sábado, 30 de marzo de 2024

Lección 91 "Los milagros se ven en la luz".






1. Es importante recordar que los milagros y la visión van necesariamente de la mano. Esto necesita repetirse una y otra vez. Es una de las ideas centrales de tu nuevo sistema de pensamiento, y de la percepción a la que da lugar. El milagro está siempre aquí. Tu visión no causa su presencia, ni su ausencia es el resultado de que no veas. Es únicamente tu conciencia de los milagros la que se ve afectada. Los verás en la luz, mas no los verás en la oscuridad.

2. Para ti, pues, la luz es crucial. Mientras sigas en la oscuridad no podrás ver el milagro. Por lo tanto, estarás convencido de que no está ahí. Esto se deriva de las mismas premisas de las que procede la oscuridad. Negar la luz hace que te resulte imposible percibirla. No percibir la luz es percibir la oscuridad. La luz entonces no te sirve de nada, a pesar de que está ahí. No la puedes usar porque su presencia te es desconocida. Y la aparente realidad de la oscuridad hace que la idea de la luz no tenga sentido.

3. Si se te dijera que lo que no ves se encuentra ahí, ello te parecería una locura. Es muy difícil llegar a convencerse de que lo que en verdad es una locura es no ver lo que se encuentra ahí, y, en su lugar, ver lo que no está ahí. Tú no dudas de que los ojos del cuerpo puedan ver. No dudas de la realidad de las imágenes que te muestran. Tienes absoluta fe en la oscuridad, no en la luz. ¿Cómo se puede invertir esto? Tú no lo podrías hacer solo, pero no estás solo en esto.

4. Tus esfuerzos, por insignificantes que sean, están fuertemente respaldados. Sólo con que te percatases de cuán grande es esa fortaleza, tus dudas desaparecerían. Hoy dedicaremos el día a tratar de que sientas esa fortaleza. Cuando hayas sentido la fortaleza que mora en ti, la cual pone fácilmente a tu alcance todos los milagros, dejarás de dudar. Los milagros que tu sensación de debilidad ocultan se harán patentes de inmediato en tu conciencia una vez que sientas la fortaleza que mora en ti.

5. Reserva diez minutos en tres ocasiones hoy para tener un rato de quietud en el que trates de dejar atrás tu debilidad. Esto se puede lograr fácilmente si te das instrucciones a ti mismo de que no eres un cuerpo. La fe se canaliza hacia lo que deseas, y tú diriges la mente en conformidad con ello. Tu voluntad sigue siendo tu maestro, y dispone de toda la fortaleza necesaria para hacer lo que desea. Puedes escaparte del cuerpo si así lo decides. Puedes experimentar la fortaleza que mora en ti.

6. Comienza las sesiones de práctica más largas con esta declaración que entraña una auténtica relación de causa y efecto:

Los milagros se ven en la luz.
Los ojos del cuerpo no perciben la luz.
Mas yo no soy un cuerpo. ¿Qué soy entonces?

6La pregunta con la que finaliza esta declaración es crucial para los ejercicios de hoy. Lo que piensas que eres es una creencia que debe ser erradicada. Pero lo que realmente eres es algo que tiene que serte revelado. La creencia de que eres un cuerpo necesita ser corregida, ya que es un error. La verdad de lo que eres apela a la fortaleza que mora en ti para que lleve a tu conciencia lo que el error oculta.

7. Si no eres un cuerpo, ¿Qué eres entonces? Necesitas hacerte consciente de lo que el Espíritu Santo utiliza para reemplazar en tu mente la imagen de que eres un cuerpo. Necesitas sentir algo en lo que depositar tu fe a medida que la retiras del cuerpo. Necesitas tener una experiencia real de otra cosa, algo más sólido y seguro; algo más digno de tu fe y que realmente esté ahí.

8. Si no eres un cuerpo, ¿Qué eres entonces? Hazte esta pregunta honestamente, y dedica después varios minutos a dejar que los pensamientos erróneos que tienes acerca de tus atributos sean corregidos y a que sus opuestos ocupen su lugar. Puedes decir, por ejemplo:

No soy débil, sino fuerte.
No soy un inútil, sino alguien todopoderoso.
No estoy limitado, sino que soy ilimitado.
No tengo dudas, sino seguridad.
No soy una ilusión, sino algo real.
No puedo ver en la oscuridad, sino en la luz.

9. En la segunda parte de tu sesión de práctica, trata de experimentar estas verdades acerca de ti mismo. Concéntrate en especial en la experiencia de fortaleza. Recuerda que toda sensación de debilidad está asociada con la creencia de que eres un cuerpo, la cual es una creencia errónea y no merece que se tenga fe en ella. Deja de tener fe en ella, aunque sólo sea por un instante. A medida que avancemos te irás acostumbrando a tener fe en lo que es más valioso en ti.

10. Relájate durante el resto de la sesión de práctica, confiando en que tus esfuerzos, por insignificantes que sean, tienen todo el respaldo de la fortaleza de Dios y de todos Sus Pensamientos. De Ellos es de donde procederá tu fortaleza. A través de Su fuerte respaldo es como sentirás la fortaleza que mora en ti. Dios y todos Sus Pensamientos se unen a ti en esta sesión de práctica, en la que compartes un propósito semejante al de Ellos. De Ellos es la luz en la que verás milagros porque Su fortaleza es tuya. 6Su fortaleza se convierte en tus ojos para que puedas ver.

11. Cinco o seis veces por hora, a intervalos razonablemente regulares, recuérdate a ti mismo que los milagros se ven en la luz. Asegúrate también de hacerle frente a cualquier tentación con la idea de hoy. La siguiente variación podría resultarte útil para este propósito especial:

Los milagros se ven en la luz.
No voy a cerrar los ojos por causa de esto.



Propósito: 
Olvidarte por un instante de tu débil imagen de ti mismo basada en el cuerpo y tener una experiencia de tu verdadera fortaleza. En su luz verás los milagros que siempre han estado ahí, esperando que tú los vieses.

Respuesta a la tentación: 
Cada vez que te sientas tentado a estar disgustado. Repite: 

“Los milagros se ven en la luz. No voy a cerrar los ojos por causa de esto”.

