jueves, 29 de febrero de 2024

Lección 61 "Yo Soy La Luz del mundo"






1. ¿Quién es la luz del mundo sino el Hijo de Dios? Por lo tanto, esto no es más que una afirmación de la verdad acerca de ti. Es lo opuesto a una afirmación de orgullo, de arrogancia o de autoengaño. No describe el concepto de ti mismo que tú has forjado. No se refiere a ninguna de las características con las que has dotado a tus ídolos. Se refiere a ti tal como fuiste creado, por Dios. Expresa simplemente la verdad.

2. Para el ego la idea de hoy es el epítome de la autoglorificación. Pero el ego no sabe lo que es la humildad y la confunde con la autodegradación. La humildad consiste en aceptar el papel que te corresponde en la salvación y en no aceptar ningún otro. No es humildad insistir que no puedes ser la luz del mundo si ésa es la función que Dios Mismo te asignó. Es sólo la arrogancia la que afirmaría que ésa no puede ser tu función, y la arrogancia es siempre cosa del ego.

3. La verdadera humildad requiere que aceptes la idea de hoy porque es la Voz de Dios la que te dice que es verdad. Éste es uno de los primeros pasos en el proceso de aceptar tu verdadera función en la tierra. Es un paso gigantesco que te conducirá al lugar que te corresponde ocupar en la salvación. 4Es una aseveración categórica de tu derecho a la salvación y un reconocimiento del poder que se te ha otorgado para salvar a otros.

4. Debes reflexionar hoy acerca de esta idea tan a menudo como puedas. Es la respuesta perfecta a todas las ilusiones y, por ende, a toda tentación. La idea de hoy lleva todas las imágenes que tú has forjado de ti mismo ante la verdad y te ayuda a seguir adelante en paz, sin agobios y seguro de tu propósito.

5. Hoy se deben llevar a cabo tantas sesiones de práctica como sea posible, aunque no es necesario que ninguna exceda uno o dos minutos de duración. Debes empezar cada sesión de práctica diciéndote a ti mismo:

Yo soy la luz del mundo.
Ésa es mi única función.
Por eso es por lo que estoy aquí.

Piensa entonces en estas afirmaciones por unos breves momentos, preferiblemente con los ojos cerrados si las circunstancias lo permiten. Deja que te vengan a la mente unas cuantos pensamientos afines y, si observas que tu mente se aparta del tema central, repite la idea de hoy para tus adentros.

6. Asegúrate de comenzar y finalizar el día con una sesión de práctica. De este modo, te despertarás reconociendo la verdad acerca de ti mismo, la reforzarás a lo largo del día y te irás a dormir reafirmando tu función y el único propósito que tienes aquí. Estas dos sesiones de práctica pueden ser más largas que las demás si te resultan útiles y deseas extenderlas.

7. La idea de hoy va mucho más allá de la mezquina opinión que el ego tiene de ti y de tu propósito. Como portador de la salvación que eres, esto es obviamente necesario. Éste es el primero de una serie de pasos gigantescos que vamos a dar durante las próximas semanas. Trata de empezar hoy a sentar las bases para estos avances. Tú eres la luz del mundo. Dios ha edificado Su plan para la salvación de Su Hijo sobre ti.




Propósito:
“Éste es uno de los primeros pasos en el proceso de aceptar tu verdadera función en la tierra”. Esta lección es una continuación de lo que comenzó en la Lección 37 (“Mi santidad bendice al mundo”), que contenía “los primeros destellos de tu verdadera función en el mundo, o, la razón por la que estás aquí” (L.37.1:1)

Comentario:
Probablemente, si te pareces a mí, la mayoría de los días no te sientes la luz del mundo. Algunos días me siento como el último rescoldo de la chimenea. Pero esta lección no habla acerca de cómo me siento, habla de lo que soy en verdad. “No se refiere a ninguna de las características con las que has dotado a tus ídolos. Se refiere a ti tal como fuiste creado por Dios”. No se refiere a quien yo pienso que soy, se refiere a mis características del diseño original, directamente de la mano del Creador. Según la enseñanza tradicional cristiana, Jesús es la luz del mundo y el resto de nosotros somos los ciegos que necesitan su luz. Decir “Yo soy la luz del mundo” puede parecer demasiado. Puede parecer arrogante, lleno de orgullo, incluso lleno de ego. Cuando Dios te ha hecho la luz del mundo, ¿Qué hay más arrogante que decir: “Lo siento, Jefe, te equivocas. Soy un pobre pecador”?

Tú y yo estamos aquí para ser conductores de la luz de Dios. Ser la luz del mundo es nuestra única función, y la única razón por la que estamos aquí. Somos portadores de la salvación, no hay otro modo de que la salvación venga al mundo excepto a través de nosotros, ¡a través de todos nosotros!

La lección pide nuestra aceptación y práctica de esta idea “uno de los primeros pasos en el proceso de aceptar tu verdadera función en la tierra”, “un paso gigantesco”, “una aseveración categórica de tu derecho a la salvación”. No es únicamente una lección más, ¡es cosa seria! Bajarte del tren del “pobre de mí, necesito que me salven” y subirte al tren de “portador de la salvación” puede ser un punto decisivo importante. La clave general de la idea se refleja en el viejo dicho de los años sesenta: ¿Eres parte del problema o de la solución?

Al principio puede parecer que esta idea pide demasiado de nosotros. “¿Quién, yo salvar al mundo? ¿Estás de broma? ¡Ni siquiera puedo salvarme a mí mismo!” Pero esa creencia sobre nosotros mismos es exactamente donde está nuestro problema. Intenta darle amor a alguien hoy y descubrirás que puedes llevar luz a su vida. Haz esto unas cuantas veces y tu opinión acerca de ti mismo empezará a cambiar. Tu verdadera sensación de valía propia empezará a florecer. Al dar ayuda, te estarás ayudando a ti mismo. Afirmas la divinidad de tu Fuente y te reconoces a ti mismo como un Hijo de Dios al reconocer que ser útil, dar amor, extender amabilidad, y mostrar compasión es la verdadera razón por la que estás aquí.

Lección 60






1. Dios es el Amor en el que perdono.


Dios no perdona porque jamás ha condenado. Los que están libres de culpa no pueden culpar, y aquellos que han aceptado su inocencia no ven nada que tengan que perdonar. Con todo, el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él.


2. Dios es la fortaleza en la que confío.

No es con mi propia fortaleza con la que perdono. Es con la fortaleza de Dios en mí, la cual recuerdo al perdonar. A medida que comienzo a ver, reconozco Su reflejo en la tierra. Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza avivarse en mí. Y empiezo a recordar el Amor que decidí olvidar, pero que nunca se olvidó de mí.


3. No hay nada que temer.

¡Cuán seguro me parecerá el mundo cuando lo pueda ver! No se parecerá en nada a lo que ahora me imagino ver. Todo el mundo y todo cuanto vea se inclinará ante mí para bendecirme. Reconoceré en todos a mi Amigo más querido. ¿Qué puedo temer en un mundo al que he perdonado y que a su vez me ha perdonado a mí?


4. La Voz de Dios me habla durante todo el día.

No hay un solo momento en el que la Voz de Dios deje de apelar a mi perdón para salvarme. No hay un solo momento en el que Su Voz deje de dirigir mis pensamientos, guiar mis actos y conducir mis pasos. Me dirijo firmemente hacia la verdad. No hay ningún otro lugar adonde pueda ir porque la Voz de Dios es la única voz y el único guía que se le dio a Su Hijo.


