martes, 26 de diciembre de 2023

LECCIÓNES 361-365

 







En nuestras lecciones finales utilizaremos la mínima cantidad de palabras posible. 2 Las utilizaremos sólo al principio de nuestras prácticas, y únicamente para que nos recuerden que lo que queremos es ir más allá de ellas. 3 Dirijámonos a Aquel que nos muestra el camino e imparte seguridad a nuestros pasos. 4 A Él le entregamos estas lecciones, y a partir de ahora también le entregamos nuestras vidas. 5 Pues no queremos volver creer en el pecado, que fue lo que hizo que el mundo pareciese un lugar feo e inseguro, hostil y destructor, peligroso desde cualquier punto de vista y traicionero más allá de cualquier esperanza de poder tener confianza o de escapar del dolor.

2. Suyo es el único camino para hallar la paz que Dios nos ha dado. 2 Su camino es el que todo el mundo tiene que recorrer al final, pues éste es el final que Dios Mismo dispuso. 3 En el sueño del tiempo este final parece ser algo muy distante. 4 Sin embargo, en verdad ya está aquí, como un amable guía que nos indica qué camino tomar. 5 Marchemos juntos por el camino que la verdad nos señala. 6 Y seamos los líderes de los muchos hermanos que andan en busca del camino, pero que no lo encuentran.

3. Consagremos nuestras mentes a este propósito, poniendo todos nuestros pensamientos al servicio de la salvación. 2 La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. 3 Ésa es la función que Dios nos ha encomendado. 4 Y lo que buscamos es el final del sueño, no como nosotros queremos que dicho final sea, sino como lo quiere Dios. 5 Pues no podremos sino reconocer que todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo. 6 Y así, Su recuerdo se restaurará en nosotros completamente y en su totalidad.

4. Nuestra función es recordar a Dios aquí en la tierra, tal como se nos ha dado ser Su Compleción en la realidad. 2 No olvidemos, por lo tanto, que nuestro objetivo es uno que compartimos, pues en ese recordar es donde radica el recuerdo de Dios y lo que nos señala el camino que conduce hasta Él y hasta el Remanso de Su Paz. 3 ¿Cómo no vamos a perdonar a nuestro hermano, que es quien nos puede ofrecer esto? 4 Él es el camino, la verdad y la vida que nos muestra el sendero. 5 En él reside la salvación, que se nos ofrece por medio del perdón que le concedemos.

5. No terminaremos este año sin recibir el don que nuestro Padre le prometió a Su santo Hijo. 2 Ahora hemos sido perdonados. 3 Y nos encontramos a salvo de toda la ira que atribuíamos a Dios y que después descubrimos no era más que un sueño. 4 Se nos ha restituido la cordura, en la que comprendemos que la ira es una locura, el ataque algo demente y la venganza una mera fantasía pueril. 5 Nos hemos salvado de la ira porque nos dimos cuenta de que estábamos equivocados. 6 Eso es todo. 7 ¿Y se encolerizaría un padre con su hijo porque éste no hubiese comprendido la verdad?

6. Venimos a Dios y con honestidad le decimos que no habíamos entendido y le pedimos que nos ayude a aprender Sus lecciones por medio de la Voz del Maestro que Él Mismo nos proporcionó. 2 ¿E iba Dios acaso a lastimar a Su Hijo? 3 ¿O más bien se apresuraría a contestar de inmediato, diciendo: “Éste es Mi Hijo, y todo lo que tengo le pertenece”? 4 Ten por seguro que así es como responderá, pues ésas son Sus Propias Palabras para ti. 5 Y nadie podrá jamás tener más que esto, pues en esas Palabras yace todo lo que existe y todo lo que existirá a lo largo del tiempo y en la eternidad.




Te entrego este instante santo.
Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte,
seguro de que Tu dirección me brindará paz.

Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará.
Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también.
Y si lo que necesito es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré.
Él está a cargo a petición mía.
Y me oirá y contestará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo.






Comentario 361:

Las Lecciones 361 a 365 son una, y se enfocan en el Espíritu Santo. Reflejan que hemos logrado la meta del libro de trabajo, que era aprender que tenemos una mente dividida: estábamos equivocados al elegir el ego, y corregimos ese error eligiendo al Espíritu Santo. De hecho, así es como comienza la lección.

En la Introducción a la sexta revisión, Jesús nos dijo que nos está poniendo a cargo del Espíritu Santo. Ahora nos ponemos a cargo del Espíritu Santo. La implicación clara es que hemos aprendido la lección de Jesús y nos hemos dado cuenta de nuestro error, sabiendo que hay un principio de corrección en nuestras mentes al que podemos ir, y que nos traerá paz. El mundo, entonces, no es más que una proyección de ese instante impío original. Ahora cambiamos felizmente nuestras mentes, contentos de haber estado equivocados y agradecidos de estar viviendo en el instante santo del perdón del Espíritu Santo.

"Él está a cargo a petición mía", esto es lo más importante. No es que Jesús nos dé el Espíritu Santo; nosotros lo escogemos activamente. Hacer esa elección es, por lo tanto, nuestro objetivo a lo largo del día.

Mientras creamos que somos cuerpos viviendo en el mundo, experimentaremos la presencia abstracta del Amor del Espíritu Santo al encontrarnos donde creemos que estamos. Pensaremos que Él nos está ayudando en todas las formas específicas en que experimentamos nuestra necesidad, como leemos en la clarificación de los términos:

El Espíritu Santo mora en la parte de tu mente que es parte de la Mente de Cristo. Él representa a tu Ser y a tu Creador, Quienes son uno. Habla por Dios y también por ti, ya que está unido a Ambos. Por consiguiente, Él es la prueba de que Ambos son uno solo. El Espíritu Santo parece ser una Voz, pues de esa forma es como te comunica la Palabra de Dios. Parece ser un Guía por tierras lejanas, pues ésa es la clase de ayuda que necesitas. Y parece ser también cualquier cosa que satisfaga las necesidades que creas tener. Pero Él no se engaña cuando te percibes a ti mismo atrapado por necesidades que no tienes. De ellas es de las que quiere liberarte. De ellas es de las que quiere ponerte a salvo. (C.6.4)

Sin embargo, mientras continuamos nuestro viaje a casa, después de completar el viaje a través del libro de trabajo, nos damos cuenta de que la ayuda no es específica en absoluto, porque la única realidad es el Amor  de Dios. Es a este Amor que hacemos nuestro camino seguro con nuestro Guía, Maestro y Consolador, cuyo Amor nos lleva a la paz de Dios y a la vida eterna.



LECCIONES FINALES (Introducción)







1:1,2. En nuestras lecciones finales utilizaremos la mínima cantidad de palabras posible. Tan sólo las utilizaremos al principio de nuestras prácticas, y únicamente para que nos recuerden que lo que buscamos es ir más allá de ellas.

las palabras de Un Curso de Milagros no son sagradas, pero su fuente -el amor que las inspiró- ciertamente lo es. Ese amor está en todos nosotros, y por eso necesitamos que se nos recuerde una y otra vez, a medida que avanzamos en nuestro día, que nuestro propósito es aprender a perdonar, el medio de deshacer la culpa y regresar con nuestros hermanos al hogar que está más allá de todas las palabras y símbolos.

1:3,4. Dirijámonos a Aquel que nos guía en nuestro camino y que imparte seguridad a nuestros pasos. En Sus manos dejamos estas lecciones, y de aquí en adelante le entregamos también nuestras vidas.

El propósito de este año de práctica ha sido aprender a estar seguros en la conciencia de que el Espíritu Santo es el único Maestro verdadero. Así es como seguiríamos sus lecciones, su guía y su amor. Cuando somos tentados a estar trastornados, enfermos, enojados, o preocupados de alguna otra manera con nuestra especialidad, es porque primero lo alejamos y elegimos el ego en su lugar. Es por eso que nuestra vigilancia necesita estar enfocada en las mentiras del ego como el medio para recordar la verdad del Espíritu Santo. Son nuestras mentes las que necesitan vigilancia, para elegir en contra de creer en el ego y elegir por Dios y Su Reino - la tercera de las tres lecciones del Espíritu Santo. Así, nuestra creencia corregida deshace la duda del ego, permitiéndonos movernos más allá de toda creencia hacia la Certeza de Dios:

El tercer paso, por consiguiente, es un paso de protección para tu mente, pues te permite identificarte sólo con el centro, donde Dios erigió el altar a Sí Mismo. Los altares son creencias, pero Dios y Sus creaciones están más allá de toda creencia, ya que están más allá de cualquier duda. La Voz que habla en favor de Dios lo hace únicamente en nombre de las creencias que están más allá de toda duda, lo cual te prepara para llegar a estar libre de dudas, mientras tu creencia en Dios y Su Reino se vea asaltada por cualquier duda, lo que Él ha logrado perfectamente no será evidente para ti. Por eso es por lo que debes mantenerte alerta en favor de Dios. El ego habla contra Su creación, y, por lo tanto, engendra dudas. No podrás ir más allá de las creencias hasta que no creas plenamente. (T6. V. C7)

1:5. Pues no queremos volver a creer en el pecado, que fue lo que hizo que el mundo pareciese un lugar feo e inseguro, hostil y destructor, peligroso desde cualquier punto de vista, y traicionero más allá de cualquier esperanza de poder tener confianza o de escapar del dolor. 

Una vez cometimos el error de creer las mentiras del ego sobre el pecado, y Jesús nos anima a no volver a cometerlo. De ese error surgió el mundo de la traición, el peligro y el dolor, y ¿Quién en su sano juicio escogería su causa, cuando el perdón nos llama suavemente a un mundo de paz y seguridad?

