domingo, 24 de marzo de 2024

Lección 85 Repaso





1. (69) Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí.

Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí y me ocultan lo que quiero ver. Habiendo reconocido esto, ¿para qué los quiero? Mis resentimientos me mantienen en la oscuridad y ocultan la luz. 

Necesitamos darnos cuenta de que hay un propósito detrás de aferrarnos a los agravios: mantener nuestro ser especial intacto usando la oscuridad de la culpa y el ataque para esconder la luz del amor.

Los resentimientos y la luz no pueden coexistir, pero la luz y la visión tienen que unirse para que yo pueda ver. Y para poder ver tengo que desprenderme de mis resentimientos.

Este es el resultado final: ¿Quiero ver o no quiero ver? Si lo hago, Jesús debe ser mis ojos, lo que significa que no puedo juzgar. Sabré qué decisión tomé por su resultado. Encontrarme enojado, deprimido, culpable, temeroso o ansioso es lo que me dice que no quiero ver. Con el ego, mi individualidad y separación es todo lo que conozco y mi ser es seguro, aunque miserable.

Quiero ver, y ése será el medio por el que lo lograré.

Las aplicaciones concretas de esta idea podrían hacerse de la siguiente manera:

No permitas que haga de esto un obstáculo a la visión.
La luz del mundo desvanecerá todo esto con su resplandor.
No tengo necesidad de esto. Lo que quiero es ver.

La práctica diligente de estas lecciones nos ayuda a darnos cuenta de que tenemos una mente dividida. La parte que no quiere volver a casa es responsable de que estemos en el mundo. La otra parte es un estudiante de Un Curso de Milagros. Debemos ser conscientes de ambas para poder elegir entre ellas de manera significativa. Necesitamos entender que los agravios del ego alejan de nosotros la luz de la paz y la alegría, dejándonos en la oscuridad de la miseria y el dolor. Sólo al darnos cuenta de la conexión entre nuestra decisión de atacar y nuestro sufrimiento nos motivaremos a decir y significar: "No tengo necesidad de esto." En ese reconocimiento veremos, y en esa visión todo el dolor brilla a la luz del perdón.


3. (70) Mi salvación procede de mí.

Jesús y el Espíritu Santo no están fuera de mí; tampoco la salvación. De hecho, no estoy fuera de mí!

Hoy reconoceré dónde está mi salvación. Está en mí porque ahí es donde está su Fuente. No ha abandonado su Fuente, por lo tanto, no pudo haber abandonado mi mente. Dejaré de buscarla fuera de mí mismo. No es algo que se encuentre afuera y luego tenga que traerse adentro.

Debemos darnos cuenta de que la salvación descansa sólo en el interior, en el poder de la mente para elegir a Jesús como nuestro maestro y no en el ego. No se encuentra en Jesús, sino en la capacidad de nuestra mente para elegirlo. Necesitamos tomar la mano de Jesús y caminar a través del sueño, para que podamos caminar con él fuera de él.
El ego, por otro lado, intenta mantener el sueño vivo y bien, y esa es la precaución de Jesús aquí. La memoria de Dios está en nuestras mentes, donde el sueño tiene su principio y fin. Su destrucción constituye la salvación, que se basa en elegir recordar nuestra Fuente en nuestras mentes. Como una idea en la Mente de Dios nunca lo hemos dejado, y Él nunca nos ha dejado: las ideas no dejan su Fuente. Por eso debemos buscar la salvación en nuestras mentes rectas, el hogar de Jesús, donde la memoria de Dios espera nuestra aceptación mientras despertamos por fin del sueño de la separación y la muerte.

Se extenderá desde dentro de mí, y todo aquello que vea no hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo.

"Todo lo que veo", como ahora nos damos cuenta, no se refiere a la vista física; no vemos realmente la luz física en las personas, ni la luz en los objetos. Puesto que la luz es un pensamiento recto, es esta luz del perdón la que se refleja en lo que nuestros ojos "ven". Además, de la extensión de la luz en la mente el Hijo es sanado, ya que la mente del Hijo de Dios es una.


Las siguientes variaciones de la idea son apropiadas para las aplicaciones más concretas:

No dejaré que esto me tiente a buscar mi salvación fuera de mí mismo. 
No permitiré que esto interfiera en la conciencia que tengo de la Fuente de mi salvación.
Esto no puede privarme de la salvación.

En otras palabras, es nuestra elección si el mundo nos quitará nuestra paz, porque en sí mismo, siendo una ilusión, no puede hacer nada. Sólo nosotros tenemos poder, que luego proyectamos al mundo. Es la mente la que elige en contra de la paz de Jesús, y nos pide que no cedamos a esta tentación porque no nos hará felices. Él dirige nuestra mirada hacia adentro y hacia afuera del mundo; el cambio de propósito -de la culpabilidad a la salvación- refleja nuestra decisión de recordar nuestra Fuente y nuestro Ser.


Comentario:
¿A qué se refiere el “esto” de las seis aplicaciones concretas de esta lección? ¿Qué es lo que bloquea mi vista e impide que la luz se extienda? ¿Qué es lo que no necesito y que me tienta a buscar mi salvación lejos de mí? ¿Qué es “esto” que me impide darme cuenta de la Fuente de la salvación y que parece tener poder para quitarme la salvación?

“Esto” son los resentimientos: cualquier cosa a la que yo reaccione con menos que el perfecto amor que es mi realidad. Algo que no me gusta, o que alejo de mí, o culpo por mis problemas, o que contemplo como inferior a la creación de Dios. Cualquier cosa dentro de mí que albergo con algo que no sea compasión y perdón. “Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí”. Hacen que yo vea algo que no es real, y reacciono con miedo u odio o enfado. Mis reacciones son tan inapropiadas como el miedo de un niño a una cortina que se mueve en la obscuridad. Estoy viendo algo que no está ahí, porque sólo lo que Dios creó es real. Me estoy asustando por sombras, cuando la realidad es pura belleza. Los resentimientos no sólo me muestran cosas que no son reales sino que también me ocultan lo que de verdad quiero.

Si esto es lo que hacen los resentimientos, ¿por qué voy a quererlos? Realmente no los quiero, los he utilizado en un intento equivocado por protegerme, pero ahora puedo reconocer que ya no los quiero ni los necesito más. No me culpo a mí mismo por haberlos elegido en el pasado pero no necesito continuar eligiéndolos ahora. Yo quiero ver y, por eso, lleno de alegría dejo a un lado los resentimientos, sin culpa y sin pesar.

Lo que busco es mi Ser. Hoy no buscaré fuera de mí. “No es algo que se encuentre afuera y luego tenga que traerse adentro. Se extenderá desde dentro de mí y todo aquello que vea no hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo". Mis resentimientos me tientan a buscar la salvación fuera: pensando que sé lo que tiene que cambiar ahí fuera para que me traiga paz, sintiendo ira o dolor o traición; cuando contemplo las cosas, las culpo por mi pérdida de paz. Pero hoy reconozco que la respuesta está en mi Ser. En lugar de buscar la luz, hoy yo seré luz e iluminaré todo mi mundo.









































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