos nuestro miedo al amor, nuestro miedo a unirnos, nuestra adicción a la separación. Aquí es donde descubrimos nuestra oculta creencia en la culpa y el deseo de castigarnos a nosotros mismos.

Únicamente cuando estamos dispuestos a pasar por esta especie de examen de uno mismo, tomando total responsabilidad por nuestros propios pensamientos, se quitarán las defensas del ego, y la verdad será libre para hacer desaparecer al ego. La verdad es el perdón; es el perdón el que hace desaparecer todo conflicto y toda duda. Cuando haya descubierto mi propio ego de este modo, perdonar a otros es lo más natural y fácil del mundo, porque he reconocido que mi ego es un invento mío y que la otra persona no tenía nada que ver en ello. He estado actuando por razones dementes que ya no acepto más ni quiero. Pero si esto es cierto sobre mí, debe serlo también sobre todo el mundo. El conflicto no ha sido real, ha sido una ilusión luchando con otra ilusión, el miedo reaccionando ante el miedo. Y con esa comprensión, mi propia culpa se derrite, y queda libre y despejado el camino para que Dios venga.



Comentario de la lección 333 de "Un Viaje a través de un libro de ejercicios:

Este mundo se originó con un pensamiento de miedo, la fuente del conflicto que es la raíz de todos los sueños. Así, por ejemplo, temo a alguien o a algo fuera de mí, con la voluntad de atacar, claramente en conflicto con mi voluntad, que percibo como amorosa y pacífica. Sin embargo, es imposible estar en este mundo como un cuerpo sin conflictos de esta naturaleza, porque la esencia de la vida física está enraizada en el principio de la mente equivocada de uno u otro, un aspecto de la noción de Darwin de la supervivencia del más apto. Es sólo cuando, a través del perdón, salimos del sueño con Jesús que nos damos cuenta de la naturaleza ilusoria del sistema de pensamiento del ego de separación y conflicto. Esta lección es especialmente importante debido a su énfasis en resolver el problema del conflicto del ego en la mente, no en el mundo o en el cuerpo.

Jesús también tiene una teoría y define el conflicto básico como entre la ilusión y la verdad. Este conflicto del ego con Dios subyace en todo lo que hay en este mundo, y Jesús enfatiza que no podemos resolverlo fuera, sino sólo en su fuente: la decisión de la mente de estar bien en lugar de ser feliz, alineándose con el ego en lugar del Espíritu Santo. Por lo tanto, ningún conflicto se resuelve verdaderamente en el mundo, y nunca habrá paz duradera aquí; sólo el odio, porque no estamos en contacto con su fuente que se encuentra en el sistema de pensamiento del ego compartido por las partes de cada conflicto - pasado, presente y futuro.

Por lo tanto, necesitamos ver el conflicto donde está: en la mente, elegida por la mente. Una vez elegido, el conflicto se disocia y luego, como proyecto, se ve en el mundo. Por lo tanto, no hay esperanza de deshacerlo. Como nuestro maestro, Jesús nos pide que dejemos que sus ojos sean nuestros, para que podamos aprender la verdadera fuente del conflicto; nunca fuera -entre personas, gobiernos, religiones y razas- sino en la mente que cree que sólo puede existir a través del conflicto, enraizada en su creencia de que ha hecho la guerra con Dios, lo ha derrotado, y ahora debe evitar Su inevitable represalia. El proceso de curación comienza con nuestras percepciones externas, y Jesús nos ayuda a ver que éstas no son más que "la imagen exterior de una condición interior" (T-21.in.1:5).

El conflicto termina cuando llevamos su oscuridad a la luz del perdón en la mente. Pedirle ayuda a Jesús significa mirar la situación a través de sus ojos, aprendiendo que lo que percibimos como conflicto fuera es una proyección de conflicto dentro: nuestra guerra con Dios. Sólo cuando miramos ese pensamiento podemos darnos cuenta de su locura, permitiendo que la luz de la verdad lo ilumine.

Jesús está diciendo que ningún problema será resuelto en este mundo sin que primero lo llevemos a su fuente, y luego cambiemos la decisión de la mente por el ego. Sólo entonces regresará la luz.




¿Qué es el ego? (Parte 3)

L.pII.12.2:1-3

“El ego es demente” (2:1). En la medida en que nos identificamos con nuestro ego, también estamos locos, como el Curso nos recuerda a menudo. Y todos nos identificamos con nuestro ego más de lo que nos damos cuenta; sin duda, la identificación con el ego es casi total. El ego es lo que suponemos que somos, la base desde la que actuamos todo el tiempo. Todos nos consideramos limitados, seres separados, viviendo en un cuerpo y condenados a morir con él. Sin embargo, esta locura no es nuestra realidad; nuestro verdadero Ser compartido permanece cuerdo, y ésa es nuestra salvación y la muerte del ego. El ego “lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente” (2:2). Dios y Su creación es todo lo que existe. Pero el ego cree que ha ido más allá, rechaza a Dios como Creador e intenta imaginarse a sí mismo como fuera de Dios y de Su creación. El ego se considera “aparte de la Totalidad” (2:2). ¿Cómo puedes estar separado de lo que es Todo? Todo es Todo. Incluye todas las cosas. El ego se considera “separado de lo Infinito” (2:2). La misma idea. Está claro que todos estos ejemplos son completamente imaginarios. No es posible estar separado de lo Infinito. Pero el ego desafiante y de manera demente cree que ése es su estado. Ésa es la definición del ego. Desde esta comprensión, creer que uno está condenado es el colmo del ego.

