martes, 30 de abril de 2024

Lección 122 "El perdón me ofrece todo lo que deseo."

 








1. ¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecerte? ¿Deseas paz? El perdón te la ofrece. ¿Deseas ser feliz, tener una mente serena, certeza de propósito y una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo? ¿Deseas cuidados y seguridad, y disponer siempre del calor de una protección segura? ¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y permanente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

2. El perdón te ofrece todo eso y más. El perdón pone un destello de luz en tus ojos al despertar, y te infunde júbilo con el que hacer frente al día. Acaricia tu frente mientras duermes, y reposa sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo o de maldad, de malicia o de ataque. Y cuando despiertas de nuevo, te ofrece otro día de felicidad y de paz. El perdón te ofrece todo esto y más.

3. El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad. Te permite reconocer al Hijo de Dios, y borra de tu memoria todo pensamiento muerto, de manera que el recuerdo de tu Padre pueda alzarse en el umbral de tu mente. ¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese darte? ¿Qué otros regalos aparte de éstos merecen procurarse? ¿Qué imaginado valor, efecto trivial o promesa pasajera que nunca se ha de cumplir puede ofrecerte más esperanza que la que te brinda el perdón?

4. ¿Por qué habrías de buscar una respuesta distinta de la que lo contesta todo? He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y a la confianza parcial que tienes. ¡He aquí la respuesta! Deja de buscar. No hallarás ninguna otra en su lugar.

5. El plan de Dios para tu salvación no puede cambiar ni fracasar. Siéntete agradecido de que siga siendo exactamente como Él lo planeó. Su plan se alza inmutable ante ti como una puerta abierta, llamándote desde adentro en cálida bienvenida, exhortándote a que entres y a que te sientas como en tu casa, donde te corresponde estar.

6. ¡He aquí la respuesta! ¿Preferirías quedarte afuera cuando el Cielo en su totalidad te espera adentro? Perdona y serás perdonado. Tal como des, así recibirás. No hay más plan que éste para la salvación del Hijo de Dios. Regocijémonos hoy de que así sea, pues la respuesta que aquí se nos da es clara y explícita, y su sencillez hace que sea inmune al engaño. Todas las complejidades que el mundo ha tejido de frágiles telarañas desaparecen ante el poder y majestuosidad de esta simplísima afirmación de la verdad.

7. ¡He aquí la respuesta! No le des la espalda para irte a vagar sin rumbo otra vez. Acepta ahora la salvación. Es el regalo que te hace Dios, no el mundo. El mundo no puede dar ningún regalo de valor a la mente que ha aceptado como suyo lo que Dios le ha dado. Dios dispone que hoy se reciba la salvación y que los enredos de tus sueños no sigan ocultándote su insustancialidad.

8. Abre hoy los ojos y contempla un mundo feliz, donde reinan la paz y la seguridad. El perdón es el medio por el que este mundo feliz viene a ocupar el lugar del infierno. Dicho mundo se alza en la quietud para salir al encuentro de tus ojos abiertos y llenar tu corazón de una profunda tranquilidad, según afloran en tu conciencia verdades ancestrales en eterno renacimiento. Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse. Sin embargo, tu perdón te lo ofrece.

9. Teniendo presente los regalos que el perdón concede, emprenderemos nuestra práctica de hoy con la esperanza y la fe de que éste será el día en que alcanzaremos la salvación. Hoy la busca-remos gustosamente y con ahínco, sabiendo que tenemos la llave en nuestras manos; y aceptaremos la respuesta que el Cielo ha dado al infierno que nosotros mismos nos hemos labrado, pero en el que ya no queremos permanecer por más tiempo.

10. Dedicaremos gustosamente un cuarto de hora por la mañana y por la noche a la búsqueda que garantiza que al infierno le llegará su fin. Comienza lleno de esperanza, pues hemos llegado al punto donde el camino se vuelve mucho más fácil. Y ahora el trecho que todavía nos queda por recorrer es corto. Estamos en verdad muy cerca del momento que se ha señalado como el final del sueño.

11. Sumérgete en una sensación de felicidad al comienzo de estas sesiones de práctica, pues en ellas hallarás la segura recompensa de preguntas que ya han sido contestadas, así como lo que tu aceptación de esas respuestas te brinda. Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo.

12. Ante la luz que hoy has de recibir, el mundo se desvanecerá hasta desaparecer por completo, y verás surgir otro mundo para describir al cual no tienes palabras. Ahora nos encaminamos directamente hacia la luz, y recibimos los regalos que han sido salvaguardados para nosotros desde los orígenes del tiempo, los cuales han estado aguardando el día de hoy.

13. El perdón te ofrece todo lo que quieres. Hoy se te conceden todas las cosas que deseas. No pierdas de vista tus regalos a lo largo del día, cuando regreses nuevamente a enfrentarte a un mundo de constantes cambios y sombrías apariencias. Mantén tus regalos claramente en tu conciencia, según ves lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia.

14. No caigas en la tentación de dejar que tus regalos queden sepultados en el olvido, por el contrario, mantenlos firmes en tu mente tratando de pensar en ellos por lo menos un minuto cada cuarto de hora. Recuerda cuán preciados son con el siguiente recordatorio, el cual tiene el poder de mantenerlos en tu conciencia a lo largo del día:

El perdón me ofrece todo lo que quiero.
Hoy he aceptado que esto es verdad.
Hoy he recibido los regalos de Dios.




Propósito:
“Sentir la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo”

Observaciones: 
Ven a estos momentos de práctica lleno de esperanza, porque has llegado a un punto decisivo de tu viaje. Después de esto, el camino será más fácil y llevadero. Practica “gustosamente y con ahínco”, con la confianza de que la salvación puede ser tuya hoy.

