martes, 26 de diciembre de 2023

LECCIONES FINALES (Introducción)







1:1,2. En nuestras lecciones finales utilizaremos la mínima cantidad de palabras posible. Tan sólo las utilizaremos al principio de nuestras prácticas, y únicamente para que nos recuerden que lo que buscamos es ir más allá de ellas.

las palabras de Un Curso de Milagros no son sagradas, pero su fuente -el amor que las inspiró- ciertamente lo es. Ese amor está en todos nosotros, y por eso necesitamos que se nos recuerde una y otra vez, a medida que avanzamos en nuestro día, que nuestro propósito es aprender a perdonar, el medio de deshacer la culpa y regresar con nuestros hermanos al hogar que está más allá de todas las palabras y símbolos.

1:3,4. Dirijámonos a Aquel que nos guía en nuestro camino y que imparte seguridad a nuestros pasos. En Sus manos dejamos estas lecciones, y de aquí en adelante le entregamos también nuestras vidas.

El propósito de este año de práctica ha sido aprender a estar seguros en la conciencia de que el Espíritu Santo es el único Maestro verdadero. Así es como seguiríamos sus lecciones, su guía y su amor. Cuando somos tentados a estar trastornados, enfermos, enojados, o preocupados de alguna otra manera con nuestra especialidad, es porque primero lo alejamos y elegimos el ego en su lugar. Es por eso que nuestra vigilancia necesita estar enfocada en las mentiras del ego como el medio para recordar la verdad del Espíritu Santo. Son nuestras mentes las que necesitan vigilancia, para elegir en contra de creer en el ego y elegir por Dios y Su Reino - la tercera de las tres lecciones del Espíritu Santo. Así, nuestra creencia corregida deshace la duda del ego, permitiéndonos movernos más allá de toda creencia hacia la Certeza de Dios:

El tercer paso, por consiguiente, es un paso de protección para tu mente, pues te permite identificarte sólo con el centro, donde Dios erigió el altar a Sí Mismo. Los altares son creencias, pero Dios y Sus creaciones están más allá de toda creencia, ya que están más allá de cualquier duda. La Voz que habla en favor de Dios lo hace únicamente en nombre de las creencias que están más allá de toda duda, lo cual te prepara para llegar a estar libre de dudas, mientras tu creencia en Dios y Su Reino se vea asaltada por cualquier duda, lo que Él ha logrado perfectamente no será evidente para ti. Por eso es por lo que debes mantenerte alerta en favor de Dios. El ego habla contra Su creación, y, por lo tanto, engendra dudas. No podrás ir más allá de las creencias hasta que no creas plenamente. (T6. V. C7)

1:5. Pues no queremos volver a creer en el pecado, que fue lo que hizo que el mundo pareciese un lugar feo e inseguro, hostil y destructor, peligroso desde cualquier punto de vista, y traicionero más allá de cualquier esperanza de poder tener confianza o de escapar del dolor. 

Una vez cometimos el error de creer las mentiras del ego sobre el pecado, y Jesús nos anima a no volver a cometerlo. De ese error surgió el mundo de la traición, el peligro y el dolor, y ¿Quién en su sano juicio escogería su causa, cuando el perdón nos llama suavemente a un mundo de paz y seguridad?

2:1,2. El suyo es el único camino para hallar la paz que Dios nos ha dado. Su camino es el que todo el mundo tiene que recorrer al final, pues éste es el final que Dios Mismo dispuso.

Un Curso de Milagros es sólo un camino espiritual; pero cualquiera que sea el camino que escojamos, sin importar sus símbolos, la única manera de llegar a casa es renunciar a la creencia en el yo que cree en la separación, la ira, el dolor y la muerte. Al unirnos con el Espíritu Santo en nuestras mentes correctas, deshacemos el sistema de creencias defectuoso que habíamos aceptado. Perdonarnos por nuestros errores -nacidos del miedo, no del pecado- abre el camino a casa, independientemente de su forma, como leemos de nuevo:

Perdónate a ti mismo tu locura, y olvídate de todas las jornadas fútiles y de todas las metas sin objetivo. No significan nada. No puedes dejar de ser lo que eres. Pues Dios es misericordioso, y no permitió que Su Hijo lo abandonara. Siéntete agradecido por lo que Él es, pues en ello reside tu escapatoria de la locura y de la muerte. No puedes estar en ningún lugar, excepto donde Él está.7Y no hay camino que no conduzca a Él. (T31.IV.11)

2:3,4. En el sueño del tiempo este final parece ser algo muy remoto. Sin embargo, en verdad ya está aquí.