Comentario:
La primera idea, muy importante para la lección, es que “los milagros y la visión van necesariamente de la mano”. Se nos dice que repitamos esto con frecuencia, y que es una idea central para nuestro nuevo sistema de pensamiento. Aquí se habla de lo que el Curso quiere decir sobre la naturaleza del milagro. Un milagro no es un cambio en algo fuera de nuestra mente, es un cambio en la manera de ver, “un cambio a la visión”:

“Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo”. (T.15.IX.1:1-2)

“El milagro está siempre aquí”. Lo que cambia es nuestra aceptación o rechazo de la visión, o vemos o no vemos. Lo que cambia es nuestra consciencia. Por eso para sentir el milagro, tenemos que tener la visión. Tenemos que abandonar la obscuridad para ver la luz. Como dice la sección “¿Qué es un milagro?”:

“Un milagro es una corrección. No crea, ni cambia realmente nada en absoluto. Simplemente contempla la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso”.  (L.pII.13.1-3)

La devastación es lo que vemos con nuestros ojos. El Curso es muy sincero acerca de la vista física: “Los ojos del cuerpo no ven la luz”. “Tú no dudas de que los ojos del cuerpo puedan ver. No dudas de la realidad de las imágenes que te muestran”. Y, sin embargo, la lección nos pide que lo hagamos, que dudemos de que nuestros ojos realmente ven, y que dudemos de que lo que ven es real. Tenemos que abandonar la obscuridad para ver la luz; y lo que los ojos del cuerpo nos muestran no es luz, por lo tanto, tiene que ser obscuridad. Necesitamos un cambio a una nueva visión.

Esta necesidad de quitar nuestra fe a nuestros ojos y a lo que ven es parte de la razón por la que esta lección va a una segunda idea: “No soy un cuerpo” Se nos dice que le demos instrucciones a nuestra mente de que no somos un cuerpo. Tenemos que querer darnos cuenta de que somos algo más, algo que no se ve con los ojos, sino de una manera diferente.

Los ejercicios de hoy están pensados para ayudarnos a darnos cuenta de que somos algo distinto de un cuerpo; estamos buscando una experiencia muy concreta. En el párrafo 7 se nos dice: “Necesitas hacerte consciente de lo que el Espíritu Santo utiliza para reemplazar en tu mente la imagen de que eres un cuerpo”. “Necesitas sentir algo en lo que depositar tu fe”. “Necesitas tener una experiencia real de otra cosa”. Una consciencia, una sensación, una experiencia. Hay algo dentro de nosotros, una fortaleza segura, “la cual pone fácilmente a tu alcance todos los milagros”. ¡No nos damos cuenta de lo fuertes que somos! Y más que eso: “tus esfuerzos, por insignificantes que sean, tienen todo el respaldo de la fortaleza de Dios y de todos Sus Pensamientos”. Siempre pienso en esto por medio de una semejanza, algo parecido a las ondas de sonido o de radio. Cuando mi pequeña voluntad encuentra la longitud de onda apropiada, de repente me siento unido por la armonía del universo, un poderoso rayo de energía divina que suena conmigo. Si podemos encontrar hoy la apropiada frecuencia de pensamiento, encontraremos esa consciencia, sentiremos esa sensación, y tendremos esa experiencia que nos lleva más allá del cuerpo y dentro de la visión.

¿No se merece esto diez minutos de esfuerzo, 3 veces hoy? Sé que sí.

Sin embargo, no te sientas desanimado si no sientes nada. Encontrarás la visión. Hoy tus esfuerzos no se pierden, y no pienses que has “fracasado” si no sucede nada. Recuerdo cuando aprendí a patinar. Empecé cayéndome mucho. Si hubiera pensado que había fracasado, lo habría dejado y nunca habría aprendido a patinar. Pero no lo hice. Continué cayéndome una y otra vez, hasta que un día ya no me caí. Con la visión espiritual, estoy en la etapa de caerme. He tenido experiencias increíbles, instantes santos, tal como en los comienzos de patinar había momentos en que me recorría manzanas sin caerme (patinando por la acera, saltando por encima de los agujeros), hasta que de repente me caía. Todavía no tengo la visión espiritual constante. Pero el milagro siempre está aquí, lo vea o no. Y mi visión mejora cada vez que practico. 




























viernes, 29 de marzo de 2024

Lección 90 Repaso




(79) Que reconozca el problema para que pueda ser resuelto.

Que hoy me dé cuenta de que el problema es siempre alguna forma de resentimiento que quiero abrigar. Que también comprenda que la solución es siempre un milagro al que le permito ocupar el lugar del resentimiento. Hoy quiero recordar la simplicidad de la salvación reforzando la lección de que sólo hay un problema y sólo una solución. El problema es un resentimiento; la solución, un milagro. E invito a la solución cuando perdono la causa del resentimiento y le doy la bienvenida al milagro que entonces ocupa su lugar.

Para las aplicaciones concretas de esta idea puedes usar las siguientes variaciones:

Esto supone un problema para mí que quiero que se resuelva.
El milagro que se encuentra tras este resentimiento lo resolverá por mí.
La solución de este problema es el milagro que el problema oculta.

(80) Que reconozca que mis problemas se han resuelto.

La única razón de que parezca tener problemas es que estoy usando el tiempo indebidamente. Creo que el problema ocurre primero, y que debe transcurrir cierto tiempo antes de que pueda resolverse. No veo el problema y la solución como acontecimientos simultáneos. Ello se debe a que aún no me he dado cuenta de que Dios ubicó la solución junto al problema, de manera que el tiempo no los pudiera separar. El Espíritu Santo me enseñará esto si se lo permito. Y comprenderé que es imposible que yo pudiera tener un problema que no se hubiera resuelto ya.

Las siguientes variaciones de la idea de hoy resultarán útiles para las aplicaciones concretas:

No tengo que esperar a que esto se resuelva.
Ya se me ha dado la solución a este problema, si estoy dispuesto a aceptarla.
El tiempo no puede separar este problema de su solución.




Comentario:
Este repaso le da a estas dos ideas un enfoque diferente al de las lecciones originales. Allí, el único problema se dijo que era la separación. Aquí, más relacionado con las lecciones anteriores acerca de los resentimientos: “el problema es siempre alguna forma de resentimiento que quiero abrigar”. Por supuesto, hay una estrecha relación entre separación y resentimientos. Un resentimiento me separa de cualquier cosa o persona contra quien guardo un resentimiento. Por eso, podemos ver un resentimiento como un pensamiento o creencia que me separa de mis hermanos.