“En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo” (2:3). Eso es la condenación: es afirmar “He logrado desbaratar la Voluntad de Dios”. La culpa es una negación del ego del poder del Amor de Dios. El pensamiento de “Nunca aprenderé este Curso. Nunca alcanzaré la iluminación” es una afirmación de que tu voluntad es más poderosa que la de Dios. Si la Voluntad de Dios es que seas feliz, la tristeza es proclamar que has vencido a Dios.

El Curso nos dice que es una locura pensar que tales cosas son posibles. No nos condena por pensarlas. Más bien, nos dice que dejemos de escuchar tales pensamientos. El ego es algo imposible: “Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo imposible y que siempre lo será” (T.7.VIII.7:1). Dios es infinito, está en todas partes, es Todo. Si el ego es un pensamiento que está más allá de Dios, entonces no podemos creer al ego. Tal cosa no puede ser.




























martes, 28 de noviembre de 2023

Lección 332. El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.


 


El ego forja ilusiones. La verdad desvanece sus sueños malvados con el brillo de su fulgor. La verdad nunca ataca. Sencillamente es. Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. El perdón invita a esta presencia a que entre, y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y proporcionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.

Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. El miedo lo mantiene aprisionado. Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. Padre, queremos liberarlo ahora. Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. Y no queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad. (UCDM-L.332)


Comentario:

El mundo está atado por mi miedo porque el mundo es mi pensamiento. Si mi mente elige el miedo, miraré hacia un mundo basado en el miedo, viendo el encarcelamiento a mi alrededor. Si elige el perdón, miraré hacia un mundo en el que todo el mundo es libre y sin ataduras. Puedo ver que la gente tiene la ilusión de estar encarcelada, pero ya no participaré en sus sueños sintiendo los efectos de su dolor. Mientras practicamos Un Curso de Milagros, no se nos pide que neguemos lo que sucede en el mundo, sino simplemente que no participemos en su sistema de pensamiento dándole poder sobre nuestras mentes. Para otros, podemos parecer que participamos en la ilusión, pero nuestras mentes permanecen en paz. Lo que gobierna nuestro comportamiento es la paz y el perdón, no el conflicto o el miedo.

El perdón no hace nada; simplemente es. El amor no hace nada; simplemente es. Cuando Jesús estuvo aquí, no hizo nada; simplemente lo hizo. Uno que está en el mundo real y parece estar aquí no hace nada, también, en el sentido de corregir activamente los errores del ego. El amor interior simplemente hace brillar los pensamientos equivocados en la mente del Hijo único de Dios.

La "mente" aquí es la persona que toma las decisiones reconociendo su error. Se había identificado con las fantasías, y ahora se da cuenta de que éstas no llevarán a la felicidad.

Cuando elegimos identificarnos con el ego, elegimos estar en el estado de encarcelamiento de pecado, culpa y miedo. Cuando corregimos nuestro error y elegimos el perdón, deshacemos el sistema de pensamiento del ego mirándolo sin juzgarlo. Se ha ido, entonces, el sueño oscuro en el que estamos encadenados a la culpa, su lugar ahora ocupado por la luz de la libertad que es nuestra verdadera herencia, no afectada por las fantasías del ego de rechazo y odio:

La paz es un patrimonio natural del espíritu. Cada uno es libre de negarse a aceptar su herencia, pero no es libre de establecer cuál es su herencia (T-3.VI.10:1-2).

Nos damos cuenta de que lo que une al mundo no es lo que sucede externamente, sino lo que hacemos realidad en nuestras mentes. Cambiamos nuestro estado de encarcelamiento cambiando a los maestros, y nuestro mundo cambia en consecuencia. Los enemigos se hacen amigos, y las puertas de la prisión aparentemente cerradas para siempre se abren de par en par mientras emergemos en alegre gratitud de los lazos de culpabilidad y odio. Pero no salimos solos, porque todos nuestros hermanos caminan con nosotros de la oscuridad a la luz, de la prisión a la libertad, y del miedo al amor.


El miedo y la falta de perdón están estrechamente relacionados. Según el Curso, nuestro miedo está basado en nuestra culpa. Nuestro miedo primario es al castigo porque creemos que hemos obrado mal. Nuestra creencia de que hemos pecado produce culpa, y esa culpa produce miedo. El miedo nos “aprisiona”. Es una emoción que paraliza. El perdón, que elimina la culpa, nos libera.