5. El Amor de Dios es mi sustento.

Cuando escucho la Voz de Dios, Su Amor me sustenta. Cuando abro los ojos, Su Amor alumbra al mundo para que lo pueda ver. Cuando perdono, Su Amor me recuerda que Su Hijo es impecable. Y cuando contemplo al mundo con la visión que Él me dio, recuerdo que yo soy Su Hijo.


Comentario:

Me dirijo a vosotros de este modo a causa de la línea de esta lección: “Reconoceré en todos a mi Amigo más querido”. Esa línea me impactó tanto en cierta ocasión que, durante cuatro o cinco meses, cada carta que escribía (excepto a aquellos que probablemente no lo entenderían) la empezaba con “Mi Amigo más querido, (nombre)”.

No es extraño que el Curso nos diga: “En la creación de Dios no hay extraños” (T.3.III.7:7). Mi Amigo más querido es todo el mundo, en la realidad, cada uno es ese Amigo. Ésa es su Identidad real, aunque oculta. Hablando de “Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu Santo como su propósito comparten asimismo Su visión” (T.20.II.5:3), el Curso dice: “Él no ve extraños, sino tan sólo amigos entrañables y amorosos” (T.20.II.5:5).

Imagínate ver el mundo de ese modo. Imagínate amar a todos con los que te encuentras, reconociendo en todos y cada uno a un amigo muy, muy querido, y sabiendo que en lo más profundo de sus corazones son totalmente amorosos, al igual que tú. Imagínate estar rodeado de un amor así. Ésa es la visión del Curso del mundo real, el mundo al que se llega mediante el perdón total (ver T.17.II.5:1, y T. 30.VI.3:3).

“El perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia”. Y cuando reconozca mi inocencia, ya no veré nada que perdonar. Únicamente veré amigos amados y amorosos. Mientras vea otra cosa, algo distinto, hay trabajo de perdón que queda por hacer. Estamos aquí por un propósito, y sólo uno: para perdonar al mundo tan completamente que amemos absolutamente a todos y a todo, cualquier cosa que sea menos que eso es perdón incompleto. ¿Qué es lo que limita nuestro amor sino alguna forma de falta de perdón? Únicamente eliminando por completo cada obstáculo al amor llegaremos a conocer la totalidad del amor que somos.

La fortaleza de Dios en mí me permite hacerlo. A medida que perdono, recuerdo esa fortaleza en mí, una fortaleza que yo he olvidado. “Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza avivarse en mí”. La Voz de Dios me guía en este camino del perdón, paso a paso cuidadosamente, realmente no hay ningún otro lugar al que ir. “Me dirijo firmemente hacia la verdad”. A veces mis pasos parecen inseguros, pero no puedo perderme. El Amor de Dios me sostiene. Al escucharle avivarse muy hondo dentro de mí, puedo recordar que yo soy Su Hijo.

Nuestros pasos han sido inseguros, y las dudas nos han hecho andar con lentitud por el camino que este curso señala. Pero ahora vamos a ir más deprisa, pues nos estamos acercando a una mayor seguridad, a un propósito más firme y a una meta más segura.

Padre nuestro, afianza nuestros pasos. Aplaca nuestras dudas, aquieta nuestras santas mentes, y háblanos. No tenemos nada que decirte, pues sólo deseamos escuchar Tu Palabra y hacerla nuestra. Guía nuestras prácticas tal como un padre guía a su hijo pequeño por un camino que éste desconoce, pero que aun así, el hijo lo sigue, seguro de que está a salvo porque su padre le muestra el camino.

De este modo es como llevamos nuestras prácticas hasta Ti. Si tropezamos, Tú nos levantarás. Si se nos olvida el camino, sabemos que Tú siempre lo recordarás. Y si nos extraviamos, Tú no te olvidarás de llamarnos. Aligera nuestros pasos ahora de modo que podamos caminar con mayor certeza y mayor rapidez hasta Ti. Y aceptamos la Palabra que Tú nos ofreces para unificar nuestras prácticas, a medida que repasamos los pensamientos que Tú nos has dado. (L. R.V. In)

miércoles, 28 de febrero de 2024

Lección 59







Éstas son las ideas a repasar hoy:

1. Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

¿Cómo puedo estar solo cuando Dios está siempre conmigo? ¿Cómo puedo dudar o sentirme inseguro cuando en Él mora la perfecta certeza? ¿Cómo puede haber algo que me pueda perturbar cuando Él mora en mí en paz absoluta? ¿Cómo puedo sufrir cuando el amor y la dicha me rodean por mediación Suya? No he de abrigar ninguna ilusión con respecto a mí mismo. Soy perfecto porque Dios va conmigo dondequiera que yo voy.


2. Dios es mi fortaleza. La visión es Su regalo.

Hoy no recurriré a mis propios ojos para ver. Quiero estar dispuesto a dejar de lado la lamentable ilusión de que puedo ver, e intercambiarla por la visión que Dios me da. La visión de Cristo es Su regalo y Él me lo ha dado. Hoy me valdré de este regalo de tal forma que este día me ayude a comprender la eternidad.


3. Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él.

Puedo ver lo que Dios quiere que vea. No puedo ver nada más. Más allá de Su Voluntad sólo hay ilusiones. Son éstas las que elijo cuando pienso que puedo ver separado de Él. Son éstas las que elijo cuando trato de ver con los ojos del cuerpo. No obstante, se me ha dado la visión de Cristo para reemplazarlos. A través de esta visión es como elijo ver.


4. Dios es la luz en la que veo.

No puedo ver en la oscuridad. Dios es la única luz. Por lo tanto, si he de ver, tiene que ser por medio de Él. He tratado de definir lo que es ver y me he equivocado. Ahora se me concede poder entender que Dios es la luz en la que veo. Le daré la bienvenida a la visión y al mundo feliz que me mostrará.


5. Dios es la Mente con la que pienso.

No tengo pensamientos que no comparta con Dios. No tengo pensamientos aparte de los Suyos porque no tengo otra mente que la Suya. Puesto que soy parte de Su Mente mis pensamientos son Suyos, y Sus Pensamientos son míos.



Está claro que la mayor intensidad de estas cinco ideas está en Dios, cada pensamiento empieza con esta palabra. Dios está siempre conmigo. Él es mi fortaleza, mi Fuente, mi Luz, y la Mente con la que pienso. Como dice la Biblia: “Él no está lejos de cada uno de nosotros, pues en Él vivimos, y nos movemos y existimos (Hechos de los A.17:27-28). Cuando reconozco que el ambiente en el que existo, la energía misma que forma mi vida, es Dios, la paz viene a mi mente. ¿Cómo podría estar separado del Infinito? El Hijo de Dios “no se puede separar de lo que está en él” (T.13.XI.10:2), ni de Aquello en Lo que él está.

La siguiente cosa que me doy cuenta que se le da importancia es a mi manera de ver. “La visión de Cristo es Su regalo… Hoy me valdré de este regalo”. “Puedo ver lo que Dios quiere que vea. No puedo ver nada más”. “No puedo ver en la obscuridad. Dios es la única luz”. Cualquier aparente forma de ver separada de Dios no puede ser real. La Voluntad de Dios determina lo que puede verse, y Dios es la luz con la que veo. ¡Que me alegre de ver lo que Él me muestra, que yo vea tal como Él quiere que vea!