Más tarde, en el Libro de Ejercicios se afirma el mismo pensamiento de manera ligeramente diferente, en términos de perdón o de falta de perdón: “Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma” (L.193.4:1-2). El problema es un resentimiento o una falta de perdón. Y no siempre nos parece que es así. A veces, cuando siento alguna forma de sufrimiento, o siento lo que me parece un problema, no puedo ni por lo más remoto ver un resentimiento o una falta de perdón en ello. El ego es un experto en ocultarlo. Sobrevive a base de trucos y engaños: “¿De qué otra manera, sino con espejos, podría seguir manteniendo la falsedad de su existencia?” (T.4:IV.1:7). Sus tentaciones de atacar o de guardar un resentimiento están a menudo tan bien disfrazadas que nos las reconozco como tales, aunque es “cierto” que eso es lo que son. La forma engaña, pero el contenido es lo mismo.

Cuando acudo al Espíritu Santo con mis problemas o mi angustia, tengo que estar dispuesto a que me muestre el resentimiento o la falta de perdón que se esconde en ellos. En mi caso a menudo lo que encuentro es una forma de resentimiento contra mí mismo, algún juicio acerca de mí. Otras veces no entiendo la relación entre la forma de mi problema y el perdón, pero afirmo mi voluntad de que me lo muestre, y conscientemente elijo un milagro para todos los implicados, incluido yo mismo. “El problema es un resentimiento; la solución, un milagro”. Si no puedo ver dónde está la falta de perdón en lo que veo como un problema, al menos puedo elegir un milagro en lugar del problema. Esa elección es suficiente.

La idea de que el problema y la solución son “acontecimientos simultáneos” parece rara. Parece “natural” separarlos en el tiempo: primero el problema, luego la solución. Pero si el problema es la separación o un resentimiento, la idea es más fácil de entender. Dios respondió a la separación con el Espíritu Santo en el mismo instante en que la idea de la separación entró en la mente del Hijo de Dios (M.2.2:6). Por lo tanto, cada problema que veo ya ha sido resuelto antes de que yo lo vea. “Es imposible que yo pudiera tener un problema que no se hubiese resuelto ya”, porque la separación, el único problema que hay, ya ha sido resuelto. Por lo tanto, no tengo que esperar a que cambien las circunstancias; puedo aceptar la paz de la solución completa ahora, sin que cambie nada. “No tengo que esperar a que esto se resuelva”.

Tengo un problema de relación de hace mucho tiempo, que ha continuado durante más de quince años, y que no muestra signos externos de solucionarse. La otra parte no tiene el menor interés en hablar conmigo, mejor dicho lo detesta, así que la solución parece imposible en el tiempo. Sin embargo, puedo abandonar la tensión que esto me produce. Puedo liberarme del dolor de “una relación no sanada”. En el instante santo puedo saber que ese problema, ese distanciamiento, ya ha sanado. En lo más profundo de mi mente y de mi corazón ya nos amamos, todo se ha perdonado. La enfermedad de la separación ya ha sanado, y la medicina del perdón se está extendiendo lentamente y sin ningún fallo a través de la mente de los dos, moviéndose desde la esfera invisible del espíritu a la esfera más concreta y densa de la manifestación en el mundo material. No hay razón para preocuparse. “Los que se han conocido, no obstante, volverán algún día a encontrarse, pues el destino de toda relación es hacerse santa” (M.3.4:6). Hoy puedo reconocer que este problema ya se ha solucionado. Creo que el que yo lo reconozca acerca más el día en que esa sanación se manifestará en la forma. Puede que no sea en esta vida, ¿Qué importa eso? La sanación ya ha tenido lugar.

Una cosa de la que me doy cuenta mientras pienso así acerca de esta relación, incluso ahora mientras escribo, es: Aceptar que el problema ya se ha resuelto me libera de la tentación de culpar a la otra persona por negarse a hacer las paces. ¡Ah! Ahí había un resentimiento, ¿verdad, Allen? En su lugar acepto un milagro; gracias, Padre.














































jueves, 28 de marzo de 2024

Lección 89 Repaso






(77) Tengo derecho a los milagros.

Tengo derecho a los milagros porque no me gobiernan otras leyes que las de Dios. Sus Leyes me liberan de todos mis resentimientos y los reemplazan con milagros. Aceptaré los milagros en lugar de los resentimientos, los cuales no son sino ilusiones que ocultan los milagros que se encuentran tras ellos.  Ahora aceptaré solamente aquello a lo que las Leyes de Dios me dan derecho, de manera que pueda usarlo en beneficio de la función que Él me ha dado.

Puedes usar las siguientes sugerencias para las aplicaciones concretas de esta idea:

Detrás de esto hay un milagro al que tengo derecho.
No voy a abrigar ningún resentimiento contra ti, [nombre], sino que te voy a ofrecer el milagro al que tienes derecho.
Visto correctamente, esto me ofrece un milagro.


(78) ¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!

Mediante esta idea uno mi voluntad a la del Espíritu Santo y percibo las dos cual una sola. Mediante esta idea acepto mi liberación del infierno. Mediante esta idea expreso que estoy dispuesto a que todas mis ilusiones sean reemplazadas por la verdad de acuerdo con el plan de Dios para mi salvación. No haré excepciones ni substituciones. Lo que quiero es todo el Cielo y sólo el Cielo, tal como la Voluntad de Dios ha dispuesto que lo tenga.

Las variaciones que pueden resultar útiles a la hora de aplicar concretamente la idea son:

No quiero mantener este resentimiento separado de mi salvación.
[Nombre], dejemos que los milagros reemplacen todos nuestros resentimientos.
Detrás de esto se encuentra el milagro que reemplaza todos mis resentimientos.




Comentario:
Porque no me gobiernan otras leyes que las de Dios” (las leyes del amor, de la extensión, de compartir, y de dar), “tengo derecho a los milagros”. Dar milagros es lo que Dios hace, de acuerdo con Sus leyes. Las leyes de los resentimientos me dicen que no tengo derecho a los milagros. Cada resentimiento que guardo contra un hermano o hermana es mi propia mente diciéndome a mí mismo que no merezco milagros; el simple hecho del ataque mental que supone abrigar un resentimiento me hace sentir que no los merezco. Cada resentimiento oculta un milagro, y al abandonar el resentimiento dejo que suceda el milagro.