La creencia en el pecado es la ilusión en la que se basa el ego. Todo lo que el ego hace es ilusorio (1:1), y no real. La verdad, con su sola presencia, hace desaparecer las ilusiones del ego (1:2-5). Si existe la ilusión de un muro en frente de nosotros, conocer la verdad (en este caso, que no existe tal muro), nos permite “atravesar” el muro. No hay necesidad de destruir el muro derribándolo, simplemente lo hacemos desaparecer con la verdad.

La verdad acerca de nosotros es que somos inocentes. El perdón no destruye el pecado y la culpa. No tiene que hacerlo. Simplemente los hace desaparecer con la verdad. El perdón invita a la verdad a que entre en la mente “y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente” (1:6).

“Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad” (1:7). Cuando estoy afianzado en mi propia culpa, mi mente parece que no puede nada, incapaz de lograr nada en absoluto. No puedo creer en mi propio poder porque creo en mi debilidad. El poder que Dios me dio en mi creación parece que no existe. Parezco frágil, arrastrado por circunstancias que están más allá de mi control.

Cuando practico el perdón, me doy cuenta más rápidamente de la libertad y del poder de mi mente. Cuando me doy cuenta de que la imagen de pecado que estoy viendo en mi hermano es mi propia invención y que puedo elegir verle de manera diferente (que esto está dentro de mi poder, y que no depende de nada fuera de mí) estoy reclamando mi herencia como Hijo de Dios. Con mi perdón libero al mundo de culpa. ¡Tengo el poder de perdonar pecados! Tengo el poder de liberar al mundo de sus cadenas, y ese poder es el poder del perdón.



¿Qué es el ego? (Parte 2)

L.pII.12.1:3

“El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad”. (1:3)

Para encontrar su ilusoria independencia, el ego niega a Dios y todo lo relacionado con Dios. La fuerza de la inocencia, la ternura y el amor se consideran “débiles” y se evitan. En cambio, el ataque se considera fuerte. “Valerte por ti mismo” y ser “independiente” se consideran madurez y fuerza, mientras que la unión con otros y la dependencia de Dios se consideran debilidad. La imagen de un ego poderoso es la de un individuo solitario gritando desafiante a todo el universo. El ego no puede ver ni entender que este ser solitario, limitado y separado es el símbolo de la debilidad.

Al hablar de esta elección que hemos hecho (una elección que sólo podemos lograr en sueños, nunca en la realidad), el Curso dice:

“Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro”. (T.26.VII.11:7-8)

Aprender a escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa mucho más que escuchar al pequeño ángel en nuestro hombro derecho en lugar del demonio en el izquierdo. Esa idea deja al “yo” que escucha tal como está, sigue siendo la misma identidad: un ser separado. Escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa abandonar completamente mi “propio miserable tesoro”, que es la idea que tengo de lo que soy como algo separado de Dios, y en lugar de ello afirmar mi “identidad que comparto con todo”.

“Estaba equivocado cuando pensaba que vivía separado de Dios, que era una entidad aparte que se movía por su cuenta, desvinculada y encasillada en un cuerpo. Ahora sé que mi vida es la de Dios, que no tengo otro hogar y que no existo aparte de Él. Él no tiene Pensamientos que no sean parte de mí, y yo no tengo ningún pensamiento que no sea de Él”. (L.223.1:1-3)




















lunes, 27 de noviembre de 2023

Lección 331. El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya. ¿QUÉ ES EL EGO?







12. ¿Qué es el ego?

1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. 2 Es la “voluntad” que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo y que adopta una forma en la que Ésta es negada. 3 El ego es la “prueba” de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.
2. El ego es demente. 2 Lleno de miedo, se alza más allá de lo Omnipresente, apartado de la Totalidad y separado de lo Infinito. 3 En su demencia cree también haber vencido a Dios. 4 Y desde su terrible autonomía “ve” que la Voluntad de Dios ha sido destruida. 5 Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.
3. El Hijo de Dios no tiene ego. 2 ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? 3 ¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? 4 ¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpa, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación ni el costo que conlleva creer en él. 2 Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en el ego es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. a Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.
5. No obstante, una sola azucena de perdón puede transformar la obscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. 2 Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su Morada, Su Dicha y Su Amor, completamente Suyas y completamente unidas a Él.





El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.

Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento así mismo! ¿Cómo iba él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino seguro que lo condujese a su liberación? Me amas, Padre, y nunca habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y crueldad. ¿Cómo pude jamás pensar que el Amor se había abandonado a Sí Mismo? No hay otra voluntad que la Voluntad del Amor. El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto. La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. Nada se opone a Tu Voluntad. El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.
El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es una sola y que la compartimos. Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios. Amén. (L.331)



En esta lección Jesús se enfoca en el papel prominente que el conflicto juega en el sistema de pensamiento del ego. El ego cree que ha desafiado la voluntad de Dios y permanece en oposición a ella. Esa es la base de todo conflicto, manifestado en la mente dividida entre el ego y el Espíritu Santo. Esto, por supuesto, no es como Él piensa, sino que está en el centro del sistema de pensamiento del ego que estableció nuestras identidades a través del conflicto, la oposición, el desafío y el asesinato -reflejado en un mundo que prospera en el conflicto, la oposición, el desafío y el asesinato. El ego proclama así que el conflicto está vivo y bien que le quitamos a Dios, que ahora nos lo quitará a nosotros, testigo de su sombra mundana de conflicto y guerra. Esto requiere que hagamos algo sobre la amenaza inminente a nuestra existencia, y el producto final de este "hacer" es el mundo del ataque.
Nuestras vidas como seres físicos, psicológicos - sombras del problema de autoridad con Dios - se basan en la oposición y el conflicto. Si no nos defendemos, los demás nos atacarán y acabarán con nuestra existencia, por lo que siempre necesitamos estar comprometidos con la autoprotección. Finalmente, sin embargo, nos damos cuenta de que hay algo malo en esta vida de defensa de ataque, y podemos elegir de nuevo.
El perdón deshace la falsa percepción del conflicto al terminar el sueño de que tú y yo estamos separados, mantenidos separados por pensamientos de culpa y juicio, dolor y pena. La verdadera percepción revela un mundo limpio de pecado, mientras recordamos nuestro interés compartido de encontrar la paz de Dios y regresar a casa:

Traigo a vuestros cansados ojos una visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco que os olvidaréis de todo el dolor y miseria que una vez visteis. Mas tenéis que compartir esta visión con todo aquel que veáis, pues, de lo contrario, no la contemplaréis. Dar este regalo es la manera de hacerlo vuestro. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese. (T.31-VIII.8.4)






Comentario:
Recientemente en un grupo de estudio dije que nuestro problema fundamental es que de verdad creemos que somos personas terribles. No confiamos en nuestro propio amor. Una persona expresó su preocupación de que el material del Curso podría usarse para justificar cualquier comportamiento. “Podría ir a robar una tienda de licores porque el mundo es sólo una ilusión y nadie saldría perjudicado excepto en la ilusión. Nada de lo que yo haga afecta negativamente a mi relación con Dios”.
La respuesta directa a esa pregunta es que sólo haces esas cosas en el mundo cuando crees que el mundo es real. Si verdaderamente creyeses que el mundo es una ilusión, no harías tales cosas ni tendrías el deseo de hacerlas.

El miedo a que él haría cosas terribles si creyera que nadie resultaría realmente perjudicado oculta la creencia de que no se podría confiar en la verdad en él. El Curso dice que no creemos que lo que de verdad queremos es bueno. La verdad es que podemos confiar en nosotros mismos. Aunque todavía estamos confusos y desconcertados por la ilusión, no vamos a cometer errores terribles. Es seguro abandonar las limitaciones de la culpa porque verdaderamente somos extensiones de Dios. Pensamos que necesitamos la culpa para refrenar al monstruo dentro de nosotros, Un Curso de Milagros nos dice que la culpa “no tiene ningún propósito” (T.14.III.1:4), y de hecho nos mantiene encerrados en nuestra ilusión del pecado. Esa ilusión acerca de nosotros es el error fundamental. Y continúa diciendo que pensar que el ser ha robado el trono de Dios no es nada por lo que sentirnos culpables:

“No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad”. (T.14.III.15:1-3)

Sólo es “un error trivial” (L.138.11:5). El Amor no se ha abandonado a Sí Mismo. Comparto la naturaleza de Dios que es Amor. Yo no puedo abandonarle, ni Él a mí (1:5).

Es “absurdo” (1:1) creer que yo podría realmente oponerme a la Voluntad de Dios y corromperme a mí mismo. Cualquier aparente corrupción o conflicto entre Dios y yo tiene que ser una ilusión, la prueba de que estoy dormido y soñando lo imposible (1:7-8).

“Conocer la realidad significa no ver al ego” (L.pII.12.4:1). Sin embargo, por raro que parezca, primero tenemos que ver al ego para pasarlo por alto. El ego funciona de una manera oculta, secreta, a escondidas. Se esconde detrás de todo tipo de tapaderas. Primero tenemos que desenmascararlo, ver lo que es, y luego pasarlo por alto, ignorarlo. Mientras no sepamos lo que es nuestro imaginado enemigo, estaremos gobernados por el miedo. Tenemos que llegar al punto en el que podemos ver con claridad: “¡Oh! Sólo es el ego, soy yo pensando que estoy separado”. Luego lo abandonamos.

“Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros”. (T.11.In.4:2)

Entonces, miremos a nuestro ego sin acobardarnos, sin tenerle miedo, pudiendo ver que sólo es “un error trivial”.





¿Qué es el ego? (Parte 1)
L.pII.12.1:1-2

“El ego no es otra cosa que idolatría” (1:1). Idolatría es adorar a un ídolo, a un dios falso. Eso es el ego, el intento demente de hacer real una identidad que está separada de Dios, buscado para reemplazarle en nuestra consciencia. El ego es “el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte” (1:1).