Es un hecho que la paz de Dios ya está aquí, en la presencia de la verdad recta de la expiación. Además, en el instante santo estamos fuera del tiempo y del espacio, por lo que ya no hay un viaje a la paz que es nuestra. Encontramos una expresión similar en el manual para maestros, donde Jesús habla del fin del mundo: "Cuando no queda ni un solo pensamiento de pecado, el mundo se acaba" (M-14.2:10). Él continúa:

Ciertamente parece que esto se encuentra muy, pero que muy lejos en el futuro. "Cuando ya no quede ni un solo pensamiento de pecado" parece ser, en efecto, un objetivo a largo plazo. Pero el tiempo se detiene y sirve al objetivo de los maestros de Dios. En el instante en que cualquiera de ellos acepte la Expiación para sí mismo, no quedará ni un solo pensamiento de pecado. (M.14.3)

Puesto que la Expiación está plenamente presente dentro de nosotros -su propia presencia refleja su aceptación-, la separación ya ha sido deshecha. Recordemos estas líneas desde la apertura hasta el Capítulo 28:

Hace mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un leve lapso de tiempo. (T.28.I.6,7)

Así Jesús nos recuerda que su paz está aquí, simplemente esperando que la volvamos a elegir.

2:4,5. Sin embargo, en verdad ya está aquí, como un amable guía que nos indica qué camino tomar. Marchemos juntos por el camino que la verdad nos señala.

La Verdad es usada como sinónimo del Espíritu Santo, en cuyo Amor y Presencia no hay tiempo ni espacio. Unidos a Él en el instante santo, ya no nos preocupamos por lo lejos que tenemos que llegar, ni por la duración del viaje. Las preocupaciones acerca de que el ego sea tan fuerte que nunca podamos librarnos de él son pensamientos que ocurren sólo dentro del sueño del tiempo lineal: pecados pasados, culpa presente y miedo futuro al castigo. Cuando estamos fuera del sueño con Jesús, nos damos cuenta de que estos pensamientos, también, son sólo una defensa contra la verdad que nos ha guiado tan graciosamente hacia sí misma.

2:6. Y seamos los líderes de los muchos hermanos que andan en busca del camino, pero que no lo encuentran.

Jesús no quiere decir que debemos ser líderes de ninguna manera externa o conductual. Nosotros guiamos simplemente por haber escogido el Amor del Espíritu Santo. Cuando esa es nuestra elección, nos convertimos en la mano que se extiende, así como Jesús fue la mano que alcanzó la nuestra. Ahora podemos decir a nuestros hermanos que la misma elección que hemos hecho ellos también puede hacer; el camino que hemos emprendido también les da la bienvenida. Recordemos que en Psicoterapia, Jesús comenta sobre la necesidad de que el terapeuta sea el líder de su paciente, incluso cuando está siendo guiado por su terapeuta:

El psicoterapeuta es un líder en el sentido de que camina ligeramente por delante del paciente, y lo ayuda a evitar algunos de los escollos del camino advirtiéndolos primero. Lo ideal es que también sea un seguidor, pues hay Uno que debe caminar delante de él para proporcionarle la luz con la que poder ver. (P.2.III.1)

3:1,2,3,4. Consagremos nuestras mentes a este propósito, poniendo todos nuestros pensamientos al servicio de la salvación. La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. Ésa es la función que Dios nos ha encomendado. Y lo que buscamos es el final del sueño, no como nosotros queremos que dicho final sea, sino como lo quiere Dios. 

Nuestro propósito es aprender las lecciones del perdón para que podamos ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. El final de Dios es que despertamos del sueño, mientras que el nuestro es llegar a ser figuras más felices y sin dolor en el sueño. Así tomamos la decisión de aceptar la función de Dios de perdonar en vez de la nuestra; la del Espíritu Santo en vez de la del ego:

No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. Pide, más bien, cómo aprender a perdonar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo, y luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. ¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. (T.14. IV. 3: 4,5,7 - 5: 1,2,3,4)

3:5 Pues no podremos sino reconocer que todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo. 

