1. La idea de hoy es obviamente la razón de que sea imposible que haya un mundo que no tenga significado. Lo que Dios no creó no existe. Y todo lo que existe, existe tal como Él lo creó. El mundo que ves no tiene nada que ver con la realidad. Es tu propia obra, y no existe.
2. Los ejercicios de hoy deben practicarse con los ojos cerrados todo el tiempo. El período de búsqueda mental debe ser corto, a lo sumo un minuto. No lleves a cabo más de tres sesiones de práctica con la idea de hoy a menos que te sientas a gusto haciéndolas. De ser así, es porque realmente entiendes su propósito.
3. La idea de hoy es un paso más en el proceso de aprender a abandonar los pensamientos que le has adscrito al mundo, y a ver en su lugar la Palabra de Dios. Los pasos iniciales de este intercambio, al que verdaderamente se le puede llamar salvación, pueden ser bastante difíciles e incluso dolorosos. Algunos de ellos te conducirán directamente al miedo. Mas no se te dejará ahí. Irás mucho más allá de él, pues es hacia la paz y seguridad perfectas adonde nos encaminamos.
4. Piensa, mientras mantienes los ojos cerrados, en todos los horrores del mundo que te vengan a la mente. Nombra cada uno de ellos a medida que se te ocurra, e inmediatamente niega su realidad. Dios no lo creó, y, por lo tanto, no es real. Di, por ejemplo:
Dios no creó esa guerra, por lo tanto, no es real.
Dios no creó ese accidente de aviación, por lo tanto, no es real.
Dios no creó [especifica el desastre], por lo tanto, no es real.
5. Entre los temas adecuados para la aplicación de la idea de hoy se puede incluir, asimismo, todo aquello que temas te pueda ocurrir a ti, o a cualquier persona por la que estés preocupado. Nombra en cada caso el "desastre" en cuestión muy concretamente. No uses términos abstractos. Por ejemplo, no digas: "Dios no creó las enfermedades”, sino "Dios no creó el cáncer'; o los ataques cardíacos, o lo que sea que te cause temor.
6. Eso que estás contemplando es tu repertorio personal de horrores. Esas cosas son parte del mundo que ves. Algunas de ellas son ilusiones que compartes con los demás, y otras son parte de tu infierno personal. Eso no importa. Lo que Dios no creó sólo puede estar en tu propia mente, separada de la Suya. Por lo tanto, no tiene significado. En reconocimiento de este hecho, concluye las sesiones de práctica repitiendo la idea de hoy:
Dios no creó un mundo sin significado.
7. Por supuesto, la idea de hoy puede aplicarse, aparte de las sesiones de práctica, a cualquier cosa que te perturbe a lo largo del día. Sé muy específico al aplicarla. Di:
Dios no creó un mundo sin significado.
No creó [especifica la situación que te esté perturbando], por lo tanto, no es real.
Propósito:
Borrar las interpretaciones que has hecho del mundo para que puedas ver la interpretación de Dios (como en las dos lecciones anteriores). Este proceso te salvará. En sus primeras etapas, sin embargo, puede que te sientas como si se te estuviese llevando al terror. Esto es sólo temporal. Se te conducirá a través del miedo y luego más allá de él para siempre.
Respuesta a la tentación:
Voluntaria, cuando algo te molesta.
Aplica la idea libremente para eliminar tus disgustos durante el día. Para esto se proporciona una forma especial: “Dios no creó un mundo sin significado. No creó (especifica la situación que te esté perturbando), por lo tanto, no es real”. Ésta es una práctica muy efectiva para recuperar la paz mental. De hecho, puede que quieras intentarla ahora: Elige una situación que te esté preocupando y aplícale la práctica. Verás cómo, al menos, parte de la carga desaparece inmediatamente.