2:1,2. El suyo es el único camino para hallar la paz que Dios nos ha dado. Su camino es el que todo el mundo tiene que recorrer al final, pues éste es el final que Dios Mismo dispuso.

Un Curso de Milagros es sólo un camino espiritual; pero cualquiera que sea el camino que escojamos, sin importar sus símbolos, la única manera de llegar a casa es renunciar a la creencia en el yo que cree en la separación, la ira, el dolor y la muerte. Al unirnos con el Espíritu Santo en nuestras mentes correctas, deshacemos el sistema de creencias defectuoso que habíamos aceptado. Perdonarnos por nuestros errores -nacidos del miedo, no del pecado- abre el camino a casa, independientemente de su forma, como leemos de nuevo:

Perdónate a ti mismo tu locura, y olvídate de todas las jornadas fútiles y de todas las metas sin objetivo. No significan nada. No puedes dejar de ser lo que eres. Pues Dios es misericordioso, y no permitió que Su Hijo lo abandonara. Siéntete agradecido por lo que Él es, pues en ello reside tu escapatoria de la locura y de la muerte. No puedes estar en ningún lugar, excepto donde Él está.7Y no hay camino que no conduzca a Él. (T31.IV.11)

2:3,4. En el sueño del tiempo este final parece ser algo muy remoto. Sin embargo, en verdad ya está aquí.

Es un hecho que la paz de Dios ya está aquí, en la presencia de la verdad recta de la expiación. Además, en el instante santo estamos fuera del tiempo y del espacio, por lo que ya no hay un viaje a la paz que es nuestra. Encontramos una expresión similar en el manual para maestros, donde Jesús habla del fin del mundo: "Cuando no queda ni un solo pensamiento de pecado, el mundo se acaba" (M-14.2:10). Él continúa:

Ciertamente parece que esto se encuentra muy, pero que muy lejos en el futuro. "Cuando ya no quede ni un solo pensamiento de pecado" parece ser, en efecto, un objetivo a largo plazo. Pero el tiempo se detiene y sirve al objetivo de los maestros de Dios. En el instante en que cualquiera de ellos acepte la Expiación para sí mismo, no quedará ni un solo pensamiento de pecado. (M.14.3)

Puesto que la Expiación está plenamente presente dentro de nosotros -su propia presencia refleja su aceptación-, la separación ya ha sido deshecha. Recordemos estas líneas desde la apertura hasta el Capítulo 28:

Hace mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un leve lapso de tiempo. (T.28.I.6,7)

Así Jesús nos recuerda que su paz está aquí, simplemente esperando que la volvamos a elegir.

2:4,5. Sin embargo, en verdad ya está aquí, como un amable guía que nos indica qué camino tomar. Marchemos juntos por el camino que la verdad nos señala.

La Verdad es usada como sinónimo del Espíritu Santo, en cuyo Amor y Presencia no hay tiempo ni espacio. Unidos a Él en el instante santo, ya no nos preocupamos por lo lejos que tenemos que llegar, ni por la duración del viaje. Las preocupaciones acerca de que el ego sea tan fuerte que nunca podamos librarnos de él son pensamientos que ocurren sólo dentro del sueño del tiempo lineal: pecados pasados, culpa presente y miedo futuro al castigo. Cuando estamos fuera del sueño con Jesús, nos damos cuenta de que estos pensamientos, también, son sólo una defensa contra la verdad que nos ha guiado tan graciosamente hacia sí misma.

2:6. Y seamos los líderes de los muchos hermanos que andan en busca del camino, pero que no lo encuentran.

Jesús no quiere decir que debemos ser líderes de ninguna manera externa o conductual. Nosotros guiamos simplemente por haber escogido el Amor del Espíritu Santo. Cuando esa es nuestra elección, nos convertimos en la mano que se extiende, así como Jesús fue la mano que alcanzó la nuestra. Ahora podemos decir a nuestros hermanos que la misma elección que hemos hecho ellos también puede hacer; el camino que hemos emprendido también les da la bienvenida. Recordemos que en Psicoterapia, Jesús comenta sobre la necesidad de que el terapeuta sea el líder de su paciente, incluso cuando está siendo guiado por su terapeuta:

El psicoterapeuta es un líder en el sentido de que camina ligeramente por delante del paciente, y lo ayuda a evitar algunos de los escollos del camino advirtiéndolos primero. Lo ideal es que también sea un seguidor, pues hay Uno que debe caminar delante de él para proporcionarle la luz con la que poder ver. (P.2.III.1)

3:1,2,3,4. Consagremos nuestras mentes a este propósito, poniendo todos nuestros pensamientos al servicio de la salvación. La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. Ésa es la función que Dios nos ha encomendado. Y lo que buscamos es el final del sueño, no como nosotros queremos que dicho final sea, sino como lo quiere Dios. 

Nuestro propósito es aprender las lecciones del perdón para que podamos ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. El final de Dios es que despertamos del sueño, mientras que el nuestro es llegar a ser figuras más felices y sin dolor en el sueño. Así tomamos la decisión de aceptar la función de Dios de perdonar en vez de la nuestra; la del Espíritu Santo en vez de la del ego:

No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. Pide, más bien, cómo aprender a perdonar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo, y luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. ¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. (T.14. IV. 3: 4,5,7 - 5: 1,2,3,4)

3:5 Pues no podremos sino reconocer que todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo. 

Cuando perdono, me doy cuenta de que tú y yo somos uno; en la ilusión y en la verdad, a pesar de lo que los sueños del ego nos han dicho. Así levantamos el velo del principio del ego de uno u otro, y vemos felizmente la impecabilidad del Hijo único de Dios en todo lo que encontramos o incluso en lo que pensamos:

Un sueño ocultaba la faz de Cristo en ti. Mas ahora puedes contemplar Su impecabilidad. La escalera ha llegado muy alto. Ya casi estás en el Cielo. Es muy poco lo que queda por aprender antes de que la jornada finalice. Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse contigo en oración:

                                       No puedo ir sin ti, pues eres parte de mi.

Y así es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que realmente compartes con él. Pues has comprendido que nunca se marchó, y que tú, que parecías estar solo, eres uno con él. (O.V.3.)

3:6 Y así, Su recuerdo se reinstaurará en nosotros completamente y en su totalidad.

Perdonamos al ver el rostro de Cristo en nuestros hermanos, y entonces recordamos a Dios. Recordemos estas palabras que resumen muy bien la fórmula por excelencia de Un Curso De Milagros para la sanación:

Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron, y contemplarán a Aquel de cuya mano van asidos. La faz de Cristo se ve antes de que el Padre se pueda recordar, pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero. Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son uno. (T.30.V.7:1,4,5,6,7,8)

4:1. Nuestra función es recordarlo a Él aquí en la tierra, tal como se nos ha dado ser Su Propia compleción en la realidad.

Esto se refiere a nuestra doble función: en el Cielo es crear, lo que significa que somos la culminación de Dios; en la tierra es perdonar, que llegamos a recordar nuestra verdadera función y Quiénes somos como Cristo. Así Jesús nos ayuda a deshacer la función del ego de bloquear la de Dios, enseñándonos a cumplir nuestra función de perdón. Quitar este bloqueo restaura nuestra conciencia de la alegría de la creación, extendiendo el Amor de Dios desde Su Ser hacia el nuestro, sabiendo que Ellos son Uno. El siguiente pasaje del texto resume las dos funciones: el perdón elimina las barreras de separación entre los Hijos de Dios, restaurando nuestra conciencia de que se ha completado el Hijo único de Dios como espíritu y su plenitud extendida como Cristo:

Extender el Ser de Dios es la única función del espíritu. Su llenura no puede ser contenida, de la misma manera en que la llenura de su Creador no se puede contener. La llenura es extensión. El Reino se extiende para siempre porque está en la Mente de Dios. No conoces tu propio gozo porque no conoces la plenitud de tu propio Ser. Excluye cualquier parte del Reino y no podrás gozar de plenitud. Una mente dividida no puede percibir su llenura, y necesita que el milagro de su plenitud alboree en ella y la cure. Esto vuelve a despertar la plenitud en dicha mente; y al aceptar dicha plenitud se reincorpora al Reino. Cuando aprecias por completo la llenura de Ser de tu mente, el egoísmo se vuelve imposible y la extensión inevitable. Por eso es por lo que el Reino goza de perfecta paz. El espíritu está cumpliendo su función, y sólo el pleno cumplimiento produce paz. (T.7.IX.3:1,2,3 - 4)

4:2. No nos olvidemos, por lo tanto, de que nuestro objetivo es uno que compartimos, pues en ese recordar es donde radica el recuerdo de Dios y lo que nos señala el camino que conduce hasta Él y hasta el Remanso de Su paz.

En este mundo los objetivos no son compartidos, porque es un mundo regido por el principio de uno u otro. Así llegaré al Cielo -mi Cielo- de pie sobre tus hombros, empujándote hacia abajo: a medida que desciendes, subo. La esencia del perdón es darse cuenta de que nosotros -reflejando la unidad del Cielo- compartimos el mismo propósito, meta y necesidad. Es por eso que recordar nuestra meta compartida contiene la memoria de Dios. Recuerda este importante pasaje sobre el recuerdo de Dios a través de la percepción de la mente común que une la filiación, a pesar de la niebla de culpabilidad del ego que nos mantendría divididos:

La luz brilla en todos ellos (mis hermanos) con igual intensidad independientemente de cuán densa sea la niebla que la oculta. Si no le otorgas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. Tú puedes recordar esto por toda la Filiación. No permitas que tu hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. Pero cuando tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. Esto es lo que has olvidado. Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar. (T.12.II.2.)

