viernes, 3 de mayo de 2024

Lección 124 Que no me olvide de que soy uno con Dios.

 








1. Hoy volvemos a dar gracias de que nuestra Identidad se encuentre en Dios. Nuestro hogar está a salvo; nuestra protección garantizada en todo lo que hacemos, y tenemos a nuestra disposición el poder y la fuerza para llevar a cabo todo cuanto emprendamos. No podemos fracasar en nada. Todo lo que tocamos adquiere un brillante resplandor que bendice y que sana. En unión con Dios y con el universo seguimos adelante llenos de regocijo, teniendo presente el pensamiento de que Dios Mismo va con nosotros a todas partes.
2. ¡Cuán santas son nuestras mentes!. Todo cuanto vemos refleja la santidad de la mente que es una con Dios y consigo misma. ¡Cuán fácilmente desaparecen los errores y la muerte da paso a la vida eterna! Nuestras luminosas huellas señalan el camino a la verdad, pues Dios es nuestro Compañero en nuestro breve recorrido por el mundo. Y aquellos que vienen para seguirnos reconocerán el camino porque la luz que nos acompaña se rezaga; si bien, no se separa de nosotros según seguimos adelante.

3. Lo que recibimos es el eterno regalo que hemos de dar a aquellos que han de venir después, así como a los que vinieron antes o a los que estuvieron con nosotros por algún tiempo. Y Dios, que nos ama a todos con el amor equitativo con el que fuimos creados, nos sonríe y nos ofrece la felicidad que dimos.

4. Hoy no pondremos en duda Su Amor por nosotros, ni cuestionaremos Su protección ni Su cuidado Ninguna absurda ansiedad podrá venir a interponerse entre nuestra fe y nuestra conciencia de Su Presencia. Hoy somos uno con Él en reconocimiento y en recuerdo. Lo sentimos en nuestros corazones. Sus Pensamientos se encuentran en nuestras mentes y nuestros ojos ven Su hermosura en todo cuanto contemplamos. Hoy vemos únicamente lo amoroso y lo que es digno de amor.

5. Lo vemos en lo que aparenta ser doloroso, y el dolor da paso a la paz. Lo vemos en los que están desesperados; en los tristes y en los compungidos, en los que creen estar solos y amedrentados y a todos se les devuelve la tranquilidad y la paz interior en la que fueron creados. Y lo vemos igualmente en los moribundos y en los muertos, restituyéndolos así a la vida. Y podemos ver todo esto porque primero lo vimos en nosotros mismos.

6. A aquellos que saben que son uno con Dios jamás se les puede negar ningún milagro. Ni uno solo de sus pensamientos carece del poder de sanar toda forma de sufrimiento en cualquier persona, sea ésta de tiempos pasados o aún por venir, y de hacerlo tan fácilmente como en las que ahora caminan a su lado. Sus pensamientos son intemporales, y no tienen nada que ver con el tiempo ni con la distancia.

7. Nos unimos a esta conciencia al decir que somos uno con Dios. Pues con estas palabras afirmamos también que estamos sanos y salvos, y que podemos salvar y sanar. Ahora queremos dar lo que hemos recibido. Pues queremos conservar los regalos que nuestro Padre nos dio. Hoy deseamos tener la experiencia de que somos uno con Él, de modo que el mundo pueda compartir con nosotros nuestro reconocimiento de la realidad. Al nosotros tener esta experiencia el mundo se libera. Y al negar que estamos separados de nuestro Padre, el mundo sana junto con nosotros.

8. ¡Que la paz sea contigo hoy! Asegura tu paz practicando la conciencia de que eres uno con tu Creador, tal como Él es uno contigo. En algún punto hoy, cuando te parezca más conveniente, dedica media hora al pensamiento de que eres uno con Dios. Ésta es la primera vez que intentamos llevar a cabo una sesión prolongada para la cual no se establecen reglas ni se sugieren palabras especiales con las que dirigir la meditación. Hoy confiaremos en que la Voz de Dios nos hablará cuando lo crea oportuno, seguros de que no habrá de fallar. Mora en Él durante esa media hora. Él se encargará del resto.

9. ¡El beneficio que ello te ha de aportar no será menor porque creas que no está pasando nada. Quizá no estés listo hoy para aceptar estas ganancias. Pero en algún punto y en algún lugar, llegarán a tu conciencia, y no podrás sino reconocerlas cuando afloren con certeza en tu mente. Esta media hora estará enmarcada en oro, y cada minuto será como un diamante incrustado alrededor del espejo que este ejercicio te ofrece. Y verás en él la faz de Cristo, reflejando la tuya.

10. Tal vez hoy, tal vez mañana, veas tu propia transfiguración en el espejo que esta santa media hora te presenta para que te mires en él. Cuando estés listo, la encontrarás allí, en tu mente, en espera de ser hallada. Recordarás entonces el pensamiento al que dedicaste esta media hora, y lleno de agradecimiento te darás cuenta de que jamás habrías podido invertir mejor el tiempo.