Comentario:
Hay una frase casi al final de la lección que, para mí, siempre destaca. Habla de cómo el perdón me permite ver “lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia”. Para mí, esta frase se ha convertido en otro modo de considerar lo que es el perdón.

Detrás de cada apariencia hay algo que no cambia. Las apariencias cambian, y muy rápido. Esto es verdad tanto físicamente como en percepciones más finas. Pero el espíritu dentro de nosotros no cambia, habiendo sido creado por lo eterno. El perdón es un modo de mirar más allá de las apariencias a la realidad que no cambia. No hace caso de la imagen pasajera de los errores del ego, y ve al Hijo de Dios. Como la Madre Teresa dijo de cada uno a los que ella ayudaba, vemos a “Cristo en sus disfraces de sufrimiento”.

“El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad”

El perdón es abandonar todas las razones que hemos inventado para negar el amor. Se levanta el velo de todos nuestros juicios, y contemplamos algo maravilloso, algo asombroso, algo que no se puede describir. “Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse”. (¡Por eso, ni lo intento!) Cuando el perdón ha eliminado todos los obstáculos a nuestra consciencia de la presencia del amor, vemos amor en todas partes. El amor no ha cambiado ni puede cambiar. No es de extrañar, entonces, que el perdón me ofrezca todo lo que quiero, dándome paz, felicidad, quietud, seguridad, y “una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo”. Cuando ves lo inmutable en medio del cambio, desaparece la angustia de tu corazón porque no hay razón para ella.

¿Por qué nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos nos causan tantos problemas? Porque nos identificamos con ellos, porque cuando nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos cambian creemos que nosotros hemos cambiado. El Curso nos enseña a identificarnos con algo que está más allá del cambio, con la Mente de Cristo dentro de nosotros, que nunca cambia y nunca cambiará. Aquí tienes una regla general: Lo que cambia no soy yo. Mi Ser permanece “inalterado e inalterable por siempre jamás” (L.190.6:5).

Esto está empezando a tomar mejor forma en mi mente, cuando empiezo a entender que el perdón es sencillamente ver lo inmutable en medio del cambio. Es reconocer que lo único que necesita cambiar es el pensamiento de que es posible cambiar la Mente del Hijo de Dios. Es darse cuenta de que todos mis “pensamientos” del ego no han cambiado nada, y que todos los “pensamientos” del ego de mi hermano tampoco han cambiado nada. Es darse cuenta de que lo que cambia no soy yo, es dejar de identificarme con lo que cambia, y dejar de creer que mi hermano es mis percepciones cambiantes de él. El perdón significa mirar más allá de lo que cambia a lo que nunca cambia.

Nuestro sufrimiento procede de identificarnos con lo pasajero. Nuestra paz procede de identificarnos con lo eterno. Dios no ha creado nada que cambie. Nada que cambia es realmente yo. Lo que puede cambiar está amenazado por el cambio, y “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Por lo tanto, nada que cambia es real.

Todo lo que cambia no es nada sino una marca pasajera en tu viaje a lo eterno. No es nada a lo que aferrarse. Piensa en una hilera de piedras por las que cruzas un arroyo, no te aferras a cada una mientras lo pasas. Agradeces su utilidad para ayudarte a cruzar al otro lado, pero no lamentas haber pasado por ellas. Tu meta es la otra orilla. Ése es el único valor de las cosas de este mundo, cosas que incluyen nuestro propio cuerpo y el de nuestros seres queridos, así como las cosas materiales e incluso las ideas de nuestro sistema de pensamiento. Las cosas que cambian sólo pueden valorarse como los peldaños en los que te apoyas para llegar a lo eterno, y que luego abandonas suavemente para subir el siguiente peldaño a lo eterno y que no cambia, que siempre está con nosotros, siempre la realidad de nuestro ser, incluso cuando parece que viajamos hacia allí.












































lunes, 29 de abril de 2024

Lección 121 "El perdón es la llave de la felicidad."

 





1. He aquí la respuesta a tu búsqueda de paz. He aquí lo que le dará significado a un mundo que no parece tener sentido. He aquí la senda que conduce a la seguridad en medio de aparentes peligros que parecen acecharte en cada recodo del camino y socavar todas tus esperanzas de poder hallar alguna vez paz y tranquilidad. Con esta idea todas tus preguntas quedan contestadas; con esta idea queda asegurado de una vez por todas el fin de la incertidumbre.

2. La mente que no perdona vive atemorizada, y no le da margen al amor para ser lo que es ni para que pueda desplegar sus alas en paz y remontarse por encima de la confusión del mundo. La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder hallar alivio o liberarse del dolor. Sufre y mora en la aflicción, merodeando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obstante, de que el peligro la acecha allí.

3. La mente que no perdona vive atormentada por la duda, confundida con respecto a sí misma, así como con respecto a todo lo que ve, atemorizada y airada. La mente que no perdona es débil y presumida, tan temerosa de seguir adelante como de quedarse donde está, de despertar como de irse a dormir. Tiene miedo también de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio; la oscuridad la aterra, mas la proximidad de la luz la aterra todavía más. ¿Qué puede percibir la mente que no perdona sino su propia condenación? ¿Qué puede contemplar sino la prueba de que todos sus pecados son reales?

4. La mente que no perdona no ve errores, sino pecados. Contempla el mundo con ojos invidentes y da alaridos al ver sus propias proyecciones alzarse para arremeter contra la miserable parodia que es su vida. Desea vivir, sin embargo, anhela estar muerta. Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda esperanza. Desea escapar, sin embargo, no puede ni siquiera concebirlo, pues ve pecado por doquier.