Hay una razón por la que Dios me da milagros: Él me los da para que yo pueda cumplir la función que me ha dado, continuar Su extensión, permitir que Él extienda Su Amor a través de mí. El Curso es enérgico acerca del hecho de que encontrar mi verdadera función como extensión de Dios y cumplirla es la manera de ser feliz. Mi meta no es estar en estado de éxtasis, es la de recibir para que yo pueda dar, aceptar el amor para que yo lo comparta con todos. Como una bombilla que recibe corriente eléctrica para que pueda extender luz, yo recibo los milagros de Dios para extenderlos a todos.

Hoy “uno mi voluntad a la del Espíritu Santo”, y declaro: “¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos”. Quiero que todas mis ilusiones sean reemplazadas con la verdad. Mientras me siento en la quietud esta mañana, traigo a mi mente a todas las personas que conozco y les digo: “(Nombre), dejemos que los milagros reemplacen todos nuestros resentimientos”. Pienso en los lugares destrozados por la guerra y digo: “Dejemos que los milagros reemplacen todos nuestros resentimientos”. Hoy quiero ofrecer milagros a todos con los que me encuentre. Quiero ser un canal de milagros; Padre, que no los impida con mis resentimientos.

Cuando algo surja ante mi vista que parezca una causa para un resentimiento o dolor, que yo recuerde: “Detrás de esto hay un milagro al que tengo derecho”. Que me diga a mí mismo: “Visto correctamente, esto me ofrece un milagro”. Todo se puede utilizar para los milagros, en esta aula todo se puede aprovechar para los milagros.








































miércoles, 27 de marzo de 2024

Lección 88 Repaso






(75) La luz ha llegado.

Al elegir la salvación en lugar del ataque, estoy simplemente eligiendo reconocer lo que ya está ahí. La salvación es una decisión que ya se tomó. El ataque y los resentimientos no existen como opciones. Por eso es por lo que siempre elijo entre la verdad y la ilusión; entre lo que está ahí y lo que no está ahí. La luz ha llegado. Solamente puedo elegir la luz porque no hay otra alternativa. 8La luz ha reemplazado a la oscuridad, y la oscuridad ha desaparecido.

Las siguientes variaciones pueden ser útiles para las aplicaciones concretas de esta idea:

Esto no puede mostrarme la oscuridad, pues la luz ha llegado.
Tu luz, [nombre] es lo único que quiero ver.
No quiero ver en esto más que lo que hay ahí.


Dejamos la luz cuando elegimos la oscuridad del ego. Llegar a la luz es la salvación, así como dejarla constituye el primer ataque, reflejado en los ataques específicos dentro de nuestras vidas que son meramente los fragmentos sombríos del pensamiento original.
Dentro del sueño somos libres de creer que podemos elegir ataques y quejas. En realidad, sin embargo, no escogemos nada, porque el sistema de pensamiento del ego es inexistente. Esto refleja la idea fundamental de que creemos que tenemos el poder de elegir ilusiones, pero la única opción significativa que nos queda es deshacer la creencia en las ilusiones que nunca fueron.
Cuando elegimos la luz reconocemos que la oscuridad nunca estuvo allí. En nuestro sueño ilusorio creíamos en la oscuridad de la separación y el ataque. Sin embargo, cuando elegimos tomar la mano de Jesús y caminar por el camino que despierta del sueño, la oscuridad desaparece y nos damos cuenta de que ni siquiera estaba allí.


(76) No me gobiernan otras leyes que las de Dios.

He aquí la perfecta declaración de mi libertad.  3No me gobiernan otras leyes que las de Dios. La tentación de inventar otras leyes y de permitir que me subyuguen me acecha constantemente. Sufro únicamente porque creo en ellas. Pero en realidad no me afectan en absoluto. Estoy perfectamente a salvo de los efectos de cualquier ley, excepto las de Dios. Y las Suyas son las leyes de la libertad.

Para las aplicaciones concretas de esta idea, las siguientes variaciones pueden resultar útiles:

Mi percepción de esto me muestra que creo en leyes que no existen.
Veo únicamente las leyes de Dios operando en esto.
Permítaseme dejar que sean las leyes de Dios las que operen en esto, y no las mías.


Todas las leyes que creemos que gobiernan nuestras vidas -física y psicológicamente- tienen efectos sólo porque elegimos ser un ego. Por lo tanto, eligiendo ser un individuo separado y poniéndonos bajo la guía  del ego, debemos adherirnos a sus leyes. Por otro lado, cuando elegimos a Jesús como nuestro maestro y nos elevamos por encima del campo de batalla, fuera del sueño, las "leyes" del mundo -reflejando las "leyes" de la mente equivocada- no tienen poder. Ahí yace nuestra libertad.
Estas son palabras importantes. Por ejemplo, creemos en las leyes del cuerpo: Si bebemos veneno o comemos comida mala, nos sentimos enfermos; si nos exponemos a un virus, estamos enfermos. Entonces creemos que nuestra angustia se debe a los elementos nocivos que recibimos del exterior. Sin embargo, la verdad sigue siendo que sufrimos sólo por creer en estas leyes. Sin embargo, Jesús ciertamente no está diciendo que debemos sentirnos culpables porque nos sentimos mal, sino que nos está pidiendo que seamos conscientes de la verdadera fuente de nuestro dolor. Esto no se encuentra en los cuerpos, ni en nada externo, sino en la decisión de la mente de afirmar su individualidad y rechazo de Cristo. Así estamos invertidos en las leyes del odio y su justificación. Esta decisión de separarse, protegida por la proyección, es la causa de todo el sufrimiento.
Por otro lado, al elegir aprender de Jesús, aprendemos que las únicas leyes que realmente tienen son las de Dios. Ya que nada fuera de Su Mente es real, también debe ser que ninguna ley fuera de Él sea válida. Por lo tanto, las leyes del mundo no pueden tener efecto a menos que, una vez más, decidamos creer que sí lo tienen. Nuestra libertad radica en la decisión de ser libres, de no estar bajo ninguna ley, sino bajo la de Dios.