Prestemos atención aquí. El ego no es “algo” dentro de nosotros, una especie de gemelo malvado, el lado oscuro de nuestra alma. El ego es la idea de un ser separado que está aparte de “otros seres”. ¿No es eso exactamente lo que pensamos que somos? ¿No pensamos que somos un alma distinta, nacida en un cuerpo, luchando durante toda esta vida y seguros de terminar esta vida con la muerte? ¿No describe eso lo que pensamos que somos? En otras palabras, el “yo” que creo que soy, algo separado y diferente de ti, ¡eso es el ego! Cambiar nuestra idea acerca de nosotros, del ego al espíritu, no significa que este ser separado que era negro, se vuelva blanco. Significa que este ser separado es completamente reemplazado por algo que abarca mucho más, de hecho, algo que abarca todo. Dejo de ser “yo” en la manera que pensaba que era.

El ego “es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada” (1:2). Si lo que pienso de “mí” es que estoy separado e independiente, no puedo estar unido a la Voluntad de Dios. El ego debe ver a la Voluntad de Dios como enemigo porque para el ego Dios es “otro”, algo diferente y separado de sí mismo. Puesto que Dios es un “otro” muy poderoso, Su Voluntad representa una amenaza, un desafío para la “voluntad” del ego. Por lo tanto, la forma que toma la “voluntad” del ego siempre será una forma de negación de la Voluntad de Dios. Por ejemplo, sabes que un niño está empezando a desarrollar un ego psicológico cuando empieza a decir “No” cada vez que
tú dices “Sí”. El ego es un gran “No” a Dios y a Su Voluntad.

El ego es precisamente lo que no somos. “Tú no eres un ego” (T.14.X.5:5). Cuando miremos a lo que el ego es (o parece ser), no nos desanimemos ni nos deprimamos por ello. Aquello que estamos mirando no es lo que nosotros somos; de hecho, es lo que no somos. Este ser imaginado es la causa de nuestra culpa, y no es real, no existe.
























¿Qué es el ego?


 


1.  El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad. (UCDM 1.Qué es el ego)

Sin embargo, este yo es lo que continuamente elegimos idolatrar. Un ídolo está destinado a sustituir al verdadero Dios, con imágenes que toman la forma de nuestro Creador, que es abstracto y sin forma. Entonces adoramos a los ídolos, tomando su forma como verdad, mientras perdemos el contenido de amor de la verdad. De la misma manera, adoramos al ego en la forma del cuerpo, sustituyendo su ser por el Ser de Cristo. El cuerpo se convierte así en realidad para nosotros, el "héroe" del sueño del ego.

En nuestra locura creemos que este cuerpo moribundo, el "cuerpo mortal" de Hamlet, es nuestra identidad.

La impía trinidad del pecado, la culpabilidad y el temor del ego nos aterroriza ante Dios, que se ha convertido en nuestro enemigo mortal -en guerra con nosotros porque estamos secretamente en guerra con Él. Claramente, esto no tiene nada que ver con el verdadero Dios, sino con la deidad vengativa del sueño del ego. Este pasaje del manual para maestros describe dramáticamente el sistema de pensamiento del ego de magia, venganza y asesinato:

Reaccionar con ira ante cualquier pensamiento mágico que se haya percibido es una de las causas básicas del temor. Examina lo que esta reacción significa, y se hará evidente el lugar central que ocupa en el sistema de pensamiento del mundo. Un pensamiento mágico, por su mera presencia, da por sentada la separación entre Dios y nosotros. Afirma, de la forma más clara posible, que la mente que cree tener una voluntad separada y capaz de oponerse a la Voluntad de Dios, cree también que puede triunfar en su empeño. Es obvio que esto no es cierto. Sin embargo, es igualmente obvio que se puede creer que lo es. Y ahí es donde la culpabilidad tiene su origen. Aquel que usurpa el lugar de Dios y se lo queda para sí mismo tiene ahora un "ene-migo" mortal. Y ahora él mismo tiene que encargarse de su propia protección y construir un escudo con que mantenerse a salvo de una furia tenaz y de una venganza insaciable. (M.17.5)

La fuerza de Cristo es debilidad para el ego, porque es el poder de la Unidad perfecta. La fuerza del ego -la verdadera debilidad- es el poder aparente de la separación, del que el mundo da fe. Creemos que somos fuertes, porque si estamos aquí -y ciertamente creemos que lo estamos- fue debido a nuestra derrota de Dios. Entonces derrotamos a todos los demás a través de la indulgencia de nuestra especialidad, nuestra retorcida idea de la fuerza. Sin embargo, se nos pide que consideremos si esta es realmente la fuerza que queremos, como en el poema de Helen "Alternativas":

Una fantasía de dolor, un sueño de muerte, un grito de agonía, un aliento superficial, tal es el mundo que ves. ¿Es tu elección ser la sustitución de la Voz de Dios? (Los dones de Dios, p. 11)

En líneas que ya nos son familiares, Jesús nos pregunta directamente al final del texto si es nuestro deseo sucumbir a la tentación del ego de identificarnos con el cuerpo débil, impotente y atacante:

La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías seguir siendo eso, si Cristo se te apareciese en toda Su gloria, pidiéndote solamente esto?:

Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo, o si prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus hermanos allí.