La idea de hoy llega como un respiro bien recibido después de 4 días de decírsenos que “nuestros pensamientos no significan nada” y que nos están mostrando un mundo sin significado que nos disgusta y asusta. El mundo sin significado que estamos viendo no fue creado por Dios, y “Lo que Dios no creó no existe”.
En el libro Despiertos del Sueño1 de Gloria y Kenneth Wapnick, Gloria escribió sobre cómo esta idea le atrajo por primera vez al Curso:
Al oír de primera mano los efectos devastadores que la Segunda Guerra Mundial tenía sobre la gente, llegué a la conclusión de que si esta guerra era lo mejor que Dios podía crear, no quería tener ninguna relación con Él…
Cuando leí las palabras de Jesús explicando que Dios no creó el mundo, fue como si “relámpagos” chocaran por mi cabeza. “¿Por qué no se me había ocurrido?”, me decía a mí misma una y otra vez. “Es tan sencillo. Ésa es la respuesta”. Finalmente, después de 23 años, el rompecabezas en mi mente se había resuelto. El Curso había proporcionado la pieza que faltaba, y ya no tenía que seguir culpando a Dios por un mundo que Él no creó.
Para algunos, el mensaje de que Dios no creó el mundo sin significado que vemos, llega como una salvación. Para otros, puede ser “bastante difícil e incluso doloroso". Pues reconocer que Él no lo creó conlleva la verdad: nosotros lo hicimos. Somos responsables del mundo que vemos. Eso puede conducirnos “directamente al miedo”. El Curso trata esto en muchos lugares diferentes de los tres libros. El mensaje que nos está dando, especialmente en los “pasos del comienzo”, puede ser difícil, doloroso, y aterrador.
Muchas personas se preguntan si algo anda mal porque sienten fuertes reacciones negativas a la enseñanza del Curso de que Dios no creó el mundo. La respuesta es: no. Quizá son aquellos que no tienen ninguna reacción negativa quienes deberían preguntarse si entienden correctamente el mensaje del Curso y comprenden completamente lo que ello supone. Una reacción negativa es mucho más frecuente que una reacción positiva: eso puedo asegurarlo.
Sin embargo, alégrate de que la lección continúe diciendo:
“Mas no se te dejará ahí (en el miedo). Irás mucho más allá de él, pues es hacia la paz y seguridad perfectas adonde nos encaminamos”.
El Curso llama a nuestro camino “un viaje del miedo al amor” (T.16.IV.11:1-2). Ciertamente son muy pocos los que se libran de la angustia del principio, pero la dirección del viaje es hacia una calidez y extensión del amor que difícilmente puede imaginarse cuando empiezas.
Una advertencia sobre la forma específica de la práctica de hoy: observa cuidadosamente que la lección te pide que te digas a ti mismo las cosas que te disgustan de “tu repertorio personal de horrores”. No recomienda que le digas a otra persona que esté pasando por una tragedia personal que su tragedia no es real. Si le dijeras a una viuda que sufre por la pérdida de su marido: “¡Alégrate! Dios no creó la muerte de tu marido, por lo tanto, no es real”. En la mayoría de los casos tal mensaje no es un acto de amor sino un ataque, colocándote tú en una posición
El ego ha construido para ti un hogar mísero e inhóspito porque no puede construir de ninguna otra manera. No trates de mantener en pie ese hogar ruinoso. En su debilidad radica tu fuerza. Sólo Dios pudo erigir un hogar digno de Sus creaciones, las cuales han elegido dejarlo vacío, desahuciándose así a sí mismas. No obstante, Su hogar seguirá en pie eternamente, listo para cuando decidas entrar a ocuparlo. De esto puedes estar completamente seguro: Dios es tan incapaz de crear lo perecedero como el ego de fabricar lo eterno. (T4.I.11)
¡No jures morir, santo Hijo de Dios! Pues eso es hacer un trato que no puedes cumplir. Al Hijo de la Vida no se le puede destruir. Es inmortal como su Padre. Lo que él es no puede ser alterado. Él es lo único en todo el universo que necesariamente es uno sólo. A todo lo que parece eterno le llegará su fin. Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. Todas las cosas que van y vienen, la marea, las estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen y se marchitan, se irán para no volver jamás. Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado un final para todo. El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón de lo que los hombres han hecho de él. Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo no fijó su destino, ni marcó la hora de su nacimiento ni la de su muerte. El perdón no lo cambiará. No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón para que las cosas del tiempo puedan desaparecer, ya que no son de ninguna utilidad. (T29.VI.2)
Tal como Dios te creó, tú no puedes sino seguir siendo inmutable; y los estados transitorios son, por definición, falsos. Eso incluye cualquier cambio en tus sentimientos, cualquier alteración de las condiciones de tu cuerpo o de tu mente; así como cualquier cambio de conciencia o de tus reacciones. Esta condición de abarcamiento total es lo que distingue a la verdad de la mentira, y lo que mantiene a lo falso separado de la verdad, y como lo que es.