Cuando perdono, me doy cuenta de que tú y yo somos uno; en la ilusión y en la verdad, a pesar de lo que los sueños del ego nos han dicho. Así levantamos el velo del principio del ego de uno u otro, y vemos felizmente la impecabilidad del Hijo único de Dios en todo lo que encontramos o incluso en lo que pensamos:

Un sueño ocultaba la faz de Cristo en ti. Mas ahora puedes contemplar Su impecabilidad. La escalera ha llegado muy alto. Ya casi estás en el Cielo. Es muy poco lo que queda por aprender antes de que la jornada finalice. Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse contigo en oración:

                                       No puedo ir sin ti, pues eres parte de mi.

Y así es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que realmente compartes con él. Pues has comprendido que nunca se marchó, y que tú, que parecías estar solo, eres uno con él. (O.V.3.)

3:6 Y así, Su recuerdo se reinstaurará en nosotros completamente y en su totalidad.

Perdonamos al ver el rostro de Cristo en nuestros hermanos, y entonces recordamos a Dios. Recordemos estas palabras que resumen muy bien la fórmula por excelencia de Un Curso De Milagros para la sanación:

Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron, y contemplarán a Aquel de cuya mano van asidos. La faz de Cristo se ve antes de que el Padre se pueda recordar, pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero. Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son uno. (T.30.V.7:1,4,5,6,7,8)

4:1. Nuestra función es recordarlo a Él aquí en la tierra, tal como se nos ha dado ser Su Propia compleción en la realidad.

Esto se refiere a nuestra doble función: en el Cielo es crear, lo que significa que somos la culminación de Dios; en la tierra es perdonar, que llegamos a recordar nuestra verdadera función y Quiénes somos como Cristo. Así Jesús nos ayuda a deshacer la función del ego de bloquear la de Dios, enseñándonos a cumplir nuestra función de perdón. Quitar este bloqueo restaura nuestra conciencia de la alegría de la creación, extendiendo el Amor de Dios desde Su Ser hacia el nuestro, sabiendo que Ellos son Uno. El siguiente pasaje del texto resume las dos funciones: el perdón elimina las barreras de separación entre los Hijos de Dios, restaurando nuestra conciencia de que se ha completado el Hijo único de Dios como espíritu y su plenitud extendida como Cristo:

Extender el Ser de Dios es la única función del espíritu. Su llenura no puede ser contenida, de la misma manera en que la llenura de su Creador no se puede contener. La llenura es extensión. El Reino se extiende para siempre porque está en la Mente de Dios. No conoces tu propio gozo porque no conoces la plenitud de tu propio Ser. Excluye cualquier parte del Reino y no podrás gozar de plenitud. Una mente dividida no puede percibir su llenura, y necesita que el milagro de su plenitud alboree en ella y la cure. Esto vuelve a despertar la plenitud en dicha mente; y al aceptar dicha plenitud se reincorpora al Reino. Cuando aprecias por completo la llenura de Ser de tu mente, el egoísmo se vuelve imposible y la extensión inevitable. Por eso es por lo que el Reino goza de perfecta paz. El espíritu está cumpliendo su función, y sólo el pleno cumplimiento produce paz. (T.7.IX.3:1,2,3 - 4)

4:2. No nos olvidemos, por lo tanto, de que nuestro objetivo es uno que compartimos, pues en ese recordar es donde radica el recuerdo de Dios y lo que nos señala el camino que conduce hasta Él y hasta el Remanso de Su paz.

En este mundo los objetivos no son compartidos, porque es un mundo regido por el principio de uno u otro. Así llegaré al Cielo -mi Cielo- de pie sobre tus hombros, empujándote hacia abajo: a medida que desciendes, subo. La esencia del perdón es darse cuenta de que nosotros -reflejando la unidad del Cielo- compartimos el mismo propósito, meta y necesidad. Es por eso que recordar nuestra meta compartida contiene la memoria de Dios. Recuerda este importante pasaje sobre el recuerdo de Dios a través de la percepción de la mente común que une la filiación, a pesar de la niebla de culpabilidad del ego que nos mantendría divididos:

La luz brilla en todos ellos (mis hermanos) con igual intensidad independientemente de cuán densa sea la niebla que la oculta. Si no le otorgas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. Tú puedes recordar esto por toda la Filiación. No permitas que tu hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. Pero cuando tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. Esto es lo que has olvidado. Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar. (T.12.II.2.)