Él ha venido, y esto es lo que te está pidiendo.

¿Cómo se lleva a cabo esa elección? ¡Qué fácil de explicar es esto! Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza. (T.31-VIII-1,2)



2.   El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (UCDM 2.Qué es el ego)

"Ve" está entre comillas porque la voluntad de Dios no ha sido destruida. Sin embargo, subyacente a nuestra creencia de que existimos como individuos está el pensamiento de que lo hemos destruido, la base del sistema de pensamiento demente del ego:

El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. (T.21-II-6.4,7)

Este es el sistema de pensamiento prevaleciente en el mundo y la base de su comportamiento: el perro come al perro, mata o es matado, uno u otro, la proyección sombría del pensamiento original de que existimos por haber destruido a Dios. Nuestra culpabilidad grita que Él buscará recuperar Su vida destruyéndonos a cambio. Recordemos el pasaje sucinto y revelador del texto de los dos sueños que consciente e inconscientemente pensamos que son la realidad: víctima y victimario respectivamente:

Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. 2Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo. He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. La pequeña grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio ancestral, el instante del desastre, están todos aquí. He aquí la causa de la irrealidad. Mas es aquí donde se des-hará. (T.27-VII-12,1)

La verdad, sin embargo, yace a salvo más allá de estos sueños, porque "Dios piensa de otra manera"



3.   El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?(UCDM 3.Qué es el ego) 

En otras palabras, cuando estamos en nuestras mentes correctas, fuera del sueño y recordando nuestra identidad como Cristo, ya no conocemos la locura o la muerte de Dios. Volviendo a la cordura, nos damos cuenta de que esta locura era un sueño que ahora ha desaparecido. Lo anterior nos dice una vez más que Dios no puede saber de nada en este mundo, porque ¿Cómo puede saber del pecado, la culpabilidad, el temor o la separación, nada de lo cual ha sucedido? La clarificación de los términos proporciona este contraste entre el ego y el milagro, y Jesús nos pide una vez más que elijamos entre locura y cordura, ilusión y verdad:

Esto es lo que era el ego: el odio cruel, la necesidad de venganza y los gritos de dolor, el miedo a la muerte y el deseo de matar, la ilusión de no tener hermanos, y el yo que parecía estar solo en el universo. El milagro corrige este terrible error con respecto a ti mismo con la misma dulzura con la que una madre amorosa adormece con su canto a su criatura. ¿No preferirías escuchar un canto así? ¿No contestaría ese canto todo lo que pensabas preguntar, haciendo incluso que la pregunta dejase de tener sentido? (CT-2.8)



4.  Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir. (UCDM 4.Qué es el ego)

Cuando estás en presencia de la realidad no ves el ego, sus pensamientos, ni nada más, que es lo que Jesús nos dice que cuando despertemos del sueño ya no lo recordaremos, porque no hay nada que recordar (T-19.IV-D.6). Por eso, desde la perspectiva no dualista de Un Curso de Milagros, el espíritu no puede tener nada que ver con el sueño, porque no conoce al ego ni su mundo (por ejemplo, T-4.II.8:6). La realidad -y el Hijo de Dios como parte de la realidad- es literalmente sin ego y aparte de la locura del ego. ¿Cómo, entonces, puede el ego ser visto, y mucho menos reaccionar, cuando literalmente no está allí?

¿Qué es el ego? El ego no es más que un sueño de lo que en realidad eres. Un pensamiento de que estás separado de tu Creador y un deseo de ser lo que Él no creó. El ego es un producto de la locura, no de la realidad. Es tan sólo un nombre para lo innombrable. Un símbolo de lo imposible; una elección de opciones que no existen. (CT.2-1.4,9)

¿Qué es el ego? El ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues sólo él parece real. Mas ¿podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? (CT.2-2.1,4)

El término altar en Un Curso de Milagros es usado como un símbolo para el que toma las decisiones, como aprendimos anteriormente. Es la parte de nuestras mentes que puede elegir identificarse con el ego o el Espíritu Santo. El pasaje anterior describe nuestra elección de adorar en el santuario del ego -su sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo; de sufrimiento, asesinato y muerte- mientras que el siguiente pasaje del texto nos da cuerpo al altar del ego tal como se manifiesta en nuestras relaciones especiales:

El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. Y aquellos que se unen ante su altar aceptan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedicadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. El otro siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minucias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere. (UCDM.15-VII.9)