5. La mente que no perdona vive desesperada, sin la menor esperanza de que el futuro pueda ofrecerle nada que no sea desesperación. Ve sus juicios con respecto al mundo, no obstante, como algo irreversible, sin darse cuenta de que se ha condenado a sí misma a esta desesperación. No cree que pueda cambiar, pues lo que ve da testimonio de que sus juicios son acertados. No pregunta, pues cree saber. No cuestiona, convencida de que tiene razón.

6. El perdón es algo que se adquiere. No es algo inherente a la mente, la cual no puede pecar. Del mismo modo en que el pecado es una idea que te enseñaste a ti mismo, así el perdón es algo que tiene que aprender, no de ti mismo, sino del Maestro que representa tu otro Ser. A través de Él aprendes a perdonar al ser que crees haber hecho, y dejas que desaparezca. Así es como le devuelves tu mente en su totalidad a Aquel que es tu Ser y que jamás puede pecar.

7. Cada mente que no perdona te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma. Cada una de ellas está esperando a liberarse del infierno a través de ti, y se dirige a ti implorando el Cielo aquí y ahora. No tiene esperanzas, pero tú te conviertes en su esperanza. Y al convertirte en su esperanza, te vuelves la tuya propia. La mente que no perdona tiene que aprender, mediante tu perdón, que se ha salvado del infierno. Y a medida que enseñes salvación, aprenderás lo que es. Sin embargo, todo cuanto enseñes y todo cuanto aprendas no procederá de ti, sino del Maestro que se te dio para que te mostrase el camino.

8. Nuestra práctica de hoy consiste en aprender a perdonar. Si estás dispuesto, hoy puedes aprender a aceptar la llave de la felicidad y a usarla en beneficio propio. Dedicaremos diez minutos por la mañana y otros diez por la noche a aprender cómo otorgar perdón y también cómo recibirlo.

9. La mente que no perdona no cree que dar y recibir sean lo mismo. Hoy trataremos, no obstante, de aprender que son uno y lo mismo practicando el perdón con alguien a quien consideras un enemigo, así como con alguien a quien consideras un amigo. Y a medida que aprendas a verlos a ambos como uno solo, extenderemos la lección hasta ti y veremos que su escape supone el tuyo.

10. Comienza las sesiones de práctica más largas pensando en alguien que no te cae bien, alguien que parece irritarte y con quien lamentarías haberte encontrado; alguien a quien detestas vehementemente o que simplemente tratas de ignorar. La forma en que tu hostilidad se manifiesta es irrelevante. Probablemente ya sabes de quién se trata. Ese mismo vale.

11. Cierra ahora los ojos y, visualizándolo en tu mente, contémplalo por un rato. Trata de percibir algún atisbo de luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías notado. Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad brillando a través de la desagradable imagen que de él has formado. Continúa contemplando esa imagen hasta que veas luz en alguna parte de ella, y trata entonces de que esa luz se expanda hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso.

12. Contempla esta nueva percepción por un rato, y luego trae a la mente la imagen de alguien a quien consideras un amigo. Trata de transferirle a éste la luz que aprendiste a ver en torno de quien antes fuera tu "enemigo". Percíbelo ahora como algo más que un amigo, pues en esa luz su santidad te muestra a tu salvador, salvado y salvando, sano e íntegro.

13. Permite entonces que él te ofrezca la luz que ves en él, y deja que tu "enemigo" y tu amigo se unan para bendecirte con lo que tú les diste. Ahora eres uno con ellos, tal como ellos son uno contigo. Ahora te has perdonado a ti mismo. No te olvides a lo largo del día del papel que juega la salvación en brindar felicidad a todas las mentes que no perdonan, incluyendo la tuya. Cada vez que el reloj dé la hora, di para tus adentros:

El perdón es la llave de la felicidad.
Despertaré del sueño de que soy mortal, falible y lleno de pecado, 
y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios.




Propósito: 
Aprender a dar el perdón y ver que, cuando lo das, tú recibes perdón.

Comentario:
Cuanto más estudio el Curso más sentido tiene esta lección para mí. La primera vez que la leí, me pareció poco probable que el perdón fuese la llave de la felicidad. Podía ver que era una llave pero no la llave. Cuando la explicación del Curso acerca de la raíz de todos nuestros problemas empezó a meterse en mi mente, empecé a ver que de un modo u otro, la falta de perdón estaba detrás de cada problema. Luego empezó a tener sentido que el perdón los solucionaría todos ellos.

Mira a la letanía de males que abarca esta descripción de “la mente que no perdona”:

Miedo.
Un modo de pensar estrecho y cerrado que no deja espacio para que el amor crezca y se desarrolle.
Tristeza, sufrimiento, duda, confusión, ira.
Los pares contradictorios de miedos, para mí el más claro es “miedo de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio”.
La deformación de la visión que resulta de la falta de perdón, que no nos deja ver los errores como lo que son y, en su lugar, ve pecados.
El terror alucinante de nuestras propias proyecciones.

Me reconozco a mí mismo, o por lo menos recuerdos de mí, en tantas de estas frases: “Desea vivir, sin embargo, anhela estar muerta. Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda esperanza” . Yo me he sentido así. Estos párrafos nos describen a todos nosotros. Pienso que si alguien no se reconoce aquí en algunas cosas, no esta siendo honesto consigo mismo. Y el pensamiento más horrible de todos es éste: “No cree que pueda cambiar” (5:3). ¿No has sentido ese miedo en tu propio corazón alguna que otra vez? Yo sé que lo he sentido.

Cuando reconocemos que estas descripciones son adecuadas acerca de nosotros, que nos encontramos en uno u otro de estos estados mentales, la misma palabra “perdón” suena como un oasis en el desierto de Sahara. Fresca, calmante y refrescante. Como se nos decía en la Lección 79, tenemos que reconocer el problema antes de darnos cuenta de cuál es la solución.