De principio a fin, la lección pone de relieve mi unidad con Dios. Si soy uno con Dios y con toda la creación, ¿Cómo puedo ver diferente de Él? Por lo tanto, creer que puedo, es negar lo que soy y desear estar separado de Dios, capaz de ver lo que Él no ve. Compartir Su visión y Sus pensamientos es afirmar mi verdadero Ser, tal como Él me creó.


martes, 27 de febrero de 2024

Lección 58






1. Mi santidad envuelve todo lo que veo.

De mi santidad procede la percepción del mundo real. Habiendo perdonado, ya no me considero culpable. Puedo aceptar la inocencia que es la verdad con respecto a mí mismo. Cuando veo el mundo con los ojos del entendimiento, sólo veo su santidad porque lo único que puedo ver son los pensamientos que tengo acerca de mí mismo.


2. Mi santidad bendice al mundo.

La percepción de mi santidad no me bendice únicamente a mí. Todas las personas y todo cuanto veo en su luz comparten la dicha que mi santidad me brinda. No hay nada que esté excluido de esta dicha porque no hay nada que no comparta mi santidad. A medida que reconozca mi santidad, la santidad del mundo se alzará resplandeciente para que todos la vean.


3. No hay nada que mi santidad no pueda hacer.

El poder curativo de mi santidad es ilimitado porque su poder para salvar es ilimitado. ¿De qué me tengo que salvar, sino de las ilusiones? ¿Y qué son las ilusiones sino falsas ideas acerca de mí? Mi santidad las desvanece a todas al afirmar la verdad de lo que soy. En presencia de mi santidad, la cual comparto con Dios Mismo, todos los ídolos desaparecen.


4. Mi santidad es mi salvación.

Puesto que mi santidad me absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. Es también reconocer la salvación del mundo. Una vez que haya aceptado mi santidad, nada podrá atemorizarme. Y al no tener miedo, todos compartirán mi entendimiento, que es el regalo que Dios me hizo a mí y al mundo.


5. Soy bendito por ser un Hijo de Dios.

En esto reside mi derecho a lo bueno y sólo a lo bueno. Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Todo lo que es bueno me pertenece porque así lo dispuso Dios. Por ser Quien soy no puedo sufrir pérdida alguna, ni privaciones ni dolor. Mi Padre me sustenta, me protege y me dirige en todo. El cuidado que me prodiga es infinito y eterno. Soy eternamente bendito por ser Su Hijo.






Comentario:

“La inocencia… es la verdad con respecto a mí mismo”. Yo realmente no lo creo. Quiero creerlo, y puedo decir que lo creo; pero si realmente lo creyera, pienso que no estaría aquí. Al menos no estaría viendo el mundo de la manera en que lo veo, porque el modo en que veo el mundo procede del modo en que me veo a mí mismo. “Lo único que puedo ver son los pensamientos que tengo acerca de mí mismo”. Por eso, si realmente creyera en mi inocencia, todo lo que vería sería inocencia por todas partes. Santidad.

Por esta razón, aceptar la Expiación para mí mismo, salva al mundo. Si puedo aceptar mi propia inocencia, todo lo que veré es inocencia. A menudo nos confundimos sobre quién perdona primero. ¿Perdono primero a otros, y luego veo mi propia inocencia? ¿O me perdono a mí mismo, permitiéndome así ver a los otros inocentes? La respuesta a ambas preguntas es “Sí”.

¿Cómo pueden contestarse las dos preguntas “Si”? Porque “yo mismo” y “los otros” no somos realmente dos, somos uno. El pecado que veo en otros es siempre el mío propio, proyectado desde mi mente (T.31.II.1:5). Cuando perdono a “otros” estoy realmente perdonando mis propios pecados. Cualquier acto de perdón, sea dirigido hacia fuera o hacia dentro, tiene como resultado que todo el mundo es perdonado.

De este modo, cuando percibo mi santidad, he bendecido a todo el mundo. La santidad que veo en mí mismo, cuando la veo, es algo compartido por todo el mundo. Cuando mi propia inocencia se alza en mi mente, la santidad de todo el mundo se alza al mismo tiempo.

La inocencia, o santidad, es un tema importantísimo del Curso. “Todo el mundo tiene un papel especial en la Expiación, pero el mensaje que se le da a cada uno de ellos es siempre el mismo: El Hijo de Dios es inocente” (T.14.V.2:1). “El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema central es siempre: ‘El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su salvación’” (M.1.3:4-5). Es un mensaje de absoluta inocencia, completa inocencia, inocencia universal, sin dejar a nadie ni a nada fuera de ella. No se condena a nadie. No se juzga a nadie como culpable. Nadie es castigado.

“Puesto que mi santidad me absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. Es también reconocer la salvación del mundo”. Como un Hijo de Dios yo soy santo, y por eso soy bendito. Pero si yo soy un Hijo de Dios, tú también lo eres, también lo es todo el mundo, porque soy un Hijo de Dios no por mi propio mérito ni por ningún logro que me diferencie de los demás, sino simplemente debido al hecho de que Dios me creó santo. A medida que reconozca este hecho sobre mí mismo, tengo que incluir a todos los que Dios creó, o me quedo excluido junto con todos los demás.

Mi derecho a la inocencia, y a “todo lo bueno y sólo lo bueno”, reside en el hecho de que soy el Hijo de Dios. Dios quiere todas las cosas buenas para mí y por lo tanto debo tenerlas, no porque me las haya merecido de algún modo, sino porque Él quiere darlas. “El cuidado que me prodiga es infinito y eterno. Soy eternamente bendito por ser Su Hijo”.

No importa lo que yo piense de mí mismo o que piense que lo he estropeado todo: todavía soy Su Hijo. Todavía soy inocente. Todavía soy santo.

“Recuerda esto: pienses lo que pienses de ti mismo, pienses lo que pienses del mundo, tu Padre te necesita y te llamará hasta que por fin regreses a Él en paz”.  (El Canto de la Oración 3.IV.10.7)

"No temas que el Espíritu Santo vaya a fracasar en la misión que tu Padre le ha encomendado. La Voluntad de Dios no fracasa en nada.
Ten fe únicamente en lo que sigue a continuación, y ello será suficiente: la Voluntad de Dios es que estés en el Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu presencia. Ni tus percepciones falsas más absurdas, ni tus imaginaciones más extrañas ni tus pesadillas más aterradoras significan nada. No prevalecerán contra la paz que la Voluntad de Dios ha dispuesto para ti. El Espíritu Santo restaurará tu cordura porque la demencia no es la Voluntad de Dios. Si eso es suficiente para el Espíritu Santo, también es suficiente para ti. No conservarás lo que Dios desea que se elimine porque eso interrumpe Su comunicación contigo, que es con quien Él quiere comunicarse. Su Voz se oirá. (T13.XI.7)

lunes, 26 de febrero de 2024

Lección 57




1. No soy víctima del mundo que veo.

¿Cómo puedo ser la víctima de un mundo que podría quedar completamente deshecho si así lo eligiese? Mis cadenas están sueltas. Puedo desprenderme de ellas sólo con desearlo. La puerta de la prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar. Nada me retiene en este mundo. Sólo mi deseo de permanecer aquí me mantiene prisionero. Quiero renunciar a mis desquiciados deseos y caminar por fin hacia la luz del sol.