4:3,4,5. ¿Cómo no vamos a perdonar a nuestro hermano, que es quien nos puede ofrecer esto? Él es el camino, la verdad y la vida que nos muestra el sendero. En él reside la salvación, que se nos ofrece a través del perdón que le concedemos.

El evangelio de Juan tiene a Jesús diciendo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Sin embargo, aquí Jesús dice: Sí, yo soy el camino, la verdad y la vida, pero tú también eres parte del Hijo único de Dios. Aprender a perdonar a alguien que percibes fuera de ti, dándote cuenta de que es el Hijo de Dios junto contigo, es la manera en que regresas a la verdad y a la vida.

El Espíritu Santo enseña sólo una lección, y la aplica a todo el mundo y en toda circunstancia. Dado que Él está libre de conflictos, aprovecha al máximo todos los esfuerzos y todos los resultados. Al enseñarte el poder del Reino de Dios, el Espíritu Santo te enseña que todo poder te pertenece. Su aplicación no importa. Es siempre máxima. Tu vigilancia no establece que el poder sea tuyo, pero te permite usarlo siempre y en cualquier forma que sea. Cuando dije: "Estoy siempre con vosotros", lo dije en un sentido muy literal. Jamás me aparto de nadie en ninguna situación. Y puesto que estoy siempre contigo, tú eres el camino, la verdad y la vida. Tú no creaste ese poder, como tampoco lo creé yo. Fue creado para ser compartido, y, por lo tanto, no tiene ningún sentido percibirlo como si fuese el patrimonio de uno solo a expensas de los demás. Tal percepción lo desproveería de significado al eliminar o pasar por alto su único y verdadero significado. (T.7.III.1.)

5:1.No terminaremos este año sin el regalo que nuestro Padre le prometió a Su santo Hijo.

El regalo de Dios para nosotros es el perdón, que, como vemos ahora, trae consigo la feliz realización de que estábamos equivocados, sobre nosotros mismos, nuestros hermanos y nuestra Fuente.

5:2,3,4,5,6,7. Hemos sido perdonados. Y nos encontramos a salvo de toda la ira que le atribuíamos a Dios y que después descubrimos no era más que un sueño. Se nos ha restituido la cordura, en la que comprendemos que la ira es una locura, el ataque algo demente y la venganza una mera fantasía pueril. Nos hemos salvado de la ira porque nos dimos cuenta de que estábamos equivocados. Eso es todo. ¿Y se encolerizaría un padre con su hijo porque éste no hubiese comprendido la verdad?

Jesús nos recuerda una vez más la importancia de la humildad, de poder decir con sinceridad y gratitud que nos hemos equivocado. Necesitamos ser lo suficientemente humildes para reconocer que la locura que acaba de describir está presente en prácticamente cada pensamiento, comportamiento y meta que tenemos durante el día. Sin embargo, también necesitamos aceptar que Dios no está enojado porque creemos que lo atacamos -nuestro Padre nunca vio el "ataque". Jesús usa este símbolo de un padre porque es muy importante para nosotros. Así el símbolo del padre enojado que el ego ha hecho se corrige al Padre que nunca cesa de amar a Su Hijo. Recordemos la discusión en "Expiación sin Sacrificio" (T-3.I.1-2), en la que Jesús dice el seguimiento de Dios, en el contexto de la creencia cristiana tradicional de que él sufrió y murió por nuestros pecados:

Si se examina la crucifixión desde un punto de vista invertido, parece como si Dios hubiese permitido, e incluso fomentado, el que uno de Sus Hijos sufriese por ser bueno. Esta desafortunada interpretación, que surgió como resultado de la proyección, ha llevado a muchas personas a vivir sumamente atemorizadas de Dios. (T.3.1:5,6,7)
Un ejemplo menos dramático es el del padre que dice: "Esto me duele a mí más que a ti", y se siente exonerado al darle una paliza a su hijo. ¿Crees que nuestro Padre piensa realmente así? Es tan esencial eliminar cualquier pensamiento de este tipo que debemos asegurarnos de que nada semejante permanezca en tu mente. (T.3.2:7,8,9)

En verdad, por supuesto, no hay Padre e Hijo. No hay separación en absoluto, y así que la creencia en el pecado, la culpabilidad y el temor -el fundamento para creer en la ira de Dios- no existe. El Padre nunca ha dejado de amar a Su Hijo.

6:1. Venimos a Dios y con honestidad le decimos que no habíamos entendido, y le pedimos que nos ayude a aprender Sus lecciones a través de la Voz del Maestro que Él Mismo nos dio.

La honestidad dice: "Me equivoco". Cuán frecuentemente Jesús regresa a este tema central! Una vez más, tu quieres practicar esta honestidad en los eventos muy específicos de su vida. Trata de atraparte a ti mismo insistiendo categóricamente en que tienes razón, lo cual demuestra que estás equivocado, proclamando tu superioridad al ser correcto, implícitamente hace que otra persona sea inferior. Esto significa que están viendo diferencias y separación, ganadores y perdedores - las características de la relación especial. Así pues, la necesidad de honestidad al darse cuenta de que no entienden nada acerca del amor -entre hermanos y entre Dios y Su Hijo- y que los ídolos de lo especial no les han traído nada más que miseria y dolor:

¡Que la honestidad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! T.30.V.9:11)

No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente:

Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo" de la culpabilidad. Cada uno de ellos se compró con la moneda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él.

Sé, pues, misericordioso con tu hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente, ni te olvides de que tu hermano pagará el costo al igual que tú. (T.30.V.10:1,2,3,4,5,6,)

6:2,3. ¿E iba Dios acaso a hacerle daño a Su Hijo? 3¿O bien se apresuraría a contestar de inmediato, diciendo: "Este es Mi Hijo, y todo lo que tengo le pertenece"?

Este es un pasaje interesante, basado en la parábola evangélica del hijo pródigo (Lucas 15:11-32), en la que el hijo errante regresa al padre que se apresura a encontrarse con él. El hijo mayor, que permaneció fielmente en casa con su padre, se queja de que a su hermano se le haya dado una bienvenida tan real, incluyendo una fiesta en su honor. El padre esencialmente le responde: "Os quiero a los dos, y todo lo que tengo es vuestro." En otras palabras, ningún hermano pierde nada por el amor del padre: el hijo que ama al padre A no excluye a su hijo que ama B. Las comparaciones son siempre del ego, porque el amor no hace nada (T-24.II.1:1) y somos amados igualmente por nuestro Padre. Por lo tanto, en esta frase del libro de trabajo, Jesús combina en una sola las respuestas que el padre da al hijo pródigo que regresa, así como al hijo que se queda. Huelga decir que, con mentes divididas, ambos somos hijos.

6:4,5. Ten por seguro que así es como responderá, pues éstas son Sus Propias Palabras para ti. Y nadie podrá jamás tener más que esto, pues en esas Palabras yace todo lo que existe y todo lo que jamás existirá por los siglos de los siglos, así como en la eternidad.

A través de todos los tiempos, cuando escogemos a Jesús como nuestro maestro, él reflejará para nosotros el Amor de Dios y la abundancia de Su tesoro, que somos, no puede haber falta en el Hijo de Dios. A lo largo de la eternidad, permanecemos como parte de nuestra Fuente; no hay nada más. La práctica de este glorioso mensaje en nuestra vida cotidiana implica ver cómo manifestamos el principio de escasez opuesto a la abundancia: la creencia en la carencia, en la que sentimos que hay algo que falta en nosotros. El ego toma esta creencia y enseña que lo que nos falta, alguien lo ha tomado: la cuarta ley del caos (T-23.II.9-10). Aunque no siempre en conciencia, esta creencia de ganadores y perdedores está presente en nuestras mentes, y necesitamos darnos cuenta de que al pensar que Dios tiene favoritos, afirmamos que está loco. Sin embargo, esta locura está sólo en nuestras mentes, al igual que la respuesta sensata de Dios. Su abundancia es la respuesta a la escasez del ego, porque ¿Cómo podemos perder no sólo el amor que tenemos, sino el amor que somos? Recordar este pasaje desde el principio del texto:

En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: Dios te ha dado todo. Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortalmente. En el lenguaje del ego, "tener" y "ser" significan dos cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. El Espíritu Santo sabe que lo "tienes" todo y que lo "eres" todo. Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de "obtener", que implica carencia, ha sido previamente aceptada. Por eso es por lo que no hacemos ninguna distinción entre tener el Reino de Dios y ser el Reino de Dios. (T.4.III.9)

lunes, 25 de diciembre de 2023

Lección 360. "Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz".

 







Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti. Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables. Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. 7Y con este pensamiento decimos felizmente “Amén”.   (L.360)



“Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz”. Éste es un modo de resumir de qué trata el Curso: encontrar la paz dentro de nosotros, compartir esa paz con otro, y juntos compartirla con todo el mundo. Lo fundamental es encontrarla dentro de nosotros. Compartirla con otro confirma que está dentro de nosotros, en la relación aprendemos a extender esa paz. Habiendo aprendido a compartirla juntos, entonces extendemos la paz a todo el mundo.

“Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti”.

