sábado, 24 de febrero de 2024

Lección 56






1. Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.

¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos ataques? El dolor, la enfermedad, la pérdida, la vejez y la muerte parecen acecharme. Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. Sin embargo, la seguridad perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera herencia. He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que veo. Pero Dios la ha salvaguardado para mí. Mis pensamientos reales me enseñarán lo que es mi herencia.


2. Por encima de todo quiero ver.

Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor necesidad es la visión. El mundo que veo da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he forjado de mí mismo. Si he de recordar quién soy, es esencial que abandone esta imagen de mí mismo. A medida que dicha imagen sea reemplazada por la verdad, se me concederá la visión. Y con esta visión contemplaré al mundo y a mí mismo con caridad y con amor.


3. Por encima de todo quiero ver de otra manera.

El mundo que veo mantiene en vigor la temerosa imagen que he forjado de mí mismo y garantiza su continuidad. Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la verdad no podrá alborear en mi conciencia. Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el Amor de Dios.


4. Dios está en todo lo que veo.

Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmutable. Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz sigue brillando sin menoscabo. Más allá de todos mis descabellados deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de mi Padre. Dios sigue estando en todas partes y en todas las cosas eternamente. Y nosotros, que somos parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias, y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.


5. Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.




Comentario:

La Puerta detrás del Mundo

Hay una puerta detrás de este mundo que, si se abre, me permitirá ver el mundo que refleja el Amor de Dios. Es una puerta en mi mente, una puerta a la visión.

Este mundo, lleno de “dolor, enfermedad, pérdida, vejez y muerte”, simplemente refleja mi falsa imagen de mí mismo. Es una alucinación superpuesta a la realidad, que la esconde y aparentemente la reemplaza.

La línea del comienzo del repaso pregunta: “¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos ataques?”. Piensa en ello. Si realmente estoy sometido a continuos ataques, acosado por la enfermedad, la pérdida, la vejez, y la muerte, ¿Cómo puedo ser una creación perfecta de Dios? ¿Cómo puede Dios incluso ser real? Creo en una imagen de mí mismo que está continuamente amenazada. Si estoy amenazado, ¿Cómo puedo ser un ser espiritual y eterno? Si es verdadera la imagen que veo en este mundo, entonces yo no soy nada, no valgo nada, y estoy destinado a la destrucción. Puedo decir igualmente: “Come, bebe y sé feliz, pues mañana moriremos”. También puedo tomar lo que puedo obtener porque nada, sea lo que sea, durará, incluido yo mismo.

Sin embargo, algo dentro de nosotros nos dice que somos más que esto. Algo dentro de nosotros está de acuerdo cuando leemos, en el Curso, que nada real puede ser amenazado. Si eso es cierto, y yo soy real, entonces el mundo que veo debe ser falso. El cuadro que me muestra, reforzando mi imagen de mí mismo como vulnerable, debe ser una mentira. O yo soy real y el mundo no lo es, o el mundo es real y yo no lo soy. “Pues yo soy real porque el mundo no lo es” (L.132.15:3).

Por lo tanto, mi mayor necesidad es la visión. Necesito abrir esa puerta en mi mente, “ver más allá de las apariencias”, y ver un mundo que refleja el Amor de Dios, y, al hacerlo, recordar quién soy realmente. “Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmutable. “En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, está el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado.

Yo quiero abrir esa puerta y ver la verdad de nuevo. Yo quiero recordar.

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