2. He inventado el mundo que veo.

Yo mismo erigí la prisión en la que creo encontrarme. Basta con que reconozca esto y quedo libre. Me he engañado a mí mismo al creer que era posible aprisionar al Hijo de Dios. He estado terriblemente equivocado al creer esto, y ya no lo quiero seguir creyendo. El Hijo de Dios no puede sino ser libre eternamente. Es tal como Dios lo creó y no lo que yo he querido hacer de él. El Hijo de Dios se encuentra donde Dios quiere que esté y no donde yo quise mantenerlo prisionero.


3. Hay otra manera de ver el mundo.

Dado que el propósito del mundo no es el que yo le he asignado, tiene que haber otra manera de verlo. Veo todo al revés y mis pensamientos son lo opuesto a la verdad. Veo el mundo como una prisión para el Hijo de Dios. Debe ser, pues, que el mundo es realmente un lugar donde él puede ser liberado. Quiero contemplar el mundo tal como es y verlo como un lugar donde el Hijo de Dios encuentra su libertad.


4. Podría ver paz en lugar de esto.

Cuando vea el mundo como un lugar de libertad, me daré cuenta de que refleja las leyes de Dios en lugar de las reglas que yo inventé para que él obedeciera. Comprenderé que es la paz, no la guerra, lo que mora en él. Y percibiré asimismo que la paz mora también en los corazones de todos los que comparten este lugar conmigo.


5. Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

A medida que comparto la paz del mundo con mis hermanos empiezo a comprender que esa paz brota de lo más profundo de mí mismo. El mundo que contemplo ha quedado iluminado con la luz de mi perdón y refleja dicho perdón de nuevo sobre mí. En esta luz empiezo a ver lo que mis ilusiones acerca de mí mismo ocultaban. Empiezo a comprender la santidad de toda cosa viviente, incluyéndome a mí mismo, y su unidad conmigo.





Comentario:
El repaso de hoy suena a “libertad”.

“Mis cadenas están sueltas. Puedo desprenderme de ellas sólo con desearlo. La puerta de la prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar.”

“Yo mismo erigí la prisión en la que creo encontrarme. Basta con que reconozca esto y quedo libre.”

“El Hijo de Dios no puede sino ser libre eternamente.”

“Veo el mundo como una prisión para el Hijo de Dios. Debe ser, pues, que el mundo es realmente un lugar donde él puede ser liberado. Quiero contemplar el mundo tal como es y verlo como un lugar donde el Hijo de Dios encuentra su libertad.”

“Cuando vea el mundo como un lugar de libertad, me daré cuenta de que refleja las leyes de Dios en lugar de la reglas que yo inventé para que él obedeciera.”

La belleza del reconocimiento del papel decisivo que mi elección juega en cómo veo el mundo es que afirma mi libertad para verlo de manera diferente. Reconoce que yo he construido mi prisión, y que soy libre. Y ya soy libre, todos nosotros somos libres, ahora, en nuestra propia mente. La prisión es una ilusión. Puedo elegir mis pensamientos, y ésa es mi libertad final. Puedo elegir ver el mundo como un lugar en el que puedo ser liberado, y en el que tú puedes ser liberado. Puedo elegir ver el mundo como una prisión, o como un aula. Cómo lo veo es mi elección, ¡mi elección! Yo soy libre de tomar esa decisión.

Puedo ver paz en cualquier momento que lo decida. Soy libre de hacerlo. Estos momentos que paso en la quietud cada día, practicando estas lecciones, me lo enseñan. Puedo crear paz en mi mente en cualquier momento que elija hacerlo. Elegir paz mental es la libertad final, y no depende en absoluto de nada de fuera.

Al compartir esta paz con todos, aprendo que la paz no procede de fuera de mí, sino “de lo más profundo de mí mismo”. A medida que cambia mi mente, junto con ella, cambia el modo en que veo el mundo. Da testimonio de mi regreso a la paz. Y de este modo “Empiezo a comprender la santidad de toda cosa viviente incluyéndome a mí mismo, y su unidad conmigo”.

Hace años, cuando acababa de empezar a estudiar el Curso, me senté e intenté responder una pregunta: “¿Qué he aprendido de la vida? ¿De qué estoy razonablemente seguro?”. Y la respuesta que me vino fue muy sencilla: “La felicidad es una decisión que yo tomo”. Había empezado a darme cuenta de la libertad de mi mente de elegir. Había empezado a darme cuenta de que mi mente era verdaderamente libre en esta elección. Yo no necesitaba nada de fuera para ser feliz, era simplemente una elección. Y nada de fuera podía impedirme esa elección.

Todavía estoy aprendiendo esa lección, edificando sobre ella, haciéndola más sólida con mi experiencia. Eso es lo que nos dice este repaso. Somos libres de elegir. Somos verdaderamente libres, ahora mismo. Nuestra mente lo puede todo en esta decisión. Nada le falta para decidirlo, y no hay nada que pueda impedirnos tomar esa decisión. Además, Dios quiere que la tomemos porque Él quiere nuestra felicidad.

Que hoy recuerde que quiero ser feliz y que en todo momento puedo elegir ser feliz. Quiero estar en paz, y en todo momento puedo elegir estar en paz. La felicidad es paz, pues ¿Cómo podría ser feliz si estoy en conflicto? ¡Hoy tomaré esta decisión!

sábado, 24 de febrero de 2024

Lección 56






1. Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.

¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos ataques? El dolor, la enfermedad, la pérdida, la vejez y la muerte parecen acecharme. Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. Sin embargo, la seguridad perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera herencia. He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que veo. Pero Dios la ha salvaguardado para mí. Mis pensamientos reales me enseñarán lo que es mi herencia.


2. Por encima de todo quiero ver.

Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor necesidad es la visión. El mundo que veo da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he forjado de mí mismo. Si he de recordar quién soy, es esencial que abandone esta imagen de mí mismo. A medida que dicha imagen sea reemplazada por la verdad, se me concederá la visión. Y con esta visión contemplaré al mundo y a mí mismo con caridad y con amor.


3. Por encima de todo quiero ver de otra manera.

El mundo que veo mantiene en vigor la temerosa imagen que he forjado de mí mismo y garantiza su continuidad. Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la verdad no podrá alborear en mi conciencia. Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el Amor de Dios.


4. Dios está en todo lo que veo.

Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmutable. Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz sigue brillando sin menoscabo. Más allá de todos mis descabellados deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de mi Padre. Dios sigue estando en todas partes y en todas las cosas eternamente. Y nosotros, que somos parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias, y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.


5. Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.




Comentario:

La Puerta detrás del Mundo

Hay una puerta detrás de este mundo que, si se abre, me permitirá ver el mundo que refleja el Amor de Dios. Es una puerta en mi mente, una puerta a la visión.

Este mundo, lleno de “dolor, enfermedad, pérdida, vejez y muerte”, simplemente refleja mi falsa imagen de mí mismo. Es una alucinación superpuesta a la realidad, que la esconde y aparentemente la reemplaza.