“El perdón es algo que se adquiere. No es algo inherente a la mente”. Esto afirma un principio fundamental que explica mucho de los métodos del Curso, y explica por qué es necesaria alguna forma de transición entre dónde pensamos que estamos y dónde estamos ya en realidad. Si ya somos perfectos, tal como Dios nos creó, ¿por qué tenemos que aprender algo? Porque la solución al problema de la culpa es el perdón, y el perdón no era parte de nuestra mente tal como Dios la creó. No había necesidad de perdón. Sin pensamientos de pecado, la idea del perdón no tiene significado. Debido a que nos enseñamos a nosotros mismos la idea de pecado, ahora se nos tiene que enseñar el antídoto: el perdón. El perdón tiene que ser aprendido.

Pero la mente que no perdona no puede enseñarse a sí misma el perdón. Cree en la realidad del pecado, y con esa base el perdón es imposible. Todo lo que ve en el mundo demuestra que “todos sus pecados son reales”. Atrapados en la falta de perdón, estamos convencidos de que nuestra percepción de las cosas es correcta. No la ponemos en duda. Desde esa perspectiva no hay manera de que nuestra mente pueda siquiera imaginar el verdadero perdón. Por eso necesitamos al Espíritu Santo “Maestro que representa a tu otro Ser”. Tiene que haber un “Poder más elevado” Que representa un modo de pensar diferente. La fuente de nuestra salvación tiene que estar fuera del modo de pensar del ego, aparte de él, limpio de él. Y eso es Él.

Él nos enseña a perdonar y, por medio del perdón, se Le devuelve nuestra mente a nuestro Ser, Que “jamás puede pecar”. Cada persona “fuera” de nosotros, cada representante de esa multitud de mentes que no perdonan, “te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma”. Nuestros hermanos y hermanas, que manifiestan su ego llenos de miedo, dolor, y de la agitación y confusión del mundo, hablándonos con brusquedad desde su terror, son nuestros salvadores. Al perdonarles a ellos, nos perdonamos a nosotros mismos. Cuando enseñamos la salvación, la aprendemos. Al liberar a otros del infierno, nos liberamos a nosotros mismos. Al dar, recibimos.

De esto trata el Curso. Al practicar hoy, que nos demos cuenta de que nos estamos dedicando al ejercicio más importante del Curso, estamos aprendiendo “la llave de la felicidad”. Y no pensemos que ya sabemos lo que es el perdón, vengamos con humildad, preparados para que nos enseñe Uno Que sabe.























domingo, 28 de abril de 2024

Lección 120 Repaso

 






Para los repasos de mañana y noche:

(109) Descanso en Dios.

Hoy descanso en Dios y dejo que Él obre en mí y a través de mí, mientras descanso en Él en silencio y con absoluta certeza.


(110) Soy tal como Dios me creó.

Soy el Hijo de Dios.
Hoy dejo a un lado todas las enfermizas ilusiones que albergo acerca de mí mismo y dejo que mi Padre me diga quién soy.


A la hora en punto:
Descanso en Dios.

Media hora más tarde:
Soy tal como Dios me creó.




Nuestra revisión termina con el feliz pensamiento de que, a pesar de "todas las ilusiones enfermas de mí mismo" y del mundo, nunca he dejado de descansar en Dios. Su Voz se convierte en la única voz que escucho, y Su Amor me guía suavemente a través del día. Permanezco en reposo, "en silencio y en perfecta certeza", porque recuerdo que soy como Dios me creó, y nada en el mundo puede cambiar lo inmutable en mi mente.



Comentario:
De vez en cuando recuerdo a mi profesor de inglés del instituto y estoy contento de que me enseñara a hacer esquemas de las frases. Me doy cuenta de que estoy fijándome en las partes principales de una frase, como ésta: “Descanso en Dios y dejo que Él obre en mí… mientras descanso…” (1:2). Para mí, hoy, lo que dice es que me relaje y confíe en el proceso. Únicamente “abandonar todo y dejárselo a Dios”, como dice el refrán. El domingo es un “día de descanso” en la tradición cristiana, y para la mayoría de nosotros es un día adecuado para practicar el descanso (más que otros días). De vez en cuando es beneficioso tomarse un día, y de manera consciente hacer que sea un día de descanso para ti. Eso no quiere decir que no puedas hacer algo productivo, pero si lo haces, que sea porque te gusta hacerlo, porque quieres hacerlo.

Hoy quiero recordar la paz.

A veces me preocupo tanto que no lo consigo. Toco las heridas de mi mente que está sanando, y me pregunto cuándo sanarán por completo. Me preocupo por pequeñeces y me pregunto qué más puedo hacer para que el proceso de sanación se acelere. Estoy intentando acelerar el proceso de sanación. Preocuparse empeora las cosas. De lo que se me está curando es de la preocupación. Por eso, que hoy yo descanse. ¡Ahhh!

Mientras descanso, mi Padre me dice Quién soy realmente. “El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena” (T.23.I.1:1). Cuando me permito a mí mismo descansar en el espíritu, encuentro un cimiento sólido, la morada de mi Ser, tal como Dios me creó. Estoy bien. La agitación por la que me preocupo tanto no es más que “una enfermiza ilusión que albergo acerca de mí mismo”. Lo que soy está bien, y no necesito protegerlo. Estoy en casa.













































sábado, 27 de abril de 2024

Lección 119 Repaso

 






Para los repasos de mañana y noche:

(107) La verdad corregirá todos los errores de mi mente.

Me equivoco al pensar que hay algo que pueda hacerme daño.
Soy el Hijo de Dios, Cuyo Ser descansa a salvo en la Mente de Dios.