Comentario:
Las ideas que hoy se repasan parecen ocuparse de ideas muy diferentes, sin embargo tienen algo en común que sale en este repaso. Eso que tienen en común puede expresarse en este pensamiento: Sólo lo que es de Dios es real, lo que parece estar en oposición es sólo una ilusión sin poder alguno excepto el que le da mi creencia en ello.

La luz de la salvación ya ha venido. “Siempre elijo entre la verdad y la ilusión”, y “el ataque y los resentimientos no existen como opciones”. Verdaderamente no tengo alternativa a la luz porque no hay alternativa. Toda mi experiencia de obscuridad es una aventura en el error y nada más, no existe la obscuridad. “Solamente puedo elegir la luz porque no hay otra alternativa”. Por esta razón el Texto me dice que es inevitable el resultado de mi drama aquí en la tierra. “Alcanzar a Dios es inevitable, y tú no puedes eludirlo, de la misma manera en que Él no te puede eludir a ti” (T.4.I.9:11). Al buscar que mi percepción cambie, únicamente estoy buscando lo que ya está ahí, y lo único que existe.

Únicamente me gobiernan las leyes de Dios. Las otras leyes que creo que tienen poder sobre mí son las leyes que yo he inventado. “Sufro únicamente porque creo en ellas. Pero en realidad no me afectan en absoluto”. Las leyes del ego no me pueden obligar, puedo liberarme de ellas ahora porque en realidad estoy libre de ellas siempre, no tienen ningún poder. Mi ego a veces parece enormemente poderoso, la reacción instintiva de dolor e ira parece fuera de mi control, pero no es así. Estoy libre de estas “leyes” del caos, del pecado, de la culpa, del castigo y de la separación. La sanación de todas las relaciones es inevitable porque las leyes de Dios nos unen, nunca separan. “Todo tendrá un desenlace feliz” (L.292, encabezamiento), porque no hay otras leyes que las de Dios, y no hay más voluntad que la de Dios. Únicamente mi creencia le da poder a la apariencia de que hay una voluntad opuesta, con leyes opuestas.

Que hoy contemple todo con esta comprensión. Donde parece haber obscuridad, que yo
proclame la realidad de la luz. Donde veo leyes que funcionan en oposición a Dios, que yo las
declare impotentes. Gracias, Padre, por la seguridad de Tu plan, la realidad de Tu luz en este
momento.
































































martes, 26 de marzo de 2024

Lección 87 Repaso






(73) Mi voluntad es que haya luz.

Hoy haré uso del poder de mi voluntad. No es mi voluntad andar a tientas en la oscuridad, temeroso de las sombras y amedrentado por cosas invisibles e irreales. La luz será mi guía hoy. La seguiré a donde me lleve, y contemplaré únicamente lo que me muestre. Éste será el día en que experimentaré la paz de la verdadera percepción.

Las siguientes variaciones de esta idea pueden ser útiles para las aplicaciones concretas:

Esto no puede ocultar la luz que es mi voluntad ver.
(Nombre], estás en la luz junto conmigo.
En la luz esto se verá de otra manera.

(74) No hay más voluntad que la de Dios.

Estoy a salvo hoy porque no hay más voluntad que la de Dios. Siento miedo sólo cuando creo que hay otra voluntad. Trato de atacar únicamente cuando tengo miedo, y sólo cuando trato de atacar puedo creer que mi eterna seguridad se ve amenazada. Hoy reconoceré que nada de esto ha ocurrido. Estoy a salvo porque no hay más voluntad que la de Dios.
Las siguientes son algunas variaciones de la idea que pueden ser útiles para las aplicaciones concretas:

Que vea esto tal como lo ve la Voluntad de Dios.
La Voluntad de Dios, así como la mía, es que tú, [nombre], seas Su Hijo.
Esto es parte de lo que la Voluntad de Dios ha dispuesto para mí, independientemente de cómo yo lo vea.





Comentario:
El repaso de hoy trata de la voluntad, la nuestra y la de Dios, que son una.

El Curso nos anima a hacer uso del poder de nuestra voluntad. Constantemente nos anima a elegir de nuevo, y dice que “El poder de decisión es la única libertad que te queda como prisionero de este mundo” (T.12.VII. 9:1). Podemos querer, o elegir, que haya luz. Esto está de acuerdo con la Voluntad de Dios. Se puede decir que nuestra única elección verdadera es decidir de acuerdo con la Voluntad de Dios, y tenemos que tomar esta decisión una y otra vez hasta que nos demos cuenta de que no hay otra voluntad y, por lo tanto, ninguna elección real excepto entre la realidad y la ilusión.

En el repaso de “No hay más voluntad que la de Dios” hay un interesante resumen de la
evolución del error del ego:

Creo que hay otra voluntad además de la de Dios.
A causa de esto tengo miedo.
A causa del miedo, intento atacar.
A causa del ataque, temo que mi propia seguridad eterna está en peligro (pensando que Dios me atacará por ser un agresor).

La solución es simplemente reconocer que nada de esto ha ocurrido. Abandona esta idea, date cuenta de que no hay más voluntad que la de Dios, y el resto del error del ego desaparece.

Me gusta el modo en que las dos ideas se aplican a cómo veo a las otras personas a mi alrededor: “(Nombre), estás en la luz junto conmigo”  y “La Voluntad de Dios, así como la mía, es que tú, (nombre), seas Su Hijo”. Una noche en nuestro grupo de estudio en Sedona estábamos estudiando el Capítulo 14, sección V: “El Círculo de la Expiación”. Toda la sección trata de ver a otras personas dentro del círculo de paz, viéndoles incluidos, o viéndoles en la luz junto conmigo, como pone aquí. En esa sección Jesús nos ruega: “Ocupa quedamente tu puesto dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de su paz y de su santidad (T.14.V.8:6). Dice que éste es: “el único propósito al que mi enseñanza te exhorta” (T.14.V.9:9).

Nuestro único propósito aquí es despertar a todos al hecho de que están incluidos en la paz y la seguridad de Dios porque no hay otra voluntad que la Suya. Imagínate saludar mentalmente a todos con los que hoy te encuentres diciéndoles: “Estás en la luz junto conmigo”. ¿Qué efecto tendría eso en ti? ¿O en ellos?