La línea del comienzo del repaso pregunta: “¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos ataques?”. Piensa en ello. Si realmente estoy sometido a continuos ataques, acosado por la enfermedad, la pérdida, la vejez, y la muerte, ¿Cómo puedo ser una creación perfecta de Dios? ¿Cómo puede Dios incluso ser real? Creo en una imagen de mí mismo que está continuamente amenazada. Si estoy amenazado, ¿Cómo puedo ser un ser espiritual y eterno? Si es verdadera la imagen que veo en este mundo, entonces yo no soy nada, no valgo nada, y estoy destinado a la destrucción. Puedo decir igualmente: “Come, bebe y sé feliz, pues mañana moriremos”. También puedo tomar lo que puedo obtener porque nada, sea lo que sea, durará, incluido yo mismo.

Sin embargo, algo dentro de nosotros nos dice que somos más que esto. Algo dentro de nosotros está de acuerdo cuando leemos, en el Curso, que nada real puede ser amenazado. Si eso es cierto, y yo soy real, entonces el mundo que veo debe ser falso. El cuadro que me muestra, reforzando mi imagen de mí mismo como vulnerable, debe ser una mentira. O yo soy real y el mundo no lo es, o el mundo es real y yo no lo soy. “Pues yo soy real porque el mundo no lo es” (L.132.15:3).

Por lo tanto, mi mayor necesidad es la visión. Necesito abrir esa puerta en mi mente, “ver más allá de las apariencias”, y ver un mundo que refleja el Amor de Dios, y, al hacerlo, recordar quién soy realmente. “Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmutable. “En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, está el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado.

Yo quiero abrir esa puerta y ver la verdad de nuevo. Yo quiero recordar.

Lección 55 Primer repaso






El repaso de hoy incluye lo siguiente:

1. Estoy decidido a verlas cosas de otra manera.

Lo que ahora veo no son sino signos de enfermedad, desastre y muerte. Esto no puede ser lo que Dios creó para Su Hijo bien amado. El hecho en sí de que vea tales cosas demuestra que no entiendo a Dios. Por lo tanto, tampoco entiendo a Su Hijo. Lo que veo me muestra que no sé quién soy. Estoy decidido a ver los testigos de la verdad en mí, en vez de aquellos que me muestran una ilusión de mí mismo.


2. Lo que veo es una forma de venganza.

El mundo que veo no es en modo alguno la representación de pensamientos amorosos. Es un cuadro en el que todo se ve atacado por todo. Es cualquier cosa menos un reflejo del Amor de Dios y del amor de Su Hijo. Son mis propios pensamientos de ataque los que dan lugar a este cuadro. Mis pensamientos amorosos me librarán de esta percepción del mundo y me brindarán la paz que Dios dispuso que yo tuviese.


3. Puedo escaparme de este mundo renunciando a los pensamientos de ataque.

En esto, y sólo en esto, radica la salvación. Si no albergase pensamientos de ataque no podría ver un mundo de ataque. A medida que el perdón permita que el amor retorne a mi conciencia, veré un mundo de paz, seguridad y dicha. Y esto es lo que elijo ver, en lugar de lo que ahora contemplo.


4. No percibo lo que más me conviene.

¿Cómo podría reconocer lo que más me conviene si no sé quién soy? Lo que yo creo que más me convendría no haría sino atarme aún más al mundo de las ilusiones. Estoy dispuesto a seguir al Guía que Dios me ha dado para descubrir qué es lo que más me conviene, reconociendo que no puedo percibirlo por mi cuenta.


5. No sé cuál es el propósito de nada.

Para mí, el propósito de todas las cosas es probar que las ilusiones que abrigo con respecto a mí mismo son reales. Para eso es para lo que trato de usar a todo el mundo y todas las cosas. Para eso es para lo que creo que es el mundo. Por lo tanto, no reconozco su verdadero propósito. El propósito que le he asignado ha dado lugar a una imagen aterradora del mismo. Quiero que mi mente se vuelva receptiva al verdadero propósito del mundo renunciando al que le he asignado, y descubrir la verdad acerca de él.



Comentario:
Por supuesto, estoy decidido a ver las cosas de otra manera: “enfermedad, desastre y muerte” no son lo que yo quiero ver. El hecho de que las vea demuestra que no entiendo a Dios, y que no sé quién soy. El mundo que veo refleja pensamientos de ataque, “todo se ve atacado por todo” . En este mundo todo vive al consumir la vida de otra cosa, ya sea un animal o una planta hay poca diferencia. Incluso la forma de vida más humilde vive de la energía emitida por la destrucción del sol. ¿Qué da lugar a este mundo? Mis propios pensamientos de ataque.

“Mis pensamientos amorosos me librarán de esta percepción del mundo”. Cambiar mi mente del ataque al amor cambiará el mundo que veo. “Y es esto lo que elijo ver, en lugar de lo que ahora contemplo”.

¡No es de extrañar que esté confundido sobre lo que más me conviene! No sé quién soy, ¿Cómo puedo saber lo que necesito? Estoy decidido a aceptar la dirección de Uno que me conoce, entiendo que no puedo percibir por mí mismo lo que más me conviene. Utilizo todo para mantener mis ilusiones sobre mí mismo. Lo que necesito es un modo de dejar que el mundo me enseñe la verdad sobre mí mismo. Viéndolo como lo veo, el mundo es aterrador; quiero conocer la verdad.

La transformación depende de mi buena voluntad para reconocer que no me gusta lo que veo, y puesto que lo que veo procede de lo que pienso, quiero cambiar lo que pienso. No sé lo que más me conviene, y el propósito que le he asignado a todo ha sido distorsionado para apoyar mi identificación con el ego, así que ahora estoy dispuesto a abandonar estas ideas. Confuso como estoy, ¿Cómo puedo enseñarme a mí mismo lo que no sé? Necesito un Maestro fiable, de confianza, y en el Espíritu Santo tengo ese Maestro.

Mi única tarea es dejarme enseñar al abandonar mi falsa manera de pensar, abandonando mis pensamientos de ataque. Creo que me apoyan, pero me están destruyendo. Decido hoy elegir de manera diferente, y abrir mi mente a una manera de pensar que, todavía, no puedo entender. Abro mi corazón al amor.


Este es al menos un buen paso inicial, porque si pensamos que estamos viendo un mundo de luz, paz y alegría, creeremos que entendemos a Dios, a Jesús y, desafortunadamente, a su camino. Reconocer que lo que vemos "son los signos de la enfermedad, del desastre y de la muerte" es el comienzo de la humildad que llega hasta la Sabiduría. Comenzamos negando el sistema de pensamiento de negación del ego, y gradualmente, paso a paso, Jesús nos guía a entender que el espíritu y el ego son estados mutuamente excluyentes, y también lo son el amor y el odio, la vida y la muerte, la alegría y el dolor. Hacer una realidad es negar la otra.

Una vez que hemos aprendido a diferenciar entre la forma y el contenido, llamamos a nuestro nuevo Maestro para que nos ayude a ver verdaderamente, la visión de Cristo que nos recuerda quiénes somos -junto con nuestros hermanos- como el Hijo único de Dios.