(108) Dar y recibir son en verdad lo mismo.

Hoy lo perdonaré todo, para así poder aprender a aceptar la verdad acerca de mí, y llegar a reconocer mi impecabilidad.


A la hora en punto:
La verdad corregirá todos los errores de mi mente.

Media hora más tarde:
Dar y recibir son en verdad lo mismo.



Una y otra vez Jesús nos recuerda que a través de nuestro perdón, de los demás y de nosotros mismos, despertaremos de los sueños de pesadilla de pecado y culpabilidad a la gloriosa verdad de nuestro Ser: el Hijo de Dios que descansa seguro en la Mente de Su Creador.



Comentario:
La primera idea habla de la corrección del error. Las dos frases explicativas que la siguen hablan de un nivel muy elevado, que definen el “error” como cualquier pensamiento de que algo pueda hacerme daño. Lo que soy es espíritu. El espíritu es eterno y no puede cambiar, creado por Dios a Su semejanza. Según la definición del Curso, lo que puede sufrir o ser dañado no es real. Eso incluye nuestro cuerpo, nuestra mente que puede ser herida, todo lo que vemos en el universo físico; todo ello tiene un final. La Introducción al Texto dice: “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Lo que estoy aprendiendo es que mi ser no puede ser amenazado, la eterna seguridad de mi Ser que descansa en la Mente de Dios.

Estamos pasando por un suave y continuo proceso de desengancharnos de nuestra identificación con lo pasajero. Lo que somos en verdad no muere. Hemos soñado un sueño, y tontamente hemos creído que nosotros somos el sueño. No somos el sueño, somos el soñador (el Texto habla largo y tendido de esto en el Capítulo 27, secciones VII y VIII). El Espíritu Santo nos alivia por medio de una fase de transformación, cambiando nuestro sueño aterrador en un sueño feliz, para que podamos despertar suavemente y alegremente, nunca más asustados por los terrores de la noche.

¿Cómo vamos a cambiar nuestro sueño? Es un salto demasiado grande pasar de un estado donde el dolor, el sufrimiento y la muerte son realidades para nosotros, a una consciencia de nuestra naturaleza eterna. Por eso la segunda idea habla de los medios con los que podemos empezar a cambiar dulcemente al sueño feliz: el perdón. Llegamos a reconocer nuestra inocencia, y de este modo nuestro Ser, al perdonar todo a nuestro alrededor. Tenemos que aprender a aceptar la verdad acerca de nosotros, y lo hacemos al aprender a mirar más allá del error en otros, hasta que empezamos a darnos cuenta de que lo que hay debajo de los errores de otros es Algo que compartimos con ellos. Nos encontramos a nosotros mismos en nuestros hermanos y hermanas por medio del perdón. Lo que hemos aprendido a dar a otros se nos ha dado a nosotros, todo el tiempo. Despertamos al despertar a otros. Enseñamos paz para aprenderla. En la bondad y misericordia hacia otros, entramos en el corazón bondadoso y compasivo de Dios.




































viernes, 26 de abril de 2024

Lección 118 Repaso

 






Para los repasos de mañana y noche:

(105) Mías son la paz y la dicha de Dios.

Hoy aceptaré la paz y la dicha de Dios en grato intercambio por todos los sustitutos de la felicidad y de la paz que yo mismo inventé.


(106) Ayúdame a aquietarme y escuchar la verdad.

Que mi débil voz se acalle, para poder oír así la poderosa Voz de la Verdad Misma asegurarme que yo soy el perfecto Hijo de Dios.


 A la hora en punto:
Mías son la paz y la dicha de Dios.

Media hora más tarde:
Ayúdame  aquietarme y escuchar la verdad.



Acepto felizmente la paz y la alegría de Dios en la medida en que dejo de lado mi débil voz que sólo habla de separación, especialidad y muerte. Ahora oigo la poderosa Voz de la Verdad recordándome que soy el Hijo de Dios, perfecto como Él es perfecto, y en ese recuerdo por fin estoy en paz.




Comentario:
Los substitutos que me he inventado son lo que me impide aceptar la paz y la dicha de Dios. Ya tengo la paz y la dicha de Dios, pero mi ego ha decidido que no son suficientes. Como el Curso dice, quiero “más que lo que lo es todo” (T.29.VII.2:3), mi propia plenitud no es suficiente. La sección del Texto dice realmente que buscar “más que lo que lo es todo” lo demuestra el hecho de que estoy en este mundo. “No hay nadie que venga aquí que no abrigue alguna esperanza, alguna ilusión persistente o algún sueño de que hay algo fuera de sí mismo que le puede brindar paz y felicidad” (T.29.VII.2:1). “La felicidad y la paz” es lo que estoy buscando, pero fuera de mí mismo. He negado que están dentro de mí, donde Dios las puso.

Para encontrar la paz y la dicha que están dentro de mí y son mías, tengo que “cambiar” todos los substitutos que me he inventado. Tengo que dejar de buscar la felicidad fuera de mí mismo. Según mi experiencia, eso no es fácil. Parece suceder poco a poco, con el paso del tiempo. Poco a poco aprendemos que lo que estamos buscando en el mundo no está ahí, no de manera que dure. Al mismo tiempo, poco a poco, empezamos a tener pequeñas experiencias de nuestra dicha y paz internas. Cuando empezamos a comparar las dos experiencias, resulta muy claro que la paz y la dicha de nuestro interior son mucho más seguras y satisfactorias que lo que procede de fuera. Puede que por un tiempo intentemos tener las dos, pero no funciona. Finalmente las abandonaremos, y regresaremos a los brazos de Dios. Finalmente aceptaremos la paz y la dicha de Dios.