La Lección 109 dice que tiene un profundo efecto, no sólo en las personas con las que te encuentras, sino en todo el mundo, incluso aquellos que se fueron más allá de este mundo, y aquellos que han de venir a él:

“En los descansos que hoy tomas cada hora, una mente fatigada de repente se alegrará” (L.109.6:1).

“Cada vez que hoy descansas cinco minutos el mundo se acerca más a su despertar” (L.109.7:1).

“Hoy descansas en la paz de Dios, y desde tu descanso exhortas a tus hermanos a que encuentren el suyo y descansen junto a ti. Hoy serás fiel a tu cometido, al no olvidarte de nadie e incluir a todos en el infinito círculo de tu paz, el sagrado santuario donde reposas. Abre las puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos vengan desde los mas remotos lugares del mundo, así como desde los más cercanos; invítalos a todos a entrar y a descansar contigo” (L.109.8:1-3).

Hoy descansas en la paz de Dios, tranquilo y sin miedo. Cada uno de tus hermanos viene a descansar y a ofrecerte a ti su descanso. Descansamos juntos aquí, pues así es como nuestro descanso es total, y lo que hoy damos ya lo hemos recibido. El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos
decimos a nosotros mismos: "Descanso en Dios” (L.109.9:1-6).































lunes, 25 de marzo de 2024

Lección 86 Repaso






1. (71) Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito.

Es inútil que ande buscando febrilmente la salvación por todas partes. La he visto en muchas personas y en muchas cosas, pero cada vez que traté de alcanzarla no estaba allí. Estaba equivocado con respecto a dónde se encuentra. Estaba equivocado con respecto a lo que es. Ya no emprenderé más búsquedas inútiles. Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito. Y me regocijaré porque Su plan jamás puede fallar.
Estas son algunas de las variaciones que se sugieren para las aplicaciones más concretas de la idea:

El plan de Dios para la salvación me librará de mi percepción de esto.
Esto no es una excepción al plan de Dios para la salvación.
Quiero percibir esto únicamente a la luz del plan de Dios para la salvación.

Sólo puede ser el plan de salvación de Dios el que funcione, porque ningún otro plan puede salvarnos. Todos los demás son externos y están diseñados para fallar, ya que cada uno distraería la atención de nuestras mentes, la fuente de nuestro problema y la Fuente de nuestra salvación.
Los ídolos de la salvación -nuestras relaciones especiales- siempre fallarán, ya que fueron hechos para ese propósito, siendo los únicos sustitutos de Lo que puede salvarnos. Más aún, se hicieron ídolos para mantenernos en un estado perpetuo de falta de mente, asegurándonos de que nunca ejerceríamos el poder de la mente para elegir de nuevo: la salvación en lugar de la esclavitud.
La paz y el amor nunca llegarán cuando los busquemos fuera de nosotros mismos.

Un ídolo no puede ocupar el lugar de Dios. Deja que Él te recuerde Su Amor por ti, y no trates de ahogar Su Voz con los cantos de profunda desesperación que les ofreces a los ídolos de ti mismo. No busques esperanzas más allá de tu Padre. Pues la esperanza de felicidad no es la desesperación. (T29.VII.10.4,7)

Llegando por fin a nuestra cordura, nos comprometemos a no perder más tiempo buscando lo que nunca se puede encontrar, eligiendo sólo seguir el camino del perdón, el único que nos llevará a casa.
Cuando nos sentimos tentados a ser molestados por algo, sólo tenemos que darnos cuenta de que esta es nuestra percepción del problema.
Si estamos trastornados, sabemos que hemos elegido el ego. El plan de Dios para la salvación nos llama a cambiar nuestras mentes, o más al grano, a cambiar a nuestro maestro. Una vez más, si no estamos contentos con cómo va algo, simplemente tenemos que darnos cuenta de que es porque elegimos la voz equivocada y su interpretación de la situación.
Para reafirmar este punto: El plan de Dios para salvarnos es que elijamos un nuevo maestro. Mirando la situación a través de Sus ojos, nos damos cuenta que esta es una oportunidad para ver lo que está sucediendo dentro de nuestras mentes. Si no estuviéramos molestos por lo que parece ser externo, no tendríamos la oportunidad de traerlo adentro y darnos cuenta de que es una proyección. Es por eso que nuestras relaciones especiales son nuestros salvadores. Nos ofrecen la oportunidad de reconsiderar nuestras percepciones erróneas. Una vez que nos damos cuenta de que el problema está dentro, somos libres de tomar otra decisión.
El principio del perdón siempre funciona: "No hay orden de dificultad en los milagros." No hay percepción de dificultad, dolor o incomodidad que no cambiará cuando elegimos dejar de lado nuestras quejas y culpa, y aceptar la Expiación para nosotros mismos. El plan de Dios para la salvación es simple. Por eso siempre funciona.


3. (72) Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación.

Abrigar resentimientos es un intento de probar que el plan de Dios para la salvación fracasará. Sin embargo, sólo Su plan puede tener éxito. Al abrigar resentimientos, por lo tanto, estoy excluyendo de mi conciencia mi única esperanza de salvación. Mas no quiero seguir yendo en contra de mis propios intereses de esta manera tan descabellada. Quiero aceptar el plan de Dios para la salvación y ser feliz.
Las aplicaciones concretas de esta idea pueden hacerse utilizando las siguientes variaciones:

Según contemplo esto estoy eligiendo entre la percepción falsa y la salvación.
Si veo motivos en esto para abrigar resentimientos, no veré motivos que justifiquen mi salvación.
Esto es un llamamiento a la salvación, no al ataque.