4:3,4,5. ¿Cómo no vamos a perdonar a nuestro hermano, que es quien nos puede ofrecer esto? Él es el camino, la verdad y la vida que nos muestra el sendero. En él reside la salvación, que se nos ofrece a través del perdón que le concedemos.

El evangelio de Juan tiene a Jesús diciendo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Sin embargo, aquí Jesús dice: Sí, yo soy el camino, la verdad y la vida, pero tú también eres parte del Hijo único de Dios. Aprender a perdonar a alguien que percibes fuera de ti, dándote cuenta de que es el Hijo de Dios junto contigo, es la manera en que regresas a la verdad y a la vida.

El Espíritu Santo enseña sólo una lección, y la aplica a todo el mundo y en toda circunstancia. Dado que Él está libre de conflictos, aprovecha al máximo todos los esfuerzos y todos los resultados. Al enseñarte el poder del Reino de Dios, el Espíritu Santo te enseña que todo poder te pertenece. Su aplicación no importa. Es siempre máxima. Tu vigilancia no establece que el poder sea tuyo, pero te permite usarlo siempre y en cualquier forma que sea. Cuando dije: "Estoy siempre con vosotros", lo dije en un sentido muy literal. Jamás me aparto de nadie en ninguna situación. Y puesto que estoy siempre contigo, tú eres el camino, la verdad y la vida. Tú no creaste ese poder, como tampoco lo creé yo. Fue creado para ser compartido, y, por lo tanto, no tiene ningún sentido percibirlo como si fuese el patrimonio de uno solo a expensas de los demás. Tal percepción lo desproveería de significado al eliminar o pasar por alto su único y verdadero significado. (T.7.III.1.)

5:1.No terminaremos este año sin el regalo que nuestro Padre le prometió a Su santo Hijo.

El regalo de Dios para nosotros es el perdón, que, como vemos ahora, trae consigo la feliz realización de que estábamos equivocados, sobre nosotros mismos, nuestros hermanos y nuestra Fuente.

5:2,3,4,5,6,7. Hemos sido perdonados. Y nos encontramos a salvo de toda la ira que le atribuíamos a Dios y que después descubrimos no era más que un sueño. Se nos ha restituido la cordura, en la que comprendemos que la ira es una locura, el ataque algo demente y la venganza una mera fantasía pueril. Nos hemos salvado de la ira porque nos dimos cuenta de que estábamos equivocados. Eso es todo. ¿Y se encolerizaría un padre con su hijo porque éste no hubiese comprendido la verdad?

Jesús nos recuerda una vez más la importancia de la humildad, de poder decir con sinceridad y gratitud que nos hemos equivocado. Necesitamos ser lo suficientemente humildes para reconocer que la locura que acaba de describir está presente en prácticamente cada pensamiento, comportamiento y meta que tenemos durante el día. Sin embargo, también necesitamos aceptar que Dios no está enojado porque creemos que lo atacamos -nuestro Padre nunca vio el "ataque". Jesús usa este símbolo de un padre porque es muy importante para nosotros. Así el símbolo del padre enojado que el ego ha hecho se corrige al Padre que nunca cesa de amar a Su Hijo. Recordemos la discusión en "Expiación sin Sacrificio" (T-3.I.1-2), en la que Jesús dice el seguimiento de Dios, en el contexto de la creencia cristiana tradicional de que él sufrió y murió por nuestros pecados:

Si se examina la crucifixión desde un punto de vista invertido, parece como si Dios hubiese permitido, e incluso fomentado, el que uno de Sus Hijos sufriese por ser bueno. Esta desafortunada interpretación, que surgió como resultado de la proyección, ha llevado a muchas personas a vivir sumamente atemorizadas de Dios. (T.3.1:5,6,7)
Un ejemplo menos dramático es el del padre que dice: "Esto me duele a mí más que a ti", y se siente exonerado al darle una paliza a su hijo. ¿Crees que nuestro Padre piensa realmente así? Es tan esencial eliminar cualquier pensamiento de este tipo que debemos asegurarnos de que nada semejante permanezca en tu mente. (T.3.2:7,8,9)

En verdad, por supuesto, no hay Padre e Hijo. No hay separación en absoluto, y así que la creencia en el pecado, la culpabilidad y el temor -el fundamento para creer en la ira de Dios- no existe. El Padre nunca ha dejado de amar a Su Hijo.