La paz que recibimos y que damos es la paz de Dios. Es la paz que procede de saber que somos la creación de Dios: “En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos”. “Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables”. No se ha perdido nada de lo que Dios me dio en mi creación. Eternamente en paz, Dios se extendió a Sí Mismo para crearme, y Su paz se extendió dentro de mí y me incluyó en Su quietud. Esa quietud existe siempre. Hay un lugar dentro de ti, dentro de mí, dentro de todos, que está en perfecta paz siempre. Podemos encontrar esa paz en cualquier momento que decidamos hacerlo. Para encontrarla todo lo que tenemos que hacer es permanecer muy quietos, quitar nuestra interferencia. La paz está ahí siempre.

“Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo, así como con el mundo”. 

Esta mañana, cierra los ojos durante un momento, lo que sea necesario. Deja que los pensamientos que han estado ocupando tu mente se alejen flotando, indiferente a ellos. No intentes alejarlos, no te aferres a ellos. Únicamente deja que se vayan, e intenta hacerte consciente de ese lugar dentro de ti que está en paz siempre. No te esfuerces en encontrarlo, deja que él te encuentre. Únicamente permanece muy quieto. Ábrete a la paz, y aparecerá, porque está ahí siempre. Siéntate en silencio. Si un ruido te llama la atención, no dejes que tu mente se quede “enganchada” en él. Tu único propósito es estar muy quieto y en silencio. Ahora tu único propósito es decir: “Que la paz sea conmigo”.

“Que la paz sea con todo el mundo”. Con dulzura deséales esa paz a todos tus hermanos. Para eso es para lo que estamos aquí. Eso es todo lo que realmente hay que hacer. Será suficiente.

“En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente ''Amén''”.

El pensamiento de perfecta inocencia pone fin al Curso: ésa es su meta.

“El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema central es siempre: "El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su salvación"”. (M.1.3:4-5)

Cuando haya aceptado mi propia inocencia, y haya extendido ese pensamiento para que incluya al mundo entero, la salvación se habrá conseguido. Hacer esto es perdonar completamente todas las cosas. La inocencia y la paz van siempre juntas. Sólo los inocentes pueden estar en paz, sólo los pacíficos son inocentes. El mensaje del Curso es de inocencia total. Todos somos inocentes, y nadie tiene que ser condenado para que otro sea libre.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Lección 359. "La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error".









Padre, hoy vamos a perdonar Tu mundo y a dejar que la creación sea Tuya. Hemos entendido todas las cosas erróneamente. Pero no hemos podido convertir a los santos Hijos de Dios en pecadores. Lo que Tú creaste libre de pecado ha de permanecer así por siempre jamás. Ésa es nuestra condición. Y nos regocijamos al darnos cuenta de que los errores que hemos cometido no tienen efectos reales sobre nosotros. El pecado es imposible, y en este hecho descansa el perdón sobre una base mucho más sólida que el mundo de sombras que vemos. Ayúdanos a perdonar, pues queremos ser redimidos. Ayúdanos a perdonar, pues queremos estar en paz.



Comentario:

Hoy quiero compartir algunos pensamientos sólo sobre la primera línea de esta lección. Ayer se nos recordaba que “Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta” y que “Su respuesta es la única que realmente deseo” (L.358). Hoy se nos dice que cuando Dios responde, “la respuesta de Dios es alguna forma de paz”. Así que la respuesta que quiero es la paz. Cada invocación a Dios es respondida con alguna forma de paz, y eso es lo que realmente quiero, a pesar de que piense lo contrario.

Pienso que cuando empezamos a darnos cuenta de que realmente queremos la paz en todas las situaciones, las cosas empiezan a tomar el aspecto correcto. Supongamos que pienso que puedo perder mi trabajo, o una relación que pienso que necesito. Supongamos que pienso que no tengo dinero suficiente. Empiezo a rezar, más o menos, por ese trabajo, o por esa relación, o por dinero. O tal vez no estoy como para rezar, sino que me obsesiono con la situación. Pienso que eso es lo que quiero.

Cuando eso sucede, si puedo empezar a reconocer que lo que realmente quiero es alguna forma de paz, he dado un paso gigantesco. No es el trabajo lo que quiero, sino la paz que creo que me dará. No es la relación lo que quiero, sino la paz que creo que hay en ella. No es dinero lo que necesito, sino la paz mental que creo que me da.

“La oración del corazón no pide realmente cosas concretas. Lo que pide es siempre alguna clase de experiencia, y las cosas que específicamente pide son las portadoras de la experiencia deseada en opinión del peticionario”. (M.21.2:4-5)

Cuando empiezo a darme cuenta de que no son cosas lo que estoy pidiendo, sino la sensación de paz que pienso que me dan, puedo empezar a pedir paz directamente, evitando mi (quizá) equivocada opinión de que determinada “cosa” me dará esa experiencia de paz. Puedo abrirme a la posibilidad de que Dios me dará la paz mental de otro modo distinto al que yo veo.

Cuando pueda empezar a abandonar mi insistencia en que la respuesta tiene que venir de una forma determinada, me daré cuenta más rápidamente de la respuesta de Dios. Puedo descubrir que siento la paz sin que intervenga para nada la forma. Puedo descubrir que la paz me llega de una forma que nunca podría haber imaginado. Perderé mi ansiedad acerca de si me viene la paz o no en la forma que había pensado que necesitaba. Si me llega la paz mental, me siento satisfecho porque esto es todo lo que quiero.

Para relacionar esto con el resto de la lección, brevemente, “Ayúdanos a perdonar, pues queremos estar en paz”. La paz es imposible si mi mente está cegada por la falta de perdón. La paz es imposible si hay ira. Una falta de paz es siempre una falta de perdón, aunque a menudo es difícil verlo. Cuando pido paz, estoy pidiendo que se me enseñe a perdonar, me dé cuenta de ello o no. Si la paz es mi meta por encima de todas las cosas, aprenderé a perdonar.



¿Qué soy? (Parte 9)

L.pII.14.5:1-2


Lo sepamos o no, “Somos los santos mensajeros de Dios” (5:1). Ésa es nuestra función, Dios nos creó para que hiciéramos eso: expresar a Dios, expresar Su Amor. Ésta es nuestra tarea aquí, no seremos completamente felices hasta que la estemos llevando a cabo. El modo en que aquí lo dice es muy significativo: estamos llevando “Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía” (5:1), no dice “a los que somos enviados”. No se trata de que vayamos buscando personas a las que dar Su mensaje, sino que ellos nos están buscando. Ésta es una actitud completamente distinta a la de decir: “Vamos a convertir al mundo”. Se trata de extender el mensaje de paz y de perdonar a todo el que entra en nuestra vida. No es por “casualidad” que aparecen las personas en nuestra vida, se nos envían. Y se nos envían porque tenemos algo que darles.

Cuando alguien aparezca en mi vida, en mi tiempo, o quizá en frente de mí, que aprenda a preguntarme a mí mismo: “¿Qué tengo que darle a esta persona? ¿Cuál es la Palabra de Dios que puedo comunicarle? ¿Qué quiere decirle Dios a esta persona a través de mí? O, de manera más sencilla: “¿Cómo puedo ser verdaderamente útil a esta persona?”

Hacer esto, no sólo pensarlo sino hacerlo realmente, es la manera en que aprendo que la Palabra de Dios está escrita en mi corazón (5:1). Y haciendo esto es como cambia mi mente acerca de lo que soy y la razón de que yo esté aquí. Mi mente no cambiará sólo intentando cambiarla, cambia al llevar la Palabra de Dios a todos lo que Él me envía. Cuando me comprometo a esta forma de servir activamente y perdonar a mis hermanos, empiezo a formarme una opinión distinta de mí mismo. Empiezo a verme de manera diferente. Ése es el plan del Espíritu Santo para la salvación.

















sábado, 23 de diciembre de 2023

Lección 358. "Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo".

 








Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. Hablas en Nombre de Dios, y, por lo tanto, hablas en mi nombre. Y lo que me concedes procede de Dios Mismo. Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. Y no dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu cuidado, antes bien, ayúdame a mantener siempre presente en mi conciencia la promesa que le hiciste a Tu Hijo. No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo. (L.358)



Comentario:

El ego está continuamente trabajando para convencernos de que queremos muchas cosas diferentes, cosas que a menudo se oponen unas a otras. Hemos escuchado a nuestro ego durante tanto tiempo que estamos completamente confundidos acerca de lo que queremos. Una lección del comienzo dice: “No percibo lo que más me conviene” (L.24).

Puesto que estoy tan confundido acerca de lo que realmente quiero, es muchísimo mejor dejar esa elección en manos del Espíritu Santo:

“Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo”.

Necesito recordar esto a menudo, especialmente cuando pienso que deseo algo con gran intensidad. “Quiero ese ordenador nuevo”. “Quiero una relación amorosa, íntima y sexualmente comprometida”. “Quiero un trabajo mejor”. Necesito recordarme a mí mismo: “Espera un minuto. ¡Recuerda! No recuerdas claramente quién eres, así que ¿Cómo puedes saber lo que realmente quieres?”

Parte de aprender el Curso es acostumbrarnos a escuchar al Espíritu Santo. Y parte de esa lección es darnos cuenta de que Él habla por nosotros, y no sólo por Dios. Puede parecer que no estoy de acuerdo con lo que Él parece querer para mí, y necesito darme cuenta de que lo que Él quiere para mí es lo que yo realmente quiero, aunque mi ego me diga lo contrario.

“Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba”.

Muy a menudo me siento inclinado a pensar que quiero lo que Dios quiere dar, pero luego decido la forma en que tiene que llegarme. Oigo que la Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad, y luego decido la forma que esa felicidad debe tener. Tengo que dar un paso más, como esta lección hace: Yo quiero lo que Dios quiere, y lo vea o no en este momento, lo quiero en la misma forma en que Él elige dármelo, y no en la forma que pienso que debe tener.