11. Tal vez hoy, tal vez mañana, mires en ese espejo y comprendas que la inmaculada luz que ves emana de ti; que la hermosura que en él contemplas es la tuya propia. Considera esta media hora como el regalo que le haces a Dios, con la certeza de que lo que Él te dará a cambio será una sensación de amor que sobrepasa tu entendimiento; una dicha tan profunda que excede tu comprensión y una visión tan santa que los ojos del cuerpo no la pueden ver. Sin embargo, puedes estar seguro de que algún día, tal vez hoy, tal vez mañana, entenderás, comprenderás y verás.

12. Añade más gemas al marco dorado que rodea al espejo que hoy se te ofrece repitiendo cada hora para tus adentros:

Que no me olvide de que soy uno con Dios, en unión con todos mis hermanos y con mi Ser, en eterna paz y santidad.




Propósito: 
Practicar y sentir la idea de que eres uno con Dios y de ese modo mantener tu propia paz y también liberar al mundo. Hoy es un punto decisivo en el Libro de Ejercicios, tu primera sesión de media hora de práctica, y también la primera práctica larga en la que no se te dan instrucciones y se te deja hacerla por tu cuenta (un adelanto de lo que está por llegar). La práctica se está intensificando (haciéndose más larga y menos estructurada).

Comentario:
Esta lección tiene una visión muy elevada, procede de un elevado estado mental. Básicamente, en la primera parte de la lección parece dar por sentado que ya estamos iluminados. Y por supuesto, desde la perspectiva de este estado mental, lo estamos. “La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio” (L.188.1:4). Si no es un cambio, entonces la iluminación significa que siempre lo estamos. Entonces, esta lección está simplemente afirmando la verdad acerca de nosotros, la verdad que nos hemos ocultado a nosotros mismos.

Un ejercicio que es muy provechoso es orar, dar gracias a Dios por la verdad tal como Él la ve, la verdad sobre nosotros tal como Él nos ve. Toma un párrafo de esta lección (o la lección entera) y conviértela en acción de gracias, expresando con palabras tu agradecimiento mientras lees. Por ejemplo, del segundo párrafo, yo podría decir:
¡Gracias por la santidad de nuestra mente! Gracias porque todo lo que veo refleja la santidad de mi mente, que es una Contigo, y una consigo misma. Gracias por ser mi Compañero en mi breve recorrido por el mundo, gracias por el privilegio de dejar detrás luminosas huellas que señalan el camino a la verdad a aquellos que me siguen.

Ésta es nuestra tarea, la razón por la que estamos aquí. Quizá la mayor parte del tiempo no recordamos nuestra Identidad en Dios. Mayor razón para dedicar un día a recordar, para recordárnoslo a nosotros mismos. Podemos entender esta lección como una descripción de un maestro avanzado de Dios. Dondequiera que va, deja la luz detrás para iluminar el camino a otros. El maestro camina siendo consciente de la Presencia de Dios todo el tiempo. Siente a Dios dentro. Los pensamientos de Dios llenan su mente, y ve únicamente lo amoroso y lo que merece amor. Este maestro de Dios sana a las personas del pasado, del presente y del futuro, y de cualquier lugar.

Entra en ese estado mental, corazón mío. Sé el Cristo, ignora todos los obstáculos que la mente levanta contra ello. Practica la consciencia de la unidad con Dios.

En la última parte de la lección está claro que el autor no se ha vuelto loco ni está viviendo en un mundo de sueños. Él sabe muy bien que podemos sentarnos durante media hora y levantarnos pensando que no ha sucedido nada. Sabe que, para la mayoría de nosotros, aquello de lo que habla está tan lejos de nuestra consciencia que podemos dedicar treinta minutos a intentar reconocerlo y no encontrar ni una pizca de ello. No Le importa porque, desde donde Él está y la manera en que Él ve, sabe con total seguridad que lo que está diciendo sobre nosotros es verdad. Y nos dice que no dejemos que nos preocupe:

“Quizá no estés listo hoy para aceptar estas ganancias. Pero en algún punto y en algún lugar, llegarán a tu conciencia, y no podrás sino reconocerlas cuando afloren con certeza en tu mente”.

Aunque no sintamos nada, Él nos dice: “jamás habrías podido invertir mejor el tiempo”.

La práctica de hoy de media hora que se dedica a recordar la unidad es poco corriente en el Libro de Ejercicios. La rutina vuelve a dos sesiones de quince minutos, o tres sesiones de diez minutos, en los próximos días. Pero lo que verdaderamente es más importante es la falta de “reglas (y) palabras especiales con las que dirigir la meditación”. Hoy nos deja a nuestro aire. Si hemos estado haciendo todos los ejercicios, tendremos una idea bastante buena de alguna de las “técnicas” que podemos querer utilizar, y podemos usar cualquiera de ellas, o lo que se nos ocurra. Realmente no nos está dejando “a nuestro aire”, nos está dejando en manos de “la Voz de Dios”, nuestro Guía interno. Pregunta cómo pasar esta media hora de meditación, y escucha lo que te llegue.

“Mora en Él durante esa media hora. Él se encargará del resto”.

“Puedes estar seguro de que algún día, tal vez hoy, tal vez mañana, entenderás, comprenderás y verás”.





























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