Mi voz sigue intentando decir cómo deberían ser las cosas: buscar la felicidad fuera de nosotros. Básicamente, el Curso nos dice que dejemos de escuchar nuestro propio consejo: “Renuncia ahora a ser tu propio maestro” (T.12.V.8:3). Tenemos que dejar de pensar que tenemos el control, que sabemos lo que hay que hacer y lo que se necesita, y tenemos que aprender a escuchar. Como una persona que se está ahogando, nuestros propios esfuerzos para salvarnos a nosotros mismos son el mayor obstáculo para nuestro Salvador. Necesitamos confiar en Él, relajarnos y dejarnos llevar.

El mejor modo que conozco de hacer esto es practicarlo. Simplemente sentarse durante cinco, diez, quince minutos (lo que pida la lección, lo que nos parezca bien) y, después de repasar la idea del día por un momento, sólo aquietarnos y permanecer en silencio. Muchos días parece enormemente difícil aquietarme y estar en silencio. En el instante en que lo intento, mi mente empieza a recordarme cosas: “No olvides hacer esa llamada de teléfono. Necesitas yogur del supermercado. ¿Qué vas a hacer acerca de tu relación con...? Esta semana no has hecho la colada. Tienes exceso de peso y te vas a morir”. Respiro profundamente. Una y otra vez, sigo respirando lenta y profundamente. Repito las palabras de la lección: “Que me aquiete y escuche la verdad”. O digo al Espíritu Santo: “¡Ayúdame!” Dejo que los pensamientos vengan y se vayan. Me hago a un lado, los observo, e intento no dejarme arrastrar por ellos. Y escucho, quizá me lleguen algunas palabras de mi Maestro. Y a veces, me llegan. A veces me quedo muy quieto, y el parloteo de mis pensamientos se calma, si no completamente por lo menos a un
murmullo apagado de fondo, como un montón de gente a la que no presto atención en un restaurante abarrotado. Practico aquietarme y escuchar. No sé tú, pero pienso que es un ejercicio que merece la pena hacerlo. A veces, incluso me sostiene durante el día, y me encuentro escuchando Su Voz y no a mí mismo a lo largo del día. Y de eso se trata.

















































jueves, 25 de abril de 2024

Lección 117 Repaso

 





Para los repasos de mañana y noche:

(103) Dios, al ser Amor, es también felicidad.

Quiero recordar que el amor es felicidad y que nada más me puede hacer feliz.
Elijo, por lo tanto, no abrigar ningún sustituto para el amor.


(104) Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.

EI amor, al igual que la dicha, constituyen mi patrimonio.
Éstos son los regalos que mi Padre me dio.
Aceptaré todo lo que en verdad me pertenece.


 A la hora en punto:
Dios, al ser Amor, es también felicidad.

Media hora más tarde:
Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.



Ya que el Amor de Dios es todo lo que hay, ¿por qué buscaría otra cosa? Hacerlo me condena a una vida de frustración, depresión y dolor. Yo elijo, en cambio, la alegría que acompaña a la aceptación del amor que sólo es mío, la herencia que nuestro Padre amoroso nos ha dado.


Comentario:
“Quiero recordar que el amor es felicidad y que nada más me puede hacer feliz”. Una de las cosas que con el tiempo me ha convencido de la verdad del Curso es esta misma experiencia: soy más feliz cuando estoy amando. No quiero sólo decir “soy feliz cuando estoy enamorado”, en el sentido romántico de la palabra, aunque eso tampoco está excluido. Cuando el amor fluye a través de mí, ya sea en una relación cercana e íntima o en algo más “distante” (sentado aquí y escribiendo estas notas y pensando en todos vosotros, por ejemplo), soy feliz. Amar me hace feliz. No, más que eso: “El amor es felicidad”.

(Barry Kaufman escribió un libro maravilloso titulado Amar Es Ser Feliz Con. Siempre he pensado que es un título muy profundo).

Por otra parte, el enfado es sufrimiento. Si pienso acerca de cómo me siento cuando estoy enfadado, me daré cuenta de que no me gusta cómo me siento. El Curso habla mucho de ideas y de cambiar nuestra mente, a menudo el cambio de mente es una decisión sobre los sentimientos: “Puedes empezar a cambiar de parecer con lo siguiente: Por lo menos puedo decidir que no me gusta cómo me estoy sintiendo ahora” (T.30.I.8:1-2). Los sentimientos pueden ser muy útiles cuando pensamos en ellos, y usarlos como motivadores para cambiar nuestra mente. El enfado me hace sufrir, amar me hace feliz. Por lo tanto, quiero elegir amar. ¿Es eso prestar atención a los sentimientos, o es lógica? ¿O los dos? Sea lo que sea, funciona.

He dicho que darme cuenta de que el amor y la felicidad van juntos, me ha convencido de que el Curso es verdad. Aquí está la razón. El Curso dice que somos completamente amorosos y completamente merecedores de ser amados. Dice: “Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres” (T.6.I.13:2). A veces no siento que soy amor. Sin embargo, si cuando amo soy feliz, el amor debe ser mi voluntad, tiene que ser mi naturaleza. ¿Qué es la felicidad, excepto la libertad de ser yo mismo y de hacer realidad mi naturaleza? Si soy feliz cuando amo, entonces tengo que ser amor.

Esto es lo que significa esta frase: “El amor, al igual que la dicha, constituyen mi patrimonio”. Mi herencia. Mi naturaleza. Lo que yo soy. El amor me pertenece en verdad, y con él la felicidad, ya que son lo mismo.