Como padre, me acuerdo muchas veces de cuando intentaba convencer a uno de mis hijos de que realmente no quería lo que pensaba que quería. Tal vez él decía: “Quiero el chicle rojo”. Y yo solía decirle: “No, Ben, el rojo no es dulce, es canela picante, y no te gustará”. Y él solía decir: “¡¡Quiero el rojo!!” Nosotros hacemos lo mismo con Dios, mucho más a menudo de lo que estamos dispuestos a admitir.

"Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo".

"No dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu Cuidado".

Cuando pienso que sé lo que quiero, que me dé cuenta de que no lo sé. Que me calle y deje la rabieta, que me acalle y escuche la Voz de mi Padre. Él habla por mí y por Dios. Él sabe lo que de verdad quiero, y seguir Su consejo es sabiduría. Él nos ama, se ocupa de nosotros, nos ha prometido estar siempre con nosotros. Que confíe en Él, aunque no entienda, sabiendo que ¡Dios lo sabe mejor!

“No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo”.

El pequeño “yo”, el ego individual, no es nada, Quien yo soy es todo. El Espíritu Santo siempre habla desde el punto de vista de ese Ser más extenso. Él no busca beneficiar y mimar al pequeño “yo”, Él siempre trabaja para llevarnos a la plena consciencia del Ser. A veces lo que me da se opone al pequeño “yo”, pero nos está llevando a la plena consciencia del Ser. Por esa razón nuestra idea de lo que queremos está tan deformada, y lo que Él quiere para nosotros parece a veces ser algo que no queremos. Estamos confundidos acerca de quien somos. Él no está confundido. Por eso, confiemos en Su sabiduría, aquietémonos, y sepamos que Él es Dios.



¿Qué soy? (Parte 8)

L.pII.14.4:4


“Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha”. (4:4)

Alcanzamos la unidad poco a poco. En realidad no “alcanzamos” la unidad sino que la recordamos, nos hacemos conscientes de lo que siempre ha sido así. Pero, en el tiempo, parece como si la alcanzásemos poco a poco. Empezamos con instantes santos muy cortos, chispazos de recuerdo, como un sueño olvidado que estamos intentando recordar. Esos momentos de recuerdo vienen cada vez más a menudo, cada vez más claros, y al final cada vez duran más, hasta que un día recordemos completamente y para siempre. Cada instante que pasamos en esa unidad, reconocemos que no estamos ahí solos, y que no podemos estar ahí solos. Sentimos paz y dicha, pero nuestra dicha no puede ser completa hasta que todos la compartan con nosotros y despierten a la realidad de Quien son. Por eso, les llamamos, nos extendemos hasta todos.

El estado mental que estamos buscando, que podríamos llamar el estado mental iluminado, es el que se da cuenta de su unión con todas las creaciones de Dios, y que se propone reestablecer a todas sus partes la perfecta comunicación de esa perfecta unidad. Como el “bodhisatva” de la tradición budista que renuncia al Nirvana para salvar a otros, no queriendo pasar a ese estado de perfecto gozo hasta que incluso “cada brizna de hierba esté iluminada”, así los que están en la mente recta llaman continuamente a sus hermanos, pidiéndoles que compartan su paz. Jesús es un ejemplo de esta actitud, como dice en el Texto, en la Sección “El Círculo de la Expiación”:

“Yo estoy dentro del círculo, llamándote a que vengas a la paz. Enseña paz conmigo, y álzate conmigo en tierra santa. Recuerda por todos el poder que tu Padre les ha otorgado. No pienses que no puedes enseñar Su perfecta paz. No permanezcas afuera, sino únete a mí adentro. No dejes de cumplir el único propósito al que mi enseñanza te exhorta. Devuélvele a Dios Su Hijo tal como Él lo creó, enseñándole que es inocente”. (T.14.V.9:4-10)

“Ocupa quedamente tu puesto dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de su paz y de su santidad”. (T.14.V.8:6)














viernes, 22 de diciembre de 2023

Lección 357. "La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo en primer lugar con milagros, y retornando luego a nosotros para ser ella misma".

 








El perdón -el reflejo de la verdad- me enseña cómo ofrecer milagros y así escapar de la prisión en la que creo vivir. Tu santo Hijo me es señalado, primero en mi hermano, y después en mí. Tu Voz me enseña con gran paciencia a oír Tu Palabra y a dar tal como recibo. Y conforme contemplo a Tu Hijo hoy, oigo Tu Voz indicándome la manera de llegar a Ti, tal como Tú dispusiste que ésta debía ser:

"Contempla su impecabilidad y sé curado". (L.357)



Comentario:

Aquí se transmite una idea que está en todo el Curso: que encontramos nuestro camino a Dios por medio de otros, primero vemos a Cristo en nuestros hermanos y luego en nosotros mismos. Cuando invocamos a Dios, la Verdad siempre responde (Pensamiento de la Lección). La primera respuesta son “los milagros”, que luego ofrecemos a otros a través de nuestro perdón. Luego, la Verdad vuelve a nosotros “para ser ella misma”.

“Tu santo Hijo me es señalado, primero en mi hermano, y después en mí”. 

Éste es el camino de Un Curso de Milagros. “Y conforme contemplo a Tu Hijo hoy”, es decir, cuando veo al Cristo en aquellos que me rodean, “oigo Tu Voz indicándome la manera de llegar a Ti, tal como Tú dispusiste que ésta debía ser”. Oímos la Voz que nos dirige a Dios al contemplar a Cristo en otros. Otro modo de decir esto es que vemos el rostro de Cristo, y luego recordamos a Dios.

Las dos fases de la respuesta son: los milagros, y  la Verdad Misma.

Los milagros, en forma de perdón que ofrezco a mis hermanos, son sólo un símbolo de la Verdad. El perdón es “el reflejo de la verdad”. En el milagro veo al Hijo de Dios, primero en mi hermano y luego en mí mismo.

A medida que se acumulan milagros y nuestra mente se entrena, la Verdad Misma empieza a surgir, y nos vamos dando cuenta de nuestra Identidad con Dios. El Curso dice que eso no es asunto nuestro. No tenemos que trabajar para que eso suceda. Concéntrate en el primer paso (el perdón), y el segundo (la verdad) vendrá por sí mismo. Es el regalo que Dios nos hace.

Pienso que muchos caminos espirituales cometen el error de concentrarse en llegar a Dios directamente. El esfuerzo puede finalmente funcionar porque el propósito es correcto, pero requiere mucho tiempo y esfuerzos (ver T.18.VII.4:9-11). El esfuerzo de hacer lo que no puede ser hecho, de hacer que ocurra lo que ya ha sucedido, de encontrar lo que nunca perdimos, puede ser una lucha de una frustración sin fin, un modo perfecto para que el ego continúe. Este tipo de búsqueda espiritual da lugar a la persona cuya mente es “demasiado celestial para ser de utilidad en la tierra”. Así encontramos al fariseo que deja a un lado al viajero herido porque no quiere ensuciarse con asuntos terrenales. El fanático religioso. El fundamentalista con pretensiones de superioridad moral. Sus oraciones son tan importantes que se olvida de la familia y sus necesidades.

El Curso dice que el camino al cielo es “mediante el perdón aquí” (L.pII.256.1:1).No te pierdas en la búsqueda de una experiencia abstracta de unión con Dios. En lugar de eso, practica el perdón. Presta atención a lo que es práctico. Concéntrate en la unión con tu hermano, y se te dará la unión con Dios. Trabaja con el material que se te ha dado: las relaciones que tienes. No intentes escaparte a algún retiro espiritual, te fallará. Estarías intentando alcanzar algo que ahora está fuera de tu alcance. No te puedes saltar este proceso. El camino a Dios es por medio de tu hermano, él es tu Salvador. No hay otro modo.

El camino del Curso no es solitario ni de los que uno se ocupa sólo de sí mismo. Nos enseña claramente que no podemos encontrar a Dios solos o únicamente en nosotros, no Le podemos encontrar en algo si no Le vemos en todo y en todos. “La forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo” (T.11.IV.7:2). Al aprender a ver a los que nos rodean como al Hijo de Dios, como la creación perfecta de Dios, aprendemos que también somos parte de esa creación. Esto nos lleva al recuerdo de Dios Mismo. El camino a Dios está en la persona que se encuentra a nuestro lado:

“Contempla su impecabilidad y sé curado”.



¿Qué soy? (Parte 7)

L.pII.14.4:1-3

Este fragmento recuerda al párrafo de la Introducción al Quinto Repaso:

“Permite, entonces, que este repaso sea el regalo que me haces a mí. Pues esto es lo único que necesito: que oigas mis palabras y que se las ofrezcas al mundo. Tú eres mi voz, mis ojos, mis pies y mis manos, con los cuales llevo la salvación al mundo. El Ser desde el que te llamo no es sino tu propio Ser. A Él nos dirigimos juntos. Toma a tu hermano de la mano, pues no es éste un camino que recorramos solos. En él yo camino contigo y tú conmigo. La Voluntad del Padre es que Su Hijo sea uno con Él. ¿Cómo no iba a ser, entonces, todo lo que vive uno contigo?” (L.rV.In.9:1-9)

Cristo ve a través de nuestros ojos. Nuestros oídos son los que oyen la Voz que habla por Dios. Nuestras mentes son las que se unen. Como portadores de la salvación, tenemos una sola función: oír las palabras de Jesús, y dárselas al mundo. Y ¿Qué es lo más importante de esas palabras? Ver al mundo sin ningún pensamiento de pecado, oír el mensaje de que el mundo es completamente inocente, unirnos para bendecir al mundo.