La sangre fluye libremente en este santuario especial, porque representa la crucifixión del Hijo de Dios. Así, cuando Jesús apareció en el mundo, la gente lo hizo parte de su sueño de crucifixión, idolatrando a su salvador crucificado. Sin embargo, la verdad invulnerable del Hijo inocente de Dios -reflejada en la forma de Jesús- descansaba en la mente recta del Hijo, esperando tranquilamente su regreso a la cordura




5.  Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él. (UCDM 5.Qué es el ego)

Nuestro tomador de decisiones ahora se da cuenta de su error, cambia su mente y se vuelve a la luz del Espíritu Santo. El altar ensangrentado es limpiado del odio por el perdón, que no ve ningún pecado como el amor ha reemplazado el miedo, la guerra de paz, y el dolor de alegría. La luz de la verdad ha venido a iluminar las tinieblas de la ilusión:

Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo ni necesita quedarse más de un instante. Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz. (T.25-III.6)

Hemos regresado a nuestras mentes correctas, dándonos cuenta de que no hay lugar donde preferiríamos estar, el prerrequisito para estar en el mundo real en el que la mente equivocada desaparece, como lo hace su mundo de separación y pecado. Todo lo que queda es la memoria de quiénes somos como Hijo único y unificado de Dios, tan santo como su Creador, la Santidad misma.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Lección 330. Hoy no volveré a hacerme daño

 




Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. ¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya propia. El Ser que Dios creó no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. Elijamos hoy que Él sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas que el sueño de miedo parece ofrecernos.
Padre, es imposible hacerle daño a Tu Hijo. Y si creemos sufrir, es sólo porque no reconocemos la única Identidad que compartimos Contigo. Hoy queremos retornar a Ella, a fin de librarnos para siempre de todos nuestros errores y salvarnos de lo que creíamos ser.



Cuando pienso que soy menos que lo que Dios creó, me hago daño a mí mismo. Y sólo a mí mismo. No hago ningún daño real, pero tengo la ilusión (que parece real) de dolor, sacrificio y sufrimiento. Todos mis sentidos físicos y emocionales confirman su aparente realidad, únicamente la visión de Cristo ve más allá de la ilusión.
Hay un párrafo muy bueno en el Texto que dice lo importante que es no depender de lo que los ojos y los oídos nos dicen, y saber que es sólo la proyección de nuestros propios pensamientos:

“El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño”. (T.27.VIII.10:1-6)

El sueño malvado procede de una falsa imagen de mí mismo como algo diferente a lo que Dios creó. Todavía creo que soy capaz de pecar y de sufrir. Debido a que creo eso de mí mismo, también lo creo de los demás, y proyecto mi creencia sobre ellos. Proyecto la ilusión de mis pecados y mi culpa sobre ellos. Cada vez que veo pecado o debilidad en un hermano, es sólo el reflejo de mis propios pensamientos acerca de mí mismo. Es “tu sueño” lo que estás viendo. No estás viendo nada real, sino una ilusión maestra y casi perfecta proyectada desde tu mente increíblemente poderosa. Es la imagen proyectada de tus propios pensamientos sobre ti mismo que te está “haciendo daño”.
Si pienso que soy débil, si pienso que mi vida es un desastre, no estoy viendo mi verdadera Identidad. Nada de esto está sucediendo realmente. Estoy viviendo un mal sueño, un sueño sobre mí mismo. (Sin embargo, importa como reflejo de mi estado mental, ver T.2.In.1:1-5).
Se nos está salvando “de lo que creíamos ser”, y el camino a la liberación es entender que “la vida es un sueño”, como dice el viejo dicho. El camino hacia la liberación es perdonar. Entender que cuando pienso que veo algo que merece mi juicio y condena, de algún modo distorsionado, todo lo que estoy viendo son mis propios pensamientos proyectados fuera. Y, en ese momento, elegir pensar de manera diferente. Ver que la situación que pensaba que justificaba mi ira se convierte en una situación que justifica mi amor. “Éste es un pobre hermano, confundido como yo, que se ha olvidado de su verdadera Identidad con Dios. Le veo como culpable porque estoy proyectando mi propia culpa. Elijo no aumentar su ilusión transmitiéndole culpa. En lugar de eso, elijo dirigirle mi amor para que pueda despertar, como yo he empezado a hacerlo”. Y al hacer esto, sé que me estoy dando amor a mí mismo, estoy contribuyendo a mi propio despertar.

Para mí personalmente, más sobre este punto es la frase:

“¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo?”

¿Qué le estoy enseñando a mi mente con los pensamientos que estoy pensando? ¿Qué le estoy enseñando a mi mente al sentirme culpable? Que soy un hombre en reconstrucción, que todavía no estoy terminado. ¡Si no necesitara rehabilitación, no estaría aquí! Voy a observar mis pensamientos hoy y ver cómo me atacan si elijo escuchar al ego, y cómo me reconstruyen cuando escucho al Espíritu Santo.