Estoy dispuesto a seguir al Guía que Dios me ha dado para descubrir qué es lo que más me conviene, reconociendo que no puedo percibirlo por mi cuenta. Que no podemos hacer esto sin ayuda es un tema extremadamente importante en todo el Curso de Milagros. No hay manera de que podamos hacer esto sin la ayuda del Espíritu Santo o de Jesús. La humildad dice: "No lo sé, no lo entiendo, pero gracias a Dios hay Alguien en mí que lo hace, y gracias a Dios Él tiene razón y yo estoy equivocado". Por eso Jesús dice que nos necesita tanto como nosotros lo necesitamos a él (T-8.V.6:10): no puede ayudarnos a menos que se lo pidamos.

viernes, 23 de febrero de 2024

Lección 54 Primer repaso





Éstas son las ideas para el repaso de hoy:

1. No tengo pensamientos neutros.

Tener pensamientos neutros es imposible porque todos los pensamientos tienen poder. O bien dan lugar a un mundo falso o bien me conducen al mundo real. Pero es imposible que no tengan efectos. Del mismo modo en que el mundo que veo procede de mis errores de pensamiento, así también el mundo real se alzará ante mis ojos cuando permita que mis errores sean corregidos. Mis pensamientos no pueden ser simultáneamente verdaderos y falsos. Tienen que ser lo uno o lo otro. 8Lo que veo me muestra si son verdaderos o falsos.


2. No veo cosas neutras.

Lo que veo da testimonio de lo que pienso. Si no pensase no existiría, ya que la vida es pensamiento. Permítaseme mirar al mundo que veo como la representación de mi propio estado de ánimo. Sé que éste puede cambiar. Y sé asimismo que el mundo que veo puede cambiar también.


3. No soy el único que experimenta los efectos de mi manera de ver.

Si no tengo pensamientos privados, no puedo ver un mundo privado. Incluso la descabellada idea de la separación tuvo que compartirse antes de que se pudiese convertir en la base del mundo que veo. Sin embargo, cuando se compartió esa idea no se compartió nada. Puedo invocar también mis pensamientos reales, los cuales comparto con todo el mundo. Así como mis pensamientos de separación invocan pensamientos de separación en otros, mis pensamientos reales despiertan en ellos sus pensamientos reales. Y el mundo que mis pensamientos reales me muestran alboreará en su visión así como en la mía.


4. No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos.

No soy el único en nada. Todo lo que pienso, digo o hago es una enseñanza para todo el universo. Un Hijo de Dios no puede pensar, hablar o actuar en vano. No puede ser el único en nada. Tengo, por lo tanto, el poder de cambiar a todas las mentes junto con la mía porque mío es el poder de Dios.


5. Estoy decidido a ver.

Puesto que reconozco que la naturaleza de mis pensamientos es que los comparto con todo lo que existe, estoy decidido a ver. Veré los testigos que me muestran que la manera de pensar del mundo ha cambiado. Veré la prueba de que lo que se ha obrado por mediación mía ha permitido que el amor reemplace al miedo, la risa a las lágrimas y la abundancia a las pérdidas. Quiero contemplar el mundo real, y dejar que me enseñe que mi voluntad y la Voluntad de Dios son una.




Comentario:

Este repaso relaciona estas ideas como un poderoso motivador para cambiar mis pensamientos.

Mis pensamientos hacen el mundo, ya sea un mundo falso o el mundo verdadero. El mundo que veo es la representación de mi propio estado mental”. Puedo contribuir a fabricar un mundo de separación, o si elijo mis pensamientos reales, puedo despertar esos pensamientos en otros. “Todo lo que pienso, digo o hago es una enseñanza para todo el universo”. Al cambiar mi propia mente, puedo cambiar todas las mentes junto con la mía. Cuando me doy cuenta de esto, me lleno de una determinación activa de contemplar el mundo real, de abrir mi mente a los pensamientos que comparto con Dios, y al hacerlo así, transformar el universo.

Arquímedes es conocido por haber dicho: “Dadme una palanca lo suficientemente larga, y moveré el mundo”. Yo tengo esa palanca. Es mi mente: “porque mío es el poder de Dios”. Un hombre cuya mente esté completamente transformada transformará todo el mundo. Jesús fue ese hombre, y el impacto de Su pensamiento todavía se está extendiendo, las ondas todavía se están extendiendo en el estanque de la mente. Puedo unirme a Él y añadir el poder de mi mente al Suyo.

Yo quiero ver “el amor… reemplazar al miedo, la risa… reemplazar a las lágrimas”. Quiero dejar que esto se haga a través de mí. En cada situación en la que me encuentre hoy, con cada persona que encuentre, que éste sea mi propósito. Puedes hacer mucho en favor de tu propia curación y la de los demás si en situaciones en las que se requiere tu ayuda piensas de la siguiente manera:

Estoy aquí únicamente para ser útil.
Estoy aquí en representación de Aquel que me envió.
No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer, pues Aquel que me envió me guiará.
Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee, porque sé que Él estará allí conmigo.
Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar. 
                                                                                                                                           (T.2.V.A.18:2-3).

Al permitir que mi mente cambie, llevaré sanación a todos con los que me encuentre hoy.


"Todo pensamiento produce forma en algún nivel" (T-2.VI.9:14). Nuestros pensamientos tienen efectos extraordinarios. Pueden hacer el mundo de lo especial en el que vivimos, o ayudarnos a alcanzar el mundo real mediante la completa destrucción del mundo del ego.

El mundo real, que es el producto final del perdón, es el estado mental en el que todos los pensamientos del ego han sido deshechos. No es algo que se elige específicamente, sino más bien es el estado natural de la mente sin culpa cuando el sistema de pensamiento del ego de la culpa ha sido elegido en contra.

No tenemos el Cielo y el infierno, o el infierno y el Cielo. Son estados mutuamente excluyentes. Hay Dios, y no hay nada más. Si creemos que hay algo más, estamos creyendo que no hay Dios.

[El mundo es] la imagen exterior de una condición interior (T-21.in.1:5).
[Percepción] es la imagen externa de un deseo; una imagen que tú querías que fuera cierta (T-24.VII.8:10).

No podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar de opinión. Ciertamente, "el mundo que veo también puede cambiar". Sin embargo, esto no significa que el mundo exterior pueda cambiar, sino más bien que la forma en que yo lo veo cambiará.

Al perdonarte, reflejo que tú y yo no tenemos intereses separados, porque compartimos la misma necesidad de despertar del sueño de la separación, la culpa y el odio. Eso comienza el proceso de revertir la fragmentación del ego. Como enfatiza el texto: Si te perdono perfectamente, detrás de ti hay miles más, y detrás de cada uno hay otros miles (T-27.V.10:4). Esto significa que si te perdono perfectamente, he perdonado la filiación: hay un solo Hijo.

Esto me dice cuál es mi función: No es para sanar a otros, ni para cambiarlos o enseñarles de la manera convencional. Mi función es recordarte que la elección que he hecho en el instante santo es la misma que tú puedes hacer.

Así, cuando elijo a Jesús como mi maestro en lugar del ego, y libero mis quejas a través del perdón, estoy enseñando que hay un pensamiento correcto en ti también, y en ese momento me he convertido en un símbolo de sanación para ti. No tengo que decir nada, ni predicarte. De hecho, no hago nada. Por otra parte, el usted puede ser alguien que murió hace veinte años. Ya que las mentes están unidas, el perdón no tiene nada que ver con los cuerpos. Tú como pensamiento y yo como pensamiento seguimos unidos. Siempre que elijo dejar ir mis quejas contra ti, estoy enviando un mensaje claro que dice: "Despierta del sueño de la muerte". Entregar ese mensaje es nuestra única función.