¿Soy una bendición para los que me rodean, o una carga? ¿Elimino la culpa de ellos, o se la pongo? No habré entendido el mensaje del Curso hasta que me dé cuenta de que estoy aquí para ser un canal de la gracia de Dios para el mundo y para liberar de su culpa a todos los que entren en contacto conmigo, especialmente de la culpa que les he echado.















jueves, 21 de diciembre de 2023

Lección 356. "La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él".

 








Padre, prometiste que jamás dejarías de contestar cualquier petición que Tu Hijo pudiese hacerte. No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea haberse convertido. Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás. El milagro es un reflejo de Tu Amor, y, por lo tanto, es la contestación que él recibe. Tu Nombre reemplaza a todo pensamiento de pecado, y aquel que es inocente jamás puede sufrir dolor alguno. Tu Nombre es la respuesta que le das a Tu Hijo porque al invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio. (L.356)

El milagro, como sabemos, no es más que una corrección. Elegimos el pecado como nuestra identidad, y de esa base demente surgió la enfermedad. Cuando escogemos el milagro del Espíritu Santo en vez de eso, la creencia en la separación se deshace, lo que a su vez quita el fundamento de todo el dolor. Este cambio en los maestros es el corazón de la sanación, ya que en nuestro sueño de pecado el Espíritu Santo es otro nombre para Dios, y por lo tanto el que lo escojamos como nuestro Maestro abre la puerta para nuestro regreso a casa.

En otras palabras, nada ha cambiado a Dios, ni Su amorosa Respuesta. No importa dónde estemos en el sueño -un sueño es un sueño es un sueño-, no tiene ningún efecto en nuestra realidad. Por eso no puede haber jerarquía en las ilusiones ni orden de dificultad en los milagros. Todas las ilusiones son iguales, pues se deshacen con una sola respuesta, como nos indica el poema de Helen "Before We Ask":


No cuestionemos, pero tardemos un poco. 

Hay una respuesta dada antes de que hagamos la pregunta; 

una solución para Toda lucha y dolor y turbulencia; 

una puerta al silencio y a la absolución.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

El Hijo de Dios es contestado. 

Cansado al fin, invoca de nuevo el nombre de su Padre. 

(Los dones de Dios, p. 34)


El nombre de nuestro Padre es la respuesta a todos los problemas y preocupaciones.

El milagro reemplaza nuestro deseo de ser especiales y únicos, y por lo tanto invocar el Nombre de Dios es invocar el Nombre de la respuesta de amor de nuestro Dios que se escucha a sí mismo cuando nos creó uno con Él como Su Hijo único.

Dios responde cuando Le invocamos, aunque no nos demos cuenta de que Le estamos invocando. Él contesta, aunque pensemos que no merecemos una respuesta. Creo que hay cientos de veces en las que hemos llamado a Dios y Él nos ha contestado, aunque no nos hayamos dado cuenta de ello. Aunque recibimos Su ayuda, no Le reconocimos. El Curso dice que nuestro dolor y nuestro miedo es una petición de ayuda. ¿Crees que si el Espíritu Santo reconoce todas las peticiones de ayuda como lo que son, no contesta cada una de ellas?

Él nos contesta con Su Nombre, que es un modo de decir con Su Ser o Su Naturaleza. Somos contestados por Lo Que Dios es; porque Lo Que Él es, nosotros como Su Hijo Lo somos también. Dios está libre de pecado, y nosotros también; sin pecado no podemos estar enfermos, ya que la enfermedad procede de la creencia en el pecado. Cuando me doy cuenta de mi completa inocencia, “jamás puedo sufrir dolor alguno”. El Nombre de Dios es lo que me habla de esa inocencia y me dice que debe ser así. ¿Cómo podría no ser santo el Hijo de Dios?

Que hoy aprenda a invocar a Dios (utilice esa palabra o no). Que abra mi corazón a la inocencia, a la dulzura y a la misericordia. Que la sanación sea mi propósito, para mí y para otros. Que recuerde hoy en cada encuentro: Estoy aquí para sanar, estoy aquí para ofrecer milagros, estoy aquí para liberar de la culpa.


Comentario:

Me da la impresión de que el Curso iguala cosas que no esperas que se igualen, como lo hace aquí: La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. Y al final de la lección: “Al invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio” (1:6), es decir, el propio nombre del Hijo, o mi propio nombre. El Curso sugiere que cuando encontremos a Dios habremos encontrado nuestro Ser; y que cuando encontremos nuestro Ser, habremos encontrado a Dios, nosotros y Dios compartimos el mismo Nombre. Su consejo para un nuevo año es: “Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo” (T.15.XI.10:11). El Curso está constantemente resumiendo todo a un solo problema: la separación, y a una solución: la Expiación. Y nos dice que lo difícil es del ego, por lo tanto, lo sencillo es de Dios.

¿Cómo pueden ser la enfermedad y el pecado lo mismo? Primero, elimina lo que no significa: que estar enfermo es un pecado. Cualquiera que ha hecho todo el Libro de Ejercicios y que ha estudiado el Texto no podría tener esa comprensión equivocada; ése no es el significado aquí. El pecado no existe, sólo imaginamos que existe. Insisto, esta lección no está diciendo que si estás enfermo es porque eres un pecador, o que estar enfermo te convierte en un pecador. ¡Estar enfermo no es nada por lo que tengas que sentirte culpable! Si estás enfermo y alguien te sugiere que “Tienes que estar haciendo algo mal porque las personas espirituales no se ponen enfermas”, deja de escuchar a esa persona. Los pensamientos de nuestra mente sí causan la enfermedad. “Toda enfermedad es una enfermedad mental” (Ps.2.IV.8:1), según el librito de la Psicoterapia. Pero los pensamientos equivocados no son “pecado”, sólo son equivocaciones, errores.

Cuando la lección dice que la enfermedad no es sino otro nombre para el pecado, significa que la enfermedad del cuerpo es un reflejo o manifestación de la creencia de la mente en la realidad del pecado. Dice el Curso que la enfermedad puede ser una especie de castigo a uno mismo, en el que nos atacamos a nosotros mismos debido a nuestra culpa, esperando apartar el castigo de Dios que estamos esperando. “La enfermedad no es sino la ira que se ha descargado contra el cuerpo para que sufra” (T.28.VI.5:1).

Creo que cuando el Curso utiliza la palabra enfermedad generalmente se refiere al pensamiento de enfermedad y no a los síntomas físicos. (“La enfermedad es algo propio de la mente, y no tiene nada que ver con el cuerpo” M.5.II.3:2). Por ejemplo, un miembro tullido puede ser usado por el ego para más pensamientos de incapacidad, culpa y separación; o puede ser usado por el Espíritu Santo para romper la identificación de una persona con el cuerpo y que se vuelva a Dios. Es el pensamiento, y sólo el pensamiento, lo que es importante.

“La enfermedad es una defensa contra la verdad” (L.136). Tenemos que recordar que según el sistema de pensamiento del Curso todo, incluida la enfermedad, es una elección que hemos hecho, y que las elecciones tienen un propósito. Lo importante no es el síntoma físico. Lo importante es la elección y el propósito que tiene.

Cuando elegimos estar enfermos, en algún nivel estamos eligiendo identificarnos con el cuerpo, en lugar de con el espíritu o la mente. La “verdad” contra la que nos estamos defendiendo es que somos espíritu o mente. Nos estamos defendiendo contra la comprensión de que somos uno con Dios y con todos, en Dios. “De esta, manera, tu "verdadera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado” (L.136.8:4). La enfermedad hace que el cuerpo parezca muy real, lo único real. Pretende que la ilusión de la identidad corporal ocupe el lugar de la verdad de nuestra mente, nuestra identidad espiritual.

¿En qué se parece eso al pecado? Según el Libro de Ejercicios, pecado “es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad” (L.pII.4.1:2). ¡Eso es exactamente lo que hace la enfermedad! Cuando veo “pecado” en mí mismo o en un hermano, demuestra que es malo y, por lo tanto, que está separado de Dios. Cuando veo “enfermedad” en mí mismo o en un hermano, demuestra que el cuerpo es real y, por lo tanto, que está separado de Dios.

El pecado y la enfermedad se parecen en que los dos son medios que la mente utiliza para intentar demostrar que la separación es real. No son iguales en la forma, pero son idénticos en propósito. Son intentos del ego de demostrar que soy lo que no soy. Es el pensamiento de separación que el Curso intenta sanar, no el síntoma físico de la enfermedad ni el comportamiento concreto de una persona. Al Curso le interesa la causa, y no el efecto.

Creo que si la mente sana, si la persona sana en el nivel del pensamiento (que es el nivel de la causa), a menudo se producirán cambios en la forma de vida de esa persona. A menudo el comportamiento cambiará cuando cambien los pensamientos, a menudo la salud física mejorará cuando cambien los pensamientos. Sin embargo, el cambio a nivel del cuerpo no es lo que le interesa al Curso. El cuerpo es insignificante (M.5.II.3:12), lo que quiere decir que no significa nada. Si nuestros pensamientos están de acuerdo con el Pensamiento de Dios, el cuerpo servirá al propósito del Espíritu Santo, sea cual sea la forma del cuerpo. Incluso si el cuerpo muere. Al Curso le interesa sólo la sanación de la mente porque el cuerpo no tiene importancia.