Diciéndole a Jesús que algo anda mal porque no estoy en paz, le permito que me enseñe que lo que me molesta en ti es una parte separada de lo que me molesta en mí: mi culpa por separarme del Amor de Dios. Jesús me ayuda a darme cuenta de que estoy eligiendo entre la percepción errónea y la salvación mientras miro esto. Llego a comprender que mi percepción es el efecto de mi elección: las quejas del ego o el milagro del Espíritu Santo. La primera me arraiga aún más en el mundo de la culpa y el ataque, mientras que la segunda me lleva a mi mente, el hogar de la salvación.
El dolor de mis decisiones equivocadas me impulsa finalmente a elegir en contra de la locura de creer que sé lo que es mejor para mí.
Estoy aprendiendo que todas las circunstancias de mi vida -pasadas, presentes o anticipadas- me ofrecen la oportunidad de elegir ver de otra manera.
Mi pensamiento se origina en la decisión de la mente por el ego o el Espíritu Santo. La elección correcta del perdón corrige el pensamiento del ego, lo que llevó a mis percepciones equivocadas de las quejas y los ataques. Debido a que ahora elijo ser feliz, veo bases para el perdón y la salvación en todo. Sólo deseando permanecer en el dolor de mi culpa elegiría ver motivos de queja. Sin embargo, como Jesús afortunadamente nos recuerda (por ejemplo, T-16.VI.8:8), ya no estoy completamente loco y por eso pido la salvación y no el ataque.

Recuerda: "No busques cambiar el mundo, sino que elije cambiar tu forma de pensar sobre el mundo" (T-21.in.1:7).


Comentario:
Me parece muy interesante cómo las lecciones parecen alternar entre ver resentimientos y dónde buscamos la salvación. Estoy empezando a entender la idea, pienso: Cuando mi ego quiere impedirme encontrar la salvación de Dios dentro de mi Ser, me distrae con algún tipo de resentimiento fuera de mí. Al ver la causa de mis problemas fuera, naturalmente busco la solución fuera. Busco la salvación fuera de mí mismo.

El problema no es nunca lo de fuera. “Los que consideras culpables se convierten en los testigos de tu culpabilidad, y es en ti donde la verás, pues estará ahí hasta que sea des-hecha. La culpabilidad se encuentra siempre en tu mente, la cual se ha condenado a sí misma. No sigas proyectando culpabilidad, pues mientras lo hagas no podrá ser deshecha” (T.13.IX.6:6-8). Lo que estamos viendo ahí fuera, el objeto de nuestros resentimientos, es únicamente la proyección de la condena a uno mismo. Podemos cambiar el nombre del pecado para proteger a los culpables (nosotros mismos), pero es nuestro pecado lo que estamos viendo ahí fuera en el mundo. Por esa razón ver resentimientos fuera nos impide encontrar la salvación dentro.

Como dice el repaso, hemos buscado la salvación en muchos lugares y cosas diferentes, y nunca estaba donde buscamos. No la podemos encontrar ahí fuera porque no está ahí fuera en ningún sitio. No hay esperanza de salvación en el mundo, y eso son buenas noticias. Son buenas noticias porque ya no tenemos que depender de nadie ni de nada fuera de nosotros para que haga su papel adecuado, ni que llegue en el momento oportuno para satisfacer nuestras necesidades, ni que haga nada. Podemos abandonar la expectativa de que alguien nos salve, y podemos volvernos a lo único en lo que podemos confiar absolutamente: nosotros mismos, nuestro Ser. Podemos liberar a todos del aprisionamiento en el que los hemos tenido durante toda nuestra vida. Podemos decirle al mundo: “No eres responsable de mí. Ya no te hago responsable de mi infelicidad. Me he dado cuenta de que es tarea mía, no la tuya”.

Recuerdo lo raro que me sentí, pero también lo feliz, de decirle a mi querida amiga Lynne, hace años: “Me he dado cuenta de que no te necesito”. Siendo más sabia que yo en aquel momento, ella se quedó encantada. Yo tenía miedo de que ella se sintiera ofendida, ¡qué cosa tan “poco romántica” decirle a tu pareja: “No te necesito”! Aunque ella entendió exactamente lo que yo quería decir. Yo le estaba diciendo que ya no esperaba que ella me hiciera feliz, ya no cargaba con la insoportable carga de mi felicidad. Pensar que nuestra pareja es responsable de nuestra felicidad es exactamente lo que convierte a las relaciones especiales en un infierno, porque cuando yo no soy feliz, tengo un resentimiento, como en un sindicato de trabajadores: “¡Eh! Tú no estás cumpliendo tu parte del trato. Se supone que tienes que hacerme feliz”. Y el resentimiento contra nuestra pareja nos aleja de la salvación en nuestro corazón.

Siempre me ha gustado la última línea de la lección de hoy: “Esto es un llamamiento a la salvación, no al ataque”. Me recuerda a una vieja frase de la serie televisiva de Superman (la de George Reeves, ¡aquí estoy demostrando mi edad!). Clark Kent mira a un crimen o desastre que está ocurriendo y dice: “Esto es trabajo de Superman”. En lugar de mirar a los acontecimientos de nuestra vida y pensar: “Esto es trabajo del ego. ¡Ataquemos!. Hagamos y guardemos un resentimiento”, podemos mirar a la situación y decir: “¡Esto es trabajo de Dios! Perdonemos. Respondamos con amor a la petición de amor”. Cuando surja una necesidad a mi alrededor, ¿Qué poder voy a invocar: a Dios o al ego?

La elección es “entre la percepción falsa y la salvación”. La única alternativa a la salvación es algo irreal, una ilusión, una percepción falsa. El único modo en que puedo impedirme ser feliz es percibir falsamente a mi hermano; si le veo de verdad, siempre encontraré la salvación. “Al abrigar resentimientos, por lo tanto, estoy excluyendo de mi consciencia mi única esperanza de salvación”. ¡Qué cosa más tonta! ¡Voy a dejar de hacerlo!

“Quiero aceptar el plan de Dios para la salvación y ser feliz”.

























































domingo, 24 de marzo de 2024

Lección 85 Repaso





1. (69) Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí.

Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí y me ocultan lo que quiero ver. Habiendo reconocido esto, ¿para qué los quiero? Mis resentimientos me mantienen en la oscuridad y ocultan la luz. 

Necesitamos darnos cuenta de que hay un propósito detrás de aferrarnos a los agravios: mantener nuestro ser especial intacto usando la oscuridad de la culpa y el ataque para esconder la luz del amor.

Los resentimientos y la luz no pueden coexistir, pero la luz y la visión tienen que unirse para que yo pueda ver. Y para poder ver tengo que desprenderme de mis resentimientos.

Este es el resultado final: ¿Quiero ver o no quiero ver? Si lo hago, Jesús debe ser mis ojos, lo que significa que no puedo juzgar. Sabré qué decisión tomé por su resultado. Encontrarme enojado, deprimido, culpable, temeroso o ansioso es lo que me dice que no quiero ver. Con el ego, mi individualidad y separación es todo lo que conozco y mi ser es seguro, aunque miserable.