¿Qué es la creación? (Parte 10)
L.pII.11.5:2

“Oímos Su Voz y perdonamos a la creación en Nombre de su Creador, la Santidad Misma, Cuya santidad Su creación comparte con Él; Cuya santidad sigue siendo todavía parte de nosotros”. (5:2)

Su Voz nos llama a “perdonar a la creación”. Hemos mirado a la creación de Dios (nosotros, nuestros hermanos, y todo el resto que forma la creación) y la hemos juzgado. Hemos visto culpa y fealdad donde Dios creó únicamente belleza y santidad. En este mundo no podemos crear de verdad ni extender amor con la pureza que pertenece sólo al Cielo, pero podemos perdonar. Podemos poner fin a la búsqueda de defectos, y quitar nuestro juicio y condena a todo lo que vemos. Cada instante nos ofrece una oportunidad de hacer esto, cada encuentro es una oportunidad para practicar el perdón.

Necesitamos perdonar cualquier cosa que contemplemos sin ver la santidad de Dios en ella. Ver algo distinto a la santidad de Dios reflejada en todo es una falta de perdón, una condena a la creación de Dios. Cuando algo parece no santo, necesitamos pedir ayuda al Espíritu Santo para ver más allá de las apariencias y para poder contemplar la verdad de la santidad de Dios que esas apariencias están ocultando. El pecado es una ilusión, y únicamente la santidad es verdad.

Entonces, todo lo que el Curso nos está enseñando es a reconocer la creación de Dios en todas partes, en todo, y sobre todo en nosotros mismos. La santidad de nuestro Creador sigue siendo parte de nosotros. A cada uno de los que nos encontremos digámosle: “Quiero contemplarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad”. (L.161.11:8)





































viernes, 24 de noviembre de 2023

Lección 328. Elijo estar en segundo lugar para obtener el primero

 



Lo que parece ser el segundo lugar es en realidad el primero, pues percibimos todo al revés hasta que decidimos escuchar la Voz que habla por Dios. Nos parece que sólo podemos alcanzar autonomía si nos esforzamos por estar separados, y que la manera de salvarnos es aislándonos del resto de la creación de Dios. No obstante, lo único que podemos derivar de ello es enfermedades, sufrimientos, pérdidas y muerte. Esto no es lo que nuestro Padre dispone para nosotros, y no existe otra voluntad que la Suya. Unirnos a Su Voluntad es encontrar la nuestra. Y, puesto que nuestra voluntad es la Suya, es a Él a Quien debemos acudir para reconocer nuestra voluntad.

Padre, no hay otra voluntad que la Tuya. Y me alegro de que nada que pueda imaginarme contradiga lo que Tú quieres que yo sea. Tu Voluntad es que yo me encuentre completamente a salvo y eternamente en paz. Y comparto gustosamente Contigo, Padre mío, esa Voluntad que Tú me otorgaste como parte de mí. (UCDM  L-328)


Esta lección nos dice que nos planteemos elegir unir nuestra voluntad a la de Dios; esto parece una especie de pérdida, someternos a algo fuera de nosotros. Parece ocupar el “segundo lugar”. Parece servil o sumiso. Y en nuestra identidad equivocada como ego, sentimos que la única manera de tener autonomía es hacernos independientes de Dios y del resto de Su creación.

Vemos todo al revés. Todo lo que encontramos al afirmar nuestra independencia es “enfermedades, sufrimientos, pérdidas y muerte”. Somos como una rama intentando separarse de la vid. Si nos separamos de la vid, morimos. Nuestra identidad no se pierde al unirnos a la vid, sino que la encontramos porque no somos algo separado. Somos parte de Dios y parte de Su creación, y únicamente al unirnos voluntariamente podemos descubrir nuestra verdadera identidad. “Nuestra voluntad es la Suya”.

La seguridad de Dios es nuestra seguridad. Se nos dio en la creación y todavía está dentro de nosotros, nunca nos ha abandonado, aunque la hemos ocultado. El recuerdo de Dios está en nuestra mente. Aunque parecemos ser partes separadas, no lo somos; somos partes pero no separadas, como gotitas de agua en el océano. Así que todavía contenemos todo lo que existía en la creación original. Lo que pertenece al océano, pertenece a cada gota. Cada uno de nosotros todavía conserva nuestra unidad con nosotros mismos y con nuestro Creador.

          “Que nuestra función sea únicamente permitir el retorno de este recuerdo y que

           Su Voluntad se haga en la tierra, así como que se nos restituya nuestra cordura

           y ser solamente tal como Dios nos creó”.

Nuestro único propósito en la vida es ser esto, únicamente el restablecimiento de la consciencia de nuestra Totalidad y nuestra “parte-en-la-Totalidad”. Por eso es por lo que estamos aquí. Éste es el propósito en toda orientación que nos da el Espíritu Santo en nuestra vida. No estamos aquí para reforzar nuestra parte ni para satisfacer propósitos que pertenecen sólo a la parte. Estamos aquí para dejar que el recuerdo de Dios regrese a nuestra mente consciente, y para cumplir nuestro propósito como extensiones de la Voluntad de Dios.

Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...