¿No es acaso extraño que consideres arrogante pensar que fuiste tú quien fabricó el mundo que ves? Dios no lo creó. De eso puedes estar seguro. ¿Qué puede saber Él de lo efímero, del pecado o de la culpabilidad? ¿Qué puede saber de los temerosos, de los que sufren y de los solitarios; o de la mente que vive dentro de un cuerpo condenado a morir? Pensar que Él ha crea-do un mundo en el que tales cosas parecen ser reales es acusarlo de demente. Él no está loco. Sin embargo, sólo la locura da lugar a semejante mundo.
Pensar que Dios creó el caos, que contradice Su Propia Voluntad, que inventó opuestos a la verdad y que le permite a la muerte triunfar sobre la vida es arrogancia. La humildad se daría cuenta de inmediato de que estas cosas no proceden de Él. ¿Y sería posible acaso ver lo que Dios no creó? Pensar que puedes, es creer que puedes percibir lo que la Voluntad de Dios no dispuso que existiera. ¿Y qué podría ser más arrogante que eso?(L.152. 5-7)
El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. El guion ya está escrito. El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado. Pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde termina, desde donde la podemos ver en retrospectiva, imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo ocurrido. (L.158. 4)
Todo lo que aterrorizó al Hijo de Dios y le hizo pensar que había perdido su inocencia, repudiado a su Padre y entrado en guerra consigo mismo no es más que un sueño fútil. Mas ese sueño es tan temible y tan real en apariencia, que él no podría despertar a la realidad sin verse inundado por el frío sudor del terror y sin dar gritos de pánico, a menos que un sueño más dulce precediese su despertar y permitiese que su mente se calmara para poder acoger -no temer- la Voz que con amor lo llama a despertar; un sueño más dulce, en el que su sufrimiento cesa y en el que su hermano es su amigo. Dios dispuso que su despertar fuese dulce y jubiloso, y le proporcionó los medios para que pudiese despertar sin miedo. (T.27.VII.13:3,5)
Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente que lo concibió mensajes descabellados. Y esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo proclaman real. Pues tú enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. De lo único que dichos mensajes te hablan es de cosas externas. No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no podría hablar de ello. Sus ojos no lo pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completamente inconscientes de ello y su lengua no puede transmitir sus mensajes. Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí. Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea. Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él. (T.18.IX.3)
Esos ojos, hechos para no ver, jamás podrán ver. Pues la idea que representan nunca se separó de su hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. ¿Qué otro objetivo tenía su hacedor, salvo el de no ver? Para tal fin, los ojos del cuerpo son los medios perfectos, pero no para ver. Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan en lo exterior sin poder ir más allá de ello. Observa cómo se detienen ante lo que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra más allá de la forma. Nada es tan cegador como la percepción de la forma. 8Pues ver la forma significa que el entendimiento ha quedado velado.
Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad. ¿Cómo iba a poder, entonces, reconocer la verdad? (T.22.III.6-7)
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