Enviamos mensajeros de amor o de miedo, y lo que enviamos lo vemos fuera de nosotros, que se convierten en los testigos que muestran lo que hemos elegido. Si estamos enojados o molestos, tercos o teniendo una rabieta, eso nos dice que hemos enviado mensajeros de la culpabilidad, el miedo, el odio, y ciertamente de la separación. Es a estos testigos externos a los que hacemos realidad en nuestra percepción, viéndolos fuera en vez de dentro de nosotros mismos. Otro pasaje en el texto ilustra el importante papel que nuestras percepciones juegan en la sanación. Al observar a los testigos en el mundo que percibo, se me enseña a verlos como un reflejo de una decisión que tomé en mi mente. Sólo entonces puedo ejercer el poder de la mente para cambiar esta decisión:

La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. Estas son las únicas alternativas que tienes ante ti. Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya. Y si ése es su significado, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti. (T.21.In.2)


jueves, 22 de febrero de 2024

Lección 53 Primer repaso









Hoy repasaremos lo siguiente:

1. Mis pensamientos sin significado me están mostrando un mundo sin significado.

Dado que los pensamientos de que soy consciente no significan nada, el mundo que los refleja no puede tener significado. Lo que da lugar a este mundo es algo demente, como lo es también el resultado de ello. La realidad no es demente, y yo tengo pensamientos reales así como dementes. Por lo tanto, puedo ver un mundo real, si recurro a mis pensamientos reales como guía para ver.


2. Estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado.

Los pensamientos dementes perturban. Dan lugar a un mundo en el que no hay orden de ninguna clase. Sólo el caos puede regir en un mundo que representa una manera de pensar caótica, y el caos es la ausencia total de leyes. No puedo vivir en paz en un mundo así. Estoy agradecido de que este mundo no sea real, y de que no necesito verlo en absoluto, a menos que yo mismo elija otorgarle valor. Elijo no otorgarle valor a lo que es completamente demente y no tiene significado.


3. Un mundo sin significado engendra temor.

Lo que es totalmente demente engendra temor porque no se puede contar con ello en absoluto, ni da pie a que se le tenga confianza. En la demencia no hay nada en lo que se pueda confiar. No ofrece seguridad ni esperanza. Pero un mundo así no es real. Le he conferido la ilusión de realidad y he sufrido por haber creído en él. Elijo ahora dejar de creer en él y depositar mi con-fianza en la realidad. Al elegir esto, me escaparé de todos los efectos del mundo del miedo porque estaré reconociendo que no existe.


4.Dios no creó un mundo sin significado.

¿Cómo puede ser que exista un mundo sin significado si Dios no lo creó? Él es la Fuente de todo significado y todo lo que es real está en Su Mente. Está en mi mente también porque Él lo creó conmigo. ¿Por qué he de seguir sufriendo por los efectos de mis pensamientos dementes cuando la perfección de la creación es mi hogar? Quiero recordar el poder de mi decisión y reconocer mi verdadera morada.


5. Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado.

Todo lo que veo refleja mis pensamientos. Son mis pensamientos los que me dicen dónde estoy y lo que soy. El hecho de que vea un mundo en el que hay sufrimiento, en el que se puedan experimentar pérdidas y en el que se pueda morir, me muestra que lo único que estoy viendo es la representación de mis pensamientos dementes, y que no estoy permitiendo que mis pensamientos reales viertan su benéfica luz sobre lo que veo. No obstante, el camino de Dios es seguro. Las imágenes que he fabricado no pueden prevalecer contra Él porque no es mi voluntad que lo hagan. Mi voluntad es la Suya, y no antepondré otros dioses a Él.





Nuestros pensamientos de individualidad, pecaminosidad, especialidad, etc., han producido este mundo. Por lo tanto, puesto que la causa del mundo son mis pensamientos locos, entonces el mundo, como efecto, debe estar igualmente loco. La causa y el efecto nunca se separan, porque son uno. La realidad, sin embargo, no es una locura, a pesar de las protestas del ego en sentido contrario. Nos dice que Dios está loco, vengativo y enojado, pero "Dios piensa de otra manera" (T-23.I.2:7). Como lo hizo en las primeras cincuenta lecciones, Jesús explica que tenemos una mente dividida, que contiene pensamientos irreales de odio y pensamientos reales de amor. Nos corresponde a nosotros elegir cuáles de ellos haremos realidad para nosotros mismos. Él trata de ayudarnos a darnos cuenta de lo miserables e infelices que nos volvemos cuando elegimos los pensamientos irreales de ataque, juicio y especialidad. Es esa miseria la que finalmente nos impulsará a elegir de nuevo:

La resistencia al dolor puede ser grande, pero no es ilimitada. A la larga, todo el mundo empieza a reconocer, por muy vagamente que sea, que tiene que haber un camino mejor. A medida que este reconocimiento se arraiga más, acaba por convertirse en un punto decisivo en la vida de cada persona. Esto finalmente vuelve a despertar la visión espiritual y, al mismo tiempo, mitiga el apego a la visión física. Este alternar entre los dos niveles de percepción se experimenta normalmente como un conflicto que puede llegar a ser muy agudo. Aun así, el desenlace final es tan inevitable como Dios. (T2. III. 3)

Puedo ver un mundo real, si miro mis pensamientos reales como mi guía para ver.
Este es el mundo de la visión, el mundo interior en el que no hay pensamientos de separación o de juicio; el mundo del pensamiento que está más allá del sueño del odio, en el que somos capaces por fin de ver el sueño como lo que es. De ahí sólo queda un instante más hasta que Dios se incline y nos levante para sí mismo, el último paso en nuestro viaje, como vemos representado en esta hermosa declaración:

Y entonces tu Padre descenderá hasta ti y dará el último paso por ti, elevándote hasta Él.

En "Las leyes del caos" Jesús pone entre comillas la palabra "leyes", lo que significa que no son realmente leyes porque no tienen sentido; las únicas leyes verdaderas son las leyes de Dios. Jesús no lo hace aquí, pero el significado es el mismo: "el caos no tiene leyes".

Antes de que podamos elegir no valorar lo que es "totalmente loco", primero tenemos que aceptar que el mundo está totalmente loco. Lo que nos ayuda a darnos cuenta de esto es que el mundo nos hace totalmente infelices. Nuestros deseos especiales -incluso cuando se cumplen y se satisfacen- no nos hacen felices y no nos traen la paz de Dios. Nos traen la paz del ego, pero no la paz del Cielo. La razón última por la que nuestros pensamientos locos son tan perturbadores es que nos recuerdan nuestro pensamiento loco original, el cual creemos que nos llevará a nuestro castigo. En las palabras ominosas del ego, representadas en este poderoso pasaje del manual, leemos (¡y temblamos!) sobre el efecto de nuestro loco pensamiento de separación, colocado en el contexto de pensamientos mágicos, reconocidos en otro y/o en nosotros mismos:

Mas ¿Cuál va a ser ahora tu reacción ante todos los pensamientos mágicos? No pueden sino volver a despertar tu culpabilidad durmiente, que has ocultado pero no has abandonado. Cada uno le dice claramente a tu mente atemorizada: "Has usurpado el lugar de Dios. No creas que Él se ha olvidado". Aquí es donde más vívidamente se ve reflejado el temor a Dios. Pues en ese pensamiento la culpabilidad ha elevado la locura al trono de Dios Mismo. Y ahora ya no queda ninguna esperanza, excepto la de matar. En eso estriba ahora la salvación. Un padre iracundo persigue a su hijo culpable. Mata o te matarán, pues éstas son las únicas alternativas que tienes. Más allá de ellas no hay ninguna otra, pues lo que pasó es irreversible. La mancha de sangre no se puede quitar y todo el que lleva esta mancha sobre sí está condenado a morir.
A esta situación sin esperanzas Dios envía a Sus maestros, quienes traen consigo la luz de la esperanza directamente desde Él. Hay una manera de escapar que se puede aprender y enseñar, pero requiere paciencia y una gran dosis de buena voluntad. Una vez que esto se ha alcanzado, la obvia simplicidad de la lección resalta como una luz blanca y brillante contrapuesta a un horizonte negro, pues eso es lo que es. Dado que la ira procede de una interpretación y no de un hecho, nunca está justificada. Una vez que esto se entiende, aunque sólo sea en parte, el camino queda despejado. Ahora es posible dar el siguiente paso. Por fin se puede hacer otra interpretación. Los pensamientos mágicos no tienen que conducir necesariamente a la condenación, pues no tienen realmente el poder de suscitar culpabilidad. De modo que pueden pasarse por alto, y olvidarse en el verdadero sentido de la palabra. (M.17.7.8)

El perdón nos permite examinar la locura destructiva de tal sistema de pensamiento, ayudándonos a aceptarlo por lo que es; un reconocimiento por el cual sólo podemos estar profundamente agradecidos, ya que su milagro nos lleva más allá de la magia demente a la pura cordura de la vida eterna.

La única realidad es el Cielo, que es totalmente confiable porque es cierto: Sólo existe Dios. Este mundo, como todos lo hemos experimentado, no es confiable. Fue hecho para ser así. Eso es lo que nos permite saber que el mundo y nuestra experiencia del mismo no son reales. Una vez más, es nuestra culpabilidad, nacida de la creencia en el pecado, la que nos lleva a esperar cierto castigo y a no confiar en nadie. Lo mejor que podemos hacer es protegernos de ciertos ataques utilizando varias defensas, que sólo sirven para mantener la separación que estableció la necesidad de defensas en primer lugar. Así, los círculos viciosos de culpa y ataque, y de ataque y defensa, continúan y continúan y continúan. Siempre continuarán, hasta que sus premisas fundamentales estén expuestas a la verdad.

Una vez más, es esencial que hagamos la conexión entre nuestro sufrimiento (el efecto) y nuestros pensamientos de juicio, ataque y especialidad (la causa). No escapamos del mundo del miedo mediante el uso de nuestros armamentos -intentos de controlar, manipular y seducir. Controlamos el mundo sólo al darnos cuenta de que no hay mundo que controlar. Lo que necesita ser controlado, sin embargo, son nuestros pensamientos, como Jesús amonestó amablemente a Helen, para que repitiera una cita anterior: "Eres demasiado tolerante de la mente vagando" (T-2.VI.4:6). La mayor parte del tiempo no hay nada que podamos hacer con respecto al mundo incierto, pero ciertamente podemos hacer algo con respecto a nuestros pensamientos inciertos. Y debemos hacerlo, ya que sirven a un propósito de vital importancia. Nos mantienen aquí, manteniendo intacta nuestra individualidad, nuestros autoconceptos y nuestra existencia misma. Reconocer el propósito de nuestros pensamientos nos permite ejercer el poder de decisión para cambiar la meta del ego de separación a la meta de expiación del Espíritu Santo. Al cambiar el propósito subyacente del ego, somos capaces de escapar de sus efectos de dolor, ansiedad y miedo.

Puedes ver cómo Jesús regresa una y otra vez a los temas sinfónicos centrales de estas lecciones: la realidad, la ilusión y el poder de nuestras mentes para elegir entre ellos. El punto aquí es extremadamente importante, porque el problema es que hemos olvidado que tenemos tanto poder para elegir. El ego estableció su serie de defensas para que nunca recordáramos que tenemos una mente, y mucho menos una mente que puede elegir. Así, el cuerpo y el cerebro fueron hechos para mantener nuestras mentes ocultas, reemplazadas por el estado sin sentido de vivir en un cuerpo que está gobernado por un cerebro que piensa que piensa, pero que en realidad sólo lleva a cabo los pensamientos de la mente inconsciente. Estos pensamientos no son más que dos: la creencia del ego de que lo sin sentido ha triunfado sobre lo significativo; y la expiación del Espíritu Santo de que el pensamiento del ego es irreal porque está fuera de la Mente de Dios. Por lo tanto, no tiene efectos. A pesar de mis sueños febriles de lo contrario, me quedo en casa en Dios, mantenida en la memoria en mi sano juicio por el Espíritu Santo. Ahora puedo recordar y elegir de nuevo.

Mis pensamientos son imágenes que he hecho.
Todo lo que veo refleja mis pensamientos. Son mis pensamientos los que me dicen dónde estoy y qué soy. El hecho de que vea un mundo en el que hay sufrimiento, pérdida y muerte me muestra que estoy viendo sólo la representación de mis pensamientos locos, y no estoy permitiendo que mis pensamientos reales arrojen su luz benéfica sobre lo que veo.

Esto señala una dimensión crucial del trabajo de cualquiera con Un Curso De Milagros. Muchos de sus estudiantes tienden a negar que ven un mundo de sufrimiento, pérdida y muerte. En cambio, proclaman que el mundo es realmente maravilloso, parte del plan de Dios o de Jesús; además, el nuevo milenio traerá sanidad en todas partes donde sea necesario, bañándonos a todos en luz. El problema de mirar a través de estos lentes de color rosa es que si no reconocemos la locura, el dolor y el sufrimiento del mundo, nunca reconoceremos su fuente en nuestras mentes. La única manera en que podemos volver a la locura en nuestras mentes es reconociendo la locura que percibimos. Si insistimos obstinada, arrogante y justamente en que todo es maravilloso -por ejemplo, este es un mundo maravilloso, repleto de acontecimientos maravillosos; este es un curso maravilloso que Jesús nos dio- nunca nos daremos cuenta de que lo que estamos viendo afuera es una defensa. En lugar de ver el mundo odioso que hicimos, lo cubrimos y lo convertimos en algo bonito. No es un mundo bonito porque fue hecho de un pensamiento muy poco bonito! Una vez más, la única manera de llegar a nuestros pensamientos y cambiar de opinión sobre ellos es ver sus efectos, que, una vez más, es el mundo cruel y vicioso en el que vivimos.

Jesús apela  al poder de nuestras mentes para elegir: entre las ilusiones y la verdad. La última frase está tomada del primer mandamiento del libro del Éxodo (20:3), la base para parte de la discusión en el capítulo 10 del texto (ver especialmente T-10.III-V). El punto allí, así como aquí, es que los dioses del ego de la separación, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte no tienen poder sobre el Hijo de Dios, que permanece como Dios lo creó. Dios sigue siendo Dios, y ninguna imaginación salvaje puede erigir a otro para que tome su lugar, excepto en sueños. Así, pues, nuestra voluntad nunca ha dejado de ser una sola cosa con la suya, y nos quedamos en casa, donde Dios "quiere que estemos" (T-31.VIII.12,8).

Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...