Quiero ver, y ése será el medio por el que lo lograré.

Las aplicaciones concretas de esta idea podrían hacerse de la siguiente manera:

No permitas que haga de esto un obstáculo a la visión.
La luz del mundo desvanecerá todo esto con su resplandor.
No tengo necesidad de esto. Lo que quiero es ver.

La práctica diligente de estas lecciones nos ayuda a darnos cuenta de que tenemos una mente dividida. La parte que no quiere volver a casa es responsable de que estemos en el mundo. La otra parte es un estudiante de Un Curso de Milagros. Debemos ser conscientes de ambas para poder elegir entre ellas de manera significativa. Necesitamos entender que los agravios del ego alejan de nosotros la luz de la paz y la alegría, dejándonos en la oscuridad de la miseria y el dolor. Sólo al darnos cuenta de la conexión entre nuestra decisión de atacar y nuestro sufrimiento nos motivaremos a decir y significar: "No tengo necesidad de esto." En ese reconocimiento veremos, y en esa visión todo el dolor brilla a la luz del perdón.


3. (70) Mi salvación procede de mí.

Jesús y el Espíritu Santo no están fuera de mí; tampoco la salvación. De hecho, no estoy fuera de mí!

Hoy reconoceré dónde está mi salvación. Está en mí porque ahí es donde está su Fuente. No ha abandonado su Fuente, por lo tanto, no pudo haber abandonado mi mente. Dejaré de buscarla fuera de mí mismo. No es algo que se encuentre afuera y luego tenga que traerse adentro.

Debemos darnos cuenta de que la salvación descansa sólo en el interior, en el poder de la mente para elegir a Jesús como nuestro maestro y no en el ego. No se encuentra en Jesús, sino en la capacidad de nuestra mente para elegirlo. Necesitamos tomar la mano de Jesús y caminar a través del sueño, para que podamos caminar con él fuera de él.
El ego, por otro lado, intenta mantener el sueño vivo y bien, y esa es la precaución de Jesús aquí. La memoria de Dios está en nuestras mentes, donde el sueño tiene su principio y fin. Su destrucción constituye la salvación, que se basa en elegir recordar nuestra Fuente en nuestras mentes. Como una idea en la Mente de Dios nunca lo hemos dejado, y Él nunca nos ha dejado: las ideas no dejan su Fuente. Por eso debemos buscar la salvación en nuestras mentes rectas, el hogar de Jesús, donde la memoria de Dios espera nuestra aceptación mientras despertamos por fin del sueño de la separación y la muerte.

Se extenderá desde dentro de mí, y todo aquello que vea no hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo.

"Todo lo que veo", como ahora nos damos cuenta, no se refiere a la vista física; no vemos realmente la luz física en las personas, ni la luz en los objetos. Puesto que la luz es un pensamiento recto, es esta luz del perdón la que se refleja en lo que nuestros ojos "ven". Además, de la extensión de la luz en la mente el Hijo es sanado, ya que la mente del Hijo de Dios es una.


Las siguientes variaciones de la idea son apropiadas para las aplicaciones más concretas:

No dejaré que esto me tiente a buscar mi salvación fuera de mí mismo. 
No permitiré que esto interfiera en la conciencia que tengo de la Fuente de mi salvación.
Esto no puede privarme de la salvación.

En otras palabras, es nuestra elección si el mundo nos quitará nuestra paz, porque en sí mismo, siendo una ilusión, no puede hacer nada. Sólo nosotros tenemos poder, que luego proyectamos al mundo. Es la mente la que elige en contra de la paz de Jesús, y nos pide que no cedamos a esta tentación porque no nos hará felices. Él dirige nuestra mirada hacia adentro y hacia afuera del mundo; el cambio de propósito -de la culpabilidad a la salvación- refleja nuestra decisión de recordar nuestra Fuente y nuestro Ser.


Comentario:
¿A qué se refiere el “esto” de las seis aplicaciones concretas de esta lección? ¿Qué es lo que bloquea mi vista e impide que la luz se extienda? ¿Qué es lo que no necesito y que me tienta a buscar mi salvación lejos de mí? ¿Qué es “esto” que me impide darme cuenta de la Fuente de la salvación y que parece tener poder para quitarme la salvación?

“Esto” son los resentimientos: cualquier cosa a la que yo reaccione con menos que el perfecto amor que es mi realidad. Algo que no me gusta, o que alejo de mí, o culpo por mis problemas, o que contemplo como inferior a la creación de Dios. Cualquier cosa dentro de mí que albergo con algo que no sea compasión y perdón. “Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí”. Hacen que yo vea algo que no es real, y reacciono con miedo u odio o enfado. Mis reacciones son tan inapropiadas como el miedo de un niño a una cortina que se mueve en la obscuridad. Estoy viendo algo que no está ahí, porque sólo lo que Dios creó es real. Me estoy asustando por sombras, cuando la realidad es pura belleza. Los resentimientos no sólo me muestran cosas que no son reales sino que también me ocultan lo que de verdad quiero.

Si esto es lo que hacen los resentimientos, ¿por qué voy a quererlos? Realmente no los quiero, los he utilizado en un intento equivocado por protegerme, pero ahora puedo reconocer que ya no los quiero ni los necesito más. No me culpo a mí mismo por haberlos elegido en el pasado pero no necesito continuar eligiéndolos ahora. Yo quiero ver y, por eso, lleno de alegría dejo a un lado los resentimientos, sin culpa y sin pesar.

Lo que busco es mi Ser. Hoy no buscaré fuera de mí. “No es algo que se encuentre afuera y luego tenga que traerse adentro. Se extenderá desde dentro de mí y todo aquello que vea no hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo". Mis resentimientos me tientan a buscar la salvación fuera: pensando que sé lo que tiene que cambiar ahí fuera para que me traiga paz, sintiendo ira o dolor o traición; cuando contemplo las cosas, las culpo por mi pérdida de paz. Pero hoy reconozco que la respuesta está en mi Ser. En lugar de buscar la luz, hoy yo seré luz e iluminaré todo mi mundo.









































Lección 365 Tu llegada al hogar es segura.

  Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz. Y si nece...