“La curación no es sino otro nombre para Dios” (Pensamiento del Título). Por lo tanto, sanar la mente significa reconocer la identidad de mi mente con la Mente de Dios. Sanar es reconocer que yo comparto la naturaleza de Dios. Cuando el Curso habla de sanación, ¡no se refiere a curar la gripe! Está hablando de abandonar mi identificación con este cuerpo que parece estar sufriendo escalofríos y fiebre, de darme cuenta de que el cuerpo no es mi Ser, y que soy el eterno Hijo de Dios. Como siempre, está hablando de un cambio de mente, de pensamientos. Cuando se rompa la identidad de mí mismo con el cuerpo, sabré que lo que le sucede al cuerpo no afecta para nada a Quien yo soy; por lo tanto, lo que le suceda al cuerpo no me importa. Puede ponerse bien o no; si ya no estoy identificado con él, no me importa lo que le suceda.

El pecado y la enfermedad se parecen en que los dos son manifestaciones de nuestra creencia en la separación y su resultado (equivocado): la culpa. Los dos sanan a través del milagro del perdón. Sanar es una vuelta a la compleción, una vuelta a nuestro verdadero Ser, y puesto que nuestro Ser es uno con Dios, toda sanación es una vuelta a Dios. Ofrecer un milagro de perdón o sanación es “por lo tanto, una invocación que se le hace a Él” (Pensamiento de la Lección)

Otra manera de decir esto es que toda sanación lleva a Dios, aunque no estemos pensando o creyendo en Dios. Si es sanación, es de Dios. El librito de Psicoterapia dice: “Para progresar en la salvación el paciente no necesita considerar a la verdad como Dios” (Ps.1.5:1). Si hay sanación, y si hay perdón en lugar de condena, Dios está ahí, aunque no se Le nombre o reconozca. Todo el que aprende a perdonar recordará a Dios.

“No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea haberse convertido”. (1:2)

Dios responde cuando Le invocamos, aunque no nos demos cuenta de que Le estamos invocando. Él contesta, aunque pensemos que no merecemos una respuesta. Creo que hay cientos de veces en las que hemos llamado a Dios y Él nos ha contestado, aunque no nos hayamos dado cuenta de ello. Aunque recibimos Su ayuda, no Le reconocimos. El Curso dice que nuestro dolor y nuestro miedo es una petición de ayuda. ¿Crees que si el Espíritu Santo reconoce todas las peticiones de ayuda como lo que son, no contesta cada una de ellas?

“Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás”. (1:3)

Él nos contesta con Su Nombre, que es un modo de decir con Su Ser o Su Naturaleza. Somos contestados por Lo Que Dios es; porque Lo Que Él es, nosotros como Su Hijo Lo somos también. Dios está libre de pecado, y nosotros también; sin pecado no podemos estar enfermos, ya que la enfermedad procede de la creencia en el pecado. Cuando me doy cuenta de mi completa inocencia, “jamás puedo sufrir dolor alguno” (1:5). El Nombre de Dios es lo que me habla de esa inocencia y me dice que debe ser así. ¿Cómo podría no ser santo el Hijo de Dios?

Que hoy aprenda a invocar a Dios (utilice esa palabra o no). Que abra mi corazón a la inocencia, a la dulzura y a la misericordia. Que la sanación sea mi propósito, para mí y para otros. Que recuerde hoy en cada encuentro: Estoy aquí para sanar, estoy aquí para ofrecer milagros, estoy aquí para liberar de la culpa.




¿Qué soy? (Parte 6)

L.pII.14.3:5-7

Nuestra función es traer la salvación al mundo. “No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo” (3:5). En otras palabras, no despreciamos esta “humilde” llamada a traer la sanación a este mundo de la forma, no intentamos afirmar que estamos llevando a cabo nuestra función de crear (que es nuestra función en el Cielo) y que no nos vamos a molestar con las formas dentro de la ilusión. Hacer eso sería lo que uno de mis antiguos profesores cristianos solía llamar “tener una mente demasiado celestial para ser de alguna utilidad terrenal”.

“El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel”. (3:6)

“Conocimiento” se refiere a la perfección del Cielo, al conocimiento directo de la verdad, en lugar de a la menos elevada percepción de las formas. Nuestro papel consiste en trabajar dentro de la ilusión, para convertir la pesadilla en un sueño feliz; cuando hayamos hecho esto, volverá el conocimiento.

“Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad”. (3:7)

No estamos intentando atrapar directamente a la verdad. Nuestra atención no está centrada en tener experiencias místicas de Dios evitando el mundo de la forma y dejándolo de lado, aunque para alcanzar seguridad, sí buscamos entrar en el instante santo a menudo para renovar nuestra visión del Cielo. Sin embargo, nuestro interés fundamental es “darle la bienvenida a la verdad”, es decir, prepararnos para ella, preparar el camino, preparándonos para aceptarla. Y eso es algo que tiene lugar en este mundo, dentro de esta ilusión que llamamos vida física. Aquí, los muchos instantes santos que sentimos (y que deseamos sentir por encima de todas las cosas) llevan a un resultado: el Espíritu Santo nos envía a nuestros muchos “quehaceres” aquí dentro de la ilusión, llevando con nosotros el centro de quietud que hemos encontrado en el instante santo, y compartiéndolo con el mundo (ver T.18.VII.8:1-5).



































miércoles, 20 de diciembre de 2023

Lección 355. “La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepte la Palabra de Dios son ilimitados. ¿Por qué no aceptarla hoy?”








¿Por qué debo esperar, Padre mío, para recibir la dicha que Tú me prometiste? Pues Tú mantendrás Tu Palabra, que le diste a Tu Hijo en el exilio. Estoy seguro de que mi tesoro me aguarda y de que sólo tengo que extender la mano para encontrarlo. Incluso ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. Está muy cerca. No es necesario que espere ni un instante más para estar en paz para siempre. Es a Ti a Quien elijo, y a mi Identidad junto Contigo. Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como su Padre y Creador, así como su Amor.

 


Comentario:

Aquí, “la Palabra de Dios” para mí, me está hablando de lo que Jesús en el Curso me dice acerca de mi Identidad. Es la verdad de lo que yo soy.

“Es a Ti a Quien elijo, y a mi Identidad junto Contigo. Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como su Padre y Creador, así como su Amor”. (1:7-8)

Un conferenciante cristiano que me inspiró hace años, Ian Thomas, solía decir que el propósito del hombre, mi propósito como individuo, es ser “el vehículo humano para el contenido divino”. Por eso es por lo que estoy aquí. Cristo quiere ser Él Mismo en mí, en la forma de mí. No tengo otra razón para estar aquí, aunque el ego piensa que estoy aquí para olvidar a Dios.

El Curso nos enseña que el ego inventó el mundo y el cuerpo como un ataque contra Dios. El ego quiere usar el mundo para olvidar a Dios. El Espíritu Santo quiere usarlo como un medio para recordar a Dios. No hay propósito en nada excepto en uno de esos dos.

Estoy aquí, hoy como siempre, para reflejar el Amor de Dios. Estoy aquí para ver la inocencia. Estoy aquí para “ver a todos como hermanos, y percibir todas las cosas como buenas y bondadosas” (L.pII.14.3:4). Estoy aquí para bendecir a mis hermanos y pedirles que compartan mi paz y dicha.

¿Por qué no aceptarla hoy? (Título de la lección). ¿Por qué esperar? Éstas son las preguntas que hace la lección.

“Estoy seguro de que mi tesoro me aguarda y de que sólo tengo que extender la mano para encontrarlo. Incluso ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. Está muy cerca. No es necesario que espere ni un instante más para estar en paz para siempre”. (1:3-6)

No hay respuesta a por qué esperamos, porque no hay razones para esperar. Ni nunca ha habido una razón. Todo lo que hay que hacer en respuesta es dejar que se suelte el aprisionamiento en nuestro corazón, para acabar con la resistencia a la extensión del Amor, y abrir nuestro corazón completamente a toda cosa viviente. Permitirnos a nosotros mismos ser Amor, permitir que el Amor esté en nosotros. Para abandonar la creencia de que somos algo distinto al Amor.

La resistencia que parece tan grande, como una muralla de piedra, no es nada más que una nube, incapaz de parar una pluma. Sólo mi creencia en la imposibilidad de atravesarla la convierte en una barrera, como un elefante atado a una pequeña estaca en el suelo, que cree que no se puede mover porque ha sido entrenado a pensar que está encadenado a un árbol. Pensamos que no tenemos amor, pensamos que somos malvados. Pensamos que el ego se interpone como un muro de granito entre nosotros y Dios, que Le mantiene afuera.

El ego es una nube. No podría detener ni a una pelota. No tiene ninguna fuerza para resistirse al Amor de Dios, no puede resistirse ni se resistirá. El Amor de Dios espera al final del tiempo, habiendo ganado ya. ¡Oh, corazón mío, ábrete a ese Amor hoy! Recíbelo, dalo. Recíbelo al darlo, y dalo al recibirlo. Contémplalo por todas partes pues está en todas partes, en todos.





¿Qué soy? (Parte 5)
L.pII.14.3:1-4

¿Cuál es nuestra “función” de la que se habla en el párrafo 2? “Somos los portadores de la salvación” (3:1). ¿He pensado realmente que ésta es mi función? ¿He empezado a darme cuenta de que cada día, al vivir mi vida, para esto es para lo que estoy aquí, para traer la salvación al mundo? No estamos hablando aquí de rescatar a personas, estamos hablando de verlas tal como Dios las creó, y verlas de ese modo con tanta claridad y tanta fuerza que nuestra visión de ellas empieza a abrir sus ojos a esa misma visión. Estamos hablando de mantener una imagen tan clara de su inocencia que pueden ver su propia inocencia reflejada en nosotros.

“Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto”. (3:2)

Salvamos al mundo al perdonarlo. Y practicamos este perdón como un perdón conjunto, junto con Jesús. Nos unimos a Él para eliminar la culpa y la condena de cada persona con la que entramos en contacto. Así es como el mundo es “redimido”, rescatado de su esclavitud de la culpa y el miedo.

“Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros”. (3:3)

Una vez más el tema repetido a menudo: Recibimos el perdón al darlo.

“Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas”. (3:4)

Ésta es la visión de un salvador. Así es como un salvador ve las cosas. Ver a todos como hermanos es verlos como iguales a nosotros, compartiendo la misma inocencia de la creación de Dios. Ver a todas las cosas como buenas y bondadosas es darnos cuenta de que incluso lo que parece ser ataque no convierte al “atacante” en cruel, detrás del miedo que le impulsa al aparente ataque sigue habiendo un corazón bondadoso y lleno de ternura. Tal vez algunos de nosotros hemos empezado a darnos cuenta de esto acerca de nosotros mismos y de otros. Reconocemos que hemos cometido errores, y que hemos actuado de manera no amorosa, y sin embargo sabemos que, debajo de ese disfraz de ira y egoísmo, nuestros corazones son bondadosos. No queremos hacer daño pero nos sentimos impulsados a ello por las circunstancias, parece el único modo de sobrevivir. Ésa es la mentira que el ego nos cuenta, que el ataque es necesario para la supervivencia. El Curso nos pregunta:

“¿No crees que el mundo tiene tanta necesidad de paz como tú? ¿No te gustaría dársela en la misma medida en que tú deseas recibirla? Pues a menos que se la des, no la recibirás. Si quieres recibirla de mí, tienes que darla. La curación no procede de nadie más”. (T.8.IV.4:1-5)

“No hay ninguna cosa viviente que no comparta la Voluntad universal de que goce de plenitud y de que tú no seas sordo a su llamada”. (T.31.I.9:1)

Nuestro camino a la salvación está en llegar a darnos cuenta de que todas las cosas comparten la Voluntad universal de estar completas, que todo el mundo quiere la paz al igual que nosotros y que, debajo de todos los disfraces que llevamos tan fielmente, lo que somos todos nosotros es Amor.



















martes, 19 de diciembre de 2023

Lección 354. "Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí".

 






Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya. No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. No tengo otro propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él. Pues, ¿Quién es Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste? ¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí? (L.354)



Comentario:

Esta lección expresa la consciencia de mi igualdad con Cristo. El Creador está en Cristo y también en mí, Dios está en mí ya que está en Cristo. Exactamente igual. “No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí” .El Curso nos está llevando a esta consciencia de igualdad. Todo nuestro estudio del Curso, nuestra práctica del Libro de Ejercicios, y que apliquemos el perdón en todas nuestras relaciones, nos está llevando a esta consciencia final: “No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí”. “¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?”.

Cuando llegamos a estas lecciones finales, podemos sentirnos como si en algún momento a lo largo del Curso, nos hubiera pasado de largo. Como si en algún momento hubiésemos perdido el barco o, más probablemente, como si nos hubiésemos bajado del barco y quedado atrás. Sé que a veces me he sentido así, también sé que si continúo practicando lo que el Curso me ha enseñado, eso no será siempre así. Un día la comprensión de que no tengo otro ser que el Cristo que vive en mí resonará en mi mente sin ninguna resistencia ni duda.

Creo profundamente que estas palabras son verdad, pero soy consciente de que hay una parte de mi mente que todavía no lo cree. Mi experiencia todavía no se ha puesto a la altura de mi comprensión. Mi mente todavía cree que no soy idéntico a Cristo, y por eso siento lo que creo, y lo que siento es partes de mí mismo que parecen ser diferentes de este Ser perfecto, Que es completamente igual a Su Padre.

¿Significa esto que el Curso ha fracasado o que yo le he fallado al Curso? No, no lo creo. En el Epílogo que sigue a la Lección 365, Jesús habla de que el Espíritu Santo será nuestro “Guía en toda dificultad o dolor que consideréis real” (L.Ep.4:1). Por eso espera que todo el que ha acabado el Libro de Ejercicios, todavía tendrá dificultades y, a veces, todavía pensará equivocadamente que el dolor es real. Él dice aquí: “Sean cuales sean tus problemas ten por seguro que Él tiene la solución y que gustosamente te la dará sólo con que te dirijas a Él y se la pidas” (L.Ep.1:5). Incluso después de todo esto, todavía tendremos dificultades. “Este curso es un comienzo, no un final” (L.Ep.1:1). El Texto y el Libro de Ejercicios están pensados, no para llevarnos al final de nuestro viaje, sino para entrenarnos en el camino apropiado para el viaje, para desarrollar hábitos adecuados de práctica espiritual. Nos presentan a nuestro Maestro y nos enseñan la costumbre de escucharle. Eso es todo, y eso es suficiente.

Y sin embargo estas últimas lecciones ponen palabras en nuestras bocas y nos hacen hablar como si ya hubiésemos llegado. Piensa en ellas como anticipos de cómo será tu mente cuando hayas terminado el viaje. Sumerge tu mente en ellas y deja que las absorba, transformándote al hacerlo. Cualquier cosa que sientas hoy, cualquier cosa que hoy pienses acerca de ti, estas palabras siguen siendo la verdad.

Lo que somos está más allá del alcance del tiempo y libre de cualquier ley, salvo la de Dios. No tenemos otro propósito que el de Cristo. Somos uno con Dios, tal como Jesús lo era y lo es. Y todo nuestro aprendizaje está planeado para desaprender todo lo que nos dice algo diferente.



¿Qué soy? (Parte 4)

L.pII.14.2:4-5


“La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras”. (2:4)

Las palabras sólo pueden traernos hasta aquí. Pueden llevarnos a la puerta del Cielo, pero no pueden hacernos entrar. Todas las palabras del Curso, tan maravillosas como son, no pueden hacer más de eso. Eso no es una deficiencia del Curso, ni una deficiencia de las palabras. Las palabras son sólo símbolos. No pueden hacer más de lo que los símbolos hacen, y eso es mucho, y todo lo que es necesario. La Verdad Misma de lo que somos hará el resto.

Esa verdad y el completo conocimiento de ella está más allá del alcance de las palabras y, por lo tanto, más allá del alcance de este mundo, que es un mundo de símbolos y no de realidades. Aún así, no hay razón para la desesperanza por eso. Lo que somos no puede estar aquí, igual que una persona física y “real” no puede existir dentro de un sueño, igual que una figura de tres dimensiones no puede entrar en un mundo de dos dimensiones. (Otro ejemplo: un cubo de tres dimensiones no puede existir en una hoja de papel, lo más que se puede hacer es un dibujo en perspectiva que sugiere tres dimensiones).

“Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo”. (2:5)

Aunque no podemos conocer totalmente la verdad de lo que somos, aquí en este mundo, podemos expresarlo; por decirlo de algún modo, podemos crear un dibujo en perspectiva que sugiere esa verdad. ¿Cómo? Llevando a cabo la función que Dios nos ha dado, la función que el Curso ha afirmado repetidas veces de muchas maneras: el perdón, ser feliz, extensión, hacer la Voluntad de Dios, dar de nosotros mismos, aumentar el tesoro de Dios creando el nuestro, dando y recibiendo sanación, aceptando la Expiación. Esto es algo de lo que las palabras pueden hablar, y las palabras pueden también enseñar el perdón, “si predicamos con el ejemplo”. Si las palabras que hablamos inundan nuestro ser, las palabras pueden transmitir lo que es el perdón. Si nuestra vida es un ejemplo de lo que hablamos, nuestras palabras tienen poder. Dicho de otro modo, si llevamos a cabo nuestra función de perdonar, podemos enseñar el perdón. Y eso es nuestro “dibujo en perspectiva” de la verdad de nuestro Ser. Ése es el reflejo en el mundo del Amor que somos.

Considera al Curso como un ejemplo de lo que aquí se nos está diciendo. ¿Por qué son tan poderosas sus palabras? Pienso que la razón es que las dice uno que es un ejemplo de las palabras que dice. Incluso en el modo en que Jesús (el autor) nos habla, y trata a nuestros fallos, nuestra terquedad y cabezonería, nuestras dudas y vacilaciones, podemos sentir la realidad detrás de las palabras que nos dice. Siempre es paciente con nosotros. Nunca nos menosprecia ni nos riñe disgustado por nuestra estupidez. Cuando habla del perdón hay un sentimiento de perdón en las palabras que nos transmite. Cuando nos dice que contemplemos a todos como iguales, sentimos que el nos está contemplando a nosotros como Sus iguales. Cuando dice que podemos mirar a todos sin ver ningún pecado, sentimos que así es como Él nos ve a nosotros.

A eso es a los que nos está llevando, a todos y cada uno de nosotros. Es lo que el Manual para el Maestro llama honestidad, en la Sección sobre las características de los Maestros de Dios.

La honestidad no se limita únicamente a lo que dices. El verdadero significado del término es congruencia: nada de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna palabra está en desacuerdo con otra. (M.4.II.1:4-6)

Únicamente al llevar a cabo nuestra función, únicamente al hacernos una encarnación del Curso, podemos llegar a darnos cuenta y reconocer Su mensaje para nosotros. Únicamente al darlo a otros en palabras y de hechos, podemos recibirlo nosotros completamente.













Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...