Hoy, tan a menudo como pueda, me propongo recordarme a mí mismo: “El amor es felicidad”. Y luego en ese momento, ser simplemente el amor que yo soy. Si quiero ser feliz siempre, que sea amoroso siempre. ¡Y feliz! ¡Oh, qué felicidad y alegría cuando el corazón se abre y deja salir el amor! Que hoy no me cause dolor a mí mismo al no dejarlo manifestarse. ¡Que Dios os bendiga a todos!





































miércoles, 24 de abril de 2024

Lección 116 Repaso

 






Para los repasos de mañana y noche:

(101) La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
Lo único que me puede hacer sufrir es la creencia de que hay otra voluntad aparte de la Suya.


(102) Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.

Comparto lo que la Voluntad de mi Padre dispone para mí, Su Hijo.
Lo que Él me ha dado es lo único que quiero.
Lo que Él me ha dado es lo único que existe.


A la hora en punto:
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

Media hora más tarde:
Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.





Comentario:
En algún lugar de nuestra mente colectiva hay un mito obscuro y terrible. El mito significa que la Voluntad de Dios para nosotros es sufrimiento, sacrificio, la pérdida de todo lo que amamos, renunciar a todo lo que queremos por Su Reino. Según este mito hacer la Voluntad de Dios es una cosa sin alegría y sombría. En una de sus conferencias, Marianne Williamson lo describió así: “Creía que tendría que vestirme de gris el resto de mi vida”.

La Voluntad de Dios es felicidad. ¿Cómo puede el Amor querer menos que eso para nosotros? Cada ser humano, incluso los más mezquinos, quiere que sus seres amados sean felices. ¿Cómo hemos podido imaginar que Dios, Amor perfecto, quería algo distinto a la perfecta felicidad para nosotros?

Entonces, todo nuestro sufrimiento debe venir de la creencia de que hay alguna “otra” voluntad que se opone a la de Dios y quiere estropear nuestra felicidad. Quizá, secretamente sospechamos que esa voluntad es la nuestra. Si no, sabemos que “ellos” están ahí fuera en algún lugar, y que la tienen tomada con nosotros. Sin embargo, no hay “otra” voluntad. No hay un poder malvado acechando al universo y apuntando a nuestra destrucción. Sólo existe Dios.

Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz. No soy un incurable destructor de mí mismo, con un ramalazo obscuro e incomprensible contra Dios, contra el universo, y contra mí mismo, que me lleva sin remedio a la muerte. Mi verdadera voluntad es la de Dios, y yo quiero felicidad. “Mi voluntad es que haya luz”, como decía la lección 37. Su Voluntad es todo lo que realmente quiero.

El Curso habla mucho sobre los tenebrosos cimientos del ego que llevan a la muerte. Esas corrientes sombrías circulan por nuestra mente, deformando y corrompiendo nuestra experiencia en este mundo. Pero el Curso no nos deja ahí, sin esperanza. Trae el mensaje de que aunque el ego parece real, no es lo que nosotros somos. No tiene poder sobre nosotros, es una invención equivocada de nuestra mente. Y debido a que nosotros lo hicimos, podemos deshacerlo. Ya que lo elegimos, podemos elegir de nuevo. Si dejamos de tenerle miedo a esos rincones tenebrosos de nuestra mente y los miramos de frente, reconoceremos que no tienen fundamento. Más allá de ellos veremos a nuestro Ser. Veremos lo que esos obscuros cimientos han estado ocultando todo el tiempo: nuestro propio intenso y ardiente amor a Dios, y el Suyo a nosotros (ver T.13.III.2:8). Aquí, en el auténtico cimiento de nuestro Ser, queremos lo que Dios quiere y amamos lo que Dios ama.

Hoy, me permito descansar en el pensamiento feliz de que en el centro de mi ser hay un impulso irresistible hacia la verdad. Quizá no sienta “perfecta felicidad”, pero la sentiré. Tengo que sentirla porque lo más profundo de mi corazón lo quiere y se une a Dios en Su Voluntad, y no hay nada que pueda oponerse, nada real o con poder para oponerse.

“La Voluntad de Dios se hace sean cuales fueren tus reacciones a la Voz del Espíritu Santo, sea cual fuere la voz que elijas escuchar y sean cuales fueren los extraños pensamientos que te asalten”. (T.13.XI.5:3-4)

“Es imposible que no alcances el Cielo, pues Dios es algo seguro, y lo que Su Voluntad dispone es tan seguro como Él”. (T.13.XI.8:9)











































martes, 23 de abril de 2024

Lección 115 Repaso

 





Para los repasos de mañana y noche:

(99) La salvación es mi única función aquí.

Mi función aquí es perdonar al mundo por todos los errores que yo he cometido. Pues así me libero de ellos junto con él.


(100) Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.

Soy esencial en el plan de Dios para la salvación del mundo. Pues Él me dio Su plan para que yo salvara al mundo.


A la hora en punto:
La salvación es mi única función aquí.

Media hora más tarde:
Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.



Cuando elegimos perdonar, elegimos por nosotros mismos y por todo el mundo, porque ellos son uno. Así que cada uno de nosotros es esencial para el plan, porque cada uno de nosotros contiene el Todo.

Comentario:
Mi tarea es perdonar al mundo por todos mis errores. A menos que sepa algo acerca de las enseñanzas del Curso sobre la proyección, no tendré idea de lo que esto significa. Cada “pecado” que veo ahí fuera en el mundo (incluso los atentados terroristas) es, en cierto modo, una proyección de un juicio que he hecho acerca de mí mismo. Mi negativa a perdonar algo, o a verlo como una petición de amor que merece una respuesta de amor sanador, es un reflejo del grado en el que no me he perdonado a mí mismo. La forma que percibo “ahí fuera” puede cambiar, alterar y sufrir una transformación de mi propia forma de “pecado” para que yo no la reconozca. De hecho, en lo que al ego se refiere, cuanto menos se reconozca mejor. Pero el contenido es siempre el mismo. Puede que no ponga bombas a niños, pero si juzgo a aquellos que lo hacen como que no merecen perdón, estoy albergando una creencia en la venganza (que no me he perdonado a mí mismo), y mi juicio acerca de los terroristas es mi juicio acerca de mí mismo.