6:1. Venimos a Dios y con honestidad le decimos que no habíamos entendido, y le pedimos que nos ayude a aprender Sus lecciones a través de la Voz del Maestro que Él Mismo nos dio.

La honestidad dice: "Me equivoco". Cuán frecuentemente Jesús regresa a este tema central! Una vez más, tu quieres practicar esta honestidad en los eventos muy específicos de su vida. Trata de atraparte a ti mismo insistiendo categóricamente en que tienes razón, lo cual demuestra que estás equivocado, proclamando tu superioridad al ser correcto, implícitamente hace que otra persona sea inferior. Esto significa que están viendo diferencias y separación, ganadores y perdedores - las características de la relación especial. Así pues, la necesidad de honestidad al darse cuenta de que no entienden nada acerca del amor -entre hermanos y entre Dios y Su Hijo- y que los ídolos de lo especial no les han traído nada más que miseria y dolor:

¡Que la honestidad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! T.30.V.9:11)

No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente:

Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo" de la culpabilidad. Cada uno de ellos se compró con la moneda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él.

Sé, pues, misericordioso con tu hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente, ni te olvides de que tu hermano pagará el costo al igual que tú. (T.30.V.10:1,2,3,4,5,6,)

6:2,3. ¿E iba Dios acaso a hacerle daño a Su Hijo? 3¿O bien se apresuraría a contestar de inmediato, diciendo: "Este es Mi Hijo, y todo lo que tengo le pertenece"?

Este es un pasaje interesante, basado en la parábola evangélica del hijo pródigo (Lucas 15:11-32), en la que el hijo errante regresa al padre que se apresura a encontrarse con él. El hijo mayor, que permaneció fielmente en casa con su padre, se queja de que a su hermano se le haya dado una bienvenida tan real, incluyendo una fiesta en su honor. El padre esencialmente le responde: "Os quiero a los dos, y todo lo que tengo es vuestro." En otras palabras, ningún hermano pierde nada por el amor del padre: el hijo que ama al padre A no excluye a su hijo que ama B. Las comparaciones son siempre del ego, porque el amor no hace nada (T-24.II.1:1) y somos amados igualmente por nuestro Padre. Por lo tanto, en esta frase del libro de trabajo, Jesús combina en una sola las respuestas que el padre da al hijo pródigo que regresa, así como al hijo que se queda. Huelga decir que, con mentes divididas, ambos somos hijos.

6:4,5. Ten por seguro que así es como responderá, pues éstas son Sus Propias Palabras para ti. Y nadie podrá jamás tener más que esto, pues en esas Palabras yace todo lo que existe y todo lo que jamás existirá por los siglos de los siglos, así como en la eternidad.

A través de todos los tiempos, cuando escogemos a Jesús como nuestro maestro, él reflejará para nosotros el Amor de Dios y la abundancia de Su tesoro, que somos, no puede haber falta en el Hijo de Dios. A lo largo de la eternidad, permanecemos como parte de nuestra Fuente; no hay nada más. La práctica de este glorioso mensaje en nuestra vida cotidiana implica ver cómo manifestamos el principio de escasez opuesto a la abundancia: la creencia en la carencia, en la que sentimos que hay algo que falta en nosotros. El ego toma esta creencia y enseña que lo que nos falta, alguien lo ha tomado: la cuarta ley del caos (T-23.II.9-10). Aunque no siempre en conciencia, esta creencia de ganadores y perdedores está presente en nuestras mentes, y necesitamos darnos cuenta de que al pensar que Dios tiene favoritos, afirmamos que está loco. Sin embargo, esta locura está sólo en nuestras mentes, al igual que la respuesta sensata de Dios. Su abundancia es la respuesta a la escasez del ego, porque ¿Cómo podemos perder no sólo el amor que tenemos, sino el amor que somos? Recordar este pasaje desde el principio del texto:

En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: Dios te ha dado todo. Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortalmente. En el lenguaje del ego, "tener" y "ser" significan dos cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. El Espíritu Santo sabe que lo "tienes" todo y que lo "eres" todo. Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de "obtener", que implica carencia, ha sido previamente aceptada. Por eso es por lo que no hacemos ninguna distinción entre tener el Reino de Dios y ser el Reino de Dios. (T.4.III.9)

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