Por lo tanto, cuando libero al mundo de culpa, me he liberado a mí mismo.

Mi única función es perdonar. No es tener éxito en el mundo, ni cambiar algo, únicamente perdonar. Únicamente cuando acepto perdonar llego a la paz interna.

Hacer esto (mi parte en el perdón) es esencial para todo el proceso. Para que el mundo encuentre su completa inocencia, su falta de culpa, tengo que dejar de culparle yo. Hay personas a mi alrededor hoy que necesitan que se les quite la culpa de sus hombros y, para que así sea, me los encuentro. Puede parecer que estoy de negocios, comprando o vendiendo, enseñando, arreglando huesos rotos, o programando ordenadores, pero la verdadera razón por la que estoy aquí es para salvar al mundo, para perdonarlo y liberarlo de toda culpa.





































lunes, 22 de abril de 2024

Lección 114 Repaso

 





Para los repasos de mañana y noche:

(97) Soy espíritu.

Soy el Hijo de Dios. No hay cuerpo que pueda contener mi espíritu o imponerme una limitación que Dios no haya creado.


(98) Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.

¿Cuál podría ser mi función sino aceptar la Palabra de Dios, Quien me creó para ser lo que soy y lo que por siempre he de ser?


A la hora en punto:
Soy espíritu.

Media hora más tarde:
Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.




Así se nos recuerda Quiénes somos como espíritu. Este recuerdo viene cuando aceptamos nuestra función de perdón. No son tanto las palabras de las lecciones las que importan, sino la voluntad de pensar en ellas a lo largo del día. Es el pensamiento en nuestras mentes el que da importancia a las palabras -reflejando la Palabra de Dios- y esa es la esencia de estas revisiones.


Comentario:
“No hay cuerpo que pueda contener mi espíritu” o limitarlo. Muy a menudo, incluso cuando conectamos de algún modo con nuestra realidad espiritual, pensamos que somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual (como alguien dijo), sería más exacto pensar que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. La primera manera considera nuestra humanidad la única realidad, y lo espiritual algo que va y viene dentro de esa realidad. La segunda manera se da cuenta de que lo espiritual es nuestra realidad básica, y que la “experiencia” humana es algo que viene y va dentro de esa realidad. “Soy espíritu”. Eso es lo que soy. La experiencia de que soy un ser humano en un cuerpo es una cosa temporal y pasajera. No cambia lo que soy, y no puede limitar lo que verdaderamente soy, aunque parece que me limita debido a que creo en la limitación.

El valor de cosas tales como las experiencias psíquicas o paranormales está en el grado en que nos ayudan a darnos cuenta de que los límites bajo los cuales nos movemos habitualmente no son firmes ni rígidos. Las mentes están verdaderamente unidas, el tiempo y el espacio no son límites absolutos, y así sucesivamente. Todos tenemos muchas habilidades de las que no somos conscientes (ver M.25.21:3), porque no somos cuerpo sino espíritu. Ir más allá de estos límites, mientras parece supernatural desde la perspectiva del cuerpo, es verdaderamente natural; “los límites son lo que no es natural” (ver M.25.2:7-8). Cualquier cosa que rompa nuestra ilusión de estar limitados al cuerpo, y que haga esa ilusión menos sólida, es útil, siempre que usemos esas experiencias o poderes bajo la dirección del Espíritu Santo. Las experiencias y los poderes no son objetivos en sí mismos.

Nuestro propósito principal no es desarrollar habilidades paranormales, sino llevar a cabo nuestro papel en el plan de Dios para la salvación, que es sencillamente aceptar Su Palabra acerca de “lo que soy y lo que por siempre he de ser”. En otras palabras, espíritu completo, santo y eterno. Date cuenta de que: mi función, mi parte en el plan, es aceptar la verdad acerca de lo que soy. Puede parecer que eso no tiene nada que ver con nadie más, pero tiene todo que ver con todos los demás, porque lo que soy es parte de todos y todos son parte de mí. Mi ilusión es la de que estoy separado, la verdad es que todos somos uno. Aceptar la verdad acerca de mí es aceptar que tú eres parte de mí, y nosotros juntos parte de Dios. Eso conlleva perdonarte, perdonar al mundo y perdonar a Dios. Aceptar la Expiación para mí mismo significa extender la Expiación a todos a mi alrededor, no puedo encontrar mi Ser si te excluyo a ti. Para aceptar la plenitud de mi Ser y mi propio poder creativo, debo dejar de verme a mí mismo como víctima
de algo o de alguien, porque ésa no es la verdad de lo que yo soy. Para aceptar mi santidad sin mancha, debo dejar de culparte de cualquier cosa y darme cuenta de que únicamente mis propios pensamientos pueden afectarme.

Hoy, quiero relajarme y abandonar los límites del cuerpo. Miraré a los límites en los que creo y me recordaré a mí mismo que no son reales. Dejaré de darle “valor a lo que no lo tiene” (L.133, encabezamiento) y abandonaré mi inversión en mi cuerpo. Lo cuidaré como a cualquier posesión que me sea útil, pero intentaré, al menos un poco, deshacer mi apego a él y mi sensación de identidad con él. El cuerpo morirá, dejará de existir; pero yo no, pues yo soy espíritu. Quiero aceptar esta realidad acerca de mí porque éste es mi papel en el plan de Dios para la salvación.

















































Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...